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México
La “cuarta transformación” de México: del desmadre que se va al desmadre que viene
Altas expectativas frente a años de violencia, pobreza, corrupción y captura del Estado mexicano por intereses patrimoniales y empresariales marcaron la toma de posesión de AMLO (Andrés Manuel López Obrador) como presidente de la república mexicana. Según AMLO el nuevo sexenio estará marcado por el combate contra la corrupción y la impunidad por la separación entre el poder político y económico.
Entusiasmo popular, música, proclamas de cambio, aplausos, y actos simbólicos como la apertura de la residencia oficial de los Pinos a los ciudadanos, la venta del avión presidencial o la entrega del bastón de mando por parte de pueblos indígenas al presidente entrante, fueron este sábado 1 de diciembre algunos de los cambios de estilo que imprimió Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en su toma de posesión, seis meses después de su victoria en la elecciones. En ellas, como candidato de la coalición Juntos Haremos Historia (Morena, Partido del Trabajo y Partido del Encuentro Social), había obtenido una mayoría aplastante el 1 de julio: un 53,2% de los votantes frente a los 22,49% que tuvo Ricardo Anaya, del Partido de Acción Nacional (PAN), y los 16,41% del históricamente enquistado Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Con la legitimidad y la fuerza que le daba el respaldo electoral, AMLO anunció en el Zócalo: “No les fallaré… y me someteré a la revocación del mandato, porque el Pueblo pone y el Pueblo quita”La necesidad y la ilusión por el cambio frente a la violencia, la impunidad, la corrupción y los precarios salarios (88,36 pesos de salario mínimo, unos 4 euros, al día) era y es mucha. Además, AMLO representa también la perseverancia y el proyecto de nación robado en el fraude electoral de 2006 y en las elecciones de 2012, sembradas de campañas con dinero del narco y votos comprados. Con la legitimidad y la fuerza que le daba el respaldo electoral, AMLO anunció en el Zócalo: “No les fallaré… y me someteré a la revocación del mandato, porque el Pueblo pone y el Pueblo quita”.
Enfatizaba así, lo que ya ha sido, incluso antes de su entrada formal como presidente, un mecanismo de legitimación y presión mediática: las consultas ciudadanas sobre temas considerados de interés público, como fue la consulta sobre el aeropuerto internacional de la Ciudad de México en el lago de Texcoco o la consulta sobre políticas sociales y planes de desarrollo el pasado 24 de noviembre.
Las propuestas de cambio y las líneas de continuidad
En medio de vitores y banderas, parejas de jóvenes, colectivos que llegaron en autobuses desde los Estados, mujeres indígenas, grupos sindicales, bandas de amigos, familias llenas de escuincles (niños pequeños) y mucha gente grande, empezaban a poblar el Zócalo de la Ciudad de México. Mientras tanto el nuevo presidente tomaba protesta en el Congreso: “Hoy no solo inicia un nuevo gobierno, hoy comienza un cambio de régimen político. A partir de ahora se llevará una transformación pacífica y ordenada pero al mismo tiempo pacífica y radical porque se acabará con la corrupción y la impunidad que impiden el renacimiento de México”, sostenía, poco antes de anunciar algunos de los programas de redistribución del ingreso que ya había enunciado en sus planes para México: la cancelación de la mal llamada reforma educativa; la creación de una institución nacional para la atención de los pueblos indígenas; la promoción de un programa de atención médica y medicamentos gratuitos en las zonas marginadas del país; el aumento al salario mínimo; la contratación de 2,3 millones de jóvenes para trabajar como aprendices en talleres y comercios; diez millones de becas a estudiantes en todos los niveles; la creación de 100 universidades publicas; el aumento de las pensiones a adultos mayores y a personas con discapacidad, créditos a la palabra a agricultores, ganaderos, pescadores y productores; canasta de alimentos básicos para combatir la desnutrición; la prohibición del fracking y de los transgénicos, y la reactivación de la industria eléctrica y la industria petrolera, que fuera la principal fuente de ingresos del país, y que en la actualidad se encuentra en declive tras la contra-reforma energética neoliberal que, según el tabasqueño, sólo atrajo el 0,7% de la inversión prometida e hizo desplomarse la producción, de tres millones a 1.763.000 barriles diarios, haciendo subir los precios de gasolinas, diesel y gas.Asimismo, en su toma de posesión AMLO relacionó las privatizaciones neoliberales con la corrupción y con el saqueo de los bienes del pueblo y la riqueza nacionalAsimismo, en su toma de posesión AMLO relacionó las privatizaciones neoliberales con la corrupción y con el saqueo de los bienes del pueblo y la riqueza nacional. Además, destacó el fracaso de las mismas y los paralelismo con el pasado. “Los 36 años de políticas neoliberales implicaron la privatizaron tierras ejidales, bosques, playas, ferrocarriles, minas, industria eléctrica o petróleo [transfiriendo], como en el Porfiriato, los bienes públicos a manos extranjeras… El saldo de esta política ha sido la pérdida de soberanía alimentaria (“De México es originario el maíz y somos la nación que más maíz importa en el mundo”), pérdida de soberanía energética, deterioro de la salud (duplicación de casos de diabetes), deterioro del salario mínimo de más del 60%, aumento de la deuda pública externa y caída en los reportes de corrupción de Transparencia Internacional al puesto 135 de 176. Es necesario un cambio de rumbo.
Los sentimientos y opiniones ante este cambio de rumbo son encontrados. Entre las promesas y las expectativas de cambio algunos afirman que los del “pueblo organizado ya tomamos Estado” como decía el historiador Armando Bartra en un seminario reciente o, como proclamaba, Paco Ignacio Taibo, nuevo director del Fondo de Cultura Económica con su polémico “se la metimos doblada, camarada” que se movió por redes sociales.
Otros observan con lupa algunas de las propuestas y alertan sobre líneas de continuidad de la transición. Entre ellas están la propuesta de reformar 13 artículos de la Constitución para crear una Guardia Nacional, que permita a la Policía Militar (Ejército) y a la Policía Naval (Marina) participar legalmente en asuntos de seguridad pública; la construcción de un macro-proyecto turístico en Yucatán (El Tren Maya); la plantación de un millón de hectáreas de arboles frutales y maderables en Yucatán; la creación de una zona franca en los más de 3.000 kilómetros de frontera con Estados Unidos; la construcción de un corredor transístmico en el Istmo de Tehuantepec para conectar las economías asiáticas con la costa este de Estados Unidos; el nombramiento de un consejo asesor empresarial, formado por empresarios del sector financiero y televisivo (de Salinas Pliego, de Banco Azteca, TV Azteca y Elektra, a Bernárdo Gómez, Copresidente Ejecutivo de Grupo Televisa) o las políticas de punto final que garantizan de impunidad a gobernantes del pasado, algo que obtuvo incluso la respuesta renuente de diputados conservadores del PAN en el Congreso que, durante la toma de posesión, secundó con pañuelos blancos el conteo colectivo de lo que suele ser una proclama popular.
1 ,2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 26, 27, 28, 29, 30, 31, 32, 33, 34, 35, 36, 37, 38, 39, 40, 41, 42, 43, ¡Justicia!
Tras esta exigencia, López Obrador reafirmó su compromiso de crear una Comisión de la Verdad independiente para el Caso Ayotzinapa, y explicó sus razones para otorgar el “perdón y la indulgencia” en otros casos. “Si abrimos expedientes deberíamos empezar por los de mero arriba, tanto del sector público como privado, no habría juzgados ni cárceles suficientes y meteríamos al país en una dinámica de fractura, conflicto y confrontación, nos ocuparía tiempo y recursos que necesitamos para la construcción de una nueva patria, la reactivación económica y la pacificación del país. Pongamos punto final esta horrible historia y empecemos de nuevo”, señaló, reafirmando una política que ha valido el reclamo de colectivos de familiares de víctimas de desaparición forzada, tortura y ejecuciones extrajudiciales, que no pueden “perdonar y no más”.
Como parte de ese punto final y renacimiento está también la creación de la Guardia Nacional, dirigida por miembros del Ejército, una institución que para el nuevo presidente “no forma parte de la oligarquía, posee disciplina y espíritu de cuerpo, ha mantenido espíritu nacionalista y nunca ha estado subordinadas a ninguna entidad extranjera”. Tanto historiadores conocedores de los archivos de la represión como defensores de derechos humanos y colectivos como #seguridadsinguerra destacan que si bien los desafíos en materia de violencia relacionada la delincuencia organizada, esta visión militarista obvia el papel del Ejército mexicano en la historia reciente: la formación de cuadros militares mexicanos en la Escuela de las Américas, la represión militar sistemática de la llamada Guerra Sucia (años 60-70), múltiples casos contemporáneos de violencia contra la población civil, como los casos de de Tlatlaya, Apatzingán y Tanhuato; las violaciones de derechos humanos en Guerrero a manos de militares juzgadas en la Corte Interamericana, su probable participación (por acción o por omisión) en la desaparición de los estudiantes de la normal rural Ayotzinapa o recomendaciones emitidas por la propia Comisión Nacional de Derechos Humanos, que “de las 201 recomendaciones formuladas por violaciones graves a derechos humanos entre el 2006 y el 2017, 68.66% reconocen a las fuerzas armadas como autoridad responsable”.
En el Zócalo: Fayuca, AMLOfest y los 100 puntos de gobierno
Y mientras terminaba el acto en el Congreso y el nuevo gobierno se iba a comer con los representantes diplomáticos de países asistentes —de Evo Morales y Nicolás Maduro a Ivanka Trump, Iván Duque, el hondureño Juan Orlando Alvarado y Felipe VI—, sombreros de paja, gorras de tela, rebozos, globos, pañuelos, banderas, dulces, pósteres del Ché, de Pancho Villa y de Emiliano Zapata, imanes de Frida Kalho, caretas y peluches, eran algunas de la fayucas de los comerciantes ambulantes en el Zócalo. Serigrafías con la cara de AMLO en camisetas, monederos, tazas y llaveros, complementaban la imagen oficial del nuevo Gobierno: José María Morelos y Pavón, Miguel Hidalgo y Costilla, Benito Juárez, Francisco I. Madero y Lázaro Cárdenas, en alusión a las tres grandes transformaciones de México, según la historia nacional: la Independencia, la reforma secular de Juárez y la Revolución de 1910.Cual rey medieval con poderes taumatúrgicos —la multitud lo quería tocar o fotografiarse con él— AMLO entró alrededor de las 17:00h en el Zócalo, normalmente habilitado para eventos culturales: Roger Waters, Maldita Vecindad, Soda Estéreo o, recientemente, Los Pixies han tocado allí. Olor a copal (incienso) y música (#AMLOfest) rodearon su discurso de más de dos horas en el que formuló 100 propuestas de gobierno, a veces seguidas de un “y me explico”, como cuando explicó la pérdida del 60-75% de capacidad adquisitiva “Hace 25 años, con el salario mínimo se podía comprar 55 kg de tortilla, ahora sólo alcanza para 5 kg”. Entre la multitud apenas se sentía el frío y la noche cayendo y tanto viejos como niños coreaban de vez en cuando un “Sí se pudo”, surtido de “Ays chinga”, “Que le damos, que le damos”, “Si te esperamos 12 años aguantaremos a que termines”.
¿Qué de donde sacará dinero para todas estas promesas? Del combate a la corrupción, afirmó, porque no subirá ningún impuesto
Las propuestas más aplaudidas fueron la prohibición de funcionarios públicos de estacionarse en zonas prohibidas; la promesa de que todos los ciudadanos serán tratados con respeto en oficinas públicas; la abolición de los fueros y los privilegios; un gobierno del pueblo y para el pueblo, en el que todos tendrán trabajo e ingresos; el castigo de actos de corrupción como una pena grave sin fianza; el fin de fraudes electorales (“Nadie va a traficar con la pobreza de la gente. Se acaba el reparto de despensas, de frijol con gorgojo”), el fin de la pensión a expresidentes, la promesa de no privatizar el agua, la construcción de un aeropuerto en Santa Lucía y no en Texcoco, donde había sido previsto inicialmente por consorcios transnacionales, la amnistía a presos por su lucha social, la investigación de Ayotzinapa y la no persecución de periodistas como Carmen Aristegui por ejercer su derecho a la libertad de expresión o el apoyo a los migrantes mexicanos en Estados Unidos (unos 24 millones) a través de los consulados.
Con respecto a asuntos religiosos (otro tema controvertido en la campaña electoral en la medida en que AMLO pactó con un partido católico, conservador y antiabortista como el PES) anunció que, “como Ignacio Ramírez, el nigromante, me hinco donde se hinca el pueblo”) y que respetaría a religiosos y librepensadores. ¿Qué de donde sacará dinero para todas estas promesas? Del combate a la corrupción, afirmó, porque no subirá ningún impuesto.
Otros desmadres y desafíos
Algunas de estas promesas ya son hechos, al menos en la ley. Contra lo que suele ser habitual, en los seis meses de transición, en el Congreso se empezaron a firmar una serie de leyes, como la aprobación de un límite salarial a altos funcionarios de gobierno. Otras son inciertas: en un inicio se anunció la cancelación, previo plebiscito popular del 25 de octubre, de las obras para el Nuevo Aeropuerto Internacional de Ciudad de México (NAICM) en el lago de Texcoco, cuya repulsa por parte de ejidatarios se remonta a los años de lucha de Salvador Atenco. Esta cancelación, junto con el anuncio de la subida de las comisiones bancarias generó, caídas en la Bolsa mexicana de Valores, zarandeada por actores influyentes del sector financiero transnacional, vinculados, según señala el economista John Saxe, a Estados Unidos. Tras la toma de posesión la decisión sobre la no-construcción del Aeropuerto en Texcoco fue alterada: se continuarán las obras hasta que se resuelvan controversias financieras.Las dificultades para este proyecto político que puedan plantearse se encuentran también en un contexto regional y mundial adverso. Tal y como señala el historiador venezolano Miguel Tinker, en el seminario “La transformación histórica del régimen mexicano en el contexto global”, organizado en la Universidad Autónoma Nacional, si bien a principios del S.XXI soplaba un viento de esperanza y se sentía una ola de cambio en América Latina, con los gobiernos de Mujica, Lula, Evo, Correa, Fernando Lugo, Chávez, Bachelet y Kirscher, en las presidencias de Uruguay, Brasil, Bolivia, Ecuador, Paraguay, Venezuela, Chile y Argentina, en la actualidad las fuerzas retrogradas del continente, (en algunos casos fascistas), que nunca se fueron, han remontado. Las razones hay que buscarlas, entre otras cosas, en la decepción, los personalismos y la corrupción de los proyectos de izquierda. Por ejemplo, en Brasil, señala Tinker “Un gran porcentaje de las personas que votaron en octubre por Bolsonaro habían votado antes por Lula y Dilma. Es decir, previamente habían dado un voto de confianza al cambio y éste fue frustrado”.
Para René Ramírez Gallegos, quien fuera Secretario de Educación Superior Ciencia y Tecnología e Innovación de Ecuador durante el gobierno de Rafael Correa, además de cambiar las políticas económicas, fiscales y redistribuir los ingresos, el desafío de un gobierno de izquierda, como el de AMLO, es la construcción de una subjetividad contra-hegemónica. “No puede haber un cambio en la matriz productiva si no hay un cambio en la matriz cognitiva, porque sino puede suceder lo que sucedió lo que sucedió en América Latina” – señaló, haciendo referencia a la paradoja del bienestar objetivo y el malestar subjetivo, según la cual la distribución y mejora del ingreso popular bajo gobiernos de izquierda, produjo un aburguesamiento e hizo aflorar la idea individualistas de que las clases populares llegaron a ser clase media gracias a sí mismas. Por ello, frente a la construcción de una patria de consumidores, es necesario construir una de ciudadanos.
Por último, las prisas por el cambio del nuevo gobierno pueden llevar a generar malos diagnósticos. Así lo alertan los métodos empleados para elaborar el Censo, realizado sin recursos y tan sólo en mes y medio. En las zonas más remotas del país, cuya dificultad de acceso (puede tardarse 4 horas en recorrer 30 kilómetros una brecha de tierra) a los encuestadores les fue imposible cumplir con todas las familias asignadas para identificar necesidades de adultos mayores, jóvenes o personas en pobreza extrema. Para el politólogo Neil Harvey, autor de The Chiapas Rebellion, es necesario no olvidar la tensión entre el modelo económico dominante y las organizaciones sociales y campesinas de base que llevan más de 30 años en lucha contra el despojo. También es necesario recordar la historia y las revoluciones interrumpidas: cómo, aunque hubo participación de pueblos indígenas en la guerra de la Independencia, la Reforma Liberal de Juárez y la Revolución Mexicana, los pueblos indígenas no fueron necesariamente beneficiadas ni participaron activamente en las estructuras republicanas resultantes de estas luchas. “Esperamos —apuntó— que la construcción de un nuevo orden político de la Cuarta Transformación de sentido verdaderamente a un nuevo régimen”.
En sentido similar, el EZLN había sacado un comunicado tras la victoria de AMLO en junio (Podrán cambiar el capataz pero el finquero sigue siendo el mismo) alertando sobre las lógicas de raigambre priista del gatopardismo político. Ante el auge de un gobierno de izquierdas, un escenario inédito en México, el Congreso Nacional Indígena (CNI) que había presentado su candidatura con Mary Chui se encuentra dividido. ¿Qué va a pasar con los movimientos sociales, indígenas y campesinos, autonomistas, de defensa de la tierra y el pluralismo jurídico? ¿Cuál será su nueva relación con el Estado? ¿De cooptación, de escucha, de confrontación y fuerza, de fragmentación y desarticulación, de pragmatismo, de crítica? Nuevos escenarios que sólo el tiempo, la pericia y honestidad de los distintos actores y las acciones irán esclareciendo.
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Lopez Obrador, sin duda alguna, representa una avance de las clases populares en pos de un nuevo gobierno que no se arrodilló ante multinacionales y latifundistas.
Muchas de las medidas que tiene como objetivo, las cuales son de carácter socialdemocrata, poseen el fin de mejorar sustantivamente las condiciones de vida, los derechos y la situación colectiva de obreros, campesinos e indígenas. Pero para ello, las transformaciones sociales tienen que ir acompañadas de una ruptura con el orden neoliberal, poniendo sendos muros que protegían al pueblo de las oligarquías y su corporativismo.
Claro está que Obrador no es un revolucionario socialista, pero si hace bien las cosas, puede ir generando los cambios sociales oportunos que permitan al pueblo construir una patria socialista y digna.
Por ello, ofrezco toda mi solidaridad de clase ante este hombre incorrupto y decidido a poner fin a la injusticia en su país!