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Medio ambiente
Improvisar el litoral a golpe de temporal
La borrasca Gloria ha generado destrozos a su paso que serán reparados con inversiones millonarias condenadas a desaparecer. A pesar de todo, se presenta como una oportunidad para repensar el territorio adaptándolo al nuevo escenario de cambio climático.
El paseo marítimo de Almenara se inunda. Lo hace todos los años, prácticamente sin excepción. La fecha está sujeta a modificaciones, pero la cita anual es ineludible. Cada vez que llega un temporal como el vivido los últimos días, acaba total o parcialmente destruido por la fuerza de las olas. Cuando el viento amaina y el agua vuelve a la calma, se inicia la maquinaria para inventir centenares de miles de euros para reconstruirlo a toda prisa antes de que llegue la temporada turística. Y así queda hasta la próxima tormenta: entonces se vuelve a inundar.
Es una dinámica que no se limita a este pueblo de la Plana Baixa. Otras localidades del litoral valenciano sufren un problema parecido, viven en un continuo ciclo de destrucción y reconstrucción a golpe de marejada que a veces no solo arrebata las playas, sino también las infraestructuras que hay detrás. En la Safor, el alcade de Bellreguard, Alex Ruiz, ha propuesto no reconstruir el paseo marítimo para “revertirlo y devolver a la naturaleza lo que es suyo”. La última inversión, de 300.000 euros, se había realizado medio año antes. Después de Gloria los daños ascienden a 580.000 euros.
La intención de Ruiz era abrir un debate que se ha evitado durante muchos años. Si bien la idea ha parecido oportuna entre muchos sectores, él mismo confiesa que no ha caído demasiado bien entre los negocios y propietarios de la primera línea de costa. “Pero en el fondo es una propuesta para que no desaparezcan”, defiende, pensando en cuando llegue el próximo temporal.
La intención de revertir el paseo marítimo de Bellreguard para “devolver a la naturaleza lo que es suyo” no ha caído muy bien entre los negocios y propietarios de primera línea de costa
El concejal de Almenara Quique Castelló piensa que es difícil plantear esta solución en su pueblo, donde defiende que el problema no ha sido tanto la construcción de casas e infraestructuras alrededor del mar, sino una imparable regresión de la costa a causa de los puertos y espigones ubicados al norte y al sur. Almenara en concreto ha sido una de las víctimas de una política para reconducir las corrientes marítimas a base de la construcción de espigones que históricamente se ha hecho sobre la marcha y sin planificación de futuro, enfrentando los intereses de diferentes municipios y dejando a su paso ganadores y perdedores.
EL LITORAL, UN enfermo crónico
“Una vez pasa la tormenta, de eso no se habla hasta la próxima”, asegura el exdirector de Obras Públicas de la Generalitat y miembro del colectivo Terra Crítica Joan Olmos. El actual destrozo de la costa es fruto de una concatenación de las decisiones erróneas por tierra y mar que fueron a parar al mismo punto. Al parecer de Olmos, el origen de todos los males se encuentra en una “cultura de explotación del litoral” que no ha cambiado hoy en día, y pone como ejemplo el Plan de Acción Territorial de la Infraestructura Verde del Litoral (Pativel) que el Botànic puso en marcha la legislatura pasada para poner fin a la edificación en la costa, pero que acabó siendo una versión descafeinada del original. “Muchos agentes económicos lo tiraron abajo”, lamenta.
Documentos orientados a una ordenación más respetuosa con el territorio no tuvieron efecto sobre unos ayuntamientos que ya tenían vía libre para construir a pocos metros del mar
Si afinamos la vista y la echamos hacia atrás, la modificación de la ley de costas de 1988 aparece como un momento clave. “Era un momento para aplicar un criterio proteccionista, pero en cambio se orientó a la ocupación del domingo público”, asegura. Documentos previos como el Plan Indicativo del Dominio Público Litoral, orientado a una ordenación más respetuosa con el territorio, no tuvieron ningún efecto sobre unos ayuntamientos que ya tenían una ley que les daba vía libre para recalificar playas, dunas y salinas y construir a pocos metros del mar.
En el sur de València se encuentra uno de los pocos ejemplos que han funcionado en la dirección contraria. La Devesa de la Albufera estuvo a punto de caer bajo la depredación urbanística durante los setenta, pero la presión social paralizó el avance del cemento. A partir del se creó la Oficina Tècnica Devesa-Albufera y se pusieron en marcha proyectos de reversión del espacio afectado y recuperación dunar, que continúan actualmente.
La presencia natural de dunas, que en muchos pueblos fueron eliminadas para construir paseos marítimos, supone una primera línea de defensa contra los fuertes oleajes. Además, la flora que crece en estos microsistemas permite que la arena quede fijada y soporte mejor la degraación provocada por las olas. En Puçol, la Associació Ecologista-Agró compartía en redes los efectos del temporal en dos sectores de la misma playa, una con flora dunar y otra solamente con arena. Las imágenes son esclarecedoras.
Uno de los ingenieros que trabaja desde hace años en la recuperación de la Devesa es Francisco Collado, quien asegura que el litoral valenciano “es un enfermo crónico”. Las patologías que le afectan van más allá del urbanismo errático y una de las más importante es la contaminación del mar. “En un temporal siempre vemos lo que pasa en la zona contigua a las playas, pero no en la zona sumergida” explica, indicando que resulta crucial.
En concreto, la contaminación del golf de València produjo la pérdida de las praderas de posidonia que cubrían todo el litoral y no solo daban transparencia al agua, sino que permitían una mayor acumulación de arena sumergida. “Si a 100 metros de la costa el agua todavía no cubre, las olas romperán antes y tendrán menos afectación en la costa”, explica Collado. Desgraciadamente, la recuperación de estos ecosistemas es muy lenta y requiere décadas.
Tan solo en las playas del sur de Gandía se destinaron el año pasado dos millones de euros que, tras el último temporal, se han desvanecido totalmenteLa degradación del litoral también comienza tierra adentro, a centenares de kilómetros de la playa. Después de años de una política hídrica basada en embalses, las playas del Mediterráneo han perdido su principal regulador natural: los ríos que aportaban sedimentos en su desembocadura. Desde entonces, la única política de regeneración de costes ha sido la aportación artificial de arena. Por poner un ejemplo, tan solo en las playas del sur de Gandía —incluida la de Bellreguard— se destinaron el año pasado dos millones de euros que, después del último temporal, se han desvanecido totalmente.
“No hay soluciones a corto plazo. Es necesaria una adaptación en diferentes fases, tal vez a 100 años vista”, admite Collado, quien también alerta de una realidad irreparable: “El mar está elevándose a razón de un milímetro desde los setenta”. A partir de los noventa, lo hace al doble de velocidad y la tendencia es que continúe aumentando el ritmo. Puede parecer poco, pero en las playas de arena cada centímetro que suba el nivel del agua es equivalente a un metro de costa que se come el mar. “Si queremos que las inversiones públicas tengan una vida útil razonable, haría falta programar una eliminación de importantes obras en el litoral”, afirma.
¿RÁPIDO O BIEN HECHO?
“Es tiempo de reconocerlo, de cambiar el chip y aportar ideas desde una perspectiva científica”, pide Olmos, quien ve el paso de Gloria como una oportunidad para hacer las cosas bien. No en vano, la comunidad científica alerta de que el Mediterráneo está convirtiéndose en el campo de pruebas del cambio climático y los daños a causa del aumento del nivel del mar serán cada vez más frecuentes. “Cuando hay un temporal, inmediatamente se reclama una actuación inmediata de la administración y simplemente se improvisa”, asegura. El resultado acaba siendo millones de euros perdidos que podrían invertirse en una solución definitiva y más duradera.
El resultado de la improvisación después de los temporales acaban siendo millones de euros perdidos que podrían invertirse en una solución definitiva
Uno de los sectores que enseguida demanda reacciones rápidas es el turístico. Para más inri, Gloria coincidió en Fitur —la feria comercial más importante del sector—, donde el secretario autonómico del área, Francesc Colomer, tiró de épica para prometer una pronta recuperación de las playas valencianas: “La vida es caer cuatro veces y levantarse cinco”. Pero, ¿cuántas veces hay que caer para cambiar la manera de hacer las cosas? Al teléfono, Colomer admite que ante la “cronificación” de los fenómenos metereológicos plantea dudas sobre el actual modelo. “Si no cambiamos, podríamos estar en una dinámica de inversiones efímeras”, afirma.
A pesar de eso, no niega que “las playas deben estar en buen estado” cuando llegue la temporada turística —que cada año se adelanta más, también a causa del cambio climático—, ya que el sector no se puede permitir lo contrario. En la misma línea se pronuncia el representante de la patronal hotelera HOSBEC, Antoni Mayor, quien reconoce “las prisas” para reconstruir, pero asegura que lo hacen “dentro de un orden”.
Colomer no renuncia que “las playas deben estar en buen estado” cuando llegue la temporada turística ya que el sector no se puede permitir lo contrario
¿Son compatibles ambas visiones, la de reparar rápidamente y la de planear con perspectiva de futuro? Colomer insiste en que sí, y añade que este “no puede ser un debate de ocurrencias y medias visiones”. Por su parte, Mayor apunta a “una actuación urgente e inmediata” para después “organizar un nuevo plan de costas”. Pero, aunque fenómenos como Gloria se repiten cada vez más a menudo, el Ministerio de Medio Ambiente—de quien depende costas— todavía no ha movido ficha.
Para Olmos, el cambio también implica renuncia y advierte que “nos tendremos que resignar a que algunas playas de arena lo sean de piedra”. Al mismo tiempo, ese “cambio de chip” en la política litoral conecta con el cambio de paradigma que propone para el resto de actuaciones estratégicas. “Se están realizando inversiones fortísimas que deberían dedicarse a infraestructuras verdes”, afirma, echando la vista hacia la ampliación del puerto de València —que un reciente proyecto de regeneración del Saler sitúa como causante de la pérdida de 70 metros de playa—.
Tomando ese ejemplo, la ampliación del puerto —que está en duda y con riesgo de acabar en los tribunales si continúa adelante—, supondrá una inversión pública de alrededor de 1.000 milliones, si se suman las actuaciones ya realizadas, las previstas y las que necesitan los nuevos accesos de tráfico rodado, que todavía no han sido cuantificadas en el proyecto actual. “¿Imaginas cómo cambiaría todo si esa cantidad se invirtiera en lo que necesitamos para adaptarnos al cambio climático?”, interroga Olmos.
Mientras tanto, en Almenara todavía cuantifican los daños que ha dejado Gloria y algunos ya cuentan los días hasta el próximo temporal. En 2017, cuando el paseo marítimo sufrió los daños más graves hasta el momento, se dedicó alrededor de un millón de euros en la reparación, que incluía la construcción de unas pequeñas defensas de rocas para la playa. Hoy en día se encuentran totalmente hundidas, no cumplen ninguna función y la zona de alrededor está cerrada con llave por el peligro que suponen los restos. Castelló lo ve claro: “Es como si hubiéramos tirado el dinero al mar”.
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