Marchas de la Dignidad
Emilio Cao: “Podrían haber agarrado a cualquiera, y me tocó a mí”

Emilio Cao se enfrenta a una petición de cinco años y ocho meses de cárcel por un supuesto atentado a la autoridad durante las Marchas de la Dignidad de 2014. Este lunes era el día señalado para el juicio, pero los dos policías testigos no han aparecido.

Emilio Cao
Emilio Cao, ante los juzgados de Plaza de Castilla.
19 mar 2018 18:02

Son las 10h, dos buses llegan a Madrid desde Galiza. En ellos va Emilio Cao, un joven que se enfrenta a cinco años y ocho meses de prisión, y una multa de 600 euros por atentado contra la autoridad y desorden público, en el marco de las protestas de las Marchas de la Dignidad de 2014. A las 12h comienza la concentración que pide su absolución. A las 12.45h, el juicio. Pero ninguno de los dos policías denunciantes se presentan. Una por baja de maternidad, el otro solicita declarar por videoconferencia a pesar de residir en Madrid. La nueva fecha será el 25 de julio.

Cuatro años después, este proceso se alarga más. ¿Cómo te encuentras?
Un poco desconcertado. Los dos denunciantes no aparecen para declarar, tengo que volver a desplazarme a Madrid, y dilatar esta situación de incertidumbre.

Del parte de detención que realiza la policía al auto final hay cambios.
Varía. En el primero declararon que había agredido a un policía, con una piedra que habría impactado en su pecho. En el auto que hicieron meses después dicen, por ejemplo, que impactó en el escudo.

Las cargas policiales comenzaron cuando el acto final de las Marchas de la Dignidad no había terminado. ¿Cómo te detienen?
Cerca de la calle Génova me coje un policía secreta sin dar explicaciones de por qué me estaba deteniendo. De hecho, lo único que hace es amenazarme, diciendo cosas tales como “no deberías haber venido aquí” o “te la vas a cargar”. Me llevó al cordón policial y allí cuatro policiales me tiran al suelo, me rodean y me ponen el escudo en la cara.

Tras eso, te meten en la furgoneta y te llevan a comisaría.
Sí, nos siguieron amenazando mientras íbamos camino de la comisaría de Moratalaz. Nos dejaron entre tres y cuatro horas mirando para la pared, sin permitirnos hablar con los compañeros o preguntar porqué estábamos allí. Mientras, llegaban más detenidos heridos, algunos sangrando con brechas en la cabeza. El Samur llegaba, miraba por encima, y se iba.

Después nos bajaron a los calabozos. Allí nos tuvieron un día entero con la luz encendida, una lámpara de halógeno que nos impedía conciliar el sueño. Les pedimos que la quitaran, pero no nos hicieron caso hasta el día siguiente.

A los dos días nos llevaron a Plaza Castilla para declarar ante el juez de guardia, brevemente. En ese momento es cuando sé de qué se me acusa.

¿Consideras que es un juicio político?
Es evidente, y con la actitud de los testigos de hoy se corrobora. Si tanto les importa a los denunciantes ¿por qué no han venido hoy? La fecha del juicio se sabía desde hace meses. Tenemos que recorrer cientos de kilómetros para venir aquí, y ellos no aparecen. Podrían haber agarrado a cualquiera, y me tocó a mi. Creo que son medidas ejemplarizantes que sirven para criminalizar la protesta social.

Se creó una plataforma por tu absolución, y hubo muestras de solidaridad a lo largo del estado. ¿Qué piensas de ello?
Todo agradecimiento es poco. Hay gente con la que no tenía relación o que tan solo era cordial, y se ha desplazado hasta aquí, a Madrid. Y mucha otra gente se ha volcado. En un proceso tan largo, ves que no estás solo. Lo necesitamos para parar una represión que va en aumento.

¿Cuáles son tus perspectivas para el juicio?
Somos positivos. Nosotros iremos a contar todo lo que pasó, tenemos pruebas que corroboran que me detuvieron ilícitamente, que ningún policía tuvo lesiones, que no hubo resistencia por mi parte en la detención. Tampoco tengo antecedentes, pero nunca se sabe.

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