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Música
Corridos y violencia, cantar para narrar las heridas de México
Es 3 de octubre. Una lona con amenazas de muerte cuelga de un puente de Tijuana, una ciudad fronteriza al norte de México: “Esto es para ustedes, putitos de Fuerza Regida […] El 6 de octubre será su última presentación”. El escrito lleva la firma del Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG), uno de los grupos criminales más poderosos del territorio.
Horas después, la agrupación musical Fuerza Regida cancela su concierto por razones “fuera de su alcance”. Sin dar más datos. El grupo es conocido por interpretar corridos tumbados, una variante de los corridos tradicionales, que narran historias acompañadas de ritmos musicales. El estilo, consolidado durante la Revolución Mexicana (1910-1917), ha llegado a cuotas históricas en los últimos meses, acompañado por una polémica acerca del contenido de las letras que en ocasiones aluden a la violencia y al narcotráfico, dos de las heridas aún latentes en el país norteamericano.
Los corridos son una de las tradiciones musicales más populares en México. Narran las historias y las problemáticas que vive la sociedad en su día a día, aunque algunas variantes van adaptándose a los nuevos panoramas —en el caso de los corridos tumbados, absorben la temática de géneros como el rap y el reguetón—. Las letras abordan las migraciones, los contextos fronterizos o el contrabando, pero en las últimas décadas también han plasmado la realidad del tráfico de drogas. El investigador de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS) César Burgos ha analizado el subgénero musical en numerosas ocasiones. “La expresión y los contenidos han sido polémicos y han venido cambiando en la forma en la que se narra dependiendo de la época”, explica por videollamada desde Culiacán (Sinaloa).
Burgos da algunos ejemplos de este cambio, y destaca casos como la discografía de Los Tigres del Norte de los años 70, en la que se narraba la actividad del narco; o el desarrollo de los corridos alterados, que narraron con crudeza la oleada de violencia desatada en el país durante el sexenio de Felipe Calderón (2006-2012) tras la declaración de guerra contra contra el narcotráfico.
“Estamos situados en una realidad en donde, desgraciadamente, siempre hay insumos para generar un nuevo corrido de algún acontecimiento relevante que trastoca nuestra cotidianidad”, dice el investigador César Burgos
El investigador sinaloense afirma que esta expresión popular busca describir las diferentes violencias que recorren la frontera: la política, la estructural, la económica y la social. “Estamos situados en una realidad en donde, desgraciadamente, siempre hay insumos para generar un nuevo corrido de algún acontecimiento relevante que trastoca nuestra cotidianidad: la detención de un personaje, el asesinato, la hazaña por el trasiego de alguna droga”, asegura.
“En ellos se canta la pura verdad”
La violencia ha dejado una huella marcada en el país. México cerró el año 2022 con la cifra de 32.223 homicidios, según los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). El número es menor que el de un año antes (35.700 en 2021), pero continúa mostrando la compleja situación.
Un estudio de la organización Complexity Science Hub de Viena, publicado en septiembre en la revista Science, defiende que el número de homicidios en América Latina está impulsado por la presencia de los cárteles. En México, expone esa investigación, el narco ya es el quinto empleador, con entre 160.000 y 185.000 personas en sus filas.
Es el 17 de junio de 1997. Los Tigres del Norte lanzan El jefe de jefes, un álbum de 19 canciones en las que narran historias acerca del crimen organizado. Las primeras letras del disco muestran la conversación entre dos personas, que dan cuenta de la dinámica del fenómeno cultural:
—A mí me gustan los corridos porque son los hechos reales de nuestro pueblo–, dice uno de ellos.
—Sí, a mí también me gustan, porque en ellos se canta la pura verdad.
La banda mexicana popularizó la variante de los narcocorridos entre las décadas de los 70 y los 80. Desde entonces, el subgénero se ha visto envuelto en polémica, bajo sanciones o prohibiciones por parte de los gobiernos de algunas entidades, que ven en las letras la glorificación y el enaltecimiento de los grupos criminales. Algunos de estos casos fue Sinaloa, donde están prohibidos desde 2016; o Chihuahua, donde las multas pueden superar el millón de pesos (más de 50.000 euros). En los últimos meses, artistas como Natanael Cano (el precursor de los corridos tumbados) o Los Tucanes de Tijuana (uno de los grupos históricos del género) han recibido sanciones en el territorio chihuahuense por interpretar temas violentos.
Burgos considera que esas medidas restrictivas no han tenido un efecto real en el país. “Si encontramos un mecanismo para evaluar la implementación de esa política, diríamos que no ha funcionado porque ni se ha disminuido los niveles de violencia, ni se han disminuido los niveles de producción de sustancias, ni se han disminuido la participación de jóvenes en la actividad delictiva. Pero ha servido para que los actores políticos encuentren recursos de que están haciendo algo por y para la sociedad”, resume.
La profesora de la facultad de Filosofía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) Ainhoa Vásquez sostiene que es la propia realidad la que provoca que surjan este tipo de expresiones culturales, y no al contrario. En los últimos meses, ha reflexionado acerca de las letras y el contenido violento de la música. “He estado comparando las imágenes de los narcocorridos con las imágenes de la prensa [mexicana] y me parece que la prensa es tremendamente más violenta que los narcocorridos”, afirma contundente. Vásquez considera que, mientras que las letras pueden resultar discursivas, las imágenes “violentas” difundidas en ciertos medios y redes sociales reflejan la brutalidad. “Empiezas a ver al descuartizado, al colgado. Ves la sangre. ¡Mucha violencia!”, concreta. La profesora cuenta que la difusión de ese tipo de imágenes lleva al público a asociar la música con la crudeza real.
Jóvenes, música y contracultura
La música mexicana ha disipado en los últimos meses la frontera mexicoestadounidense que englobaba a su público (cerca de 40 millones de personas en Estados Unidos tienen ascendencia mexicana, según el Departamento de Estado). La música regional ha alcanzado los primeros puestos en listas de referencia como la de Spotify; y un artista de los corridos tumbados, Peso Pluma, ha llegado a sobrepasar temporalmente en estos catálogos al cantante puertorriqueño Bad Bunny, uno de los grandes referentes del género urbano actual.
La Revolución Mexicana consolidó el fenómeno de los corridos, que se fue amoldando a las diferentes épocas hasta la actualidad. Burgos asegura que es difícil encasillar el género entre ciertas clases sociales (“al menos, en Sinaloa”), pero sí afirma que tiene un mayor éxito entre el sector juvenil: “Es un género musical que históricamente ha sido producido por jóvenes para ser consumido por jóvenes”. Vásquez coincide con esa premisa, y añade que esa aceptación entre el público juvenil se debe a la tradición y a rebeldía propia de la edad. “Por una parte, está el arraigo cultural, a tu espacio, a tu raíz, a tu tierra, algo que te recuerda mucho a tu familia. Pero, por otra parte, también es esta cosa contracultural de la rebeldía y la desconfianza, el hartazgo frente a los gobiernos”, explica.
“Las series no son producidas por narcotraficantes ni dirigidas por narcotraficantes, pero con respecto a la música creo hay que ir letra por letra o canción por canción para determinarlo”, indica la profesora universitaria Ainhoa Vásquez
La profesora destaca la necesidad de diferenciar entre la narcocultura (impulsada por narcos, para narcos) y la narcoficción (producida por gente ajena al crimen organizado, pero que trata esa temática). “El narcocorrido es probablemente el objeto cultural más difícil de desentrañar. Sabemos que las series no son producidas por narcotraficantes ni dirigidas por narcotraficantes, pero justo con respecto a la música creo hay que ir letra por letra o canción por canción para determinarlo”, indica.
Artistas como Peso Pluma han asegurado en algunas entrevistas que han producido corridos por encargo. Estos temas, preparados a petición de los grupos criminales, son una práctica común en el género, y Vásquez los expone como un ejemplo de narcocultura. En algunas canciones, el músico jalisciense referencia a algunos componentes del Cártel de Sinaloa, un grupo enfrentado con el CJNG en varias partes del país.
Semanas después de las amenazas contra Fuerza Regida, varias narcomantas colgaron en Tijuana con unas amenazas similares: “Esto va para ti, Peso Pluma. Abstente de presentarte el día 14 de octubre, porque será tu última presentación. Esto por irrespetuoso y lengua suelta”. Bajo el letrero, la misma firma, CJNG. La respuesta del equipo del músico fue tajante, al cancelar seis de los conciertos programados en Culiacán, León, Querétaro, Acapulco, Tijuana y Puebla.