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Quería hablar del amor que se despliega en las crianzas como fuerza política. Un melonaco por abrir, porque esto de que haya un tipo de amor mientras asumes las crianzas es un tema tabú en los feminismos, y más en los blanco-feminismos, porque ahí entramos en blanquear lo que vienen siendo las obligaciones psicoafectivas que este patersistema impone para robarnos a las madres toda la riqueza que generemos (de la cual depende para continuar vivo).
Hablo de amor a la vez que de extractivismo, porque todo sucede a la vez (el amor y la furia pueden coexistir, dijo Adrienne Rich) desde la complejidad que implica sostener a nuestras criaturas. Todo sucede al mismo tiempo, cosa que nada tiene que ver con el pensamiento lineal en el que nos ha metido todo el macho-manejo del conocimiento.
Amor como lugar complejo para los feminismos por todo el lío de confusiones que lo atraviesan para tenernos clavando rodilla, calladas y explotadas, como cualquier mamífero en una granja intensiva.
Lo que propongo es articular el amor que despliegan nuestros cuerpos (porque se necesita un cuerpo para poder amar) hacia nuestras criaturas. Amor fuera de la obligatoriedad consanguínea, fuera de las falacia de la “incondicionalidad”, fuera de lo “romántico”, las cuales siguen siendo maneras de seguir reproduciendo la disciplina social en la que se nos formatea desde todo el aparato/patraña de la culpa. Disciplina que permite seguir con la normalización de entender el cuerpo de las madres como lugares psico-afectivos disponibles, y condicionadas por todo lo que pasa por fuera de nosotras. Llevándonos a la auto-destrucción, y a la negación del desarrollo de nuestro asunto-vital-propio (que lo tenemos, como despliegue complejo, donde se activan muchos intereses más allá del amor a nuestras criaturas).
Amar sin romantizar. Desplegar esos tentáculos invisibles hacia otros cuerpos donde aparece la profundidad emocional, donde el caudal de energía que corre atraviesa rocas, acantilados y a su vez genera fuerzas vivas por donde pasa
Amar sin romantizar. Desplegar esos tentáculos invisibles hacia otros cuerpos donde aparece la profundidad emocional, donde el caudal de energía que corre atraviesa rocas, acantilados y a su vez genera fuerzas vivas por donde pasa. El amor como fuerza que permite remar, a la misma vez, permite que haya agua para remar. Lejos lo de romantizar, y más lejos todavía, del tufo falo-freudiano de lo patológico, de la desventaja irrefutable, de la neurosis, donde el despliegue de los tentáculos de Haraway permite la profundidad de los vínculos.
La romantización nos exige buscar fuera lo que tenemos que desarrollar desde dentro. Habla de adaptar nuestros propios deseos y expectativas a unas estructuras externas de interpretación -que no son las nuestras. Habla de estar a disposición de lo ajeno para someternos. La romantización, como jaula, como lugar de no-ser, como condición pre-política, negando nuestro impulso de nombrado propio.
Al igual que la falacia, como parte del macho-lío-patriarcal, de llamar amor al incondicional, al sufriente, a las exigencias consanguíneas, a la servidumbre afectivo-sexual, al encadenamiento en los deseos ajenos. Al amor como institución que refuerza las dependencias, como amortiguador psico-emocional de todos aquellos que no saben/no quieren auto-gestionarse/auto-proveerse. Amor como herramienta de disciplina social. Amor como matraca-matrimonial. Amor como fábrica de narrativas de culpa. Amor como despensa infinita hacia-lo-otro. Amor como lío que perpetúa lógicas de sacrificio. Amor como expropiación de las propias fuerzas. Amor como excusa para no sostener nuestro propios propósitos. Amor como herramienta de jerarquización familiar-consanguínea. Amor como mano de obra pisco-afectiva gratis. Amor como red de obligada-prolongación del trauma. Amor como moneda de cambio del derecho a la pertenencia al clan consanguíneo.
Nada de esto es amor, ni mucho menos amor como fuerza.
Lo que propongo aquí es poder articular una tipología de amor feminista ubicada desde las crianzas como potencia de transformación política que sale de nuestros cuerpos, y va hacia otros cuerpos dependientes del nuestro, generando todo un despliegue de tentáculos emocionales que pueden correr hacia las profundidades de los verdaderos vínculos (con sus oscuridades, límites y tensiones -porque nadie ama todo el tiempo, a nada ni a nadie).
No me refiero al amor con mitificaciones ni esencialismos, ni como parte del new-age turbo-blanco-burgués encerrado en sus privilegios.
No hablo de romantizar. Ni de colocar al otro cuerpo como monumento al que adorar, como parte de una neurosis ante algo inacabado en nosotras como madres o como parte de eso que llaman fetichismo de la maternidad.
Hablo del amor hacia nuestra criaturas, como fuerza legítima expulsada de las narrativas de emancipación. Amor fuera de romantizaciones o fetichismos como única estrategia para escapar de las opresiones del turbo-capitalismo
Hablo de un amor del que parte la potencia política de buscar los destinos más éticos desde coordenadas del inframundo, donde no hay nada, donde se intenta que haya todo lo posible. Levantar, planear las condiciones más vivibles, más gozosamente amplias, para definir las coordenadas desde donde desarrollamos nuestras crianzas, también como maneras de expandir nuestras propias estructuras internas frustradas, traumadas, como lugar de experimentación de las relacionales futuras de las criaturas.
Hablo de que nuestros cuerpos maternos como cuerpos de los que bulle el agua. Agua para poder remar en futuribles posibilidades políticas ante una nueva tipología de amor feminista.
Hablo de nombrar ese amor fuera de las asignaciones fachas, neo-conservadoras, reaccionarias. Hablo del amor hacia nuestra criaturas, como fuerza legítima expulsada de las narrativas de emancipación. Amor fuera de romantizaciones o fetichismos como única estrategia para escapar de las opresiones del turbo-capitalismo. Hablo de las fuerzas que despliegan nuestros cuerpos, de los tentáculos llenos de potencia política que abrazan cada día a nuestras criaturas proyectando, haciendo y luchando por unas cada vez mejores condiciones de vida.
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Lo siento pero no me queda claro esa nueva forma de amor que propones. Está claro que los vínculos familiares están romantizados con el propósito de sostener este capitalismo inhumano. Y, como siempre, asfixian el amor que nuestra esencia como ser produce, para hacer personas dependientes. Pero si planteas alternativa, no soy capaz de apreciarla.