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Música
Cómo resistir a la ocupación de Palestina gracias a la música vintage
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Mo’min Swaitat (Jenin, 1987) es actor, DJ, investigador musical y propietario del sello discográfico Majazz Project. Majazz significa puente en árabe. Para Swaitat, la música que ha recopilado de entre los años 60 y 90, que abarca diferentes géneros como el jazz, funk o música beduina, permite conectar a diversas generaciones gracias a la reedición y publicación en internet de obras antiguas que estaban grabadas en formatos que ya no se pueden escuchar. Ahora, la juventud palestina puede, por primera vez, disfrutar la misma música que escuchaban sus padres o abuelos hace décadas y evitar que se pierda la herencia musical de su pueblo.
Con un equipo muy pequeño, desperdigado entre Londres, Alemania y Palestina, ha conseguido adquirir más de diez mil obras musicales de Oriente Medio y África que habían quedado en el olvido. El archivo físico se encuentra dividido entre Jenin y Londres, pero se teme que las crecientes incursiones israelíes y la tensa situación en Jenin por los enfrentamientos entre la Autoridad Palestina y distintas fuerzas armadas en esta ciudad puedan poner en peligro el material musical.
El Archivo Sonoro Palestino no solo se centra en la música, sino también en las historias detrás de cada grabación, reflejando la resistencia cultural y la identidad palestina
El Archivo Sonoro Palestino no solo se centra en la música, sino también en las historias detrás de cada grabación, reflejando la resistencia cultural y la identidad palestina gracias a la investigación que realiza de cada álbum y a la remasterización y publicación de las obras palestinas.
Mo’min Swaitat viene de una familia beduina palestina con una larga tradición musical, tocando en celebraciones, bodas, en la calle o en festivales. Hace pocos años, al querer escuchar de nuevo la música de su infancia, se dio cuenta de que era casi imposible. En el mundo digital actual es fácil grabar y publicar canciones en plataformas, pero hace 50 años, cuando no había móviles ni internet, y las grabadoras estaban al alcance de muy pocos, solo los grupos de música profesionales podían grabar y vender vinilos o casetes. En Palestina, apenas existen casetes o vinilos antiguos. Una parte del archivo se ha perdido o estropeado, pero también mucha música tocada por pequeños artistas, que nunca se grabó. La familia Swaitat apenas tenía grabada su propia música ya que, al tocar en eventos en la calle, no tenían la tradición de grabar en estudios.
El joven DJ, mientras estaba en Londres, decidió buscar la música de su familia para poder recuperarla. Para ello tuvo que volver en 2020 a Jenin, su ciudad natal. Mientras estaba buscando los archivos, se declaró la pandemia y tuvo que quedarse ocho meses en el campo de refugiados. Durante su estancia en esta ciudad, recordó que de niño se escapaba con sus amigos del colegio porque habían hecho alguna travesura o había alguna incursión militar israelí en el campo de refugiados. Corrían a la tienda de Tareq, que se encontraba detrás de su escuela, y se escondían en el altillo hasta que el dueño los echaba. Durante su estancia en Jenin en 2020, decidió volver a la tienda de Tareq, y encontró miles de casetes, CD y vinilos bajo el polvo. Su antiguo amigo ya no los vendía, pero seguía viviendo de la música. En la nueva era digital, había adaptado su negocio. El propietario de la antigua tienda de discos, desde hace décadas, descarga música y la vende en USB, ya que los otros formatos ya no se usan. Entre los hallazgos se encontraba The Intifada 1987, un álbum revolucionario histórico del músico Riad Awwad, Hanan Awwad y Mahmoud Darwish, que había sido confiscado y prohibido por las autoridades israelíes durante la Primera Intifada. Gracias al sello discográfico de Mo’min Swaitat se ha remasterizado este álbum prohibido y requisado durante décadas por Israel, que ahora puede ser escuchado a nivel mundial gracias a internet. La resistencia que lleva a cabo el actor se centra también en recuperar la música revolucionaria palestina para acabar con la censura impuesta por el Estado israelí.
Algunas piezas del Archivo Sonoro Palestino pueden ser escuchadas en todo el mundo a través de Bandcamp y en el programa de Majazz Project en la radio NTS.
Tras volver a Londres y digitalizar varias cintas, el joven palestino decidió viajar otra vez al campo de refugiados de Jenin con un amigo cámara para hacer un documental sobre el proceso de investigación y creación del Archivo de Sonido Palestino. La película verá la luz en 2025.
Mo’min Swaitat acaba de terminar la gira europea de presentación del Archivo Sonoro Palestino y su proyecto documental, que le ha llevado a ciudades como París o Ámsterdam. En la ciudad gala, ha concedido una entrevista a este diario.
¿Cuál es el objetivo de hacer una película sobre Majazz?
Vengo del mundo del teatro, soy actor, empecé en el campo de Jenin. Es la razón por la que vine a Londres en 2012, para estudiar teatro moderno. Esa es mi formación, cuento historias y por eso para mí los archivos son importantes, no solo para preservar y conservar la cultura palestina, sino también para contar las historias de estos artistas, contar las historias de cómo se hizo el disco, las letras de las canciones, el proceso de la banda formándose o separándose o no pudiendo trabajar juntos más por la situación política en Palestina.
¿Empezaste en esa época a estudiar teatro?
Sí, fui parte del primer grupo en 2006 hasta que Juliano (Mer Khamis) fue asesinado en 2011. Era un excelente profesor. Nuestra primera obra fue Rebelión en la granja de George Orwell. La adaptó a nuestra vida política y social: los cerdos eran la Autoridad Palestina y el Señor Jones era la Autoridad Israelí, y luego los otros animales eran los palestinos, básicamente.
“Es muy importante que nosotros, los palestinos, contemos nuestra propia historia en nuestro propio tiempo, en nuestros propios términos”, dice Mo’min Swaitat
¿Te quedaste en Jenin hasta 2011?
Sí, en esa época él ya había empezado los trámites para conseguirme la escolaridad en Londres, pero después de su muerte necesité tiempo para asimilar lo que había pasado. Así que me tomó un año y medio despertar de nuevo y entender que es muy importante para mí continuar con su mensaje y su legado, y hacer lo que él soñó hacer. Pero también, por conocerlo y trabajar con él muy de cerca, él no solo quería que hiciese lo que él hacía, sino que me tomase mi tiempo e hiciese mis cosas.
Gracias a esta formación puedo contar historias y hacer mis propias obras de teatro. Creo que es muy importante tener voces palestinas que hayan vivido completamente esta experiencia en Palestina. Creo que es muy importante que nosotros, los palestinos, contemos nuestra propia historia en nuestro propio tiempo, en nuestros propios términos. Y esto es lo que Juliano quería. Para él, el Teatro de la Libertad no era solo un espacio, era una idea. Puedes hacer Teatro de la Libertad en cualquier parte del mundo. Anoche fue el Teatro de la Libertad para mí [hace referencia al evento de presentación organizado en el Hasard Ludique en París]. Tener a esas cien personas sentadas y escuchando historias desde una perspectiva musical y aprendiendo cosas nuevas sobre Palestina. Eso fue muy importante para mí. También vincular esto al derecho a la resistencia palestina y hacer entender a la gente que tenemos el derecho de resistir de la manera que queramos. Esa también era una identidad del Teatro de la Libertad.
¿Digitalizas toda la música palestina que encuentras?
No, la música palestina mala no la digitalizo. Hay música palestina mala, como en todos los sitios. Sería muy nacionalista digitalizar toda la música, solo elijo la música que me gusta o que pienso que a la gente le podría interesar. También las elijo por las letras, la historia del casete. Es música de los años 60 a los 90, pero quiero hacer otro archivo de música de los años 20 a los años 40, pero va a tomar tiempo.
¿Difundís esta música en Europa y también en Palestina?
Nuestro gran sueño es tener un espacio físico en Jenin o donde sea (en Palestina), donde la gente de Cisjordania, de Gaza y de la diáspora pueda ir y pasar tiempo allí escuchando música y ver cómo los casetes funcionan, aprender historias, etc y así, conectarse más con su cultura y que la gente pueda reconectar con sus recuerdos gracias a esta música. Esto es mágico porque los recuerdos son inmateriales y puedes crear estos momentos con la música.