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Rojava
YPJ: ¿Constructoras de paz desde las armas?
“La sociedad no aceptaba fácilmente que las mujeres pudieran ser guerrilleras y coger un fusil,o que pudieran ser revolucionarias y que organizaran a la sociedad”(Instituto Andrea Wolf, 2020; pág. 165). Las YPJ, siglas que en kurdo corresponden a Yekîneyên Parastina Jin, son las Unidades de Protección de Mujeres de Rojava, el Kurdistán sirio. Esta guerrilla es el ala armada no-mixta de las Unidades de Protección Popular, la facción armada oficial de Rojava y hermanada con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán(PKK), que gobierna la misma región. Las YPJ también forman parte de las Fuerzas Democráticas Sirias, una alianza militar formada el año 2015 con el objetivo de liberar Siria de ISIS y establecer un país democrático y autogobernado.
El Kurdistán es el pueblo sin Estado más grande del mundo, con unos 40 millones de habitantes. Desde el Tratado de Lausana, el año 1923, está dividido en las cuatro regiones fronterizas que se conocen actualmente: Bakur, en el sureste de Turquía; Basur, en el norte de Iraq; Rojhilat, en el noreste de Irán; y Rojava, en el norte de Siria. Rojava, actualmente, está gobernada mediante el sistema de confederalismo democrático, que se basa en la ideología del PKK (creado el 1978) y de su líder, Abdullah Öcalan: rechazan la estructura e idea de estado-nación y defienden la auto gobernanza y la democracia popular. Se posicionan abiertamente como ecologistas y feministas.
Las YPJ se fundaron el 4 de abril de 2013, pero muchas de las mujeres que entonces se afiliaron ya estaban implicadas activamente con la política del PKK desde los años 90
El PKK, desde su creación, ha puesto atención al desarrollo teórico y práctico de situar a las mujeres como sujetos principales de la lucha. Öcalan está preso en Turquía y condenado a cadena perpetua desde el año 1999. Tanto el PKK,como su líder y sus organizaciones afines, como es el caso de las YPJ, son consideradas terroristas por la Unión Europea, los Estados Unidos, Turquía y el conjunto de la OTAN. Las YPJ se fundaron el 4 de abril de 2013, pero muchas de las mujeres que entonces se afiliaron ya estaban implicadas activamente con la política del PKK desde los años 90. Luchan en dos frentes: por un lado, luchan contra Estado Islámico, que quiere exterminar a la población kurda, y luchan para liberar a los pueblos dominados por ISIS. Por otro lado, luchan contra las imposiciones y sistema patriarcal.
La equidad de género es la principal prioridad de la agenda de las YPJ. Las mujeres de Rojava en su sujeto militar, ¿contribuyen a la construcción de una paz sostenible (tanto en Rojava como más allá de estas fronteras) a pesar de ser una guerrilla armada? ¿Qué relación hay entre género, militarismo y construcción de paz?, y ¿cómo han contribuido las YPJ a modificar el imaginario colectivo de las mujeres respecto a las guerras?
Perspectiva de género y conflicto
Para las mujeres, la violencia no empieza cuando estallan los conflictos armados. Previamente hay un sistema patriarcal de dominación y un sistema de género que determinan unas masculinidades y feminidades concretas establecidas como normativas. Las mujeres sufren una continuidad de violencia que pasa por incontables escenarios, y en un contexto de guerra la violencia contra las mujeres no acaba cuando acaba la guerra. El movimiento feminista internacional explica cómo la guerra está construida mediante la estructura patriarcal frente la ceguera a la perspectiva de género que existía en este ámbito, y unas miradas y enfoques muy estereotipados, que se limitaban a relacionar mujer con víctima y hombre con héroe.
Cine
Diyar Hesso, de la Comuna de cine de Rojava: “El Estado turco quería destruir los edificios, los cuerpos y las palabras”
La película Ji bo azadiye, elaborada por la Comuna de cine de Rojava, cuenta la resistencia de un grupo de jóvenes kurdos en Bakur (Kurdistán de Turquía), que se enfrentaron al ejército turco para defender su barrio. Diyar Hesso es productor y ayudante de dirección de este largometraje.
En los años 90, este movimiento feminista pidió a la comunidad internacional que pusiera énfasis en la violencia sexual en conflicto como un arma de guerra. Posteriormente, se aprobó la Resolución 1325 de las Naciones Unidas, una agenda de género, paz y seguridad. El conceptod e “patriarcado” pone el énfasis en las estructuras de poder y en las jerarquías. “Es el sistema en el que los hombres ejercen el poder y dominan a las mujeres a través del control de las instituciones gubernamentales, sociales, económicas, religiosas y culturales de la sociedad” (Cohn, 2015; pág. 38). Esto permite hablar de la relación entre los géneros construidos, y también de la relación de éstos con las estructuras de poder.
El mundo internacional está construido desde un enfoque y estructura patriarcal, y es el enfoque holístico de las relaciones internacionales que pone el foco sobre la importancia de tener en cuenta, en todas las agendas, el enfoque de género, también en la construcciónde paz. Remarca la necesidad de mirar el mundo con unas “gafas violetas”, para entender cómo el género construye a la sociedad internacional y cómo ordena la vida social en todos los niveles.
Género y militarismo
El género es un conjunto de ideas sobre las personas masculinas y femeninas y las relaciones que deberían de ser adecuadas entre éstas. Y también es una relación de poder estructural, como lo es el colonialismo o la clase, por ejemplo. El género ordena, categoriza y simboliza el poder. Organiza el acceso a los recursos, derechos y opciones de vida, entre otros. La codificación del género es visible en todas las dimensiones de la guerra. Para entender la diversidad de experiencias de las mujeres respecto a las guerras, primero de todo, hay que entender cuál es el contexto de cada guerra. Generalizar la relación entre “mujeres y guerras” supone el peligro de cometer una violencia conceptual en las realidades de la vida de las mujeres.
“Las mujeres” no son un grupo monolítico, homogéneo, aislado. Sino que son personas individuales con unas identidades, opciones y experiencias determinadas, y que han estado modeladas por diversos factores como la edad, la clase económica, la etnia, la religión, la sexualidad, etc. Infantilizarlas y agruparlas constantemente dentro del mismo saco “mujeres, niños y niñas” también es cometer esta violencia. Las mujeres en las guerras son víctimas, y también son activistas, cuidadoras, políticas, miembros de los ejércitos, combatientes en primera línea.
La presencia de las mujeres en los ejércitos y la existencia de un ejército exclusivamente de mujeres es una amenaza para las narrativas convencionales de la guerra. La militarización de las mujeres desafía el imaginario colectivo sobre los roles de género establecidos
Género y guerra son realidades consecutivas: si la guerra depende de desempoderar a tu oponente, y el género es una estructura de poder, podría utilizarse la manipulación del género como una táctica para desempoderar al oponente. Por ejemplo y en muchas ocasiones, no se ataca a los hombres sino a su masculinidad. Esta es una de las “lógicas” por las que se explica la violación a las parejas mujeres de los combatientes: la violencia sexual como narma de guerra. La presencia de las mujeres en los ejércitos y la existencia de un ejército exclusivamente de mujeres, como es el caso de las YPJ, es una amenaza para las narrativas convencionales de la guerra. La militarización de las mujeres desafía el imaginario colectivo sobre los roles de género establecidos, y aún más en el caso concreto de los ejércitos, que no solo reproducen estos roles, sino que también contribuyen a la construcción de éstos en las mismas instituciones militares. Las combatientes de las YPJ representan la antítesis de las narrativas hegemónicas que suponen un único modelo de mujer en Oriente Medio.
Las YPJ han desafiado tanto la codificación de género establecida a la hora de estar a primera línea de fuego, como también el funcionamiento y estructura interna de las instituciones militares. Han marcado un punto de inflexión por lo que respecta a la reproducción de la ideología y desigualdades estructurales de género en la resistencia armada. Limitar la lucha de las YPJ en un contexto de guerra y estudiarlas únicamente como sujetos militares sería un error. Su objetivo es derrotar al enemigo, ISIS, mediante la deconstrucción de sus imposiciones patriarcales. Defienden que la liberación de las mujeres es el paso necesario para llegar a la liberación de la sociedad, de todos los géneros y los pueblos, y de la misma vida.
Construcción de una paz sostenible. ¿Compatible con el armamento?
Johan Galtung es quien introdujo el concepto del triángulo de la violencia, que teoriza la clasificación de los tres grandes tipos de violencias. La violencia directa, que supone la privación inmediata de la vida, como es el caso de la guerra. La violencia estructural, que es la privación lenta de la vida, y un ejemplo de ésta es el patriarcado y el sistema de dominación. Y la violencia cultural, que son aquellos discursos construidos en el imaginario colectivo que legitiman el poder de algunos y justifican la violencia directa y/o estructural.
Así pues, la construcción de una paz sostenible equivaldría a velar, de manera coherente, para erradicar tanto la violencia directa, como la estructural y la cultural. Las YPJ son unas guerrillas armadas, y la idea de contribuir a la construcción de una paz sostenible mediante las armas cuando menos es, de entrada, cuestionable. Aun así, hay que analizar el contexto concreto y cuáles son las prácticas y agendas de construcción de paz sostenible que tienen las YPJ, y cuál es el efecto de estas combatientes respecto a los derechos de las mujeres. El objetivo de construir una sociedad donde la equidad de género sea un principio fundamental, con todo lo que esto comporta, y el hecho que luchen exclusivamente contra Estado Islámico y sus imposiciones étnicas y patriarcales, refuerza la resolución de estas mujeres kurdas en su lucha armada. Defienden no aceptar la violencia si es fuera de la legítima autodefensa, y que los ataques con armas solo los llevan a cabo si es para autodefenderse, “entendida dentro del marco de la legítima autodefensa, ligada a la vida y en busca de la paz” (Instituto Andrea Wolf, 2020; pág. 199).
Hay escuelas de feminismo para todas las corrientes y focos. El feminismo antimilitarista pone sobre la mesa que la militarización está arraigada al sistema de funcionamiento patriarcal, y que por tanto contribuir a la munición de armamento y ser un sujeto armado activo en una guerra es incoherente desde las lógicas feministas. Por otro lado, otras corrientes argumentan que la inclusión de las mujeres en los ejércitos y grupos armados las promueve en el mismo nivel de ciudadanía que los hombres, teniendo en cuenta que la estructura mundial se organiza desde el patriarcado, y que participar en los ejércitos abre diversas oportunidades para las mujeres, también, en escenarios de post conflicto.
Las YPJ argumentan que las mujeres que participan en la revolución de Rojava no luchan en y contra una guerra masculina, sino que luchan en su propia guerra, desligada de la masculinización establecida en el campo militar
Las YPJ argumentan que las mujeres que participan en la revolución de Rojava no luchan en y contra una guerra masculina, sino que luchan en su propia guerra, desligada de la masculinización establecida en el campo militar. A pesar de las contradicciones o no, que pueda generar afirmar que las YPJ pueden contribuir a la construcción de una paz sostenible, hay que tener en cuenta cómo las agendas de estas guerrillas contemplan la construcción de paz, cuáles son sus luchas y desde qué realidad parten.
De entrada, las combatientes de las YPJ luchan contra Estado Islámico, que quiere exterminar a la población kurda, y ellas luchan para liberar a los pueblos kurdos que ISIS ha sometido, con lo que luchan, literalmente, para acabar con una violencia directa desde una perspectiva de liberación de unas vidas secuestradas. Por otra parte, luchan contra las imposiciones de dominación y el mismo sistema patriarcal, desafiando la estructura de sus instituciones y organización, con lo que también colaboran para erradicar una de las grandes violencias estructurales que atraviesa el conjunto de sociedades: el patriarcado.
Rojava
“Una sociedad que no es capaz de defender su salud y cuidar de ella nunca podrá ser libre”
En tiempos de una crisis mundial debido a la pandemia del coronavirus, el proyecto de la clínica de Jinwar no solo aborda la necesidad de centros médicos para salvaguardar la salud de las personas, sino que saca a relucir necesidades mucho más profundas.
Por lo que hace a la violencia cultural, han contribuido a revertir el imaginario colectivo de las mujeres respecto a las guerras y a modificar los roles de género. Además, en Rojava (y debido a sus condiciones sociopolíticas) se establece una conexión directa entre el aumento de los derechos de las mujeres y la creación de estas guerrillas, ya que muchas iniciativas de igualdad de género se llevaron a cabo paralelamente a la creación de las YPJ.
¿Es incoherente, pues, pensar que un grupo armado, que participa en la guerra y en las municiones de armamento dentro del mismo sistema que el resto de grupos armados, puede contribuir a la construcción de una paz sostenible? El hecho es que puede devenir un error englobar las YPJ dentro del mismo saco que el resto de grupos armados, ya que las agendas, objetivos y ataques de estas guerrillas siguen unas líneas opuestas al resto de ejércitos, y sus contribuciones respecto a la lucha contra ISIS, a las relaciones de género y a revertir el imaginario colectivo de las mujeres respecto las guerras son esenciales para luchar contra el patriarcado.
No hay que caer en la romantización de estas guerrillas, pero tampoco rechazarlas por las contradicciones que puedan o no generar. Es esencial huir de la mirada occidentalizada y no hacer juicios de valor. “En la práctica, las guerrillas de mujeres kurdas son un ejemplo de un nuevo modelo de autoridad feminista, y la región de Rojava es, de hecho, un territorio donde se pueden implementar nuevas formas y modos de desarrollo político y económico, junto a un nuevo concepto de relaciones de género” (Dean, 2019; pág. 7).