La muerte de Gerda Taro y los hijos de la libertad

El gesto altruista que protagonizaron 60.000 brigadistas internacionales en la guerra civil es hoy recordado por quienes fueron concebidos entre las bombas.

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Raúl Moreno Fernando Plaza partió hacia Albacete para alistarse como voluntario en el batallón Garibaldi de las Brigadas Internacionales.Tenía solo 17 años años. En la foto, el joven soldado Fernando, y cómo fue envejecido en su pueblo natal.
13 oct 2020 04:51

“Aníbal, te has cargado a la francesa”

El ejercito republicano se batía en retirada, todos huían del asedio de las tropas nacionales y de los bombardeos de la Legión Cóndor. Entre el polvo y la humareda; gritos, miedo, rabia y dolor. Brunete era lo más parecido al infierno aquella calurosa tarde del 25 de julio del 1937. Fernando Plaza, un joven miliciano que iba en un carro armado cubriendo la retirada, vio desde la escotilla como ocurrió todo. La fotógrafa Gerda Taro cayó de la estribera del jeep del General Walter, en el que huía a regañadientes de ese maldito lugar.

Fernando la vio tambalearse por la carretera hasta protegerse en el ribazo. De repente, un tanque de construcción rusa T-26 del ejercito republicano conducido por su amigo y paisano Aníbal González, irrumpía en la carretera desde campo abierto, pasando sus cadenas justo por el ribazo y Gerda Taro. Fernando hizo señas a Aníbal en un intento inútil de advertencia. Su vientre había sido aplastado por el pesado hierro, pero no murió inmediatamente. Mientras preguntaba por su cámara de fotos, Gerda fue evacuada al hospital ubicado en El Escorial. No se pudo hacer nada por su vida y murió al día siguiente, pocos días antes de cumplir 27 años de edad.

Cuando las tropas republicanas se reagruparon de nuevo, Fernando Plaza le dijo a su amigo: “Aníbal, ¡te has cargado a la francesa!”. Aníbal le confesó que él no había dado cuenta en medio de tanto caos. Permanecieron en silencio, nunca contaron nada acerca de esta historia, tal vez por miedo a un castigo o, simplemente, porque fue una muerte entre tantas en aquella terrible retirada.

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Villanueva De La Cañada, Madrid, el lugar donde ocurrió el accidente que mató a la fotógrafa Gerda Taro en julio de 1937. Raúl Moreno

Su verdadero nombre era Gerta Pohorylle, nació en Stuttgart, Alemania, el 1 de agosto de 1910. En el seno de una familia judía, burguesa y polaca. Desde muy joven se involucró en movimientos obreros de tendencia socialista y tras el alzamiento del partido Nazi en Alemania, se vio obligada a huir. Decidió ir a París, junto a una amiga. Al poco tiempo de llegar a la ciudad de la luz, conoció a Endre Friedmann, quien se convertiría en su pareja sentimental y profesional. Crearon el seudónimo Robert Capa, asegurando que era un rico y famoso fotógrafo americano, para así lograr vender sus reportajes a precios más elevados. Una treta que, parece ser, inventó la propia Gerda.

A principios de 1937, Gerda llegó a España para cubrir el conflicto armado. Era una de las primeras fotoperiodistas de guerra y estaba realizando un trabajo excelente e innovador, pero la mala suerte quiso que Gerda se cruzara en el camino del tanque de Aníbal aquella tarde de verano. Así se apagó la vida de una mujer valiente y libre, que llegó a España con sus ideales y sus cámaras de fotos para combatir al fascismo.

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Bota recuperada que perteneció a un soldado republicano, cerca del pueblo de Brunete. Raúl Moreno

La idea original de la creación de las Brigadas Internacionales se presentó en Moscú en septiembre de 1936. Fueron unidades militares de voluntarios llegados a España desde más de 50 países. Hombres y mujeres con ideales, fueron a luchar a la Guerra Civil Española del lado del ejercito de la Segunda República. Lo dejaron todo; sus casas, sus familias y sus vidas. Estaban convencidos de que si el fascismo ganaba la guerra en España, después, invadiría el resto de Europa. No se equivocaron.

En Francia, había un centro de reclutamiento donde los recibían llegados en su mayoría desde sedes de partidos comunistas de todo el mundo. Desde aquí, el partido comunista francés reclutaba a los voluntarios para enviarlos a Barcelona, y desde allí a Albacete, donde se instaló el Cuartel General de las Brigadas Internacionales. Los primeros voluntarios llegaron a la ciudad el 14 de octubre de 1936. Eran recibidos y entrenados rápidamente para combatir. Según datos manejados por estudios realizados en Estados Unidos por los amigos de la Brigada Lincoln, y por el historiador Andreu Castell, llegaron a participar en el conflicto 59.380 brigadistas extranjeros, de los cuales, murieron más de 15.000.

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El campo donde se libró la batalla de Brunete. En este punto, el general Walter instaló el campamento avanzado y ordenó a Gerda que huyera inmediatamente. Raúl Moreno

Pero no todo era horror y guerra, también había tiempo para el ocio y el amor. Muchos fueron los brigadistas que se enamoraron de chicas españolas, incluso llegaron al matrimonio. Algunos hijos frutos de estas relaciones viven en Albacete o pueblos cercanos. Lo triste en esta historia de perdedores es que en la mayoría de los casos lo poco que saben de sus padres extranjeros es a través de unas pocas fotos, algunas cartas, o en el mejor de los casos, de algún vago recuerdo.

Aníbal González y Fernando Plaza, los milicianos del tanque

Cenizate es un pequeño pueblo situado al norte de la provincia de Albacete, en una zona conocida como La Manchuela. Es aquí donde nacieron los protagonistas de esta historia; Aníbal y Fernando. Juntos combatieron durante toda la guerra al lado de los brigadistas Internacionales.

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Juana, hija de Fernando Plaza, sostiene una imagen en la que se ve a Anibal.Gónzalez (izquierda), y un brigadista desconocido (derecha) sentado en el tanque T-26. Raúl Moreno

De Aníbal se sabe poco, al acabar la guerra, no pudo volver a su pueblo natal, y se trasladó a Utiel, Valencia, donde pasó el resto de sus días. En cambio, Fernando Plaza sí regresó y vivió allí hasta el final de sus días, pero antes de morir, en 2004, le contó a su sobrino Fernando Cambronero y a su hija Juana la desconocida historia de la muerte de Gerda Taro. Una historia que había sido callada durante demasiado tiempo.

Fernando Plaza se marchó a Albacete, donde se alistó como voluntario en el batallón Garibaldi de las Brigadas Internacionales, junto a italianos, argentinos y españoles. Tenía solamente diecisiete años, pertenecía a la denominada Quinta del Biberón, un grupo del ejercito republicano formados por menores de 18 años. Rápidamente lo enviaron a Murcia para hacer un cursillo acelerado de pilotaje de tanques, seguidamente lo enviaron al frente, a la batalla del Jarama. Contaba que aquel día subieron una colina, cerca de donde se encuentra hoy la carretera A3. De repente, se encontraron con los tanques del bando sublevado y… “Pim-bam, apunta, dispara, apunta, dispara, y que no te den”, le contó a su sobrino.

Dice Juana que a su padre no le gustaba mucho hablar de la guerra, vivió muchas cosas desagradables como para querer recordarlas. Un día, en televisión, pusieron un reportaje sobre un capitulo bélico acontecido en la Guerra Civil que Fernando vivió personalmente. Este reportaje contaba como unos soldados Italianos, enviados por Mussolini para ayudar a Franco en su guerra, se camuflaron de gris para así cruzar durante la noche una carretera custodiada por los republicanos. Fernando y sus compañeros los descubrieron, dispararon a discreción, murieron todos ellos. Cuando se acercaron a ver quienes eran, se dieron cuentan de que eran soldados muy jóvenes. A Fernando le dio angustia recordar aquello, le dijo a Juana que, tristemente, nunca podría olvidarlo. Aquello pasó, pero las heridas físicas y mentales nunca se borraron.

Hoy, Juana tiene 69 años, ha sido contable y maestra vidriera. Antes de jubilarse, regentó un albergue de turismo rural. Recuerda a su padre con orgullo, por todo aquello de lo que formó parte. Cuenta una frase que decía: “Si eres bueno, eres bueno. Da igual de que bando e ideología política seas”.

Anastasia Tsakos, hija de la represióN

Anastasia nació el 26 de agosto de 1938 en Bayeux, Francia, en un campo de concentración después de que hicieran prisioneros a sus padres. Él, de nombre Jorge (Atenas, 1901) y de origen griego, llegó a España en un barco procedente de Estados Unidos en octubre de 1936. Pertenecía al batallón Lincoln, un grupo mixto compuesto por voluntarios de diferentes nacionalidades. Su madre, Llanos (Albacete 1906), pertenecía a una familia de derechas acomodada. Su padre poseía algunas tierras y una zapatería, un pequeño negocio familiar ubicado en la calle Mayor de Albacete. La tienda tenía una gran vidriera por la cual Jorge veía a Llanos. Él iba a menudo a comprar calzado que luego regalaba a niños o necesitados que veía por la calle. El propósito de tanta compra era verla.

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Anastasia ha hecho todo lo posible para encontrar y conocer el paradero de su padre. A sus 82 años, todavía está buscando pistas que le ayuden a comprender cómo vivió Tskos. Raúl Moreno

Comenta Anastasia, que su tía le decía que su padre era una persona buena y generosa, un tipo inteligente y políglota que no dudaba en ayudar a todo aquel necesitado que encontraba. Pronto consiguió una cita con Llanos. Paseaban por aquel Albacete en guerra, aquella pequeña Torre de Babel manchega repleta de internacionales y edificios de estilo modernista. Se casaron el 12 de noviembre de 1937 sin el apoyo de la familia de Llanos. Su padre no lo consintió y no dejó que nadie de la familia acudiera a la boda. Fue una etapa difícil debido al rechazo que recibió Tsakos por sus ideales, pero, a pesar de ello, iniciaron una vida juntos en un piso de la calle Salamanca.

La guerra avanzaba, y las tropas de Franco también. Jorge fue enviado a la batalla del Jarama en Madrid, donde fue alcanzado por una bala que le dejó un brazo prácticamente inservible. En octubre de 1938 todos los brigadistas tuvieron que abandonar España. Taskos tenía que irse, y Llanos se fue con él. Ya no eran dos, en el vientre de Llanos crecía Anastasia. Cruzaron la frontera a Francia y fueron detenidos y llevados al campo de concentración de Bayeux.

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Anastasia Tskos sentada al lado de dos tazas de café que guarda. Pertenecieron a sus padres. También conserva la única foto familiar tomada en el campo de concentración francés donde nació. Raúl Moreno

La victoria de Franco era un hecho y fue entonces cuando decidieron coger un barco que les llevara a Estados Unidos para empezar una nueva vida los tres juntos. Llanos había olvidado el pasaporte en su apresurada marcha de Albacete, le dijo a Jorge que iría a por los papeles y regresaría a su lado antes que Franco cerrara la frontera. Era un viaje arriesgado, pero merecía la pena intentarlo. Efectivamente, las fronteras fueron cerradas inmediatamente, y con ellas, toda posibilidad de reencuentro. Esa fue la última vez que se vieron. La situación en su casa era difícil, había mucho dolor en la familia; era la hija mayor, la hija que se había ido y que volvió con una niña, la hija que vieron enfermar día a día.

Llanos ya nunca recuperó su sonrisa y murió con 30 años. Anastasia fue criada y educada por su tía. Estudió magisterio y más adelante, psicología clínica en Palma de Mallorca y Barcelona.

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Un abanico firmado por oficiales y soldados de la XV Brigada Lincoln en la localidad de Tarazona de la Mancha, Albacete. Raúl Moreno

Anastasia hace su vida en Albacete y a sus ochenta y dos años, es miembro de la Comisión Ejecutiva Provincial del Partido Socialista Obrero Español y secretaria de Memoria Histórica. Conserva algunas cartas que le envió su padre en los siguientes años, cartas llenas de amor y, a pesar de todo, vacías de rencor pese a que la familia de Llanos nunca le vio con buenos ojos. Otra cosa que conserva son dos pequeñas tazas en la que sus padres bebían café en su exilio en Francia.

“Mi padre me ha marcado positivamente, yo siempre he querido ser como él. Sin duda, sé que hay algo de mi padre dentro de mi”, dice Anastasia emocionada.

Josefa Vandensszhs, la 'petite' del capitán belga.

Josefa es de Mahora, un pueblo cercano a Albacete que albergó a distintos batallones de las Brigadas Internacionales. Es hija de un capitán llamado José Vandensszhs, un belga que llegó a España en 1936 para combatir el fascismo.

Al poco de llegar a Mahora, José conoció a Pascuala, una joven de 22 años. No tardaron en casarse por el juzgado, y al año, el 11 de marzo de 1938, nació 'la petite', como llamaba el capitán a Josefa. Convivían en casa de los padres de Pascuala. Él, aparte de sus labores como militar, trabajaba las tierras de la familia. Cuenta Josefa un capítulo que protagonizó su padre. Un día, José y Pascuala iban camino del cine del pueblo y, al pasar por la puerta del bar, José escucho gritos de discusión. Eran dos brigadistas que peleaban. Uno de ellos saco un cuchillo para agredir al otro. En ese momento, José desenfundó su arma y le disparó, acabando con su vida. Fue detenido y llevado a la prisión de militar de Albacete, donde permaneció cinco meses recluido. Después de un juicio, fue puesto en libertad sin cargos. Otra versión cuenta que aquel disparo se produjo por los celos, pero eso está por demostrar.

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Josefa es hija del capitán José Vandensezhs, un belga que llegó a España en 1936. Josefa no recuerda a su padre, pero sabe que fue un hombre con ideales. Muchos de los hijos de los brigadistas internacionales quedaron huérfanos de padre; pocos tienen recuerdos sólidos de ellos. Raúl Moreno

Llegó el momento de la retirada de las tropas internacionales. En octubre de 1938 el capitán Vandensszhs tenía que dejar España. Pascuala quiso ir con él, pero un dolor en sus senos se lo impidió. Con el tiempo, Pascuala le dijo a Josefa resignada: “En aquella época era diferente, ir a Bélgica no era como ahora. Estaba en el mismo lugar, pero era como subir una montaña”. Así se separaron para siempre y, 'la petite' fue criada por su madre y su tía en el pueblo.

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El capitán belga Vandensezhs. Raúl Moreno

Poco tiempo después, Pascuala rehízo su vida y tuvo CINCO hijos más. Con los años, y siendo Josefa ya mayor, pidió a Bélgica una partida de nacimiento de su padre, es ahí donde descubrió que el capitán había muerto en 1945. También supo que estaba separado y tenía un hijo llamado Pedro, al que consiguió localizar, pero ya era tarde, Pedro acababa de morir. Josefa no tiene recuerdos de su padre, pero sabe con certeza que fue un gran hombre y que el tiempo que pasó junto a su madre, fue feliz.

La bandera del niño Juan

Juan Ayuso nació en el año 1926 en Madrigueras, un pueblo de tradición comunista de la provincia de Albacete. Por aquel entonces, su tío era el presidente de Izquierda Republicana en el pueblo y una gran bandera colgaba en el balcón de la sede del partido. Los primeros brigadistas en llegar a Madrigueras fueron los italianos del XII batallón, el denominado Garibaldi, comandado por Randolfo Pacciardi, que se alojaba en casa de Ayuso. El ambiente político que se respiraba en casa era intenso, y eso lo respiró profundamente desde niño Juan. Recuerda con emoción que, en febrero de 1936, con diez años, su tío lo llevó al famoso mitin que ofreció en el Teatro Circo de Albacete el Presidente de la II República, Manuel Azaña.

Era el juguete de los brigadistas, dice Juan: “Me llevaban a hombros al campo de tiro, a todas partes, y eso, a mí me gustaba”. Su recuerdo de ellos es muy bueno, los recuerda muy educados y respetuosos con las gentes del pueblo. “En 2016 vino a verme la actriz irlandesa Fionia Flanagan, su padre había estado en Madrigueras como brigadista y ella quería saber cosas sobre él. Lloramos juntos cuando le dije que, posiblemente, su padre fue uno de los que me llevó en hombros en aquellos días de guerra”.

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Juan Ayuso era un niño en 1937 pero recuerda todo con pasión y claridad. Después de que Franco ganara la guerra, Ayuso mantuvo la bandera de Izquierda Republicana. Su vida y la vida de su familia estuvieron en peligro por este acto. Hoy la exhibe con orgullo. Raúl Moreno

Pero la guerra terminó, y ganaron los del otro bando. Ya no colgaba la bandera del balcón y nadie estaba dispuesto a guardarla por miedo a represalias. La bandera terminó en casa de los Ayuso, donde fue guardada. Un día, la guardia civil fue a requisarla, sabían que se encontraba en esa casa. El niño Juan tuvo el valor y la habilidad de meterla dentro de un cesto de la vendimia y tirarla por la ventana del granero. Así consiguió salvar la bandera, y lo más importante, a su familia. Ahora Juan tiene 93 años, fue candidato al parlamento por el PSOE. Su pasión por lo vivido en aquella época no cesará jamás.

Di Vittorio, la voz de los italianos

A España fueron muchas y variadas las personas extranjeras que acudieron a luchar. Algunos incluso ya combatían en sus países de origen, como Giuseppe Di Vittorio (Cerignola, 1892 - Roma, 1957), un sindicalista y político comunista que ya, en los años 20, luchaba por los derechos de los trabajadores en Italia. Su historia, bien conocida por los italianos, es larga y apasionante.

Su nieta, Silvia Berti, como no podía ser de otro modo, nace un 1 de mayo de 1954, en Roma y es profesora de historia moderna en La Sapienza. Ella vivió pocos años junto a su abuelo, pero es buena conocedora de todo aquello de lo que Di Vittorio fue participe.

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Hotel Regina, edificio en la ciudad de Albacete que durante la Guerra Civil española fue alojamiento para voluntarios internacionales. Raúl Moreno

Desde muy joven, Di Vittorio formaba parte de la organización local de jóvenes socialistas. En 1921 se une al Partido Comunista Italiano (PCI), fue activista antifascista y en 1924 fue elegido como diputado. El ascenso del fascismo lo convirtió en un enemigo del régimen de Benito Mussolinoi. Fue condenado a 12 años de prisión pero logró huir a París. En 1928, marchó a Moscú con su familia, donde era el representante de Italia de la Internacional Campesina. Escribía artículos en L'humanité y en periódicos italianos clandestinos. “Él ya era adorado por los campesinos italianos antes de ir a la Guerra Civil Española”, Comenta Berti.

En 1936 su esposa ya había fallecido y, tras el estallido de la guerra, decide ir a España a luchar del lado de la República. Nicoletti, que así es como era conocido en España, fue uno de los responsables del comité de organización de las Brigadas Internacionales en Albacete y comisario político de la XI Brigada.

Desde octubre de 1936 a febrero de 1937 estuvo en diversos frentes de batalla y ejerció el que fuera su mejor don sobre las Brigadas: actividades de agitación y propaganda. La España que Di Vittorio dejaba atrás era un país inmerso en una cruenta guerra civil. No obstante, sus esfuerzos por la defensa de la República fueron de gran ayuda. Regresa a París y pronto comienza a dirigir el diario La voce degli italiani. Durante la ocupación de los nazis, fue detenido y entregado en custodia a la policía fascista italiana. En 1943 fue puesto en libertad por los partisanos y seguidamente se unió a la resistencia antifascista.

Di Vittorio fue un hombre influyente durante su periodo en España y uno de los lideres sindicales mas influyentes en la historia del movimiento obrero italiano, liderando la Confederazione Italiana dei Lavoratori Generar (CGIL) y uno de los padres de la Constitución de la República italiana de1947.

Son muchas las anécdotas que cuenta Silvia sobre un hombre que nunca se alejó del lado del pueblo.

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Un casco del ejército republicano encontrado en un campo de batalla. Un agujero ayuda a adivinar el destino del soldado que lo llevaba. Raúl Moreno

Han pasado ochenta años de la despedida de las Brigadas Internacionales en Barcelona y de aquel apasionado discurso que en octubre de 1938 Dolores Ibárruri (La Pasionaria), les dedicó. Fue un adiós doloroso y necesario que resonó en el corazón de los brigadistas el resto de sus vidas.

“Comunistas, socialistas, anarquistas, republicanos, hombres de distinto color, de ideología diferente, de religiones antagónicas, pero amando todos ellos profundamente la libertad y la justicia, vinieron a ofrecerse a nosotros, incondicionalmente.

Nos lo daban todo, su juventud o su madurez; su ciencia o su experiencia; su sangre y su vida; sus esperanzas y sus anhelos... Y nada nos pedían. Es decir, sí: querían un puesto en la lucha, anhelaban el honor de morir por nosotros.

¡Banderas de España!... ¡Saludad a tantos héroes, inclinaos ante tantos mártires!

*Fragmento del discurso de la Pasionaria

Los hijos de la libertad fueron concebidos en mitad de la guerra y crecieron entre las bombas. Hoy recuerdan el gesto de altruismo y amor del que sus padres fueron participes. Un acto de amor por la libertad de un país, y por la suya propia.

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