Philip K. Dick, entre la paranoia y el antibelicismo

El estreno de Blade Runner 2049 da pie a analizar las opiniones políticas y la obra de Philip K. Dick, autor de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? y otras novelas donde volcó sus obsesiones sobre el poder y la realidad.

Philip K. Dick
Philip K. Dick
Ilustración de Pintxo
5 oct 2017 09:00

Ocho años antes del asesinato de John F. Kennedy, Philip K. Dick publicó su primera novela: Lotería solar. En esta obra de interés desigual, el protagonista es elegido para asesinar al presidente. Desde sus comienzos ya se pueden encontrar algunos de los ejes que estructuraron las narraciones del autor: la elección de un protagonista manipulable, el determinismo social o la desconfianza hacia el poder. Es probable que no quisiese ser, ni se considerase, un autor político, pero buena parte de su obra lo es y podemos extraer datos interesantes de ella desde nuestra realidad actual.

Veintisiete años después, el escritor no llegó a ver Blade Runner. Aunque se entusiasmó cuando le mostraron extractos del imaginario creado por el equipo de Ridley Scott, falleció antes del estreno.

Con el tiempo, esa adaptación de la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? se ha transformado en la más conocida, y la secuela rodada por Denis Villenueve en el gran estreno de este mes.

Philip K. Dick fue un autor muy confuso en el aspecto político. Al estudiar sus opiniones se pueden encontrar gran número de contradicciones. Sin embargo, existen algunas constantes que mantuvo a lo largo de su vida: el temor por el control social, un evidente antibelicismo y una absoluta enemistad hacia el presidente estadounidense Richard Nixon.

Nosotros somos los replicantes

Philip K. Dick escribió ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? entre 1967 y 1968, época en la que se empezó a entrever que Estados Unidos no ganaría la guerra de Vietnam. Los sentimientos de muchos ciudadanos hacia los actos de su ejército eran incómodos, cuando no contrarios.

El mismo Dick afirmó en una entrevista: “La escribí en una época en que pensaba que nos habíamos vuelto tan malos como el enemigo”. Residente en una población tan contestataria como Berkeley, California, prácticamente un nido de radicales y socialistas para muchos, firmó un manifiesto contra de la guerra de Vietnam.

Al leer el trabajo del protagonista de la novela, Rick Deckard, existe cierta equidistancia hacia sus actos. Nos podemos preguntar quién juega qué rol en el binomio bueno/malo. Varias veces es confuso o varía la posición ética.

Este espacio de la novela fue bien aprovechado en su adaptación cinematográfica: los replicantes son tan víctimas como verdugos y en según qué versiones –recordemos que existen unas cuantas– no se sabe si Deckard es un replicante, o directamente se dice que sí lo es.


Tiempo después, Dick se arrepintió de haber firmado contra la guerra: la época de Richard Nixon y su creciente paranoia le llevaron a pensar que se encontraba bajo vigilancia de los servicios secretos estadounidenses.

El presidente era la representación del mal para Dick, durante todo su mandato asoció sucesos personales a sus políticas. Su casa era un lugar habitual de drogadictos y marginados, pero cuando fue asaltada en su ausencia o si se sentía espiado, sólo había un culpable: Nixon.

Estos años fueron especialmente decadentes para una persona que arrastró problemas psicológicos durante toda su vida y que en 1972 realizó su primer intento de suicidio mediante la ingesta de 500 gramos de bromuro de potasio.

Tal fue su obsesión con Nixon y su supuesto espionaje que cuando se destapó el escándalo Watergate algunos conocidos lo felicitaron por su visionaria lectura de la realidad. El paranoico escritor de ciencia ficción había acertado en su pronóstico.

Antibelicista convencido

Junto con la indiscutible inteligencia del autor californiano había también una suerte de antibelicismo y cierta visión romántica que se intuye de sus comentarios y novelas. Su posicionamiento siempre fue cercano hacia el débil, el marginado y casi cualquier bando derrotado.

En varias de sus novelas se puede notar su simpatía hacia personas con problemas o enfermedades mentales. En Los clanes de la luna Alfana se envía a los pacientes de centros mentales a una luna, donde, tras verse aislados, forman sus propias tribus en base a la enfermedad que sufren y logran cohabitar en una paz que quieren mantener cuando se reclama su vuelta. Dick siempre mostró compasión hacia el hombre humilde enfrascado en una sociedad incomprensible, detalle que aumentaba al tratar con persona enfermas.

La pérdida de libertad por parte del individuo y el abuso de cualquier sistema eran algunas de las grandes preocupaciones del escritor, quien afirmaba que “la mayor amenaza del siglo XX es el estado totalitario. Puede mostrar muchas formas distintas: el fascismo de izquierdas, movimientos psicológicos, movimientos religiosos, centros de rehabilitación, gente poderosa, gente manipuladora; puede darse también en una relación, donde uno es más poderoso que tú psicológicamente".

Su visión romántica y algo adulterada se puede observar en su opinión sobre el bando republicano de la Guerra Civil Española: “Casi marxistas, pero profundamente religiosos. Una fusión entre lo mejor que tiene el catolicismo y lo mejor del marxismo”.

Dentro de sus vaivenes ideológicos, también queda clara una posición anticapitalista, sobre todo en sus primera obras, que luego mantendría a un nivel más bajo, eclipsada por otras preocupaciones más místicas.

Según el autor Kim Stanley Robinson, las primeras obras que escribió Philip K. Dick –nueve novelas alejadas del género fantástico y que el autor no pudo publicar en su época– trataban “la destrucción de las relaciones humanas en el mundo de los negocios”.

En algunos de sus libros, igual que en películas de los ochenta como Robocop, el enemigo lo representan las grandes corporaciones y los poderes económicos que subvierten la legitimidad democrática. Algunos de los enemigos característicos de sus novelas son personificados por poderosos empresarios que tratan de imponer su dominio mediante estrategias industriales y militares.

Crítica al capitalismo

Thomas M. Disch calificó a Dick como “el único escritor marxista de la ciencia ficción”, afirmación muy discutible que seguramente el mismo Dick no aceptaría. Esta clase de exageración puede sustentarse en algunas visiones que aportan obras como ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, donde el mismo título hace referencia a los animales que compran los ciudadanos de ese hipotético futuro y que mantienen en un espacio público de los edificios. Como podría ocurrir a día de hoy con los teléfonos móviles o los vehículos, estas mascotas son marcadores de la categoría socioeconómica del individuo.

La mujer de Rick Deckard lo presiona para que progrese laboralmente y consiga un animal de calidad, hecho absurdo cuando éstos no tienen ninguna función práctica. Es evidente y eficaz la crítica que Dick realiza a esta mercancía que resulta tan frustrante como supuestamente necesaria en su entorno.

Al igual que visionarios conocidos, Orwell o Huxley; y otros que no lo son tanto, como Brunner u O'Donnell, Dick supo leer los mecanismos del control social que se realizaban mediante el ocio y las tenazas de un capitalismo que vendía al ciudadano de clase obrera una ambición que no podrá alcanzar mediante su trabajo. La frustración de muchos protagonistas que se dedican a trabajos manuales se hace patente como síntoma depresivo en varias obras.

En una de las últimas novelas anteriores a la absorción religiosa, Una mirada en la oscuridad, se puede encontrar la más cínica y dura visión del autor sobre la sociedad. Ésta es una durísima crítica a un sistema que condena y se aprovecha de los drogodependientes, y una de sus novelas más oscuras y pesimistas.

Sin resquicio para la esperanza, describe la vida de personajes hundidos y el campo de concentración donde son encerrados los adictos a una sustancia llamada Muerte Lenta. A través de la paranoia persecutoria de sus múltiples protagonistas, Dick se adentra en un mundo que conoció tan bien como ese entorno insalubre y los temores persecutorios hacia el Estado. Solo que en esta novela son ciertos. Una mirada en la oscuridad se cierra con un listado de conocidos suyos que fallecieron por culpa de las drogas.

Dick solo fue auténtico creyente de sus visiones religiosas. En el tema político es difícil posicionarlo entre tanta opinión multidireccional y el pánico a vivir una ficción que envolvía todo su pensar, pero aportó interesantes perspectivas gracias a las posibilidades que le ofrecía la ciencia ficción.

Desconfiado, víctima de la época de la paranoia, desde sus temores supo entender un tiempo en el que la disidencia podía considerarse un delito.

A día de hoy, la lectura de sus novelas puede ayudar en el entendimiento de las presiones del Poder –con mayúscula o minúscula– por desvirtuar la realidad y mantenernos en un estado de continua confusión que choca con nuestra visión subjetiva. Posverdad y desorientación, muchas de las herramientas utilizadas para generarlas llevan décadas en las novelas de Philip K. Dick.

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