Alimentación
Eco, de temporada y de proximidad: ¿me llega el presupuesto?

Una persona muestra un puñado de tomates  de una caja en el supermercado FoodCoop BCN (Autoría: Laura Guerrero para barcelona.cat)
Una persona muestra un puñado de tomates de una caja en el supermercado FoodCoop BCN (Autoría: Laura Guerrero para barcelona.cat)
periodista en La Clara Comunicació y del grupo de comunicación de la Xarxa d’Economia Solidària
18 dic 2024 11:45

A la salida de un cole público de Barcelona, varias familias hablan de la cesta de la compra: del encarecimiento de algunos productos, de lo mucho que se gasta al mes… La que escribe, que lleva defendiendo la soberanía alimentaria y la compra de proximidad desde hace décadas, escucha la declaración de una madre y me desmorona: “nosotras ya no podemos comprar en los mercados municipales”.

Los datos confirman porque esta familia se ha resignado a comprar en “supermercados baratos”: un informe reciente de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) señala que entre 2019 y 2024 la cesta de la compra en España se ha revalorizado un 14% más que los salarios, la tercera mayor brecha entre los países que forman la organización. Según la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), el precio de la cesta de la compra mensual por persona es de 310 euros.

Seguiré con el ejemplo de la familia: si el salario medio en España es de 26.949 euros brutos, significa una entrada de ingresos al mes neta, contando las dos personas adultas, de 3.650,24€. Teniendo en cuenta que el piso medio en Barcelona de alquiler, son 1.200 euros, el 33% del presupuesto se va para el alquiler. Recordemos que la familia es de 4 miembros: el gasto en comida al mes de es 1.240 euros: un 34% se va a la cesta de la compra.

Si seguimos la famosa regla financiera doméstica del 50-30-20 (50% para gastos obligatorias, 30 para opcionales y 20 para el ahorro), señoras, ya no llegamos. Y quiero recordar que es la misma OCU la que recomienda que el gasto en alimentación esté entre el 5 y el 15% mensual. Del 15 al 34% la cosa está muy, pero que muy subidita de tono.

Pero ahora sumemos el cambio climático: se nos vienen DANAs, calores extremas y sequías meses sí, meses también. Por lo que se nos pide contaminar menos, reciclaje, reducción de consumo y sostenibilidad a todas horas y por todas partes: también en nuestra alimentación. Le llaman alimentación sostenible. Básicamente se trata de consumir de proximidad, de temporada y a poder ser, ecológico. Un trío que beneficia a nuestra salud, a nuestro entorno (social y económicamente) y a nuestro planeta. Precioso, ¿verdad? ¿Pero podemos sostenerlo?

¿Es posible consumir sosteniblemente y no arruinarse en el intento?


Para saber de primera mano qué se puede hacer para no tener que tirar solo de comida barata hemos hablado con tres expertas en alimentación sostenible. Con un grupo de consumo local, una empresa de venta de productos de circuito corto y con la Jefa de Sección de Políticas Urbanas Alimentarias del Ajuntamiento de Barcelona.

Jose Royo es de L’Aixada: una asociación autogestionada nacida en el barrio de Gràcia de Barcelona a finales del 2003. Esta asociación ofrece la práctica totalidad de productos que requiere una alimentación saludable y equilibrada, incluídos productos como el pescado, en que “la oferta ecológica es muy baja, apostando nosotros por la pesca sostenible de proximidad de pequeños pescaderos de lonjas catalanas”, explica Royo.

Pero vamos al lío: ¿se puede consumir en un grupo de consumo y que sea sostenible para el bolsillo? Jose nos aclara: “Es cierto que el consumo de productos ecológicos tiene un coste económico en términos absolutos más elevado que los productos de producción convencional. Pero esto es así porque la producción convencional no internaliza los costes medioambientales que supone su existencia, que pagamos entre todos, tanto los que consumimos producción ecológica como los que consumen productos de producción convencional”. Y acota Royo respecto a la compra diaria: “podemos reducir el coste no consumiendo determinados productos, como bebidas azucaradas o agua embotellada, o reduciendo y generando un consumo más consciente: a granel, reduciendo del desperdicio alimentario, evitando la compra de productos exóticos y lejanos, fomentando la autoproducción, aprendiendo a almacenar…”

También hay una cuestión de prioridades, matiza Royo: “¿cada cuánto te compras ropa o zapatos? ¿qué consumo cultural practicas? ¿tienes coche o usas transporte público? ¿vas de restaurante o compras comida rápida cada mes? ¿haces turismo y de qué tipo? ¿qué consumo energético generas? Estas y otras cuestiones pueden tener una repercusión mucho más determinante en el presupuesto familiar que el coste de la cesta ecológica respecto a la convencional. Es una cuestión de prioridades. Se puede tener un bajo poder adquisitivo y consumir ecológico”, sentencia este consumidor.

Bien es cierto pero, que los grupos de consumo en España van a la baja: la aparición de supermercados bio, estanterías eco en súpers convencionales y comercios locales dedicados al producto ecológico, de temporada y proximidad ha hecho disminuir estos grupos autogestionados con un alto costo de dedicación y esfuerzo para el día a día de un capitalismo com horarios frenéticos.

También han surgido iniciativas híbridas entre la compra tradicional y la autogestión: es el caso de La Colmena Dice que Sí (LCDQS). Un sistema de compra online que se recoge en tiendas de proximidad y que solo fomenta productores de circuito corto. Este sistema muestra de forma transparente en cada una de tus compras qué le pagas al productor, qué a La Colmena y qué pequeño porcentaje se lleva el comercio de proximidad donde recoges tu cesta.

A La Colmena también le hemos pedido qué hacer para comprar de forma sostenible pero sin vaciar el bolsillo: “si bien es cierto que algunos productos pueden tener un precio ligeramente superior a el de los supermercados tradicionales, debemos tener en cuenta que el valor que pagas refleja un precio justo por una alimentación de calidad, local y respetuosa con el medio ambiente. Y apostando por productos de temporada y realizando compras conscientes (planificar las comidas, evitar el desperdicio), es posible controlar el gasto semanal”, explica Anna Garcia, Responsable de Comunicación de LCDQS.

¿Comer de forma sostenible es una responsabilidad individual?


¿Queda toda la responsabilidad de consumir sosteniblemente en manos de nuestras cestas y bolsillos? Todos los entrevistados piensan que no. Y en este sentido, LCDQS acaba de lanzar una campaña a nivel europeo bajo el lema “Relocalizemos el sistema alimentario” a través de una petición en Change.org. La campaña busca presionar a las instituciones europeas para modificar las políticas alimentarias y facilitar el acceso a productos de proximidad, promoviendo un modelo más justo y sostenible para todo el mundo.

Una de las administraciones de España que lleva más años insistiendo en promover la alimentación sostenible es el Ayuntamiento de Barcelona. En 2021 fue Capital de la Alimentación Sostenible y desde su Sección de Políticas Alimentarias Urbanas han desarollado toda una Estrategia para conseguir que esta alimentación sea toda una realidad en el máximo de ámbitos posibles. Hablamos con Montse Mateu, Jefa de Sección: “lo primero a tener en cuenta es que este tipo de alimentación actualmente no dispondría de la suficiente oferta como para garantizar la alimentación a todos los y las barcelonesas. Pero el porcentaje que existe sí tiene sus canales para llegar a la ciudad: existen diferentes inciativas que ofrecen una distribución de venta directa o circuito corto, que permite que la producción de pequeños productores locales llegue al comercio de proximidad, a la restauración… Puedes encontrar este tipo de producto señalizado, en la red de mercados municipales, bajo el programa “Comerç Verd”; o en los supermercados cooperativos; los grupos de consumo responsables; los mercados de productores; o en el comercio de proximidad.

La Estrategia del Ayuntamiento de la capital catalana busca la mayor accesibilidad a estos alimentos: “una parte importante es cuidar el orígen (la pesca sostenible, los productores de proximidad…), luego generar circuitos cortos de distribución, y coordinarnos con las administraciones que tienen competencias en alimentación para facilitar el desarrollo de iniciativas que favorezcan la conexión del mundo rural (productivo) con el urbano (consumor/a). Y generar compra pública alimentaria es clave porque es dónde tenemos competencias: comedores sociales, comidas a domicilio, cáterings y vendings municipales… Aplicar una normativa que garantice criterios de sostenibilidad está en nuestras manos”, cuenta esta Jefa de Sección.

Mateu reconoce que regular los precios es complejo. ”Éste viene determinado por el mercado, en el caso del producto alimentario, lo largo de toda la cadena de valor se va incrementando. Temporalmente el gobierno estatal puede reducir el IVA sobre alimenntos básicos. En todo caso, si se incrementa la demanda, puede facilitarse el incremento de oferta y ello puede repercutir en el precio. Pero recordemos que es necesario garantizar precios dignos para los comerciantes y los productores”, recuerda Mateu. Y más allá del precio, es necesario insistir en explicar qué significa alimentación sostenible: “el término tiene muchas capas: es importante explicar bien lo que significa que los productores puedan producir bajo condiciones dignas, y respetuosas con el territorio y el medio ambiente, qué significa transformar los alimentos, cómo funcionan los canales de distribución y por qué es importante que sean de circuito corto, la venta y el consumo consciente y responsable. Si no damos mensajes fáciles de entender, la ciudadanía no captará la importancia de la alimentación saludable y sostenible”, recalca Mateu.

Así las cosas, seguiremos informando.


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