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Masculinidades
¿Qué dice el beso de Rubiales sobre la masculinidad, la desigualdad y la prensa española?
El domingo se hizo historia, no solo en el deporte femenino, sino en la historia de la mujer. El fútbol femenino le dio en la cara a ese discurso que lo tachaba de un deporte de segunda. Dio en la cara a quienes decían que los partidos acabarían 11-0 o que tendría poca calidad. Y esto es fundamental.
Primero, para ellas. Me ha encantado ver estos días tantas mujeres contentas, llorando de alegría no solo por la victoria de la selección española, sino por lo que significaba: muchas tuvieron que vivir señalamientos y acusaciones de “machonas” por gustarle el fútbol o que fueron alejadas de un deporte que les gustaba por no ser femenino. Además, ha sido genial poder ver en primera línea diversidad étnica, como el protagonismo de Olga Carmona, autora del gol que se impuso a Inglaterra y que forma parte de la comunidad gitana; o Salma Paralluelo, cuyo gol permitió la clasificación a la final, de madre guineana e historia compleja por la racialización y la precariedad. O el beso que Alba Redondo le dio a su novia después del partido contra Zambia.
Segundo, como hostión en la cara a un discurso patriarcal que rebaja “lo femenino” a un nivel inferior. Un hostión a los que veían la entrada de la mujer en el fútbol como una invasión inapropiada, como cuando las niñas entran en ese patio del colegio organizado en torno a actividades para ellos, y ocupan ese campito. Lo ocuparon y lo hicieron estallar. La selección hizo del domingo un día histórico.
Sin embargo, como es común, cuando las protagonistas son ellas, algo tenía que pasar. Se ha hecho viral una situación lamentable: en el momento de la celebración de entrega de medallas en el centro del campo, Luis Rubiales, el presidente de la Real Federación Española de Fútbol, después de darle un abrazo efusivo a la delantera de la selección, Jenni Hermoso, decide que no se queda ahí. Le coge por la cara y le estampa un beso que él —y ellos, la Hermandad que lo justifica desde entonces— justifica en la efusividad y el júbilo pero que es necesario analizar.
Los orígenes de la soberbia
Ya sabemos que en nuestro bagaje masculino hemos aprendido que tenemos mucha legitimidad para acceder al mundo a partir de nuestra voluntad. El mundo está ahí fuera para ser explorado. Desde pequeños nos educan en la curiosidad, la experimentación, el juego y el tomar aquello que queremos. El cuerpo de las mujeres no suele ser una excepción. Nos sentimos respaldados para iniciar conversaciones con mujeres desconocidas por la calle, para hacerles bromas, para ocupar el espacio público con mucha más facilidad que ellas, para mirarlas fijamente en los transportes públicos (incluso cuando sabemos que les podemos incomodar), para acercarnos caminando por la calle a ver si podemos entablar conversación (aun a sabiendas de que la vuelta a casa puede ser un tema muy delicado para ellas), para ofrecerles ayuda cuando las vemos perdidas, etcétera, etcétera, etcétera.
El beso de Rubiales puede inscribirse en la misma lógica. No estoy diciendo que haya maldad, o que el presidente de la RFEF sea el máximo exponente del machismo o la misoginia estructural. Pero tampoco se trata de blanquear un comportamiento totalmente prescindible (y fuera de lugar) que ha tenido un hombre en una posición de gran poder respecto a la jugadora. Además, no fue el único momento del tipo. En la celebración de después, en el palco rodeado de autoridades, Rubiales se agarra los testículos para celebrar el triunfo. Lo mismo en el vestuario de ellas: Rubiales baja a ofrecerles un viaje a Ibiza y a decir que se casa con Jenni Hermoso. Estaría genial saber cuántas veces este tipo de comportamiento se tienen también con los tíos.
Lo que vemos es a un tío, autoridad en la Federación, apareciendo por encima de ellas, besándolas cuando él quiere, robando el protagonismo cuando quiere y manteniendo la superioridad todo el tiempo
Y sé perfectamente que en las celebraciones entre hombres habrá otras cosas: fraternidad, choques de pechos, rollito de meterse entre ellos y tal. Pero es que aquí lo que vemos es a un tío, autoridad en la Federación, apareciendo por encima de ellas, celebrando como quien celebra con sus hijas, besándolas cuando él quiere, robando el protagonismo cuando quiere y manteniendo la superioridad todo el tiempo. Si en las celebraciones con hombres un directivo aparece como uno más en un grupo de hermanos, aquí el hombre, si quiere celebrar con ellas debería bajar a su estilo de celebración, de lo contrario roba el protagonismo, queda fuera de lugar y potencialmente violento.
El caso de Rubiales muestra un abuso de posición de poder de un hombre que debería saber ajustarse mejor a la situación en la que se encuentra. No valen las justificaciones del júbilo. Rubiales no habría tenido el mismo comportamiento en ser caso de hombres, por lo que el género aquí es una variable fundamental en el análisis, así como la posición de poder (no lo ha hecho con la Reina Letizia, ni con otras autoridades por encima de él).
No es solo Rubiales, es también la estructura (y la prensa)
Y bueno, qué demonios. Rubiales no es sospechoso de ser un hombre muy defendible. Recordemos que el año pasado saltó a los medios cómo la RFEF estuvo pagándole un piso de lujo en pleno Madrid (3.100 euros mensuales), aunque esto incumpliese normativas internas.
Y tampoco es defendible la estructura futbolística de la RFEF. Recordemos que en 2019 las mismas jugadoras que ahora trajeron el triunfo, hicieron una huelga indefinida pidiendo mejoras laborales, entre ellas, un salario mínimo (de alrededor de 14.000 anuales), vacaciones pagadas, cobertura sanitaria en caso de lesiones prolongadas o ayudas a la maternidad y… ¡Un protocolo contra agresiones sexuales! Un protocolo en el que entra como agresión el mismo beso que Rubiales le dio a Hermoso!
Sobra decir que a Rubiales, como al resto de la RFEF, no le interesaba ninguna mejora. Es bochornoso ver cómo celebran el triunfo de una selección femenina los mismos que les negaban mejoras salariales aludiendo a que el futbol femenino no es rentable.
La prensa española demostrando nuevamente su cutrez, riéndose y justificando el beso de Rubiales mientras que en la prensa internacional se ve como algo fuera de lugar y bastante violento
Y bueno, qué hablar de la prensa. La prensa española demostrando nuevamente su cutrez, riéndose y justificando el beso de Rubiales mientras que en la prensa internacional se ve como algo fuera de lugar y bastante violento. Se vuelve a demostrar cómo la estructura mediática crea relato que interviene en la cultura social de un país: consigue nombrar el beso como algo “entre amigos” aunque no sea pensable que Rubiales le comiese la boca a Iniesta.
Han intentado relacionar el beso de Rubiales con el que Iker Casillas le dio a Sara Carbonero en la Copa del Mundo del 2010. MarcaTV, por ejemplo, titula su artículo, “Rubiales repitió el beso de Casillas a Carbonero... ¡con Jenni Hermoso!”. Este tipo de mensajes romantizan un hecho que es violento per se y que normaliza una cultura donde el consentimiento de la mujer es un mero agregado. La historia del hombre que desea tanto que decide actuar en el mundo sin consultar con el resto de la gente afectada (dando un beso de alegría o rompiendo algo por rabia, etc.) es algo que conocemos bien, pero debemos pararla, ya.
Ahora tenemos a media prensa también hablando de ella y cómo para ella era un “pico entre dos amigos”. Buscando en la víctima la justificación y la medida de la violencia terminamos otra vez poniendo el peso en ella. Pero pensad un poquito en Jenni Hermoso: está en la cumbre de su carrera, ha ganado el mayor torneo de futbol femenino en el mundo y ahora sólo se habla de un beso que no quiere que le manche la experiencia. Ella no hizo absolutamente nada y sin embargo ahora sólo hablamos de ello. Normal que quite hierro del asunto.
Imagínate ser el palurdo de Rubiales y terminar robándole el protagonismo a la selección porque en un momento de encefalograma plano terminas haciendo algo que no deberías
Y para terminar, un mensajito a quienes dicen que bueno, que no saquemos las cosas de sitio, que era “solo un beso”, que estamos haciendo un ruido enorme por algo nimio. Sinceramente, creo que en estos casos es importantísimo que consigamos los hombres aprender. Porque gran parte de los comportamientos de mierda que tenemos los tíos con ellas son estos: pequeños gestos que pasan desapercibidos, pequeños escenarios de desigualdad “inocente”. Cosas que nos salen por default en momentos de poca racionalidad, sin pensarlo mucho, pero que para ellas son escenarios incómodos y que se quedan en la memoria: ese beso en la noche de fiesta, el piropo volviendo a casa por la noche, esa culo que rozas en la discoteca. Escenarios de desigualdad que generan violencias cotidianas que para nosotros son poca cosa pero para ellas no.
Imagínate ser el palurdo de Rubiales y terminar robándole el protagonismo a la selección porque en un momento de encefalograma plano terminas haciendo algo que no deberías. Y medio mundo hablando de ti y tu cagada en vez de hablar del triunfo de la selección. Porfa, no seas Rubiales, piensa en lo que haces y deja comportamientos de mierda.
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Este conflicto está sirviendo para ocultar el triunfo de un grupo de mujeres que han demostrado lo grandes que son y el capullo que metió la pata, está en la prensa y en boca de todos.
Demasiado protagonismo al capullo, se le está dando lo que buscaba.
Para mí es un misterio que Abogados del Mesías o similar no hayan interpuesto ya una demanda contra el agresor sexual por ofensa al sacramento del matrimonio. Estará al caer, seguramente.