Personas refugiadas
¿Un refugio para los demás?

Cuando se niega el acceso a derechos básicos a ciertos grupos de personas desplazadas, mientras se los concede automáticamente a otro grupo, se plantea el procedimiento de asilo más como un privilegio que como un derecho.
Galería la guerra de Lviv - 3
Viajeros ya en territorio seguro, fuera de Ucrania. Edu León
Diásporas. Centro de Investigación para las Migraciones y la Interculturalidad
8 abr 2022 06:00

-I-

Mientras la guerra en Ucrania sigue su curso funesto y más de cuatro millones de personas damnificadas no han tenido más opción que huir a países vecinos tratando de ponerse a salvo, la insistencia política y mediática parece estar centrada en trazar una línea nítida entre “refugiados” (de Ucrania) y “migrantes” (del Sur), poniendo en evidencia el borrado de las condiciones que producen las diásporas masivas, con relativa independencia a la figura jurídica que se le asigne respectivamente a las personas desplazadas.

La estrategia discursiva hegemónica es plantear como dicotomía estructural lo que más bien tiene el rango de distinción conceptual entre formas diferenciadas de desplazamiento. Convertir esa distinción en una justificación del trato desigual que reciben las personas según su procedencia es, precisamente, lo que están haciendo incluso medios declarados progresistas. No sorprende, pues, que los movimientos sociales antirracistas denuncien este doble trato en el que se hace manifiesta una política europea claramente discriminatoria. Mientras manifiestan su solidaridad con el pueblo ucraniano, optan por la política del avestruz con respecto a los desplazamientos procedentes de África y Medio Oriente en particular (algunos de los cuales también han estado provocados por conflictos bélicos, como en el caso de Somalia, Irak, Yemen, Eritrea, Libia, Siria, Afganistán y Mali, entre otros). Aunque de una forma diferenciada, ¿no habría que pensar en otras situaciones similarmente complejas y no menos duras —como, por ejemplo, las matanzas de civiles en Myanmar o Colombia o la ocupación de Palestina por parte del estado israelí— para articular una política de asilo europea hospitalaria que responda a la sangría de nuestra época?

Ateniéndonos a lo más próximo, no deja de ser un paralelismo irónico que mientras las imágenes televisivas de los principales medios de comunicación dedican un espacio informativo inusual para mostrar la solidaridad europea con los desplazados ucranianos, apenas den cuenta del maltrato sistemático que se produce en la frontera sur de España o, lo que es peor, no duden en calificar como “invasión” el arribo irregular a territorio español de algunos centenares de personas cada cierto tiempo. No se trata, desde luego, de negar especificidades concretas en los procesos de desplazamiento, más o menos (in)voluntarios. Sin embargo, hacer de esas especificidades una razón para la desigualdad de trato es discriminatorio. Si encima esa discriminación está ligada sospechosamente a la proximidad etno-racial con otro pueblo europeo, la sospecha de racismo está servida.

Que se insista en la “excepcionalidad” del caso forma parte de la coartada de la Unión Europa para legitimar las facilidades que está ofreciendo a la población civil ucraniana para desplazarse a otros países europeos mientras sigue rechazando a poblaciones procedentes del sur global afectadas por fenómenos similares

Que se insista en la “excepcionalidad” del caso forma parte de la coartada de la Unión Europa para legitimar las facilidades que está ofreciendo a la población civil ucraniana para desplazarse a otros países europeos mientras sigue rechazando a poblaciones procedentes del sur global afectadas por fenómenos similares. En efecto, la celeridad con la que se ha gestionado la acogida a las personas ucranianas muestra la falta de voluntad política para tratar a todas las personas que se desplazan de manera forzosa de forma igualitaria, con independencia a su origen, opinión política, grupo social, raza, etnia u orientación sexual.

El contrapunto es claro: a la vez que se activan dispositivos de emergencia, se aceleran los procesos administrativos para que las personas procedentes de Ucrania estén autorizadas a trabajar de forma inmediata y se predispone a la opinión pública de forma favorable para la “acogida humanitaria”, el estado español sigue obstruyendo el ejercicio del derecho de asilo cuando implica a otros grupos de desplazados. Se trata de un agravio comparativo, especialmente si se tiene en cuenta que una persona solicitante de asilo, cuando su solicitud es admitida a trámite por la administración pública, tiene que esperar un mínimo de seis meses para disponer de autorización de trabajo y a menudo más de un año para conocer si la resolución es favorable o no.

—II—

Si en 2011 se admitía de forma oficial la existencia de más de 43 millones de personas forzadas a desplazarse de sus lugares de origen (aunque jurídicamente apenas 15 millones contaban con protección internacional), poco más de una década después el número de desplazados está próximo a duplicarse. Según ACNUR, a finales de 2021 ya se contabilizaban más de 82 millones de personas desplazadas de manera forzosa, de las cuales menos de un tercio están reconocidas como “refugiadas”.

Como ocurre con otros estados europeos, el estado español cuenta históricamente con una política de asilo restrictiva, desconociendo de facto las circunstancias que afectan a millones de personas desplazadas que no acceden a ninguna forma de protección internacional. La consecuencia más directa de esta denegación para cientos de miles de seres humanos no es otra que pasar a formar parte del ejército de trabajadores en situación irregular que sobreviven en la economía sumergida, cuando logran sortear los numerosos obstáculos que se les presentan (incluyendo los propios “campos de refugiados” en países vecinos, los “centros de internamiento de extranjeros” en sus nuevos países de residencia o las “devoluciones” a los mismos países de los que huyen).

En suma, tanto la Unión Europea como el estado español en particular tienen una deuda histórica en materia de asilo (y el caso de Siria es especialmente ilustrativo, incumpliendo incluso con sus irrisorios compromisos de “cuotas de refugiados”). Lo que no es menos vergonzoso: mientras niega el acceso a derechos básicos a ciertos grupos de personas desplazadas, se los concede automáticamente a otro grupo, planteando el procedimiento de asilo más como un privilegio que como un derecho.

¿Qué motiva esta desigualdad evidente en el trato, cuando muchísimas sociedades se han visto empujadas a éxodos masivos provocados por diversas guerras (en las que, por si fuera poco, también han participado de forma decisiva potencias occidentales)? ¿Qué relación tiene este trato con las características de la población civil afectada o con la pertenencia de Ucrania a Europa? Bien podría insistirse en la proximidad geográfica de la población afectada, en cierta proximidad identitaria o incluso en cierta identificación con las víctimas de una guerra que afecta directamente a un país europeo. En la línea demarcatoria entre “nosotros” y los “otros”, cuando es el primero el que está afectado, la voluntad de ayudar (y el despliegue de medios para tal fin) se multiplica a pasos acelerados. De forma súbita, los pretextos gubernamentales invocados para reforzar la seguridad en su política de control de fronteras (con el consabido saldo de muertes en el Mediterráneo) se transforman en una retórica de solidaridad hacia las personas refugiadas ucranianas.

De forma súbita, los pretextos gubernamentales invocados para reforzar la seguridad en su política de control de fronteras se transforman en una retórica de solidaridad hacia las personas refugiadas ucranianas

Llegados a este punto, al dejar en evidencia que la ayuda humanitaria (incluyendo la acogida de personas desplazadas) es un asunto de voluntad política, la Unión Europea hace manifiesto su doble rasero. Más aún: puesto que la UE podría hacerlo y no lo hace (en tantos otros casos), ¿no muestra de forma patente su racismo, habitualmente solapado en enrevesados argumentos en tiempos donde no es ella misma la afectada de forma negativa? ¿No constituye un flagrante ejemplo de lo que no hacen con el resto de personas desplazadas, procedentes de diferentes regiones del mundo afectadas por guerras coloniales, cuando no por una política de tierra quemada o persecuciones de diferente naturaleza? ¿Por qué es tan desigual la disposición para ayudar, cuando las situaciones que expulsan a estos grupos humanos resultan tan similares?

No hay otra forma de ser políticamente coherentes que hacer valer para todas las personas desplazadas lo que hoy constituye una extraña prerrogativa de los ucranianos desplazados. Es esa universalidad del derecho —contradicho de hecho incontables veces por una catástrofe humana que no cesa de repetirse— lo que cabe exigir a nuestros gobiernos. Porque una supuesta solidaridad europea que reposa en la indiferencia hacia los otros —víctimas de un colonialismo persistente que ahora también estalla en nuestra cara— no deja de ser un nuevo ejercicio de cinismo.

—III—

Puesto que las guerras producen como uno de sus efectos inmediatos la diáspora forzosa de una parte relevante de la población civil afectada, no hay ninguna razón legítima para discriminar entre diferentes víctimas. Aunque en la práctica la frontera simbólica entre “nosotros” y “ellos” se revitaliza con cada guerra, desentenderse de sus estragos cuando se produce en otras regiones del mundo contraviene la más elemental de las obligaciones internacionales de un estado de derecho: dar asilo a quienes son arrojados fuera de sus hogares. Su responsabilidad, sin embargo, es mucho mayor: evitar que sus políticas exteriores, incluyendo sus políticas beligerantes y belicistas, sigan produciendo estragos de todo tipo, incluyendo el sufrimiento generalizado, persecuciones múltiples, devastación ecológica y hambrunas perfectamente evitables. No es el caso de nuestros estados habituados a tercerizar las crisis humanitarias, mientras siguen con sus ingentes negocios armamentísticos. En efecto, habrá guerra mientras esos negocios —y los que les suceden ligados tanto a la industria de la reconstrucción y la seguridad como al mercado crediticio— sigan primando por sobre las vidas humanas. Es una de las verdades reprimidas del capitalismo: también los muertos son rentables para un complejo industrial-militar que necesita producir conflictos armados de forma periódica. En esa industria, desde luego, también participan los estados, incluyendo el español, séptima potencia mundial en el comercio internacional de armamento.

Si lo que está en juego es una promesa de justicia, la posibilidad misma de esa promesa descansa en derribar el bienestar cercado del palacio de cristal en el que se ha convertido Europa

La verdad terrible de la guerra oculta la actual guerra contra la verdad. Si la guerra se ha convertido en un problema global, una solución duradera no puede limitarse a una alternativa local, producto de una conmoción más o menos efímera. No cabe descartar que cuando esta nueva guerra haya pasado, quienes no la hemos vivido en primera persona volvamos a olvidar los estragos que ha dejado a su paso. Si lo que está en juego es una promesa de justicia, la posibilidad misma de esa promesa descansa en derribar el bienestar cercado del palacio de cristal en el que se ha convertido Europa. Que ahora una potencia imperial esté destruyendo los cristales de lo que hasta ayer fue su cuarto del fondo (o su granero) no altera el diagnóstico: el “humanismo” como creencia metafísica en la dignidad humana es hipócrita si no se moviliza ante quienes la pisotean, sean quienes sean. Esto vale también para aquellos que Occidente pisotea. Al fin de cuentas, la opulencia de nuestras sociedades se sostiene en la espalda de millones de “vidas desperdiciadas”, tal como señala Bauman.

La referencia al otro bien podría ser un nuevo recordatorio de los vertederos humanos que el presunto “primer mundo” ha inventado con aquellos otros mundos que desprecia a la vez que expolia. Puede que esa referencia retaceada sea también una forma de interrogar este “nosotros” etnocéntrico que reclama para sí los derechos que niega a los demás. Y puesto que más pronto que tarde también la guerra de Ucrania quedará en el olvido, tendremos que volver a preguntar: ¿qué estamos haciendo para que el dolor de los demás, con independencia a su procedencia, pueda tener un refugio?

Sobre o blog
El blog de luchas sociales a lo largo del planeta, conflictos internacionales y propuestas desde abajo para cambiar el mundo. El Salto no comparte necesariamente las opiniones volcadas en este espacio.
Ver todas as entradas
Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra na túa conta.

Relacionadas

Actualidad
El Salto Radio Actualidad: vuelven los 2000s
Bonus track: homenaje a La Isla de las Tentaciones y análisis de Dune II
El Salto Twitch
El Salto TV Economía y titulares de guerra
En el programa en directo de Economía Cabreada del 26 de marzo se hizo un análisis de la deriva bélica de la Unión Europea, sus gobiernos y de los grandes medios con Tica Font y Miquel Ramos.
Opinión
Opinión A las armas
Cualquiera que ame la guerra es un idiota. No importa si tienen barba de pasdaran islámico o pelo largo y revuelto de libertario parisino, los peores prorrumpen en enunciados altisonantes con tal de excitar los ánimos excitables.
Sobre o blog
El blog de luchas sociales a lo largo del planeta, conflictos internacionales y propuestas desde abajo para cambiar el mundo. El Salto no comparte necesariamente las opiniones volcadas en este espacio.
Ver todas as entradas
Educación pública
Iglesia Semana Santa: negocios, procesiones en colegios, inmatriculaciones y fervor
Más allá de la expresión cultural, la Semana Santa tiene una esfera económica que genera millones de euros y otra social que le sirve a la Iglesia Católica para legitimar sus privilegios dentro del Estado español.
Urbanismo
Urbanismo La nueva Ley del Suelo va al Congreso bajo la acusación de fomentar pelotazos urbanísticos
Sumar y Podemos no garantizan el apoyo a la ley, que limita las posibilidades de declarar nulos los planes urbanísticos, así como la acción ciudadana contra las irregularidades urbanísticas.
Memoria histórica
Marc Solanes “Mi bisabuela luchó en el frente y fue considerada una mala madre, pero lo hizo por sus hijas”
En ‘Las niñas de Elna’ (Pollen, 2024) el periodista reconstruye la historia de las mujeres de su familia resolviendo enigmas para resignificar la imagen de la mujer en la historia.
Palestina
Palestina Viaje al fondo del horror
El fotoperiodista Javier Bauluz cubrió la primera Intifada, la primera gran rebelión del pueblo palestino desde la creación del estado israelí.
Poesía
Poesía La generación beat sigue latiendo
La generación beat es la del ritmo, del golpe, la de superar, la del latido en el papel y fuera de él. La del sentimiento desgarrador que sale del individuo, pero llega a la sociedad.
Literatura
Literatura ‘La santita’ de Mafe Moscoso: para escribir sobre el fin del mundo
‘La santita’, libro de relatos de Mafe Moscoso, es el método pero también es el fin: pone a convivir lo precolonial con las formas de nuestro presente ultracapitalista, ultramuerte, sin exclusiones ni jerarquías.
Maternidad
Maternidades Reaprender la espera
El tiempo de gestación es largo y va a un ritmo distinto al que acostumbras: el ritmo natural al que desarrolla una playa, un monte, un océano. Y no estamos ya habituados a darle la mano a la pausa.

Últimas

Industria
Transición industrial Mecaner, un cierre injusto o cuatro alternativas con mirada ecosocial para mantener la fábrica de Urduliz
ESK y LAB han presentado el ‘Plan de Transición Ecosocial’ que ha elaborado la cooperativa Garúa como una herramienta para la búsqueda de soluciones al ERE propuesto por la multinacional Stellantis.
Sidecar
Sidecar Crisis intratable en la República Democrática del Congo
Una y otra vez los actores externos han fracasado a la hora de contener la escalada de violencia en la República Democrática del Congo.
Más noticias
América Latina
Caribe Haití: el fracaso neocolonial y el “eterno castigo de su dignidad”
La crisis de gobernabilidad que vive Haití después del alzamiento paramilitar que liberó a más de 3.600 presos y expulsó al primer ministro es un capítulo más de una historia colonialismo y dependencia.
El Salto Twitch
El Salto TV Economía y titulares de guerra
En el programa en directo de Economía Cabreada del 26 de marzo se hizo un análisis de la deriva bélica de la Unión Europea, sus gobiernos y de los grandes medios con Tica Font y Miquel Ramos.
Sidecar
Sidecar Soluciones bonapartistas
Las turbulencias en el seno de los dos partidos estadounidenses dominantes refleja el problema más amplio de un sistema capitalista cada vez menos capaz de proporcionar ganancias materiales a la clase trabajadora.
Memoria histórica
Memoria histórica Las nuevas leyes de memoria histórica recuperan la “concordia” franquista
La ofensiva legislativa de gobiernos autonómicos como el de Castilla y León y el País Valencià, adoptan un enfoque revisionista que amenaza los avances en el reconocimiento memorialista.
Derecho a la vivienda
Derecho a la vivienda La PAH València clama por el derecho a una vivienda digna: “¿Duermen tranquilos?”
Centenares de personas protestan frente al palacio de la Generalitat para exigir que se haga efectivo el derecho a la vivienda ante la insoportable alza de los precios.

Recomendadas

Investigación
Investigación O Goberno galego repartiu 4.000 millóns de euros en contratos a dedo en só seis anos
Desde 2018, a Xunta asinou 1.034.964 contratos sen sacalos a concurso: algo máis do 30% do diñeiro do que dispón para o exercicio de 2024. Ademais, 35.362 deses contratos teñen un importe entre 14.000 e 14.999 euros, o límite legal.
Ríos
Radiografía fluvial de España La tierra que no amaba sus ríos
Los ríos ibéricos agonizan. Casi la mitad de las masas de agua está en mal estado. Presas, sobreexplotación, contaminación y crisis climática son sus principales amenazas, con la agroindustria como mayor agresora.
Cine
María Alché y Benjamín Naishtat “El cine puede proponer imágenes y reflexionar, y por eso Milei necesita destruirlo”
María Alché y Benjamín Naishtat dirigen ‘Puan’, una película optimista y amarga, entre la comedia y el cine social, que ofrece nuevas lecturas tras los primeros cien días de gobierno de Milei en Argentina.