Música
Elle Belga, canciones de un increíble amor en tiempos de guerra

Cantar la melodía universal del amor y hacerlo sonar con tres acordes son los dos propósitos que se marcaron Fany Álvarez y José Luis García, el dúo Elle Belga, en su cuarto disco largo, Simetría.

Elle Belga
Fany Álvarez y José Luis García son Elle Belga, dúo que presenta nuevo disco, ‘Simetría’. Foto: Javier Bejarano.

Hay domingos en los que a Fany Álvarez le gustaría pasar la tarde tumbada en el sofá antes que en el local ensayando nuevas canciones o dando vueltas a las antiguas. Pero no lo hace. Para ella, la música no es una afición más, tampoco un trabajo con nómina mensual y dos pagas extra al año. Es otra cosa. A ratos necesidad, en ocasiones pasión, también un juego y una cierta obsesión. Una “enfermedad”, llega a decir, que comparte con José Luis García, su pareja y la otra mitad de Elle Belga, el dúo que inició con el disco 1971, publicado en 2009, una trayectoria que este verano ha dado su cuarto fruto, Simetría. Ella canta y se encarga de la percusión, él aporta su voz y la guitarra en unas canciones que ambos coinciden en definir como populares y terrenales.

García es veterano de las batallas musicales. Fue cantante y guitarrista de Manta Ray, el grupo en el que tocaba Nacho Vegas antes de emprender la aventura en solitario, uno de los nombres señalados en aquella hornada que, a base de ruido con ínfulas de novedad y emulación de propuestas anglosajonas, puso a Gijón en el mapa musical a principios de los años 90. Hasta que bajó la persiana en 2008, Manta Ray aportó algún hecho diferencial —grabar un disco con Javier Corcobado, emplear también el castellano en las letras— en un movimiento sobredimensionado mediáticamente entonces y evaluado críticamente en tiempos recientes. Tras el comunicado de despedida, García redujo los decibelios y se acercó a la canción de autor en compañía de Álvarez, tomando a Paco Ibáñez como faro. De él recrean en el nuevo disco una hermosísima “El lagarto está llorando”.

Simetría ha llegado a un mundo inmerso en una pandemia y que no volverá a ser lo que era hace menos de un año. En la música, la incertidumbre y el parón son totales. Con sucedáneos de conciertos, salas cerradas y trabajadores en el limbo, la situación pinta mal. Álvarez, sin embargo, dice que quiere tener un pensamiento optimista y que “esto tiene fecha de caducidad, aunque es cierto que quizá haya cosas que cambien para siempre”.

Decís que este disco es fruto del increíble amor de vuestra familia, vuestros amigos y el vuestro propio. ¿Por qué explicitar algo así?
José Luis García: Nuestros discos obedecen a ciclos que nos afectan a los dos como pareja y como núcleo del grupo en cuanto a nuestras emociones o el momento vital en el que nos encontramos. Los discos anteriores obedecían a hechos como pudieron ser el fallecimiento de la madre de Fany o nuestra postura ante esta urgencia y presencia constante en redes sociales, que no entendíamos ni entendemos la música de esta manera.

En un mundo tan politizado, en el que se puede considerar que la política está de moda, hablando vulgarmente, hemos pensado en recuperar lo que es la emoción más primaria que tenemos, el afecto

Y, ahora, en un mundo tan politizado, en el que se puede considerar que la política está de moda, hablando vulgarmente, hemos pensado en recuperar lo que es la emoción más primaria que tenemos, el afecto. El amor que se puede tener por una pareja, cómo el amor se puede hacer viejo, el amor por la familia, el amor por conceptos como la verdad, en el sentido de que pensamos que en una conversación se ha de decir la verdad, obviamente, y esto no es así siempre. Estas reflexiones y el poner el amor como tema central del disco son lo que nos ha tocado vivir en estos años previos a la publicación de Simetría.

¿En qué se traduce ese increíble amor en lo que suena en el disco?
Fany Álvarez: En primer lugar, en las letras. La canción “Increíble amor” es muy obvia en este sentido. En cuanto al sonido, quizá hay canciones que tienen una luminosidad que no tenían Euforia o Refugio [discos anteriores, publicados en 2016 y 2013].
J.L.G.: Este no es un disco de desamor, todo lo contrario. Y, claramente, lo primero que llama la atención con respecto a nuestros anteriores trabajos es que es un disco mucho más positivo, más luminoso, más terrenal o popular, como lo quieras llamar. Quizá en lo que se concreta esa idea de amor en nuestra música es que hemos hecho un disco más popular porque no hay nada más popular en la música que tratar este tema, es uno de los temas centrales.

Hemos buscado una manera directa de hacer sonar el amor con tres acordes y cantando una melodía universal

Es el tema universal en la música.
J.L.G.:
Por supuesto. Y tiene tantas aristas… Cuando estás contento por una relación personal o algo bueno que le ha pasado a tu familia, si lo traduces en melodía te va a salir algo directo, luminoso. Nunca tratarías de dibujar el amor melódicamente con texturas o sonidos experimentales. Se puede hacer, pero no es nuestro caso. Somos un grupo de música tradicional, popular, cercana y esto es lo que creemos que hemos hecho con Simetría, hemos buscado una manera directa de hacer sonar el amor con tres acordes y cantando una melodía universal.

¿De qué otros materiales están compuestas estas canciones?
J.L.G.: Quizá están escondidos… Básicamente, somos personas positivas y en nuestro día a día mantenemos una relación normal con el entorno, huyendo de posiciones cercanas al malditismo. Cuando desarrollas tu faceta artística es buen momento para plasmar, exorcizar, todo lo que pueden ser tus lados más oscuros, tus miedos, tus distorsiones emocionales. Y eso no es consciente, no se hace de manera premeditada a la hora de componer, pero cuando escuchas el disco te das cuenta de que está presente en tu obra y quizá eso evita que en tu día a día recurras a esas emociones que se alejan de una manera de entender la vida afable.
F.A.: Al final no deja de ser un canal de expresión, los mimbres con los que se tejen las canciones son la situación vital y cómo te sientes en el día a día.


La otra cara del amor es la guerra.
J.L.G:
Sí. Quizá Refugio y Euforia hacían referencia a ella. Tenemos un espacio figurado que llamamos la trinchera, con ese lenguaje bélico, en el que estaría la gente de nuestro entorno que ahora está sufriendo, los técnicos, las salas, los medios de comunicación... Este tejido hace una trinchera frente a lo que entendemos que es siempre un conflicto. Actualmente, ese conflicto en la música es la urgencia, en el sentido de que todo es efímero y los discos tienen una caducidad muy breve. Parece que no se pueden hacer discos con un recorrido largo, cada tres años, como si fuera empezar de cero. Para nosotros eso reporta un estado de conflicto con la industria musical y cómo se entiende hoy en día la música, quizá por generaciones más jóvenes, pero que nos hemos visto arrastrados a ello. Ser conscientes de ello es el primer paso para tratar de remediarlo, por lo menos desde nuestra trinchera.

¿Diríais que las nuevas son canciones para antes, durante o después de una guerra?
F.A.: Creo que son como esa ropa que es para todo tiempo. Podrían ser para antes de la guerra, durante y después. Son canciones populares, terrenales, universales y de todo tiempo.
J.L.G.:A veces nos referimos a la guerra de una manera superficial, banal, porque las únicas referencias que tenemos nuestras generaciones respecto a conflictos armados, entiendo que la tuya también, vienen por narraciones de nuestros familiares más viejos o las lecturas, películas, obras de teatro u otras prácticas artísticas que tratan el tema. Realmente no sabemos lo que es un conflicto, el estado de tensión y ansiedad al que se debe de estar sometido… No sé de qué manera te liberaría la música. En caso de tener que interpretar alguna melodía o canción, como actor fuera de un espacio de conflicto, me vería en un lado más melancólico, no positivo ni lúdico.

Yo tenía 12 años cuando vimos por la tele en directo los bombardeos de Estados Unidos sobre Bagdad en 1991.
J.L.G.: Sí, y después también todo el conflicto de los Balcanes con la angustia que se vivía con las imágenes de la gente que iba a comprar al mercado, acojonados por los francotiradores. En estos momentos de la pandemia ha habido gente que lo ha comparado con una situación de guerra y a mí, personalmente, me ha parecido bastante obsceno, cuando tenemos agua en el grifo, la nevera llena y lo que pasaba básicamente era que nos habían limitado los movimientos.

Aquí en Gijón todos los años hacen en agosto un festival aéreo, una muestra en la que vienen patrullas militares. El día previo y el mismo día sobrevuelan la ciudad cazas militares. No te puedes imaginar el ruido tan atroz que es y la ansiedad que te genera simplemente el ruido, sabiendo que es una demostración, un festival, imagínate si te pudieran bombardear.

En Madrid tenemos algo parecido, cuando ensayan para el 12 de octubre.
F.A.:
Sí, claro. A mí me crea un desasosiego tremendo.


¿Qué os guió durante la composición del disco?
J.L.G.:
A la hora de componer nos dejamos influir mucho por nuestro estado anímico, no partimos de algo fijado, melódicamente hablando. Invertimos muchas horas de ensayo en el local y esas ideas que surgen son lo que aprovechamos, tanto melódicamente como instrumentalmente. Y eso obedece a cómo te encuentras en ese momento. Primero armamos esa coraza y luego las letras, para las que solemos recurrir a una especie de saco que tenemos con imágenes, frases, ideas y empezamos a encajar.
F.A.: Sí, hacemos como un puzle. Tenemos melodías pequeñas que se nos ocurren y vamos trabajando, se van arreglando, ensanchando y luego recurrimos a la bolsa de letras para hacer ese trabajo de encaje y pulido.
J.L.G.: Son como pompas de jabón que flotan. En un momento dado, las coges.

En parte es como un juego.
F.A.: Tiene mucho de juego, sí. Cuando nos metemos a ensayar en el local también es una forma de experimentación, improvisación, además de para preparar conciertos. Pero siempre viene por un trabajo. Hay que estar en el local de ensayo y trabajarlo. Tenemos la suerte de tener el local de ensayo en casa, pero hay domingos que te apetece leer un libro o echarte la siesta, pero hay que vencer la pereza y meterse en el local porque si no esa bolsa de ideas no se llena nunca.
J.L.G.: Verlo como un juego es bastante acertado porque con los juegos siempre se pretende divertirse, estar a gusto. Y eso pasa cuando las ideas que surgen son buenas. También hay un proceso de maduración de esas ideas, las grabamos muy en bruto, las trabajamos un poco y dejamos pasar un tiempo, uno o dos meses, antes de volver a escucharlas para valorar si merecen la pena o no. Ese es nuestro método de trabajo.

Los grandes festivales son una de las víctimas de la pandemia pero han sido el mal que acabó con la programación de salas

¿Cuánto dinero os ha costado hacer este disco?
J.L.G.:
¿Cuánto dinero nos ha costado hacer este disco? Hay muchas partes que las asume el sello y no sabemos lo que han invertido.
F.A.: Llegamos a un acuerdo con el sello y no sabríamos decirte la cifra de esa inversión. Después está toda la parte de que ahora hay que recuperar ese dinero con la venta de discos.
J.L.G.: Pero son producciones humildes. No creo que superemos un presupuesto de 4.000 euros, con la producción en fábrica, fotografía, vídeos.
F.A.: 5.000 a lo sumo.
J.L.G.: Recuperar hoy en día eso con la venta de discos es una barbaridad. No se vende. Por un lado, el acceso a la música es muy barato con las plataformas de streaming y, por otro, está toda la política de los grandes festivales, que son una de las víctimas de la pandemia pero han sido el mal que acabó con la programación de salas. No hay reporte económico de la venta de discos, por una parte, y además estos festivales exigen exclusividad a los grupos, que no pueden tocar en determinados espacios o áreas durante un tiempo si han tocado en el festival.
F.A.: Y ahora donde se venden los discos es en los bolos. Terminas el concierto, a veces con pocas ganas por el cansancio y eso, y tienes que ponerte a vender con tu caja y la mesa. Si no puedes hacer conciertos en salas, no puedes vender, es muy difícil recuperar esa inversión.

Pero hace tiempo esto no preocupaba a los músicos. Era un paradigma que ya se ha superado por esto que estáis comentando, entre otras cosas.
J.L.G.: Cuando empezamos en los años 90, sellos como Acuarela, Astro o Subterfuge vivían de la música, algunos de ellos llegaron a hacer bastante dinero. Había una industria, había un negocio para los sellos, que ahora se han tenido que reciclar y son medio sellos, medio oficinas de booking. Ahora el reducto económico de los artistas es el directo, lo cual es atroz porque impide que haya artistas cuya pretensión sea simplemente hacer música para ser escuchada solo en un formato de grabación. Hay músicos que esto no lo están llevando bien.

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Cuando institucionalmente se habla de apoyar la cultura, y más específicamente la música, de lo que se habla históricamente es de la música clásica, es la que tiene el apoyo institucional, básicamente porque es la única manera que tiene de subsistir. Y, sin embargo, la música popular, que es la que engloba el resto de géneros, siempre ha tenido otro espíritu de supervivencia al margen de la institución. Y hoy en día quizá necesita no tanto una aportación directa como que se puedan construir los medios para poder desarrollar una actividad: a nivel fiscal, de facilidades de locales y espacios… Que se pueda articular y aprender de esta situación para que, si pasa otra vez, no nos pille en una situación tan precaria como la actual.

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¿Quién era Carmencita Roiz?
F.A.:
Es una historia que escuchamos a la tía de Josele, la tía Cecilia. Era una tarde de verano en el pueblo, cuando en los pueblos se sale a la fresca, y allí se juntan unas cuantas mujeres contando sus historias. Nosotros estábamos allí un poco apartados pero poniendo la oreja. La tía Cecilia tenía una amiga que enviudó, cuando se encontraron y ella le preguntó cómo estaba, le dijo “mira, chica, él está en el cielo y yo estoy en la gloria”. Le pusimos un nombre y esa es Carmencita Roiz. El nombre es ficticio pero la historia es real.

Esa frase es casi una proclama feminista.
J.L.G.: Cuando interpretamos esta canción en directo, que suele ser la última del repertorio, hacemos una pequeña introducción para contextualizarla. Es una escena en la que el peso lo llevan las mujeres, cuando en las eras hacen un corro para contar sus historias y recuerdos, riéndose y de manera irónica. Cuando lo contamos, la reacción de las mujeres en el público suele ser muy eufórica porque se ven identificadas. Es algo visceral, alejado de la corrección política. No sé la vida que le daría ese hombre a Carmencita, pero por lo que dijo, ella estaba descansando.

¿Qué relación hay entre las canciones “Manuel” y “Carmencita Roiz”?, ¿Manuel, “pobre como todos, digno como pocos”, era tu tío?
J.L.G.: No, es mi bisabuelo. Era el abuelo de mi tía Cecilia. Siempre escuché las historias de él como una persona muy recta, con unos valores muy íntegros que trataba de inculcar a sus hijos. Era republicano en la posguerra en las tierras de Castilla. Se reunían los hombres próximos a sus ideas políticas en las tardes de invierno alrededor de un brasero en la mesa camilla. Allí hablaban de política y se juntaban los mayores con los niños. Mi bisabuelo Manuel le decía siempre a mi abuela Rosa, que era una niña por aquel entonces, que lo que escuchara se quedaba en casa. Algo tan inocente como el comentario de una niña con alguien presente que pudiese resultar peligroso podría tener consecuencias dramáticas.

Los muchos silencios con los que se hizo la dictadura.
J.L.G.:
Sí. Después también hemos vivido épocas de silencios incómodos, con conflictos cuando íbamos a Euskadi o lo que pueda suceder ahora en Cataluña. Cuando se pierde esa libertad de poder hablar de ciertos temas… Muchas veces el entorno te obliga a guardar estos silencios.

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Otra canción llamativa es “Llegarán”, inspirada en la imagen de la llegada al puerto de Valencia del buque Aquarius en junio de 2018.
J.L.G.:
Sí, muchas veces los textos de las canciones surgen como chispas a partir de imágenes que vemos en una fotografía, en la calle, en la tele. Esa llegada, retransmitida en directo, se vio en los telediarios y esa imagen de cómo el barco atracaba nos sugirió estas frases de la canción. Básicamente, es una canción que trata de ponernos en nuestra situación ventajosa. Muchas veces hablamos de nuestros problemas, pero son problemas de ricos los que tenemos aquí, del primer mundo. Que se te caiga la wifi es un drama, una hecatombe, pero es un problema de ricos, comparado con los problemas que tienen en otros lugares. Lo que me sorprendió de aquella imagen de esas personas que llegaban abatidas, de una situación social y económica muy inferior a la nuestra, es que parecían más felices que los que estábamos viendo las imágenes en el sofá de nuestra casa, con toda nuestra comodidad. La reflexión iba por ahí.
F.A.: Esa letra también tiene que ver con el amor por los que están sufriendo.

Ningún Marshall al diez puede hacer tanto ruido como un silencio de la respiración de Paco Ibáñez

¿Por qué recuperar a Paco Ibáñez en 2020?
J.L.G.:
Lo llevamos recuperando desde 2010. Él mismo dijo en un concierto que pensaba que  muchas de sus canciones estaban caducadas y se sorprendió tocando canciones que ahora mismo están vigentes. Los temas que trata son universales y valiosos en cualquier tiempo.
F.A.: La elección de los poemas que Paco Ibáñez ha musicado siempre me ha parecido muy acertada. Y cómo les pone la música es maravilloso. También cómo las interpreta, esa sobriedad, una persona sola con su guitarra y su respiración. Y es una persona que se tuvo que marchar corriendo de aquí y hacer todo esto en el exilio.
J.L.G.: La postura de Paco Ibáñez siempre me ha parecido radical. Si lo comparamos con la escena punk, pocos artistas me parecen más punks que Paco Ibáñez. Ningún Marshall al diez puede hacer tanto ruido como un silencio de la respiración de Paco Ibáñez cuando ya está ahora mismo con sus años encima y cada frase que tiene que cantar parece que le produce un dolor físico. Por nuestra parte, no podemos más que tener admiración por Paco Ibáñez, estaríamos toda la vida haciendo versiones suyas. En nuestro imaginario musical nos viene muy bien porque somos muy deudores de él a la hora de hacer melodías. Siempre ha sido un referente para nosotros.

Siendo de un par de generaciones posteriores, y como músicos y aficionados, ¿hay algún patrón en esa relación, quizá primero un rechazo de lo anterior que con el tiempo se convierte en admiración?
J.L.G.: Sí, creo que nos pasa a todos. Cuando te aproximas inicialmente a la música parece que tienes que militar en alguna escena. A mí particularmente me pilló toda la escena ruidista de principios de los años 90, con propuestas como My Bloody Valentine y Dinosaur Jr y todo eso. Ahí parecía que era donde encajábamos. Y en esa escena parecía que no podías decir, o que no estaba bien visto, que te gustaba Elvis Presley, que era lo que yo había escuchado desde los cinco años porque era lo que mi madre ponía siempre. Con los años te das cuenta de la estupidez que es rechazar lo que forma tu ADN. Y a Paco Ibáñez, Serrat, toda esta generación, los escuchábamos en formato casete. Y eso significa escuchar en viajes cara A y cara B, cara A y cara B durante días y días.
F.A.: Josele y yo coincidimos en estos artistas cuando nos conocimos. Coincidimos en la rendida admiración por Paco Ibáñez, Serrat y otros autores, también por otras cosas. En mi caso fue algo que nunca oculté ni tuve que ocultar cuando era joven.
J.L.G.: Ahora se está poniendo en valor toda esta música. Hay propuestas que recuperan las melodías de María Dolores Pradera. Ahora se está recuperando esa tradición con la libertad que permite siempre la música. La tradición es importante y hay que respetarla, pero también modificarla, distorsionarla, adaptarla a las nuevas herramientas que tenemos hoy. Hay artistas haciéndolo de una manera bien entendida. En los años 90 estaba más perdida.

Mikel Laboa hacía perfectamente esto que dices de recoger la tradición y ofrecer algo diferente. Pertenece a esa generación anterior, pero se le valora poco, quizá por el idioma.
J.L.G.:
Mikel Laboa es muy bestia musicalmente. Era más moderno que muchos de los que pensamos que somos modernos. Bueno, nosotros no somos modernos, ya se nos pasó el arroz para eso [risas]. Mikel Laboa es alucinante, cómo hace las melodías, la voz que tiene, la instrumentación. “Haika mutil” termina con unas disonancias que son una barbaridad para que después sea un producto que haya conectado tan directamente con el pueblo vasco. Es una referencia para cualquier generación de artistas de Euskal Herria.
F.A.: “Haika mutil” es una versión que haríamos de mil amores, pero es cierto que el idioma te echa un poco para atrás.

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¿Qué queda en Simetría de los Elle Belga de 1971?
F.A.:
Creo que es de los discos en los que más queda. Retoma un poco esa luminosidad, esa sonoridad que en Refugio, sobre todo, se había oscurecido mucho, con texturas más pesadas. Simetría recupera ese espíritu primigenio, más pop.
J.L.G.: Refugio era un disco más hermético, menos accesible. Simetría es la recuperación de ese sentido popular de la música, pero con todo el  poso y el viaje y todo lo que hemos aprendido. Es la herencia muy mejorada de 1971.
F.A.: Sin ser un ejercicio premeditado en ningún momento. Ha salido así.

¿Cuál es la razón última para seguir haciendo música?
J.L.G.: Que es una enfermedad.
F.A.: Sí. Y que no puedes dejar de hacerlo.
J.L.G.: A cada persona le afecta de una manera. Si solamente eres consumidor, puede ser una enfermedad tan agresiva como si eres intérprete. En nuestro caso, que somos consumidores e intérpretes, es una necesidad, una adicción tan fuerte que no te planteas que pueda desaparecer algún día. Puedes llegar a pensar que la música no te va a afectar tanto, en cuanto a cómo la vas a presentar fuera de tu entorno más cercano, pero la necesidad de tocar, y de crear, creo que no va a desaparecer nunca.
F.A.: Y te aseguro que hay momentos y situaciones en los que piensas qué necesidad hay de esto, quién me manda a mí.
J.L.G.: La música genera unas ciertas expectativas. El músico que diga que no tiene expectativas cuando crea y publica algo miente. El problema de la expectativa es que genera frustración y esos momentos son difíciles de gestionar. Y tienes que convivir con eso en el día a día. Cuando no vives directamente al 100% de la música, hay gente que, sin mala intención, te dice “vaya hobby más chulo que tienes”. Y hostia, hobby es andar en bici, pero esto no es un hobby. Es una actividad que te lleva a estadios emocionales muy distintos.
F.A.: Y es un compromiso, un trabajo.

¿Cómo afecta ser pareja a la música de Elle Belga?
F.A.:
Afecta a todo, desde la manera de componer, de crear… No es que estemos continuamente con el proceso de hacer música en la cabeza, pero no tenemos que esperar a reunirnos con nadie. Hay una idea, una imagen, cualquier cosa que surge, y en ese momento podemos comentarlo.
J.L.G.: Yo que he vivido las dos partes, con un grupo y con mi pareja, creo que cuando haces música con tu pareja los extremos se acrecientan más. Puedes ser más cruel, y la crueldad a veces puede ser positiva. En un grupo, las relaciones están mediadas por la educación y la opinión la comunicas de modo que se evite el conflicto si hay opiniones encontradas. Con una pareja esos puentes se rompen, por la confianza que hay. Puedes ser mucho más cariñoso y mucho más cruel.
F.A.: Las cosas se defienden con otra vehemencia, la que te da la confianza. Pero luego tienes que tener la cabeza amueblada para cerrar el estudio e irnos a cenar.

Todas las muñeiras que se interpretaban hace muchísimos años en los pueblos y aldeas, que no se escribían sino que se transmitían oralmente, eran lo más moderno de entonces

Desde hace unos años hay un cierto interés por la mezcla de pop y música tradicional. En Asturias, desde Lucas 15 a Anabel Santiago, Rodrigo Cuevas, siendo distintos y con diferentes resultados. ¿Hacen buena mezcla o son mundos con poco en común?
J.L.G.:
Pop es la abreviatura de música popular, en realidad. Fue la etiqueta que se puso en los años 50, cuando las referencias que había eran de la música culta, noble. La música popular era aquello que salía fuera de esas áreas de interpretación que eran los teatros. El pop, por tanto, es música tradicional e incluso de transmisión oral, como puedan ser los romances o las muñeiras que interpretan Rodrigo Cuevas, Anabel Santiago, L-R o infinidad de propuestas que hay ahora mismo en Asturias. Es una evolución. Todas las muñeiras que se interpretaban hace muchísimos años en los pueblos y aldeas, que no se escribían sino que se transmitían oralmente, eran lo más moderno de entonces.

Esa revisión que hacen efectivamente Rodrigo, Amorante, Lorena Álvarez, Joana Gomila, Arnau Obiols y cien mil ejemplos de propuestas artísticas que trabajan en ese sentido tiene que ver con encontrar una esencia, una identidad cultural, rehuyendo las referencias anglosajonas. Ellos lo entendían, la eclosión de música que se llamó postfolk, neofolk o americana en los años 90 con nombres como Lambchop, Will Oldham o Smog realmente lo que hacía era revisitar su tradición. Nosotros tratábamos de aquella de emularla pero no nos pertenecía, con lo que había partes que cojeaban bastante. Hoy se ha aprendido de todo eso y se ha sabido mirar para bien a nuestro propio pasado.

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¿Os habéis planteado cantar en asturiano?
F.A.:
Sí, de hecho en Simetría hay una letra en asturiano, el “Cantar de siega”, pero es muy cortita y casi no se aprecia. No te digo que no lo hagamos, no es algo que tengamos en la cabeza, pero si surge lo haríamos sin ningún problema.
J.L.G.: En nuestro día a día lo que hablamos es lo que aquí decimos un amestáu, la traducción sería una mezcla. No es castellano ni asturiano, por lo que llevarlo a una canción es complicado.
F.A.: Con un poco de pulido, si encontramos una letra se puede hacer. Para una recopilación para niños llamada Bestiariu hicimos una canción en asturiano, por qué no. No lo hablo habitualmente, pero podría escribir la letra.

Desde fuera da la impresión de que en Asturias hay mucha actividad musical desde siempre y de muchos estilos. Otra cosa es en qué condiciones. ¿A qué se debe tanta actividad?
J.L.G.: Las escenas crean escenas. Antes de la nuestra estaban La Banda del Tren, Los Ilegales, Los Locos. Aunque cada generación trata de hacer algo distinto a la que la precede, ellos habían generado el tejido para que hubiera locales de ensayo, algún estudio de grabación, espacios para tocar en directo, bares o salas. En los 90 siguió aumentando esa base y eso ha hecho posible que la gente entienda la música como un valor de Asturias. Creo que ahora mismo va a venir otra ola grande.
F.A.: Ahora mismo hay un caldo de cultivo de gente que está haciendo cosas y ya está resonando en toda Asturias.
J.L.G.: Y no tanto por la cantidad, que es bastante para el entorno que tenemos, sino por la calidad. Y en breve veremos el resultado, en un plazo corto, de distintas escuelas musicales como Sonidópolis en Gijón que enseñan a los niños desde una perspectiva lúdica. Les enseñan con cuatro o cinco años los distintos géneros musicales, desde Kraftwerk a los Ramones o Serrat, antes de enfrentarse a un instrumento. A ver qué les sale cuando empiecen a desarrollar sus propias ideas.
F.A.: Quienes están detrás de estas escuelas son gente que intenta enseñar la música desde otra perspectiva, no solo la de la enseñanza académica reglada de la música sino que hay muchos otros mundos.

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¿Hasta qué punto esa densidad de músicos en Asturias tiene que ver con el alto desempleo juvenil?
J.L.G.: Todo tiene que ver. Ahora somos una población tremendamente envejecida y siguen surgiendo proyectos musicales. La sociedad asturiana siempre ha tenido en su ADN la reivindicación, siempre ha sido una sociedad contestataria, y toda revuelta necesita de sus himnos. Desde hace mucho tiempo, la música ha sido recurrente en nuestra región para poder reivindicar, cantar, gritar contra aquello con lo que se estaba descontento. Es una herencia que hemos recibido. En las zonas deprimidas y golpeadas como puedan ser las cuencas, en sus textos y propuestas musicales siempre ha estado muy presente.

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#71682
10/10/2020 8:08

Id a verles en directo. Son estupendos.

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