Masculinidades
Cinco errores típicos en el trabajo con hombres

Al dirigir el mensaje de igualdad a los hombres, niños o adolescentes varones, a veces, generamos el efecto contrario al que estamos buscando.
18 oct 2021 10:20

A lo largo de muchos años, más de diez, he estado trabajando con hombres desde la perspectiva de género. Durante ese tiempo he visto como, al dirigir el mensaje de igualdad a los hombres, niños o adolescentes varones, a veces, generamos el efecto contrario al que estamos buscando. Es decir, comenzamos por diseñar un trabajo dirigido fundamentalmente a que nos sumemos a la lucha por la igualdad pero, al finalizar la acción formativa, parece que en vez de sumarles, les hemos espantado. ¿Por qué?

Como esto me ha pasado tantas veces y he tenido la oportunidad de probar diferentes enfoques, paso a comentar lo que me ha funcionado... y lo que no.

1. Convocar a los hombres para hablar sobre nuevas masculinidades: Aunque de entrada el objetivo es muy bueno, la estrategia no me ha resultado tan buena. Cuando he convocado espacios para trabajar sobre nuevas masculinidades, una vez más, he contado con más mujeres que hombres entre el público y los pocos hombres que han acudido eran conocidos que ya participaban en uno o varios grupos de hombres. Por lo tanto, he invertido mucho tiempo en cambiar el enfoque y lo que más me ha funcionado ha sido proponer temáticas que llamen su atención: fútbol, trabajo, sexualidad... Una vez convocados, desde esas temáticas, es cuando comienzo a introducir el enfoque de género. He trabajado con grupos de hombres en el boxeo, en situación de desempleo, surfistas... y en todos esos espacios se han atrevido a intervenir porque hablaban de lo que hablan habitualmente aunque, claro está, con pequeñas variaciones que les voy introduciendo a lo largo del debate para que pasen de analizar la situación desde un enfoque técnico, más impersonal e invisibilizando el contexto social, a otro más emotivo, personal y en el que tengan en cuenta a las mujeres y a colectivos discriminados.

Aunque hemos sido socializados con elementos muy similares, cada hombre ha contado con más o menos herramientas para reconocer el modelo hegemónico

2. Si voy a hablar con hombres tengo que...: Muchas veces asumimos que al trabajar con población masculinizada debemos abordar obligatoriamente algunas temáticas y acabamos asumiendo que, como los hombres hemos transitado por una formación muy homogeneizadora, debemos ser abordados de la misma manera. En muchos casos he visto cómo desconectaban por momentos del contenido, no porque no lo entendieran, muchas veces incluso estaban de acuerdo, sino porque les parecía repetitivo y monótono. Así que me di cuenta de que, aunque hemos sido socializados con elementos muy similares, cada hombre ha contado con más o menos herramientas para reconocer el modelo hegemónico y, por lo tanto, al iniciar cada formación, suelo hacer un sondeo para lo que califico como “un diagnóstico express del perfil”. Es decir, darme cuenta del tipo de población a la que voy a formar según el grado de deconstrucción feminista que tenga. En ese sentido he logrado reconocer, al menos, tres tipologías que, de forma muy resumida, describo a continuación:

A. Con un proceso de deconstrucción pasivo: Parto de la base de que la gran mayoría de hombres con los que he trabajado reconocen los aportes del feminismo porque, incluso los menos deconstruidos, asumen que sus hijas deben ir al colegio, pueden usar pantalones, jugar en el parque... Sin embargo, a pesar de entender el peso de la socialización de género en épocas anteriores, no son capaces de ver las diferencias que aún se mantienen, o si las ven, las minimizan o las justifican, mantenimiento del modelo hegemónico. Con este perfil lo que más me ha funcionado es que conecten con la desigualdad. Para ello, aunque a veces es políticamente incorrecto, comienzo por visibilizar cómo es la “vida secreta” de sus madres, hijas, hermanas... mujeres con las que estén afectivamente vinculados porque, sólo desde lo cercano y conocido, pueden extrapolar las desigualdades al resto de las mujeres.

B. Con un proceso de deconstrucción activo: Son los que, al reconocer desigualdades entre hombres y mujeres, han decidido hacer cambios en sus hábitos cotidianos que les distancian de los modelos masculinos que tuvieron como referentes, pero este proceso lo hacen de manera personal y, en la mayoría de los casos, sin un marco feminista. Este grupo suele ser el mayoritario y, en mi experiencia, suelen aburrirse al abordar las desigualdades desde los roles tradicionales, demandando más un análisis sobre cómo los roles tradicionales impactan en las rutinas cotidianas. Es decir, no se interesan tanto por darle una pelota a su hija (que ya se la daban), sino por entender cómo el caerse, levantarse, gestionar su cuerpo y desarrollar sus habilidades motoras, la empodera ante su clase y le permite luego asumir con más facilidad roles de liderazgo. Por otra parte, suelen pensar que el trabajo de igualdad es un trabajo de mujeres y, por lo tanto, no se preocupan por abordar estas temáticas con los hombres con los que conviven así que, al conectar con las pérdidas que los hombres tenemos en el patriarcado, también suelen demandar estrategias para minimizarlas en sus hijos, nietos, hermanos...

C. Proceso de deconstrucción consciente: Este grupo es también minoritario y suele llevar ya un tiempo haciendo transformaciones en su forma de pensar, sentir, hablar y actuar. También suelen reconocer estos cambios dentro del marco feminista, atendiendo a las causas sociales, políticas y económicas que sustentan los modelos hegemónicos. Sin embargo, no por ello están exentos de trabajo. Cuando me encuentro con estos grupos, suelo dar una base que centre el debate para partir de un mismo punto e, inmediatamente después, suelo proponer ejercicios para ver de qué manera, con cuáles argumentos, desde qué actitudes, cada uno se siente validado para transmitir esa igualdad que ya entienden y asumen, en amigos, familiares, compañeros de trabajo... En cualquiera de las 3 tipologías pero, especialmente en esta, es importante trabajar la relación que tenemos con los privilegios por ser hombres en esta sociedad. En general suelo decir que si se abordan las pérdidas, es necesario trabajar los privilegios pero, en este grupo se vuelve aún más importante porque, en la mayoría de los casos, son los que están ganados a continuar el mensaje, por lo tanto es necesario que ese trabajo se realice desde un paraguas feminista enfocando las desigualdades como un problema de DDHH y, por lo tanto, conectando con las vulneraciones que sufren las mujeres, y no desde un enfoque victimista, que podría aparecer si trabajamos sólo desde las pérdidas de los hombres en el patriarcado: la afectividad, los cuidados, la familia...

Corremos el riesgo de huir de un modelo donde el poder se lograba con el dinero a otro en donde el poder se logra con la deconstrucción

3. Reinventar jerarquías: Con el ejemplo anterior se podría asumir, imbuidos en esta sociedad jerarquizada que mantenemos entre todas, que hay sólo una forma correcta de ser hombre y no es, para nada, el enfoque que quiero ofrecer. Corremos el riesgo de huir de un modelo donde el poder se lograba con el dinero a otro en donde el poder se logra con la deconstrucción. Hay personas que, por sus habilidades personales o por su contexto, han podido desarrollar más sensibilidad hacia los problemas que señala el feminismo pero es importante partir de la idea de que todos estamos haciendo nuestro mejor esfuerzo dentro de nuestras capacidades (hablo ahora de la gran mayoría de la población, obviamente no hablo de consorcios, empresas, o personas que se lucran con el mantenimiento de un esquema desigual y violento). Si entendemos este enfoque, no intentaremos que nadie tenga que llegar a una meta, sino que todos nos movilicemos hacia un modelo más igualitario del que practicamos. La meta, por decirlo de otro modo, es no estancarnos. Por lo tanto, cada persona necesitaría estrategias adaptadas a su experiencia vital para ser cada día más igualitaria.

4. Que el trabajo con hombres se mida en cantidad de formaciones: Yo era el primero que, cuando comenzaban a llamarme para trabajar con hombres, pensaba que cuanto más formaciones más igualitaria sería la sociedad y, lamentablemente, no va tan rápida la cosa. Las transformaciones que deben hacerse son de tanto calado y tocan tantos aspectos esenciales de cada hombre que, en la mayoría de los casos, no se puede abordar en una formación. Son necesarios procesos continuos de trabajo que no estén regidos por el reloj o unos contenidos prediseñados. En ese sentido, desde mi experiencia, los grupos de hombres ofrecen una herramienta más adecuada y eficaz y, en todo caso, las formaciones serían alicientes al trabajo previamente desarrollado en los grupos.

5. El trabajo que deben hacer los hombres igualitarios está en la esfera privada: como eslogan está genial y, de hecho, debo reconocer que lo uso continuamente en mis formaciones. Sin embargo, al decirlo, es necesario aclarar que, dado que el problema de desigualdad que enfrentamos es sistémico, nuestro trabajo está en todas partes. Es decir, tanto debemos trabajar los hombres igualitarios en casa corresponsabilizándonos de las tareas cotidianas, como en la oficina en el momento en el que vemos que nuestras compañeras de trabajo asumen toda la carga reproductiva de un proyecto y nosotros la productiva, la atención a clientes o conducir el coche de empresa. El trabajo de visibilizar masculinidades más responsables, cuidadosas y afectivas, está en todas partes, incluso en la esfera pública. Eso sí, cada quien trabajando desde aspectos muy diferentes, mientras facilitamos el liderazgo de nuestras compañeras en el trabajo, asumimos la responsabilidad en las tareas de casa. Una vez más, desde una mirada occidental podría entenderse que el movimiento de hombres igualitarios busca que sean las mujeres las que hagan carrera profesional y los hombres los que nos quedemos en casa y nada más lejos de nuestro objetivo. Somos perfectamente conscientes de que el hecho de que unos pocos hombres se reconozcan como “amos de casa” y unas pocas mujeres como “catedráticas o presidentas”, no cambia la sociedad. Lo que intentamos es que existan estos modelos y que sean psicológica, social y culturalmente aceptados, para que todas las personas tengamos la posibilidad de proyectarnos en libertad. Que cada persona sea lo que realmente quiere ser.

Por todo esto, y hablando del papel que los hombres debemos jugar en la esfera pública, aprovecho este espacio para comentar que el próximo 21 de octubre, los Grupos de Hombres de Madrid, coordinados con la iniciativa que desde Sevilla han liderado Foro de Hombres por la Igualdad junto a otros grupos y asociaciones que trabajan con masculinidades, nos hemos convocado a las 19.00 horas en la Plaza Isabel II (metro Ópera), para decir basta a todas las violencias machistas desde el lema: Hombres Contra las Violencias Machistas, bajo la etiqueta #21Oct21. Esta acción está siendo replicada por todo el Estado, desde Las Islas Canarias hasta el País Vasco, así que si te interesa o te llama la atención, no dudes en acompañarnos. Tendremos actividades y un concierto diseñado para acoger a toda persona que desee sumarse.

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La complicidad en el not all men
Para tener claro primero si no formamos parte de ese grupo hay que hacer autocrítica y conocer el alcance de cada uno de los comportamientos que hemos llevado a cabo.
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Demoler, verbo transitivo: deshacer, derribar, arruinar... Y eso intentamos: deshacer las viejas masculinidades y poner en duda las nuevas, derribar a los hombres de siempre y arruinar los planes del patriarcado desde la reflexión sobre quiénes somos y cómo renunciamos a nuestros privilegios.
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