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Música
Un decálogo para acabar con la discriminación de las mujeres en la industria musical
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Una de las expresiones más claras de la desigualdad entre hombres y mujeres en el mundo de la música se observa en los carteles de los grandes festivales, donde es muy frecuente encontrar una gran desproporción en la cantidad de unos y de otras. Se ha hecho recurrente el meme en el que se eliminan del cartel de un festival los nombres de grupos integrados exclusivamente por hombres o de los artistas masculinos y el resultado es que el cartel queda vacío.
Esta flagrante desigualdad podría incurrir en una ilegalidad, teniendo en cuenta que la gran mayoría de los festivales de música recibe financiación pública, ya sea de manera directa mediante subvenciones o indirecta a través, por ejemplo, de la adjudicación de contratos de patrocinio con las administraciones públicas. Otros muchos reciben apoyo público en forma de cesión de terrenos o servicio de policía y limpieza que paga el Ayuntamiento de la localidad donde se celebra el festival. En su artículo 26, la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, impele a “los distintos organismos, agencias, entes y demás estructuras de las administraciones públicas que de modo directo o indirecto configuren el sistema de gestión cultural” a desarrollar actuaciones que promuevan “la presencia equilibrada de mujeres y hombres en la oferta artística y cultural pública”, según se lee en el tercer apartado del segundo punto de este texto legal.
“Pedimos paridad no únicamente en la parte visible sino en el resto de profesiones de la industria, en posiciones de toma de poder y con igualdad de condiciones”, dice Mar Rojo, vicepresidenta de la asociación Mujeres de la Industria de la Música
“No se encuentra explicación a que haya festivales y eventos que ignoran el talento femenino”, lamenta Mar Rojo, vicepresidenta de la asociación Mujeres de la Industria de la Música (MIM), quien confirma la abundancia de eventos beneficiados de financiación pública en cuya programación es difícil encontrar a alguna mujer. En contraposición, Rojo destaca que el actual panorama musical nacional es “especialmente rico, diverso y de calidad” y apunta que el hecho de que eso eso no se refleje en el directo denota “anquilosamiento por parte de los equipos de booking [contratación], en los que, casualmente, hay falta de diversidad. Pedimos paridad no únicamente en la parte visible sino en el resto de profesiones de la industria, en posiciones de toma de poder y con igualdad de condiciones”.
La exigencia de paridad en la contratación es uno de los puntos que plantea el decálogo que MIM ha hecho público esta semana y que ayer, martes 5 de marzo, presentaron al ministro de Cultura, Ernest Urtasun. En su tercer punto reclaman que la financiación pública de eventos musicales pase por una representación paritaria en los carteles y propuestas, así como equipos de trabajo que incluyan al menos un 50% de mujeres. “Demandamos que se programen bandas y artistas mujeres en la misma medida que bandas y artistas masculinos, en igualdad de condiciones y cachés”, se lee en el texto.
La desigualdad de género en la industria musical no es una cuestión únicamente numérica, sino también de otros tipos. “Las mujeres de la industria musical sufrimos por sistema las mismas discriminaciones y obstáculos que todas las mujeres por el hecho de serlo en su día a día, pero además otras específicas de nuestro sector”, asegura Lara Alcázar, portavoz de MIM, una asociación constituida en septiembre de 2016 que en la actualidad cuenta con más de 350 socias, profesionales de las diferentes áreas que hacen posible la publicación de discos y los conciertos.
Esas discriminaciones específicas de las mujeres en la música contribuyen, según Alcázar, a que su trabajo y desempeño creativo y artístico se vea afectado por el machismo. “Sufrimos discriminaciones por edad, ya que o nos infantilizan o nos dejan de contratar porque somos ‘demasiado mayores’, así como por orientación sexual o expresión de género, diversidades funcionales o cuidados”, enumera la portavoz, quien señala que la conciliación ha sido señalada por muchas socias de MIM como uno de los grandes obstáculos a la hora de continuar su carrera, no solo en lo que respecta a la maternidad sino a todo el espectro de los cuidados. Alcázar añade que “las violencias machistas también están presentes dado que son una problemática sistémica, especialmente aquellas que tienen que ver con el abuso de poder y las agresiones sexuales”.
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El manifiesto de MIM se abre con una reclamación de igualdad de oportunidades. En el primer punto plantean la necesidad de “mismas capacidades, salarios y visibilidad para las mujeres en la industria musical”, además del reconocimiento de su autoría y trayectoria “sin prejuicios ni discriminación, garantizando equipos de trabajo mixtos y paritarios. Mismo trabajo, mismo salario”. Después muestran su rechazo a la idea de que las mujeres sean “incapaces de liderar” así como a la narrativa que fomenta la “misoginia entre mujeres” y apuestan por “una mirada feminista que impulse liderazgos fuertes, comprometidos y diversos en todos los sectores de la industria que sirvan para promover carreras de mujeres y colectivos disidentes, aumentando las oportunidades profesionales a todos los niveles”.
También mencionan la urgencia de conseguir que “el compromiso contra las violencias machistas sea material y tenga consecuencias”, y exigen la aplicación de protocolos de prevención y atención en cualquier espacio “para que las denuncias sobre casos de violencias sean procesadas, aislando al agresor de los espacios de trabajo y no a las víctimas”.
En el sexto punto hablan de la conciliación, con el objetivo de facilitar “de manera efectiva” la conciliación laboral con los cuidados, “atendiendo a la diversidad de todas las familias, impulsando nuevas herramientas y recursos que se adapten a las necesidades de cada realidad”. Para ello consideran imprescindible “el control de jornadas laborales dentro del Estatuto del Artista y los convenios pertinentes en cada sector”.
En el punto número siete, el manifiesto de MIM describe la industria musical como “profundamente marcada por el machismo y, por tanto, por la LGTBIQAfobia, el racismo y capacitismo”
En el punto número siete, el manifiesto de MIM describe la industria musical como “profundamente marcada por el machismo y, por tanto, por la LGTBIQAfobia, el racismo y capacitismo” y por ello exigen “más empleo y más programación para las personas queer, migrantes y racializadas, y compañeras con discapacidades diversas”.
En aras de la ética y la transparencia en las instituciones y organismos vinculados con la música, el texto incorpora una propuesta de certificación de antecedentes para cargos “en cualquier organización, fundación, institución relacionada con el mundo de la cultura y el entretenimiento y sus representantes”.
La reclamaciones que expresa esta asociación también aluden a la salud de las trabajadoras de la música, ya que aseguran que los obstáculos que enfrentan por el hecho de ser mujeres en esta industria repercuten “fuertemente” sobre su salud mental, “afectando a nuestra vida laboral y personal”. Por ello solicitan “un mayor compromiso intersectorial que dé apoyo y atención gratuita por medio de programas y profesionales especializadas” y también instan a que se atienda a su bienestar físico, “especialmente en lo que refiere a la salud sexual y reproductiva”.
Tras la reunión con Urtasun —“entendemos que tiene que haber un amparo institucional público y también un apoyo notable y material sobre demandas que son de carácter social”, valora la portavoz—, desde MIM esperan que este manifiesto llegue a los muchos agentes implicados en el sector y que cale. “Les estamos hablando a las discográficas, a las oficinas de management, a las plataformas digitales, a las distribuidoras, a los festivales, a programadores, promotoras, medios de comunicación, empresas, equipos técnicos, escuelas e incluso universidades”, concluye Alcázar.