Móviles
Secuestro intermitente de la mirada

Este mal común, este desasosiego social, esta sed de conectividad que nos somete a los móviles, podría conducirnos a un debate sobre la sociedad en la que vivimos

Sarah Babiker
19 ago 2018 06:35

La línea 6 del metro de Madrid no tiene cobertura entre Oporto y Príncipe Pío. Tampoco la línea 3 entre Legazpi y Almendrales. Son los puntos ciegos de mis rutinas. Y me asusta la precisión con la que sé dónde mi teléfono dejará de estar conectado, me alarma lo que ello implica: que siempre entro en esa parte del camino cotidiano con el teléfono en la mano, observo las barritas ascendentes desaparecer, devolviéndome a los límites físicos y temporales de un vagón de metro en el subsuelo de la ciudad, y siento una mezcla de ansiedad y liberación. Mi mirada sale al patio de la cárcel de la conectividad. Donde no sé cómo ni por qué lleva unos años recluida.

A pesar de tener una memoria deficiente, siempre me acuerdo de un breve relato de Cortázar. Se llama “Instrucciones para dar cuerda a un reloj”. Venía a contarte que, cuando te regalan un reloj, te regalan una prolongación de tu cuerpo que no es tu cuerpo, un aparato que modificará tu forma de caminar por la ciudad, que te exigirá alimento y atención, que acotará el tiempo y el espacio. Decía que, cuando te regalan un reloj, eres tú el regalado. Me negué toda la vida a tener relojes, pero acabé teniendo un smartphone. Me hubiese gustado que Cortázar llegara a conocer los smartphones. Le diría: “Mira Julio, te parece esclavo un relojito de cuerda, a ver cómo te las apañas con un iPhone”. Quién sabe lo que pudiese haber llegado a escribir Cortázar inspirado por una terminal móvil con cuatro redes sociales, notificaciones clamorosas, aplicaciones interminables, laberintos de hipervínculos, wassaps amistosos y telegrams políticos. Quién sabe si tamaña distracción le hubiese permitido escribir tanto.

Durante años me negué a comprarme un móvil, me aprendía los números de memoria, entregaba todas mis monedas (primero de 100 pesetas y luego euros enteros) a las cabinas de teléfono, y así con todo, tendía a quedarme colgada. Mi resistencia numantina se derivaba del autoconocimiento, era una medida preventiva frente a un triplete mortal: mi gusto por la satisfacción inmediata, mis dificultades para la autorregulación, y una tendencia a la procrastinación desmedida. La agencia de noticias para la que empecé a hacer unas prácticas no se conmovió ante mis esfuerzos por preservarme y me obligó a hacerme con mi primer móvil. Donde la publicidad prometía libertad, el mercado de trabajo exigía disponibilidad.

Aquel aparato emitía llamadas, recibía mensajes, me despertaba por las mañanas y tenía linternita. No era muy amenazante. Mirado con perspectiva, era perfecto en sus limitaciones, funcional y poco sexy. Leí por ahí que ahora hay una corriente que apuesta por volver a este tipo de móviles. Parece que yo no era la única con debilidad por la satisfacción inmediata, dificultades para la autorregulación y tendencia a la procrastinación. Parece que mucha gente se siente un poco así, con la mirada intermitentemente secuestrada por una pantalla táctil que le tira estímulos, la aturde con la promesa de información sin límite, le susurra, quédate un poco más, tengo tantas cosas que contarte.

Este mal común, este desasosiego social, esta sed de conectividad que nos somete a los móviles, podría conducirnos a un debate sobre la sociedad en la que vivimos: la aceleración de los tiempos, el estímulo constante, la desconexión con el aquí y el ahora, la dependencia a cada vez más cosas que nos prometían autonomía. Una mirada crítica, que trascendiese las experiencias individuales para analizar el marco estructural en el que nuestras miradas son secuestradas, quién se beneficia de esto, qué relaciones de poder consolida y refuerza. Pero las cosas no van por ahí, somos gente pragmática: ya tenemos las herramientas necesarias para enfrentar todos los males. 1. La patologización, el problema lo tienes tú, que eres un adicto, en concreto un “nomófobo.” Le tienes fobia a quedarte sin móvil: búscate ya un tratamiento. Y hablando de eso: 2. El solucionismo: Puede ser un tratamiento, una cómoda app o una terapia. Págale al mercado el rescate de tu mirada.

Arquivado en: Móviles
Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra na túa conta.

Relacionadas

Infancia
PANTALLAS E INFANCIA Despantállame
La guía elaborada por Somos Conexión tiene el objetivo de concienciar a las familias y cuidadores de los impactos negativos de exponer a las pantallas a niñas y niños.
Artes escénicas
Artes Escénicas ‘iSlave’: tecnología, esclavos y consumo
En ‘iSlave’, el compositor Alberto Bernal propone, junto a Mar Gómez y Pablo Ramos, reflexionar en el escenario sobre la esclavitud que la tecnología provoca en este sistema a un lado y otro de la pantalla.
#22066
23/8/2018 19:24

Una vez leí que el escepticismo exacerbado es la religión de la burguesía. La experiencia paradójica de leer este relato en el tlfno me ha provocado la misma sensación de vacío, culpa, miedo y parálisis; que al final justifica la omnipotencia del presente consumado y mi participación culpable. Cristianismo.
Después de pensarlo un poco, me parece que la patología no está en la tecnología, sino en la exacerbación. El ansia exacerbada de poder es la que aprieta el botón. Desear que no exista la máquina no apacigua a la voluntad de poder, solo la enjaula. Es desear un tutelaje que no soy capaz de imponerme solo. La libertad implica la autogestión del deseo. Se trata de una paradoja; agudiza la sensibilidad y exacerba las sensaciones pero exige control. El juego está en encontrar la medida sin sistema métrico universal, y no tanto en la exacerbación del morbo primero y después de la culpabilidad... Libertad y felicidad no coinciden tanto como parece...

1
1
Anònim
21/8/2018 17:12

Ventilla tampoco tiene cobertura. Es un alivio...

0
0
#22001
19/8/2018 10:40

http://insurgente.org/fernando-buen-abad-entre-la-falsa-conciencia-y-la-conciencia-de-lo-falso-como-se-las-ingenia-el-capital-para-convencernos-de-que-el-capital-por-encima-de-lo-humano-es-lindo/

2
0
Xunta de Galicia
Política A Xunta recibe ao embaixador de Israel en funcións mentres Gaza agoniza ao bordo da fame
O Goberno de Alfonso Rueda escenifica a súa boa sintonía coa Administración de Benjamín Netanyahu apenas unhas horas despois de que Israel bombardease unha escola que servía de refuxio e ordenase unha evacuación masiva en Gaza.
Palestina
Genocidio La ONG anti-UNRWA lanzada por exespías y marines de EEUU siembra el caos en el reparto de alimentos en Gaza
La Fundación Humanitaria de Gaza (GHF) creada a comienzos de este año y vinculada a agentes del ejército y la inteligencia estadounidense ha sido acusada de desaparecer a una persona y disparar a quienes estaban esperando ayuda.
Alemania
Litigio climático Un tribunal alemán abre la puerta a que grandes emisores puedan ser responsabilizados de daños climáticos
El jurado descarta la demanda del agricultor peruano Saúl Luciano Lliuya por entender que el riesgo a su propiedad es demasiado bajo, pero esta misma argumentación podría llevar a condenas en otros casos.
Madrid
Derecho a la vivienda Victoria contra la Sareb: 16 familias consiguen firmar contratos después de años de lucha
Un bloque en lucha de Casarrubuelos (Comunidad de Madrid) consigue formalizar contratos con el banco malo, al que acusan de actuar “como un fondo buitre”. En Catalunya, diez ayuntamientos apoyan los reclamos de 62 hogares en huelga contra La Caixa.

Últimas

Universidad
Genocidio Las universidades españolas han firmado 44 proyectos con Israel desde septiembre de 2024
Los acuerdos dentro del programa Horizon Europe se han sucedido a pesar de las declaraciones de decenas de universidades de suspensión de relaciones con Israel.

Recomendadas

Culturas
Erika Lust y Sara Torres “El deseo tiene una potencia inagotable para transformar la realidad si lo liberamos de las normas”
Sexo, deseo o ética del placer son algunos de los temas que hilan la escritora Sara Torres y la productora de cine porno Erika Lust en ‘La abundancia del deseo’.