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Leyes Mordaza
Gente corriente
"Tocará liarse la manta a la cabeza y seguir trabajando desde la base, de la mano de toda esa gente solidaria que, sin conocerse de nada, se acercó un día a una reunión y ya nunca se marchó".
Cuando salí de la universidad tenía la sensación de que no me habían contado toda la verdad sobre el sistema jurídico del estado español. Me mosqueaba bastante ver que casi todas las explicaciones sobre los derechos y libertades que nos asisten por haber nacido en este trozo de tierra al que llamamos España llevaban detrás la misma coletilla: en la práctica es distinto. Y vaya si lo era.
Han pasado casi quince años desde entonces y esa sensación inicial se ha convertido en una abrumadora certeza. Hoy me imagino volviendo a aquellas clases de derecho constitucional y siendo expulsado por el tremendo descojone cuando la profesora o profesor de turno explicasen el temario: que si todos somos iguales ante la ley (risas por lo bajini), que si todos tenemos derecho a una vivienda digna y adecuada (risas), que se reconoce el derecho a la libre expresión y difusión de ideas (más risas) o que el poder judicial es independiente del resto y el derecho penal el último cartucho del sistema legal (carcajadas y expulsión).
Me gustaría preguntarles por qué en un sistema tan imparcial y garantista para los acusados hay raperos a la espera de su entrada en prisión o por qué se ha juzgado a César Strawberry por hacer chistes sobre aquel simpático señor al que ETA catapultó más cerca de su creador. De paso, preguntaría si es un castigo proporcionado meter a alguien en aislamiento por representar a Lorca con títeres o si, en el fondo, no hay una discriminación vomitiva por razones de género cuando un tribunal trata a Cassandra Vera como hombre por su condición de transexual.
"Quisiera verlos mirar a los ojos a alguno de los chavales represaliados y escuchar cómo les cuentan que dos años y un día de cárcel son una pena proporcional al delito que no han cometido".
Pero sobre todo, me gustaría invitarlos a venir a dar esas explicaciones no ante mí, sino ante las personas que forman el Grupo de Apoyo a La Insurgencia de Vigo (y ahora también a las compañeras del grupo de Málaga). Quisiera verlos mirar a los ojos a alguno de los chavales represaliados y escuchar cómo les cuentan que dos años y un día de cárcel son una pena proporcional al delito que no han cometido. Ver cómo argumentan que Paco, Pipe o Saúl son enemigos del Estado porque cantan con rabia y aluden a organizaciones que no existen hace ya años pero se ve que siguen siendo peligrosas si se rapea sobre ellas.
Pero nada de esto va a ocurrir y los compañeros y compañeras corren un riesgo real de entrar en la cárcel, como posiblemente ya haya hecho Valtonyc el día que estéis leyendo esto. Así que una vez más tocará liarse la manta a la cabeza y seguir trabajando desde la base, de la mano de toda esa gente solidaria que, sin conocerse de nada, se acercó un día a una reunión y ya nunca se marchó, porque entendieron que solo el pueblo salva al pueblo cuando el Leviathan del Estado te señala como su enemigo.
"Las últimas acciones han tenido cada vez más respaldo, como si más y más gente empezase a entender que aquí está en juego mucho más que el derecho a decir chorradas".
Supieron ver que la libertad de expresión no es un derecho que se disfruta conscientemente y que sólo el día que te la intentan arrebatar en nombre de cualquier causa (porque siempre encontrarán una) empiezas a echarla de menos. Se dieron cuenta que solas no podían hacer gran cosa, pero que juntas podrían derribar un imperio. Y se lanzaron a ello. A la televisión. A la prensa. A las redes sociales. A cualquier espacio donde se pueda denunciar que la justicia es injusta.
Saben que juegan en desventaja, pero hasta de eso sacan fuerzas. Y, poco a poco, el mensaje va calando. Las primeras movilizaciones contra la condena a dos años y un día de cárcel congregaban a poca gente, sólo la más concienciada, la que ya está movilizada. En cambio, las últimas acciones han tenido cada vez más respaldo, como si más y más gente empezase a entender que aquí está en juego mucho más que el derecho a decir chorradas, como si empezase a cumplirse aquello de que la represión consigue el silencio de algunos, pero hace que cada vez griten más y más fuerte muchos otros.
No es poco para un grupo de gente corriente. Por eso es un orgullo ser parte de esto y poder pelear a
su lado.