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México
8 y 9 de marzo en México: dos jornadas históricas
Miles de mujeres pintamos de verde y violeta los espacios públicos en todo el país y gritamos juntas más que nunca: ¡Ni Una Más!
Por primera vez un llamado mundial feminista del #8M se visibilizó en México como una #Alerta a los distintos actores sociales responsables de incidir en una transformación cultural profunda de un sistema patriarcal enraizado en usos y costumbres generacionales, que justifican y normalizan las violencias de género; violencias que dejaron de ser exclusivas del ámbito privado, para formar parte de los duelos que ahora vivimos como nación.
Justicia para todas: marcha multitudinaria en la Ciudad de México
Las violencias, la inseguridad que vivimos las mujeres y el hartazgo de no ser escuchadas, provocaron un acto de sororidad multitudinario por primera vez en la Ciudad de México. Desde el Monumento a la Revolución —con rituales de sanación, y la reunión de los diferentes contingentes— cruzando por Paseo de la Reforma y Avenida Juárez, las calles estaban repletas de colores verde y violeta.
Todas caminamos despacio a partir de las dos de la tarde bajo un cielo luminoso, algunas temerosas porque, expresaban, era su primera vez en una manifestación, otras porque asistían con niñas y adolescentes. Colectivas como Marea Verde, Batallón Feminista, Separatistas, universidades, preparatorias públicas y privadas; sindicatos, representantes de las Mujeres Zapatistas y del Concejo Nacional Indígena; fotógrafas, escritoras, actrices, periodistas, artistas visuales; organizaciones de Derechos Humanos, con cabida a grupos mixtos, entre otros más, no paramos de gritar: ¡No Están Solas! a las madres que encabezaban la marcha.
Los escenarios violentos durante las manifestaciones han sido un tema mediático, que ha puesto para bien y para mal en las mesas de debate y de las políticas públicas, las agendas de los feminismos y las violencias de género.
Todas juntas con la voz en alto era la señal para protegernos de las expresiones radicales de los grupos de jóvenes que desde muy temprano se confrontaron con antimotines. Intentamos avanzar sin miedo al Zócalo. Aunque algunas compañeras optaron por retirarse, para el cierre había una fuerte presencia aún de asistentes a la Marcha.
Fueron inevitables las acciones radicales. Los escenarios violentos durante las manifestaciones han sido un tema mediático, que ha puesto para bien y para mal en las mesas de debate y de las políticas públicas, las agendas de los feminismos y las violencias de género. Nos han puesto en alerta máxima a medios de comunicación y sociedad, ya que, quienes conforman estos grupos radicales también son mujeres, a quienes resulta difícil criminalizar.
Sin embargo, el #FuimosTodas que asumimos por cada vidrio roto o monumento intervenido con pintadas, no comparables con la pérdida de vidas humanas, será difícil de sostener si estos actos radicales nos separan de las mujeres de distintas generaciones y geografías durante las movilizaciones para abordar una problemática que consideramos de Emergencia Nacional, y ante la cual todas nos necesitamos para continuar con los pasos a seguir.
Le pasa a una y nos duele a todas
Gracias a los activismos de las madres, de sus familiares, y de artistas, académicas, fotógrafas, periodistas, y defensoras de DDHH que les han acompañado en sus procesos de búsqueda y duelo, muchos casos de desaparición y feminicidio logran reconocerse con nombre y apellido. Es así como la sociedad en general hemos reconocido su veracidad a través de testimonios de dolor. En la movilización del #8M se mostró una cartografía de pérdidas extendida por todo el territorio. Sus voces se escucharon.
Debido a la composición compleja, diversa y multicultural del país, la población de mujeres tenemos causas y exigencias económicas, políticas y sociales específicas, distantes muchas veces unas de otras, y que nos ha costado unir cuando salimos a las calles. Sin embargo, entre los años 2017 y 2020 tomaron aliento y fuerza colectivas de mujeres de todo el país fincadas en los feminismos, y otras en la defensa del cuerpo, la tierra, el territorio y los derechos laborales contra el sistema patriarcal y capitalista. Me refiero a los últimos tres años porque son innegables las luchas históricas de organizaciones de mujeres activistas y feministas que han incidido en las leyes, en las movilizaciones sociales de momentos anteriores.
Pero es importante observar algunas variables que han impactado en el tejido sororal que vivimos las mujeres en este 8 de marzo de 2020, como un momento creativo, vigoroso del que muchas queremos aprender por la necesidad de expresar la digna rabia, antes oculta y callada. Una causa común nos con-movió para juntarnos miles de mujeres en México: la exigencia de una vida libre de violencia a todas las instituciones socializantes como la familia, escuela, medios de comunicación, cuerpos policiales, gobiernos, etc. por los casos de violencias, feminicidio y secuestro que se volvieron virales y frecuentes en las redes sociales.
Las cifras no mienten: diez mujeres mueren al día en nuestro país
Un comunicado emitido por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) proporcionó estadísticas para tomar con seriedad el tema, a propósito del 25 de noviembre de 2019, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer:
De los 46.5 millones de mujeres de 15 años y más que hay en el país, 66.1% (30.7 millones) ha enfrentado violencia de cualquier tipo y de cualquier agresor, alguna vez en su vida; El 43.9% ha enfrentado agresiones del esposo o pareja actual o la última a lo largo de su relación y está más acentuado entre las mujeres que se casaron o unieron antes de los 18 años (48.0%), que entre quienes lo hicieron a los 25 o más años (37.7%); en 2018 se registraron 3 752 defunciones por homicidio de mujeres, el número más alto registrado en los últimos 29 años (1990-2018), lo que en promedio significa que fallecieron 10 mujeres diariamente por agresiones intencionales.
Nos van a ver Juntas
En mayo de 2017 hallaron el cuerpo de Lesvy Berlín Osorio en el Campus de la Universidad Nacional Autónoma de México, y por fallas del sistema judicial para atender el caso de homicidio doloso con perspectiva de género, no fue hasta octubre de 2019 que se dictó sentencia contra su agresor por feminicidio.
Durante este tiempo la madre de Lesvy, Araceli Osorio, eligió su ruta de vida como activista y acompaña a otras madres en los movimientos de mujeres a favor de una vida libre de violencia. Las madres invariablemente son el contingente que va al inicio de la marcha, son quienes abren y cierran los discursos, comparten su duelo y se suman al grito de las que ya no están.
Las madres invariablemente son el contingente que va al inicio de la marcha, son quienes abren y cierran los discursos, comparten su duelo y se suman al grito de las que ya no están.
Desde entonces las movilizaciones de universitarias se incrementaron en instituciones públicas y privadas para exigir protocolos de no violencias hacia las mujeres y de seguridad en los campus.
Las redes sociales y la internet han impactado en la forma de comunicarnos, ya sea para acompañar, organizar, denunciar y convocarnos las mujeres. En 2018, en el contexto del llamado a la Huelga Feminista a nivel mundial, las Mujeres del Ejército Zapatista de Liberación Nacional invitaron al Primer Encuentro Internacional de las Mujeres que Luchan para celebrarse en sus Caracoles, con más de cinco mil asistentes.
Otro suceso que detonó nuestra empatía, fue el movimiento #MeToo, un foro en el que las mujeres, en su mayoría jóvenes, sintieron la confianza y la seguridad para denunciar públicamente acoso, abusos y violencias machistas en distintos espacios de la vida pública. #YoTeCreoHermana ha sido uno de los mensajes que han propiciado una revisión de las leyes a favor de las mujeres que se aprobaron entrado el nuevo milenio.
El 9 nadie se mueve
Entre suspicacias y distintas expresiones de partidos políticos y organizaciones conservadoras que no simpatizan con las agendas feministas, pero que insistían en sumarse a la marcha del #8M y al paro del #9M como una acción de “resistencia” contra el régimen de gobierno actual, las mujeres que pudieron parar lo han hecho.
Sin embargo, México vive una brecha de desigualdades que le restan margen de decisión a una gran mayoría de mujeres para optar por un Paro Nacional. #UnDíaSinNosotras visibiliza las condiciones reales en las que se encuentra la mitad de la población:
La encuesta del INEGI de 2016 a nivel nacional indica que 96.9% de las mujeres ha asistido a la escuela o trabajado alguna vez en su vida, pero solo un poco más de la mitad lo hizo en los últimos 12 meses.
México vive una brecha de desigualdades que le restan margen de decisión a una gran mayoría de mujeres para optar por un Paro Nacional
A nivel estatal, las mujeres que residen en las entidades de Chiapas, Guerrero, Oaxaca y Veracruz, presentan la mayor proporción que no han participado ni en la escuela, ni en el mercado laboral a lo largo de su vida. En Chiapas solo el 36.2% de las mujeres participó en alguno o en ambos espacios de manera reciente, en tanto que, en Guerrero, Oaxaca, Tabasco y Zacatecas, la proporción de mujeres que asistieron a la escuela o trabajaron en los últimos 12 meses está por debajo del 45 por ciento.
La participación de las mujeres depende, —y así lo advierte el INEGI—, de los patrones culturales de género, de las condiciones socioeconómicas de las familias, de la edad de la mujer, del entorno inmediato y territorial de la entidad en la que residen y también de la disponibilidad de recursos institucionales y económicos.
Con todo este panorama, lo cierto es que después de esta gran movilización, nada será igual. Pendientes quedan demasiados, pero lo que le duela a una, nos duele a todas.