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Música
Rozalén: “Soy lo que soy por la música que escuché en mi adolescencia”
No es fácil definir con palabras la voz de Rozalén, sin embargo parece que hay consenso en el hecho de que es capaz de rasgar algo cuando canta, algunas capas de piel. Si no, sería difícil entender hasta qué punto en apenas diez años ha conseguido llegar con su música a niñas y abuelos, activistas y estudiantes, gente de todas las edades y de muy diversas condiciones, que han podido en algún momento conmoverse con canciones como “Justo”, el tío abuelo desaparecido con la quinta del biberón, tararear “Antes de verte”, en la que gamberrea con el argentino Kevin Johansen, o bailotear con la festiva “Girasoles”.
Con cientos de conciertos a sus espaldas —muchos de ellos acompañada por su compañera y amiga Beatriz Romero, intérprete de signos que traduce la letra y la vibra de los temas en el escenario— cinco álbumes de estudio en su haber, incontables colaboraciones con otros músicos, o incursiones en bandas sonoras como la de la reciente En los márgenes, por la que ha sido nominada a un premio Goya, María de los Ángeles Rozalén Ortuño (Albacete, 1986) se ha ganado un espacio propio con canciones donde caben la ternura y la ironía, la memoria histórica y la denuncia, y así, en general, donde cabe la vida.
Hace más de 10 años que publicaste tu primer disco. ¿Cómo se sienten tus primeras canciones desde el presente? ¿qué hay de constancia, qué de cambio? ¿qué le dirías a tu yo de entonces? ¿y qué crees que pensaría ella de esta artista consagrada que eres ahora?
¡Cuántas preguntas! Pues la verdad es que me da gusto escuchar las canciones del primer disco. Quizá la diferencia tiene que ver con la frescura de ese momento, porque yo no pensaba que me iba a dedicar a esto. Entonces esas canciones eran para mí. Bueno, en realidad como ahora, pero ahí, sí, eran más para mí. Para los míos. Había mucha más inocencia. Por ejemplo, las letras no están tan cuidadas, era todo más espontáneo. Creo que lo que puede ser parecido es que sí, que hay una mirada social desde siempre. ¿Qué hay de cambio? Hay una evolución en cuanto a lo musical, evidentemente, porque vas aprendiendo, vas investigando, vas estudiando, hay más cuidado de la letra, de la rima, cuido más los versos.
¿Y qué le diría a esa niña? Le diría que nada es tan importante, que disfrutara mucho el proceso. Y, sobre todo, le diría algo relacionado con la exposición, con la fama, porque hay momentos en los que he sufrido mucho, porque lo ves todo desde una perspectiva que no es real. No es real. Entonces, sí, que disfrutara y que nada es tan importante. ¿Y qué creo que pensaría ella de quién soy ahora? Yo creo que estaría muy orgullosa. Creo que he hecho las cosas como mejor he podido.
Haberme criado en un pueblo tiene mucho que ver con cómo veo la vida y con los valores que me transmitieron: el contacto con la naturaleza, saber bien de dónde vienen los alimentos, el silencio, el pasar tiempo con la gente mayor
En temas como “Saltan chispas”, te acompañamos en ese viaje de emancipación que supone viajar entre mundos. ¿De qué manera venir de un pueblo como Letur, tener que cambiar de entorno y abrirte un hueco, te da otra perspectiva de las cosas?
Creo que haberme criado en un pueblo tiene mucho que ver con cómo veo la vida y con los valores que me transmitieron. Te hace valorar las cosas de otra manera. Yo pasé mucho tiempo en contacto con la naturaleza, con el campo, saber bien de dónde vienen los alimentos, el silencio, el pasar tiempo con la gente mayor. Eso te hace ser de una manera. Con “Saltan chispas” cuando llegué a Madrid todo parece muy gigante. Pero al final es verdad que la cabra tira al monte. Y yo ahora vivo en Madrid, pero en un pueblecico. Una siempre tiende a volver a su raíz y a lo que le hizo feliz.
Mis hijas tienen la edad de tus primeros discos. En su cole, los 25 de noviembre y los 8 de marzo ponen en los altavoces “La puerta violeta”, un tema que también se escucha en las manifestaciones. ¿Cómo se siente eso?
Eso es muy fuerte, muy fuerte. A mí me sigue sorprendiendo que año tras año, en esas fechas sobre todo, me lleguen tantos vídeos de coles, me genera mucha responsabilidad. Pero lo cierto es que yo hice lo que sentía y lo que viví, y lo que ha pasado alrededor de esa canción no me pertenece, es de la gente. Todo esto lo han hecho las demás. Cuando haces una canción deja de ser tuya desde el momento en que suena. Y estoy muy orgullosa de lo que todas han hecho con “La puerta violeta”. Así que ojalá siga siendo herramienta para hablar de algo tan importante.
En tus temas se siente un feminismo personal, muy vivencial, en diálogo con una misma, con el cuerpo, con el tiempo que necesitamos para nosotras.
Yo creo que cuando una habla de lo personal llega más y mejor. Es la manera en la que una puede ser más empática con los demás. Claro que tengo muchos temas que hablan de lo social, de lo político, pero siempre están contados desde una historia con nombre propio. Creo que esa es la manera en la que se puede lanzar un mensaje de una manera más cercana, a través de canciones, que son el vehículo más amable. Como cantautora yo cuento lo que vivo y lo que siento y por eso siempre está la lucha feminista en mis letras, porque soy mujer. (ríe)
Una de las cosas que nos cuestan la vida a nosotras, feministas, es llevar lo que pensamos al territorio de los amores. Parece que en tus canciones se contiene otra escuela “amorosa” más sana, que supera al amor sufrido en el que muchas nos socializamos.
El amor romántico ha estado siempre muy presente en todas las canciones. Hay temas del primer disco en los que se nota incluso la evolución, porque sí que tienen más que ver con ese amor que tanto nos han enseñado. Me gusta ver cómo voy evolucionando. Y a la vez, claro, están todas las contradicciones. Hay tantas, tantas cosas para hablar del amor, de por ti no me muero, de no tener celos, de tener tu espacio, del amor compañero.
Pero a la vez, cuando llega un amor así muy puro, pues quieres compartirlo con esa persona. Creo que lo más importante es eso, el ser honesto con lo que se canta. Sí que es verdad que me esfuerzo por alejarme un poquito del amor sufrido, de las relaciones tóxicas que parecía que eran las de amor puro. Pero no, para nada es así.
En tu último disco unes lo tradicional y el presente. Por otro lado, en tus letras vas de la memoria histórica a las luchas actuales más urgentes. ¿Tienes vocación de puente?
Tiene que ver con mi biografía y con la curiosidad. A mí me parece que todo está súper relacionado, de verdad. Se trata simplemente de hablar de lo que me parece injusto: hay cuestiones del pasado que no dejan de ser actuales, como la memoria histórica, hay otras cuestiones sociales que sí que son muy de ahora, yo al final hablo de lo que vivo, de lo que observo y de lo que me parece injusto. Así, con esas cosas del pasado que he vivido y que me ha transmitido mi familia, que eran tan dolorosas y lo siguen siendo, no hay un hilo que se rompa, es todo un hilo continuo.
Voy dándome cuenta de que haga lo que haga, diga lo que diga, calle lo que calle siempre va a haber a alguien que le moleste. Me parece importante mostrar mi vulnerabilidad, decir alguna que otra vez lo siento. No sé, ¿mostrarte humana?
Hay una canción, “Somos”, en la que en cierto modo hablas de la exposición y el juicio externo. ¿Cómo se mantiene el eje ante el escrutinio al que te puedes ver sometida? En la letra afirmas: ‘Somos contradicción’, en un momento en el que parece que las posturas tienen que ser sólidas y unívocas.
Cuando hice esta canción, encima, muy pocas cosas se decían de mí. Ahora se han dicho muchas más y sí que voy dándome cuenta de que haga lo que haga, diga lo que diga, calle lo que calle, siempre va a haber a alguien que le moleste. Y por supuesto que hay contradicciones, que yo no soy en absoluto perfecta. Me parece importante mostrar mi vulnerabilidad, decir alguna que otra vez lo siento, me he equivocado en esto, o antes pensaba de una manera, ahora pienso de esta. No sé, ¿mostrarte humana?
Intento acercarme lo más que pueda a la coherencia, pero a veces me equivoco y no pasa nada. Creo que lo más importante es decir “no sé, aquí metí la pata”. O “no volveré a hacerlo”. O saber que no tienes que dar tampoco explicaciones de todo lo que haces. Mi objetivo es dormir tranquila y te prometo que a día de hoy duermo muy tranquila, porque hago las cosas lo mejor que puedo.
Colaboras con muchos artistas muy diversos. ¿Qué aporta este mezclarse y dejarse contaminar?
Algo muy bonito que me pasa es que son estilos muy diferentes y artistas súper diversos. Eso significa que conmigo la gente no tiene prejuicios. Me encanta, porque para mí la música es eso, es compartir y no competir. La mayoría, por no decir la inmensa mayoría de las colaboraciones, se me han pedido a mí. Yo solamente he pedido las del disco de folclore y por eso me parece que soy una gran sortuda. Tengo mucha suerte porque la gente quiere cantar conmigo. Y eso ojalá que no cambie.
Tú que eres cantautora, ¿qué sientes cuando cantas canciones de otros? Temas que nos atraviesan como “La belleza”, o “Volver a los 17”, o todas esas canciones tradicionales que aparecen en tu último disco Matriz.
Me encanta ser intérprete, porque lo que siento cuando canto “La belleza”, por ejemplo, o estas últimas canciones de folclore, es muy parecido a lo que siento cuando canto algo mío. Tengo mucha facilidad de empatizar y hay muchas de esas canciones que las siento mías y que me duelen y me alegran de la misma manera. Es genial poder combinar.
Estoy aprendiendo a no martirizarme por no ser omnipresente. Porque es imposible. Entonces, donde esté, pues estar de verdad. Yo creo que también la gente lo entiende y empatiza contigo y tiene gratitud
Hay bastante sensibilidad política en muchas de tus letras, no desde las grandes proclamas, sino desde algo más sútil. Desde una mirada que propicia la cercanía.
Creo que la cuestión política me viene porque la música que yo más escucho desde cría y la que más me motiva tiene siempre un mensaje. La canción de autor, el rock, el punk, el rap. Es lo que más escucho desde pequeña. Creo que soy lo que soy por la música que escuché en mi adolescencia. Son los referentes donde me miro y, a la vez, yo vengo de la psicología social, están muy mezcladas mis vocaciones. Me sale de manera natural, escribir al amor social, el amor está en muchas formas. Y claro, me interesa la política, porque la política es la sociedad y las canciones hablan de eso, de las personas.
Vengo con la sensación de que estás en todas partes donde se te espera. En la banda sonora de una película como En los Márgenes, en todas las causas justas... Yo, de hecho, te escuché por primera vez en un concierto de apoyo al pueblo saharaui. ¿Cómo lo haces? ¿cómo llegas? ¿cómo estás?
A veces me siento agotada y me siento mal por no poder llegar a todos los sitios donde me piden que vaya, también porque cada vez son más las cosas que me piden. Intento llegar a lo que puedo. Estoy aprendiendo a no martirizarme por no ser omnipresente. Porque es imposible. Entonces, donde esté, pues estar de verdad. Yo creo que también la gente lo entiende y empatiza contigo y tiene gratitud. Entonces, hay que seguir caminando, pero sabiendo que no se puede llegar a todos lados.