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Brasil
La relación diplomática de Brasil con China a todo vapor
Después de cuatro años de insultos por parte del anterior gobierno de Jair Bolsonaro a China con insinuaciones incluidas de que el virus de la Covid-19 había sido creado en laboratorios chinos (el 05/05/2021, en Brasilia), la llegada del presidente brasileño Lula da Silva a Pekín fue un evento festejado con entusiasmo por la prensa del establishment gubernamental del país asiático, que calificó al político como viejo y buen amigo. El editorial del Global Times chino indicaba que la visita del presidente brasileño transcendía el marco de las relaciones bilaterales para alcanzar una importancia global profundizando un modelo de cooperación sur-sur.
El aplazamiento del viaje, debido a una neumonía que impidió al mandatario brasileño volar, no fue óbice para que en solo tres semanas las embajadas de ambos países encontrasen rápidamente una nueva fecha, lo que permitió que el 12 de abril llegase a Shanghái la delegación brasileña a tiempo estar presente en la toma de posesión de la ex presidenta Dilma Rousseff a los mandos del banco de los BRICS (Nuevo Banco de Desarrollo-NBD), en donde ambos (presidente y ex presidenta) abogaron por el uso de las monedas nacionales y la exclusión del dólar para las transacciones comerciales de los países miembros del club.
La nueva presidenta del NDB ya anunció que para este período del 2022 a 2026 el 30% de las líneas de préstamos del banco entre sus miembros serán en moneda nacional, dando inicio a la desdolarización de la institución financiera. El NDB fue creado en 2015 por los países de los BRICS como una alternativa al Fondo Monetario Internacional (FMI), pero actualmente además de los cinco socios fundadores, pertenecen también a la entidad Bangladesh, Emiratos Árabes Unidos y Egipto, mientras Uruguay está a la espera, y Argentina y Argelia ya pidieron formalmente participar de la entidad.
La idea de la ex presidenta brasileña es que el NDB desplace al FMI como prestamista de los países en desarrollo, mas aún ahora cuando ya se sabe que el peso de las economías de los países de los BRICS superó a las del G7
En el llamado BRICS+ que es la versión del club que se pretende ampliar, se acogerá también a algunos países africanos, Indonesia y México. La idea de la ex presidenta brasileña es que el NDB desplace al FMI como prestamista de los países en desarrollo, mas aún ahora cuando ya se sabe que el peso de las economías de los países de los BRICS superó a las del G7. El planteamiento de la presidencia de Rousseff podrá ser el principio de una nueva fase del NDB como un banco de referencia para las economías de los países más pobres de los BRICS+.
El día 14, Lula da Silva con una comitiva de ocho ministros que tuvo al frente a Fernando Haddad (titular de economía), cinco gobernadores de estados, 39 parlamentarios y cerca de 200 empresarios llegaron a Pekín, donde fueron recibidos calurosamente por el gobierno chino. Aparte de los cerca de 15 acuerdos bilaterales celebrados, sin duda el viaje sirvió para retomar unas relaciones bilaterales cordiales con su mayor socio comercial, truncadas por la falta de tacto de la diplomacia del gobierno anterior que concebía las relaciones exteriores del país como puro vasallaje a las directrices norteamericanas y que con ello despreciaba públicamente al gobierno chino, en el afán de agradar su amigo del Norte.
China posee una relación comercial de primer nivel con el país latinoamericano que ha supuesto la suma de más de 150 mil millones de dólares en comercio bilateral durante 2022. El gigante asiático sigue teniendo un hambre insaciable de las materias primas, las que Brasil le intenta brindar como puede, y la tendencia es que en los próximos años el comercio entre ambos países tienda a aumentar desde unas cifras actualmente ya muy significativas. Sin embargo, el gobierno brasileño sabe que para implantar su deseada reindustrialización no puede quedar solamente como un país exportador de materias primas a la mayor economía industrial del mundo, por ello no puede seguir centrando el superávit de su balanza comercial en proveer solamente productos del sector primario o simplemente potenciar el agronegocio depredador del medio ambiente, que dominó la pauta económica del país en el gobierno predecesor.
Brasil
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Para el nuevo gobierno, Brasil necesita mejorar la competitividad de su economía con el incremento del desarrollo en sectores económicos productivos con valor añadido. Por eso, la actual administración brasileña intentó en Pekín cerrar acuerdos en diversas materias: como fitosanitaria, energías renovables, tecnología, innovación en materia ambiental, educación, circulación de mercancías y de red de banda ancha.
La jugada osada y muestra de independencia del presidente brasileño no quedó solamente en desautorizar las negociaciones comerciales con el dólar el primer día que puso pie en China, además quiso visitar el centro de Investigación y Desarrollo de la empresa Huawei sancionada en EE UU por ser considerada un peligro a la seguridad del país, y mantuvo encuentros con Wang Chuanfu consejero delegado de la fabricante de baterías BYD y con Wang Tongzhou, presidente de la estatal Communication Construccions Company dedicada a la construcción y operación de infraestructuras.
En el área de infraestructuras el gobierno brasileño sabe que el país necesita invertir fuertemente en la construcción de líneas ferroviarias, escasas en el país, ya que su economía circula mayoritariamente por malas carreteras, por ello está interesado en la potente tecnología china de trenes, que logró en apenas una década casi 20 mil kilómetros de trenes de alta velocidad. Vuelve el sueño de la creación de una línea ferroviaria de alta velocidad, aún cuando es imposible financiar con recursos propios este tipo de infraestructuras en un país de las dimensiones territoriales de Brasil. El objetivo es seducir a la mayor potencia económica mundial para invertir en el país y así dotarlo de estas líneas de alta velocidad.
Los acuerdos logrados recientemente con China por parte de Argentina y Bolivia en materia de energía y transferencias de tecnología animaron a la delegación brasileña a intentar convencer a sus anfitriones de invertir de manera mucho más fuerte también en su país
La idea, que fue acariciada en el gobierno de Rousseff en ocasión del Mundial de fútbol de 2014 para el eje Rio/São Paulo, fue abortada entre otros problemas por la financiación (una obra de casi 10 mil millones de euros, según el Ministro de Transportes Renan Filho), y los obstáculos técnicos para el recorrido en la región Sudoeste, en donde la Serra do Mar, además de imponer limitaciones medioambientales, obliga a construir una serie de túneles y viaductos que por ahora tornan inviable económicamente una red de trenes rápidos conectando los cerca de 445 Km que separan las dos mayores ciudades del país. Los acuerdos logrados recientemente con China por parte de Argentina y Bolivia en materia de energía y transferencias de tecnología animaron a la delegación brasileña a intentar convencer a sus anfitriones de invertir de manera mucho más fuerte también en su país.
Por otro lado, la revista británica The Economist del día 12 de abril, nada sospechosa de simpatías hacia gobiernos de izquierdas en Latinoamérica —al contrario, defensora de los planes de ayuda estadounidense militar a Taiwán en contra China— destacó como digno de ser tomado en serio el planteamiento de Lula da Silva para la creación del club de países por la paz en Ucrania, lo que el presidente brasileño pasó a llamar G20 de la paz (especialmente compuesto por países latinoamericanos, asiáticos y africanos que no tienen intereses directos en el conflicto). Sin embargo, la revista advirtió que el peso de la política exterior brasileña se encuentra en los asuntos relacionados a la preservación ambiental, no en materias de conflictos internacionales.
En cuanto al contencioso con Taiwán, el actual gobierno continua la misma tesis de la diplomacia brasileña desde la época de la dictadura de Ernesto Geisel. El documento de 49 puntos firmado entre los dos países durante la visita de Lula, se considera Taiwán una parte inseparable del territorio chino y se apoya el desarrollo pacífico de las relaciones entre los dos lados del Estrecho de Taiwán, frente a las tesis separatistas de la Isla. Es evidente que en materia de geopolítica internacional el presidente brasileño es consciente de las limitaciones de Brasil, sabe que no tiene ni de lejos el mismo peso de China para liderar acuerdos de paz de ese calado sin el apoyo expreso de las grandes potencias, ni es una potencia militar con voz fuerte en el club de los grandes de mundo.
Lula da Silva afirmó antes del viaje, que Xi tendría mucho que decir sobre el fin de la guerra en Ucrania, mas aún cuando le avalan los recientes acuerdos para el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre dos rivales históricos: Irán y Arabia Saudí, en donde se demostró el rol que quiere jugar la diplomacia china en la esfera de los conflictos mundiales. Su mediación entre estos dos países ya están teniendo sus consecuencias en las conversaciones paz entre la guerrilla de Yemen y el gobierno Arabia Saudí tras dos años de negociaciones secretas.
Lula da Silva no compite con Xi en esa materia, juega en otro campo, explorando su capacidad de dialogo con el Sur Global y con algunos países de Europa. Insiste en escenificar una política exterior independiente. Cuando se atrevió a decir lo obvio, que los EE UU deben “parar de incentivar la guerra y empezar a hablar de paz” y que Rusia “no hizo bien en invadir Ucrania”, el portavoz de seguridad Nacional de la Casa Blanca John Kirby no se hizo esperar y acusó al gobierno brasileño de estar “repitiendo como un loro la propaganda rusa y china, sin observar los hechos en absoluto”, mientras el también portavoz de la cancillería ucraniana, Oleg Nikolengo, criticó el presidente brasileño.
Las afirmaciones de Lula da Silva provocaron una rabiosa reacción de la prensa alineados con las tesis de la OTAN en el conflicto. El trío otanista de la prensa brasileña ya el 17 de abril cargó contra el presidente afirmando que perdió los papeles (Folha de São Paulo) que Lula da Silva transformó Brasil en un lacayo de los intereses de China (Estadão) y hasta uno de ellos coquetea con la caída del presidente (O Globo). En España la misma línea argumental fue objeto de análisis en el periódico El País en un artículo de opinión del día 18 de abril, cuando Alicia García Herrero sentenció que Lula ha pasado de lanzar ideas que pueden conducir a una solución concertada a convertirse en marioneta de China.
Brasil no pretende empañar el protagonismo de China en los acuerdos de paz en Ucrania, pero tiene claro que puede poner los servicios de su presidente en defensa de una salida negociada
La experiencia de casi un cuarto de siglo en la línea de frente de la política internacional para un presidente que ya habló en otras veces con casi todos los líderes mundiales, desde Bush hijo hasta Biden, pasando por Obama en EE.UU., Putin en Rusia y el propio Xi, confiere al presidente de Brasil unas ventajas adicionales dada su experiencia como pocos gobernantes en la escena actual. De momento, el presidente de Brasil habló personalmente de la formación G20 de la paz por lo menos con Macron, Scholz, Biden, Putin y Xi.
Brasil no pretende empañar el protagonismo de China en los acuerdos de paz en Ucrania, pero tiene claro que puede poner los servicios de su presidente, en defensa de una salida negociada. Eso se viene demostrando recientemente en el complicado equilibrio de las posiciones de la diplomacia brasileña entre los dos bandos. Un difícil equilibrio que se pone de manifiesto cuando Lula afirma la integridad territorial ucraniana votando en la asamblea general de Naciones Unidas por la condena a la invasión Rusia, al contrario de China y de los otros miembros de los BRICS que se abstuvieron. Acto seguido Brasil hizo gala de una gran habilidad para posicionarse junto con China al aceptar el pedido de Rusia para investigar los actos de sabotaje en el gaseoducto Nord Stream (presuntamente llevados a cabo por EE.UU y con la colaboración de Noruega, como ha apuntado el periodista Seymour Hersh, ganador de un Pulitzer).
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Para concluir una semana de alto voltaje en el despegue internacional de la diplomacia de Brasil, el día 17 de abril el ministro de exteriores ruso Serguéi Lavrov fue a Brasilia a encontrarse con su homólogo Mauro Vieira, según el cual, entre otras cuestiones, estuvo sobre la mesa la propuesta de Brasil de establecer el club de la paz. Ambos demostraron gran sintonía respecto al apoyo al desarrollo de mecanismos para el equilibro entre las potencias internacionales, lo que viene a ser la nueva formulación de un mundo multipolar en donde los EE UU ya no sería el único actor a tener en cuenta. Además Lavrov tuvo a bien hacer una visita a Lula da Silva, durante la cual le entregó una carta de invitación para que el brasileño participe en el Foro Económico de San Petersburgo, en junio, teniendo en consideración que el comercio bilateral entre Rusia y Brasil llegó a la suma considerable de casi 10 mil millones de dólares principalmente con el suministro de productos del agronegocio por parte de Brasil y de fertilizantes por parte de Rusia.
Por ahora la línea de la diplomacia brasileña de autonomía en relación a los intereses de los EE UU y claro acercamiento a la construcción del mundo multipolar liderado por China, le viene produciendo muchos quebraderos de cabeza, tanto en la política doméstica, en que por razones lógicas, está arraigada la idea de que Brasil es un país subalterno de la voluntad de la política exterior estadounidense, como en el plano internacional (entre sus socios estadounidenses y europeos) que no aceptan que un presidente latinoamericano participe de la construcción del nueva orden multipolar de mundo. Pese a las dificultades del gobierno brasileño para encontrar un equilibrio entre los dos polos, no parece que por ahora exista ningún atisbo de echarse para atrás.