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Fondos Next Generation
Chalecos amarillos o asambleas ciudadanas vinculantes, Pedro. ¿Qué prefieres?
La tendencia de un cuerpo a resistir un cambio en su movimiento se llama inercia. Y nuestro sistema económico-político está repleto de inercias y rutinas, que, mientras mantienen casi inmóviles procesos que habrían de darse y muy rápido, lo van dirigiendo hacia un lugar imprevisible pero muy peligroso. Una de esas inercias explica por qué algunas de las grandes empresas que más han retrasado la transición ecológica, como Endesa o Naturgy, van a ser, con toda probabilidad, algunas de las que más fondos reciban de los 140.000 millones de euros que le tocan a España de los fondos europeos de recuperación, los Next Generation (NGEU).
Precisamente, como son las más grandes, muchos de los fondos irán hacia ellas como la luz a un agujero negro –creo que esta metáfora vale la pena una repensada- , atraídas por su mayor capacidad de presentar proyectos tractores y transiciones de gran calado, además de por sus contactos y arreglos con los poderes públicos y las consultoras, encargadas de diseñar los pliegos de condiciones y de solicitar los fondos de un plan de recuperación hecho a la medida del sector privado.
Pero pasemos al tema de los nombres, que tiene guasa: Next Generation y España Puede. Se suele decir aquello de “dime de qué presumes, y te diré de qué careces”. En este caso vale para ambos nombres. A los fondos supuestamente se les llama Next Generation porque van orientados a asegurar la transición que mejore el futuro de la siguiente generación. Sin embargo, si por algo podríamos seguir llamándolos así, es porque lo que vamos a hacer realmente, es gastarnos el dinero de esa siguiente generación. A pesar de que suponen un pequeño cambio a mejor en la ortodoxia neoliberal de la Unión al aceptar el endeudamiento común, al final vamos a acabar endeudándonos aun más, a 30 años vista, pagando probablemente –si no lo evitamos- con derechos, conquistas sociales y reformas de pensiones, que se exigirán cuando se levante la suspensión del Pacto de Estabilidad y Crecimiento en los próximos años. Y encima una gran parte será para mantener en liza a las grandes empresas que más se han enriquecido generando las condiciones climáticas que van a dejar de regalo un clima insufrible para esa siguiente generación. Chapeau.
Y qué decir del figura al que se le ocurrió “España Puede” – Así se llama el Plan de Recuperación que pretende guiar la captación y ejecución de los fondos europeos-. Otro capo del márquetin. Pero no. Visto el Plan al detalle o la flamante y decepcionante Ley de Cambio Climático de uno de los países que previsiblemente será más afectado por los efectos del calentamiento global, España no puede.
En realidad, hemos llegado a un punto en el que ningún país puede por separado. Tenemos enfrente un enorme problema civilizatorio que se bifurca en un caos climático quizá ya imposible de frenar, como mínimo durante siglos, y un descenso energético también ineludible. Hemos consumido una gran parte de las fuentes de energía más rentables, lo cual está afectando ya a precios y sectores económicos enteros, poniéndolos poco a poco de rodillas ante los límites de la termodinámica y las economías de escala. Y la genuflexión no ha hecho más que comenzar: vamos a ver precios de materias primas al alza y problemas sistémicos cada vez más difíciles de resolver. O colaboramos para sostenernos o nos hundiremos conjuntamente. Salvo aquellos a los que sí salvará – al menos temporalmente- España Puede, la Next Generation de forraos. Bienvenidos al sálvese quien tenga. En el año del centenario Berlanga, Bienvenido Mr. Next Generation.
El Plan, si como todo apunta, sigue las recetas de la tecnolatría, lo único que “podrá” es salvar temporalmente los muebles a la CEOE y a algunas grandes empresas
El Plan, si como todo apunta, sigue las recetas de la tecnolatría, lo único que “podrá” es salvar temporalmente los muebles a la CEOE y a algunas grandes empresas –que además tratarán temporalmente de lavar su imagen con un reluciente y de moda color verde-, véase a las energéticas pasándose al pufo con aroma colonialista del hidrógeno. Todo ello, carente de la transparencia necesaria para evitar nuevos casos Castor, en los que el riesgo es público y el beneficio, de ocurrir, es privado. Episodios cada vez más comunes en las “colaboraciones público-privadas”, ahora camufladas tras la denominación de origen “PERTEs”. Que a inventarnos nombres picarescos para disimular chanchullos no nos gana nadie.
Además, recientemente la plataforma Open Generation EU ha denunciado que el proceso de enmiendas al Real Decreto que regula la gestión de fondos está paralizado. El simple transcurrir del tiempo es otra inercia que juega a su favor, y el gobierno lo sabe. A muchos no se nos escapa que la Asamblea Ciudadana por el Clima a la que se comprometió el Gobierno hace más de un año no ha tenido lugar para que no interfiriese ni con el desarrollo de la Ley de Cambio Climático ni con la asignación de los irrepetibles e históricos fondos europeos.
Fondos Next Generation
Next Generation EU La lentitud del Congreso pone en peligro la transparencia y fiscalización de los fondos europeos
Esta asamblea es una de las mejores armas que tiene la ciudadanía para recuperar parte del poder político que los mercados le han arrebatado a los estados. Aunque como en Francia, genere sentimientos encontrados, se logran avances incuestionables, se le cae el disfraz al gobierno de turno, y además estimulan el debate mediático sobre las emergencias climática y energética justo cuando más falta hace. Quizá con suerte puedan suponer una presión suficiente para ayudar a vencer las inercias.
Nos estamos jugando que se considere útil la imprescindible transición energética y ecológica, o que en un momento en el que ya llega tarde, sea percibida como un lavado de cara verde que favorece a los de siempre
¿Qué nos jugamos con los fondos Next Generation? Dice la escritora y activista hindú Arundhati Roy que: “Históricamente, las pandemias han obligado a los seres humanos a romper con el pasado e imaginar su mundo de nuevo. Esta no es diferente. Es un portal, una puerta entre un mundo y el siguiente”. Nos estamos jugando que se considere útil la imprescindible transición energética y ecológica, o que en un momento en el que ya llega tarde, y aún ni siquiera es bien entendida del todo, sea percibida como un lavado de cara verde que favorece a los de siempre. Nos jugamos que Next Generation signifique iniciar por fin un camino de asunción de límites y justicia social –que además es ineludible para evitar peores conflictos-, o por contra signifique seguir con la receta del sálvese quien tenga, hasta que por algún lado, la cosa reviente. En defintiva, aprender la lección de Francia y de la pregunta de los 140.000 millones: ¿chalecos amarillos o asambleas ciudadanas vinculantes? Pedro –y sobre todo la CEOE-. ¿Qué preferís?