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Música
Instituto Mexicano del Sonido: "La música popular es el resumen de tu barrio"
Disco popular es lo nuevo de Instituto Mexicano del Sonido, el proyecto encabezado por Camilo Lara. Se trata de un trabajo callejero y expansivo sobrevolado por la idea de que el barrio es lo mismo en todos los rincones del globo.
Camilo Lara, comandante en jefe de Instituto Mexicano del Sonido, recibe a El Salto en la oficina que su agencia de representación tiene en Madrid. Dice sentirse como en casa aquí. Y no cuesta creerle. Su relación con la ciudad se remonta a más de una década atrás, conoce bien la capital y encuentra muchos parecidos entre ella y su lugar de origen, México D.F.
Ese vínculo invisible entre urbes que distan miles de kilómetros entre sí es el hilo conductor de Disco popular, su nuevo álbum. Un trabajo callejero, expansivo y pinturero sobrevolado por la idea de que el barrio es lo mismo en todos los rincones del globo. “Hablo del barrio como espacio virtual”, explica. “Pienso que lo que termina pasando en él decanta en la cultura y que desde allí nos llega el extracto de las cosas. Que el ADN es común. Y que la música popular es eso, el resumen de tu barrio”.
Grabado entre el D.F., Tucson, Kingston y Los Ángeles, el quinto largo de Instituto Mexicano del Sonido se beneficia de significativas colaboraciones a pie de calle –Lorna, Calexico, Sly&Robbie, Toots Hibbert, Adanowsky– e indaga en las zonas de encuentro que vertebran parte de la música popular latinoamericana. El itinerario propuesto por Lara resulta apasionante y pulsa tanto los resortes físicos como los intelectuales. Subámonos a su carro, pues.
¿Por qué la cumbia y demás ritmos urbanos de Latinoamérica no tuvieron el eco mediático que su popularidad reclamaba?
Es el mismo fenómeno que la gentrificación. Empecé a pinchar cumbia hace casi 20 años en fiestas underground, pero me di cuenta de que no era el único, que estaba Toy en Monterrey, gente en Argentina, Sonido Martines en Lima. Esas fiestas se fueron haciendo más famosas y finalmente mucha gente empezó a pincharla y se volvió algo cool. Estos grupos tomaron el coolness y volvieron a tener un lugar. Además, la cumbia pegó mucho con el rock por el hecho de ser callejeros y, a través de grandes festivales como el Vive Latino, conectó con el público más joven. Pero lo interesante es que siempre lo fue, la siguió escuchando gente joven que quizá estaba cansada del rock. Tiene ese espíritu, es algo rebelde, como la salsa de Nueva York en los 70.
México es un país muy convulso y no se ve el fin a la convulsión. Quieras o no, todos los músicos se han politizado mucho
Hablamos de música con carga política, por tanto.
Es mi fin último. En Político (2012) quería demostrar que se podía hacer un disco de baile con cultura política sin que fuera un panfleto. México es un país muy convulso y no se ve el fin a la convulsión. Quieras o no, todos los músicos se han politizado mucho. Con el terremoto ahora lo vimos, todo el mundo tiene algo que decir.
Quizá hubo un tiempo en que los músicos preferían mantenerse al margen del posicionamiento político.
En México había cierto nihilismo, apatía. La escena musical se unificó porque la situación nos sobrepasó. Fueras quien fueras e hicieras lo que hicieras, estabas viviendo en un país tomado por el narcotráfico y la corrupción. Tenías que decir algo. Para sobrevivir.
La indagación de Disco popular no tiene un único foco, sino varios. ¿Encontraste lo que buscabas?
Es muy buena pregunta. Hice Compass (2016) y eso fue lo que me llevó a este disco. Supongo que sí, no sé si habrá una teoría para comprobarlo, no es un manifiesto ni algo científico, pero hay muchas coincidencias. Con el soundsytem y el sonidero mexicano, con la chicha y con la cumbia… hay muchos puntos que puedes unir. En general, sí, todos estamos viviendo las mismas cosas. Y más ahora, que hay tanta comunicación, porque la cancha está puesta para todos. El disco trata de coleccionar sabores de cada zona, desde Panamá con Lorna hasta cosas más de raíz como Toots o Sly&Robbie.
El episodio jamaicano está muy conseguido en lo sónico.
La idea era hacer mi Sandinista, buscarlo en Jamaica. Pensé que si aquellos cockneys fueron a encontrar algo allí tal vez yo pudiera hacerlo también.
"Not a Rebel (Margaret Thatcher)" invita inevitablemente a conectar Mexrrissey, tu grupo de versiones de The Smiths y Morrissey, con "Margaret on the guillotine".
El día del terremoto estaba platicando con Cuarón, el director de cine, y le decía que ella es la culpable de este molde neoliberal, ese personaje horrible de ultraderechas que acaba con lo social, con Trump como resultado de máxima excitación del molde. Él me decía que Thatcher era una ola en el océano, pero creo que era la primera vez en que el mundo se encontraba con que la derecha podía ser la que dictara a la sociedad. No tuvo ninguna intención de ser rebelde, pero logró que toda una generación lo fuera.
Mexrrissey produce una sensación chocante de entrada, pero las canciones funcionan y piensas que debe de ser por algo, que hay una conexión semioculta que el grupo alumbra.
Por eso lo hice, porque pensé que era muy cercano a México, a las canciones de mariachi.En California hay un montón de grupos haciendo esto desde hace años, como The Sweet And Tender Hooligans, que son chicanos cholos que crecieron con eso. En México es diferente el acercamiento, porque allí Morrissey es dios. México odió Mexrrissey. Nunca hemos tocado en México porque se metía con dos cosas que a los mexicanos les tocan mucho: Morrissey y la mexicanidad.
¿Esa relación con la mexicanidad es conflictiva?
Ahora lo están viviendo aquí con Catalunya. Y se vuelve algo complicadísimo, porque todo el mundo tiene una bandera que defender. Al final la mexicanidad se reduce al fútbol y adorar tres o cuatro símbolos, pero es algo muy poderoso. Y molestaba que se hiciera con una serie de canciones que se consideran intocables.
En Disco popular se observa un tinte más orgánico, teniendo en cuenta que tú provienes del muestreo y la reconstrucción.
Sí, pero me gustaría que no. Veo grupos que empiezan sampleando y terminan quitándose los samples y pierden en la traducción. Todas las ideas de las canciones parten de samples. Muchas las escribí en ukelele, pero sigo sampleando muchísimo. Cosas que no son líneas melódicas, grabaciones de cantantes que veo en la calle, discos de banda de guerra, discursos hindús… cosas de todos lados.
¿Cuál fue tu primer sampler?
Nunca tuve uno en realidad. Grababa las muestras del plato y las ponía en Protools. Los medía así, con el dedo, los cortaba y pegaba. Muy laborioso, tardaba semanas en sacarunos beats. Pillaba los charles de aquí, otra cosa de allá… era un collage. Lo sigo haciendo así, lo que pasa es que ahora ya sé usar bien Protools. No uso midi ni sintetizadores que no sean reales. No uso midi porque no sé usarlo, no es una manifestación política. Soy muy malo con la tecnología. Grabo por ahí con el iPhone cosas que luego utilizo. El midi me da reparo por lo mismo, creo que se pierde en la traducción. Todo lo que oigo hecho con Live son presets, y me asustaba pasteurizar la música. Escucho por la radio e identifico tal y cual filtro, siempre los mismos.
Es una queja recurrente: cómo los materiales que se utilizan para producir música pueden llegar a uniformarla.
Es como el filtro de Instagram. Todos tenemos acceso a ello, pero es algo demasiado uniforme. En los años 70 algunos tenían aparatos. Y los que no los tenían buscaban la forma de suplir esa carencia. Es algo global. Tampoco soy nostálgico ni me gusta decir qué está mal. Miro adelante.
¿Sales mucho a por discos?
Todo el tiempo. Me di cuenta de que lo de los singles es una idea increíble. Ayer iba a ir al Rastro, pero llegué muerto y no pude.
Es un proceso muy exigente, que pide tiempo y dedicación.
Sí, para samplear es lo que hay. Pero ya sé qué busco, qué tengo que oír y qué no. Sé qué discos comprar. No sampleo música de sellos grandes. Compro basura. Saldos. Nunca sampleo a Pérez Prado, prefiero las cosas que olvidó la historia.