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Música
Sés: “Maluma es tan político como Carlos Puebla, solo que defienden patrones políticos, sociales y económicos distintos”
Sés saca su Rabia ao silencio en forma de disco y lo hace en compañía de los versos de Benedetti, Sosa, Fuxan os Ventos y Atahualpa, entre otros.
Tras temazos como “Tempestades de sal” o “Milonga de aquí”, que ha girado a ritmo frenético por salas y festivales, María Xosé Silvar (A Coruña, 1982), más conocida como Sés, aparca su lado más rockero y se vuelca en lo folki.
A esta cantareira le molesta que le pregunten por qué canta en gallego —“soy gallega, ¿alguien le preguntaría a Fermín Muguruza por qué canta en euskara? ¿O a la que come cochinillo con su abuela por qué canta en inglés?”—, pero lo cierto es que de los 20 artistas gallegos más escuchados en Spotify, solo ella y Dakidarria cantan en gallego.
En el año de las lenguas indígenas, según la ONU, hablamos con Sés un poco de música y mucho de lengua.
Publicas el sexto disco, Rabia ao silencio, una recopilación de canciones de cultura popular revolucionaria… en gallego. ¿Cómo encaja esto en el panorama político y social que vivimos?
Creo que se ha conseguido confundir la desideologización de la música con la profesionalidad: hubo un discurso de que la música era mejor cuanto más aséptica, la falacia de que se puede hacer música que no sea política. La realidad es que Maluma es tan político como Carlos Puebla, solo que defienden patrones políticos y sociales —y económicos— distintos; pero eso de que las personas que defienden el patriarcado y el neoliberalismo no hacen música política y, en cambio, quienes defendemos una posición de izquierdas feminista sí es una falacia que nosotros seguimos perpetuando al utilizar el léxico de los vencedores.
Lo de la canción protesta… yo no consiento que me digan eso, yo protesto muy poco, lo que hago es denunciar o contarte cosas… Se denominaba, muy acertadamente, canción testimonial en los años 70. No se puede confundir un cronista con un protestón, es simple y tendencioso.
Apuestas por el gallego como lengua en la que cantas y vemos que hay compañeras que aprenden gallego con tus canciones. ¿Qué efectos ves tú?
No soy muy optimista porque lo que veo es que no puedes luchar contra un sistema político tan grande, contra un Estado que sigue siendo imperial, en América Latina, en Galiza, en Euskal Herria, en Catalunya… Estamos viendo cómo se criminalizan las urnas, pero no las violaciones, además lo vemos grabado, ambas cosas. En gallego se hace como en cualquier otra lengua, salvo en inglés, cuya hegemonía se está comiendo muchas otras lenguas.
En la música, no encuentro un porqué para utilizar un código complicado que no controlas. Ya crear un tema es complicado; una canción es intentar materializar en sonidos y en palabras un sentimiento, si además lo intentas en un código que no dominas perfectamente —dado el nivel de inglés del Estado español—, es totalmente imposible. El porqué es que hay dos tipos de personas: las que entienden la música como fin o como medio. Si la entiendes como fin, no hay motivo para hacerlo en una lengua que no sea la tuya, independientemente de que tenga 3, 300 o 30 millones de hablantes. Si la entiendes como medio —de reconocimiento social, dinero, fama, follar…—, entonces sí, tiene sentido.
Aun así, consigues llenar salas en Madrid, Valencia o Barcelona.
Pero son pequeñas, nunca vas a conseguir grandes cosas. Consigues, que ya es mucho, llenar un teatro de 300-400 localidades, pero hasta dónde… No creo que sean ni límites humanos, porque mira Miriam Makeba con “Pata Pata”, son institucionales porque los medios son generadores de opinión, no de información, y si no te adaptas a la marca prefabricada vas a conseguir llegar a un público más reducido, pero que es real. Siempre digo que a mí no me conoce ni dios, pero quienes me conocen es porque la mayoría me escucharon, me escuchan o me compraron los discos. Porque cómo explicas que yo, que soy nadie, que canto en una lengua de nadies, que valen menos que la bala que les mata, como decía Galeano, que yo llene más que una persona que es 20 veces más conocida que yo, en Coruña. ¿Por qué? Porque esa persona sale en la tele pero la gente no escucha su música.
En el disco traes a Fuxan os Ventos y a Atahualpa, de dos puntas del mundo, y no chirría.
Porque todos eran pobres. Al final la postura ante este disco tiene más que ver con lo que rodea a la música, con el contexto socieconómico y político, que con la música en sí. Toda esa gente tenía en común la rabia al silencio, existía una denuncia, creo que ese sintagma es perfecto porque no es protestar, se trata de no callar. Y todo lo que abarca no callar, desde “Strange Fruit”, que cantó Billie Holliday y lo había vivido en sus propias carnes, hasta “Yo soy de un pueblo sencillo”, de Mejía Godoy, porque al final todo eso es darle voz al pueblo, porque el pueblo existe… que esté convertido en masa, que se anestesie desde arriba, que se deje simplificar y reducir… eso no significa que no exista. Eso lo ves en los conciertos, hay algo que no sabes delimitar, pero que está ahí porque hierve.
¿A quién homenajeas en este disco?
A las personas que me enseñaron a pensar, que me dieron lo mejor que se le puede dar a una persona: libertad. Yo no le puedo dar a nadie más que eso. Que también tiene un lado fastidiado, porque cuando me dicen: “Le estás abriendo la cabeza a algunas chavalas”, no sabes si sentirte culpable, porque sabes que no las vas a hacer más felices, sino mucho más infelices. El conocimiento genera permeabilidad, empatía, humildad, saberte un ser humano más. Hay una frase de una milonga que dice “Todos traemos al nacer la obligación de ser buenos”, a mí me gusta mucho. A mí me enseñaron a saber ser una persona.
Si te metiste en la música sería para abrir cabezas.
Es curioso porque siempre me recuerdo cantando y bailando, no recuerdo lo que era no saber cantar. Cantar y bailar es algo humano, no es para tanto, y se puede hacer desde distintas posturas. Por eso a mí me apasionaron siempre los trabajos del campo, porque eran voces que no cantaban para un auditorio, que no vendían nada, simplemente estaban cantando. Este disco era una deuda contraída. A mí lo que me gusta es hacer canciones, la cuestión era engrosar también el corpus gallego, que parece que no importa, como va a morir la lengua, sin duda… Pero eso no coarta mi trabajo, sería como no cuidar a un hijo porque esté enfermo.
Las características sociopolíticas de la lengua gallega son peculiares, distintas de las del catalán o el vasco.
Son más parecidas a las del catalá en Valencia: hay mucho autoodio, no hay una clase política ni eclesiástica dominante que sea gallegoparlante, hay una política franquista desde 1936 hasta hoy —no olvidemos que fue un ministro franquista quien estuvo gobernando en Galiza y que ahora tenemos a su discípulo—, pasamos de un índice de hablantes de casi el 90% en los años 80 a que, según el último estudio del Instituto Galego de Estatística, solo un 18% de los niños conoce la lengua. Como filóloga, en los estudios lingüísticos se calcula que mueren unas 14 lenguas al año. Las lenguas que no tienen una política estatal que las defienda están condenadas a extinguirse. En el siglo XX los vimos con el gaélico y el bretón, y con las políticas lingüísticas que tenemos ahora… —no va a ser necesario hablar gallego para trabajar de funcionario en Galiza, según el presidente de la Xunta—. Una lengua sin hablantes es una lengua muerta.
Para mí, lo peor es intentar explicar el autoodio, cuando hablas con una catalana o una vasca… es muy complicado. Es como cuando en otros lados te preguntan si es cierto que las mujeres europeas dejan de comer para estar más delgadas. Cuando ves a señoras mayores que dicen la pena que les da ver a un niño de dos años hablando gallego, parecen historias inventadas. Lo peor es alguien que se enorgullece de no saber. Hace poco que estaba prohibido hablar gallego, euskara o catalá… y ahora vemos a gente que se considera progre y que llama a los presos políticos políticos presos. Por eso es necesario este trabajo y miles como este.