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Derechos Humanos
Jueces pirómanos: la erdoganización de España
En estos días en los que se quema media España el Poder Judicial parece querer sumarse a la orgía de destrucción. Armada de gasolina la magistrada “progresista” Carmen Lamela ha ordenado la prisión preventiva de los dirigentes de Asamblea Nacional Catalana y de Ómnium Cultural. Dudar de la intencionalidad política de los actos judiciales, ya no es producto de cierta inocente ignorancia, requiere una voluntad férrea, tozuda, loca.
La cosa se les ha ido de las manos a los pirómanos con toga. Más papistas que el Papa. Legitimados por la efervescencia del nacionalismo hispano, han procedido a dinamitar otro puente más, no sea que todavía cupiese solución política al asunto Catalán. La guerra es la guerra pensarán nuestros jueces. Tan acostumbrados a la aplicación del derecho penal del enemigo. Fervorosos y entusiastas de la Ley Mordaza, a la que siguen desde el exceso. Su ortodoxia en la fe punitiva está alcanzando cotas que desagradan hasta a los artífices de esta andanada anticatalana. Xavier Vidal-Folch se permitió sin disimulo dictar una sentencia a la magistrada: con fianza, Carmen, dale duro, pero con fianza. Los de El País andan un poco confundidos si se creen que ellos estaban dirigiendo la orquesta. El poder judicial no es ya un campo de negociación de los dos partidos tradicionales. El tiempo de las cuotas, de los jueces progresistas, de los jueces conservadores ya ha pasado a mejor vida. En la mente del gobierno lo que está en juego no es una legislatura, es la idea de España. La que nació en el 78 heredada del franquismo.
Mientras Sánchez juega al diálogo en el Partido Popular se despliega un plan claro y meditado. Para defender su idea de España la trama está llamando a filas. No es un enroque, jugada con el Rey encerrado. Es un ataque, con caballería, alfil y monarquía incluidos. Es una nueva fase ya anunciada en otras regiones de Europa. España camina hacia un modelo de estado que no es ni democrático ni autoritario sino todo lo contrario. Es un modelo que ya estamos viendo en Hungría, en Polonia, pero sobre todo en Turquía. Un modelo en el que un poder conservador se erige silenciosamente con el poder. Prende fuego en una zona, y luego corre a apagarlo, para edificar sobre las cenizas un estado fuertemente conservador. Donde la palabra democracia cobra sentido en las élites. Donde la soberanía, o lo que queda de ella tras ser finiquitada en Europa se reparte entre el Rey y el gobierno.
La monarquía constitucional de la España erdoganizada ha llamado a los jueces a filas. La mayor parte ha sido hasta ahora aquiescente, neutral. El Poder Judicial no ha tenido reparos en aplicar lo que le dijeran que aplicase, ya fuese lo malo o lo peor. El mismo cuerpo que reprimía homosexuales y comunistas pasó a considerarlos ciudadanos. ¿Complicidad con el régimen? No hubo respuestas donde nadie hizo preguntas. Ahora ya no se les pide neutralidad. Se espera de ellos un esfuerzo más, un grado más. La España erdoganizada no quiere acompañantes, exije cómplices. Como todas las bandas organizadas exige una prueba de lealtad y eso ha obtenido. Un auto de prisión que no se sostiene salvo en la retórica de la guerra, del enemigo. Fuego en Galicia. Fuego en los tribunales. Y en el fondo de todo, la misma responsabilidad del Estado.