Medios comunitarios
Medios comunitarios, la eterna deuda pendiente

Cuando más se está hablando de medios y poder económico los medios comunitarios siguen siendo los más olvidados en la ecuación. Incluidos en la ley Audiovisual de 2010, todavía esperan desarrollo del reglamento y reparto de frecuencias.
Radio ELA en Lavapiés, Madrid
Uno de los estudios utilizados por Radio ELA durante su trayectoria, en Lavapiés (Madrid). Foto cortesía de la asamblea de Radio ELA.
Coordinador general de la Red de Medios Comunitarios
4 mar 2021 06:00

Se habla mucho en estos días de libertad de expresión y de pluralidad en los medios y en el Congreso de los Diputados. Es una buena noticia, porque no suele hacerse, y es muy necesario que en la sociedad de la información se reflexione sobre los derechos y deberes que implica comunicar. Bienvenido, pues, el debate.

Desde la Red de Medios Comunitarios celebramos las manifestaciones en defensa de la pluralidad y de la libertad de información que estos días estamos viendo en las noticias y editoriales de los grandes medios, pero nos llama la atención el contraste con el largo silencio que estos han guardado sobre la situación de las radios y televisiones comunitarias en España, no ahora, ni en la legislatura pasada, ni en la última década, sino en los últimos cuarenta años.

Vallecas
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Once años después de la entrada en vigor de la ley audiovisual, no se ha concedido una sola licencia de radio o televisión comunitaria, y los medios comunitarios no han recibido un solo euro para el impulso del sector. ¿Qué ha pasado con el pluralismo en nuestro caso?

Podría entenderse esta marginación si los medios comunitarios fuésemos socialmente perniciosos, si abanderásemos discursos de odio, si careciésemos de sensibilidad social, si no promoviésemos la cultura de base o no acogiésemos la diversidad de nuestros barrios y ciudades. Pero resulta que no es así. A pesar de la extrema precariedad de su situación, los medios comunitarios de nuestro país abren sus puertas cada día para dar voz a quien se le niega, o al menos eso hacemos los que sobrevivimos. Muchos se quedaron por el camino, por falta de recursos, por cierres administrativos, por sanciones gubernativas… y a nadie pareció preocuparle, tal vez porque la pluralidad bien entendida empieza por uno mismo.

A pesar de las recomendaciones reiteradas de organismos internacionales como la UNESCO, ONU, la OSCE, el Consejo de Europa o el Parlamento Europeo, la situación de los medios comunitarios españoles continúa lejos, lejísimos, de las mejores prácticas de los países de nuestro entorno en esta materia. Países como Francia, en el que están regularizados desde 1981 y que este año tenía previsto proveerlos de un fondo de 33 millones de euros para desarrollar su labor, o Austria, que va a ayudar con más de 3,5 millones de euros a sus 14 radios comunitarias. No todo es cuestión de dinero, también se trata de la protección legal y del reconocimiento a una labor de décadas, sistemáticamente invisibilizada.

Nuestra resiliencia está más que probada a lo largo de todos estos años, gracias a la fuerte implantación que cada una de las radios y televisiones comunitarias tiene en su comunidad de referencia, que son las que nos alimentan de afecto y vida, las que nos mantienen en pie. Cuando ellas sufren, nosotros sufrimos. Cuando ellas prosperan, nosotros prosperamos. Y aunque llevamos ya más de una década sufriendo, ahí seguimos, mano a mano con nuestros barrios, nuestras ciudades y nuestros pueblos.

En las últimas fechas hemos visto como dos proyectos históricos, Radio Contrabanda en Barcelona y Radio Vallekas en Madrid, pasan por graves problemas a consecuencia de largas décadas de precariedad y abandono institucional sin que se haya tenido en cuenta que nunca se les han reconocido sus derechos. Esos derechos que durante muchos años los medios comunitarios hemos reivindicado casi en solitario, sólo con el apoyo de quienes están tan comprometidos con el derecho a comunicar de la ciudadanía como nosotros lo estamos.

En las últimas fechas hemos visto como dos proyectos históricos, Radio Contrabanda en Barcelona y Radio Vallekas en Madrid, pasan por graves problemas a consecuencia de largas décadas de precariedad y abandono institucional
Pero tenemos esperanza. De no tenerla, no habríamos llegado hasta aquí. Tenemos esperanza porque al fin se habla de pluralidad y libertad de expresión. No estaría de más que se incluyesen en el lote los derechos del público a recibir información veraz y respetuosa con la dignidad humana, porque a veces se olvidan, y eso no es bueno.

Tenemos esperanza porque tras años de silencio, existe un diálogo sincero con la administración del Estado, que esperemos pueda dar frutos muy pronto. Tenemos esperanza porque tenemos razón y razones, porque hemos aprendido a existir contra todo pronóstico y porque somos una solución y no un problema.

Pero sobre todo, tenemos esperanza porque las comunidades a las que servimos y ante las que somos responsables, siguen ahí, manteniéndonos con vida cada día. ¿Cómo podríamos no tener esperanza?

Cuando más se está hablando de medios y poder económico los medios comunitarios siguen siendo los más olvidados en la ecuación. Incluidos en la ley Audiovisual de 2010, todavía esperan desarrollo del reglamento y reparto de frecuencias.

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