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Música
McCarthy, cuando el pop fue marxista
El lenguaje universal, el pop en su esencia más smithiana, fue el canal utilizado por Malcolm Eden, vocalista de McCarthy, un grupo nacido del desasosiego que le produjo la subida al poder de la Dama de Hierro.
Hubo un tiempo en el que el jangle pop fue belicoso, como un caramelo envenenado. De envoltorio dulce y melancólico, pero avivado por un empuje natural hacia el documento social teñido de amargura. Uno de los singles publicados por The Smiths en 1985 fue “Heaven knows I’m miserable now”.
En el ensayo There is a light that never goes out, Tony Fletcher recuerda los debates causados por la frase “estaba buscando un trabajo y encontré un trabajo/ Y el cielo sabe lo desgraciado que soy ahora”.
“En la Gran Bretaña de Thatcher, donde el desempleo, especialmente entre los jóvenes, no mostraba signos de disminución, y se asistía a la constante preocupación de la pobreza adolescente, los críticos de Morrissey —y había muchos— querían saber cómo podía oponerse a la idea de trabajo”, explica Fletcher.
“Pero Morrissey ya había respondido a esto en ‘You’ve got everything now’ y ‘Stil ill’. Si bien este último pareado seguramente provenía de su propia experiencia personal, a través de sus infelices turnos en el puesto de Impuestos Internos, el Servicio Civil y como portero de hospital. Sus palabras resonaron en un montón de otros oyentes que estaban, casi a diario, participando en una batalla similar, entre las demandas conflictivas de insatisfacción en el trabajo y la necesidad de pagar el alquiler a fin de mes”.
Las políticas neoliberales propagadas por Margaret Thatcher llegaron a inspirar “Margaret on the guillotine”, de Morrissey. Desde un frente ideal de respuesta, escuchar a Housemartins, The The o a Billy Bragg era como leer un diario marxista de actualidad. La literalidad de su mensaje resonaba como una versión para todos los públicos de lo que, años atrás, habían fomentado bandas como Gang of Four y The Fall en la explosión post-punk de fines de los 70.
Música
Billy Bragg “Hay muy pocos chicos de clase obrera que puedan tocar y vivir de ello”
Precisamente, dentro del grupo de taras surgidas tras la progresiva transformación del post-punk en new pop, bandas como World Domination Enterprises, The Shrubs, Stump y Red Guitars sembraron los subsuelos underground de una colisión donde funk, noise y tapizado arty eran la gasolina que surtía su descontento.
Sin embargo, la conexión popular era imposible bajo dicha clase de cauces sonoros. El lenguaje universal, el pop en su esencia más smithiana, fue el canal utilizado por Malcolm Eden, vocalista de McCarthy, un grupo nacido del desasosiego que le produjo la subida al poder de la Dama de Hierro.
Según rememoraba Eden en una entrevista concedida a Lacewings en 2007: “Ella tenía una manera muy enérgica de imponer sus argumentos. Realmente, nadie en la oposición tenía una respuesta para ella. Es por ello que siguió ganando las elecciones. Para encontrar una buena respuesta para los tories, tenías que ir a la raíz del asunto. Eso es lo que me interesó del marxismo”.
Desde sus primeras canciones al frente de McCarthy, Eden cultivó una intensa lucha contra la propaganda capitalista. El envasado era idóneo para su consumo: viñetas perfectas de pop saltarín de dos o tres minutos de duración. Cortes como “Red Sleeping Beauty” refrendan los poderes hipnóticos de la fórmula. Single publicado en 1986, no resulta extraño que portavoces anti-liberales para las masas como Manic Street Preachers la versionaran en 2007. En esta canción, Eden clama porque ella [Thatcher] no le despierte de sus veinte años soñando, su edad en aquel entonces.
La poesía de subconsciente contestatario fue la forma adoptada para las canciones que conforman I am wallet, su primer lp, publicado en 1987. 14 gemas indie pop coronadas por títulos que parecen extraídos de pasquines revolucionarios. “The procession of popular capitalism”, “The wicked palace revolution” o “The international narcotics traffic”, la elocuencia destilada en la exposición de estos temas evitaba cualquier posible equívoco.
Aunque donde estas canciones triunfaban verdaderamente era en su impacto, intensamente individual y, al mismo tiempo, de acervo popular. En sí mismo, un ideal: masas unidas por conciencias ajenas a un pensamiento único y aleccionador.
Esta desconexión con el tono panfletario de los títulos de las canciones provenía de lo que el propio Eden reconocía en el fanzine Simply Thrilled Honey, en septiembre de 1987: “En verdad, no considero mis letras como políticas. Sin embargo, sí suelo escribir sobre ‘el mundo’ en lugar de sobre mí. Esta es una práctica que me gustaría ver alentada en mis jóvenes fans”.
En sí mismo, la primera impresión al escuchar las canciones de I am wallet es la producida por el contraste entre el arrojo activista de su mensaje y la belleza cuasi onírica de canciones como “An MP speaks” o el brío festivo irradiado en “The well of loneliness”.
En su proceso creativo, tanto Eden como su mano derecha, Tim Gane, siempre evitaban el tono airado. Su mejor respuesta contra la miseria propagada por el gobierno de Thatcher era rociar de belleza cifrada a una juventud deseosa de melodías para quebrar su aislamiento social, ya fuera por carecer de empleo o por trabajar en cadenas impersonales de fábricas.
En el fondo, Eden era un bardo de otra época nacido en el siglo equivocado. Pero, a diferencia de la pose hímnica de Billy Bragg, él prefería abrirse al mundo a través de las dudas de quien se siente incompleto. Una postura nacida de una experiencia de infancia: “Tuve la suerte de echarme un vistazo en un espejo roto a la edad de tres años y, aunque otros han venido y se han ido, yo me he mantenido fiel a esta brillante visión”, explicó hace tres décadas en Simply Thrilled Honey.
Como todas las revoluciones que importan, la de Eden llegó a su fin antes de cumplir su objetivo. Fue en 1990, después dar continuidad a I am a wallet con un lp tan estimable como The enraged will inherit the Earth the world y otro, sencillamente, majestuoso, Banking, violence and the inner life today. En este último trabajo, una tal Laetitia Sadier se hizo con un puesto en la banda. Precisamente, fueron ella y Tim Gane quienes tras la retirada de McCarthy recogieron su espíritu y lo trasplantaron dentro de la cadencia krautrock y experimental de Stereolab.
De aquella, Thatcher ya no regentaba el número 10 de Downing Street. En noviembre de 1990, John Major cogió el testigo conservador. Pero las barricadas indies se estaban abriendo paso en terreno mainstream. Era como decir: aquí tienes tu margen de libertad, uno alimentado por las corporaciones reinantes…
La trampa había sido dispuesta, por lo que la acción requería un cambio de estrategia que Laetitia Sadier supo concebir desde la perspectiva situacionista expresada en singles como “Ping Pong”, pero aún más a través de declaraciones como la ofrecida en la revista Rockdelux en enero de 1996: “Antes creía que un día cualquiera la gente se despertaría y, mágicamente, tomaría conciencia de todo lo que está mal en el mundo, del daño que hace el capitalismo a las personas. Pero, más tarde, te das cuenta de lo remota que es esa posibilidad, así que ahora nos identificamos más con el concepto de resistencia frente al sistema; es menos ambicioso pero más práctico”.