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Ocupación israelí
Cauta esperanza ante la tregua entre los gazatíes tras quince meses de pesadilla
“A partir del domingo volvemos a una casa que ya no existe”, dice Samir, gazatí de unos 60 años, ante el inminente inicio del alto el fuego en Gaza ya ratificado por Israel. Este hombre, empleado desde hace años en una entidad de ayuda humanitaria, muestra un cauto optimismo para un futuro que todo el mundo ve incierto. Para muchos, entre ellos los entrevistados, el hecho de que Israel cese los incensantes bombardeos que han devastado el enclave y matado a casi 47.000 personas es un primer paso adelante, aunque sienten que esta pesadilla hubiera podido acabar antes. Pero han pasado más de 15 meses de una ofensiva militar que dejó Gaza prácticamente reducida al suelo, a un nivel de destrucción que no se veía desde la II Guerra Mundial.
Samir, como la grandísima parte de población de la Franja —que antes del 7 de octubre de 2023 tenía unos 2,3 millones de habitantes— se vio desplazado con su familia. Como muchos, pese a que intentó aguantar en su casa de la ciudad de Khan Younis lo máximo posible, acabó evacuado entre las amplias extensiones de tiendas del área de Al Mawasi, en la línea costera del sur de Gaza que alberga masas de desplazados. Muchos de ellos desean volver a sus hogares, pese a que no quede nada en pie, como Samir, que volverá al espacio de lo que era su domicilio, lleno de runa. Ahí plantará su tienda, y si el alto el fuego se sostiene, alzará de nuevo la casa.
“Empezaremos a reconstruir apenas entren materiales de construcción, porque ahora no hay nada”, explica Samir
“Empezaremos a reconstruir apenas entren materiales de construcción, porque ahora no hay nada”, explica Samir. Según resalta, los precios de los productos más básicos también están bajando, tras tiempo de extrema inflación debido al bloqueo israelí y la restricción de acceso a ayuda humanitaria que llevó la hambruna a Gaza.
Samir, como todos, espera dejar estos momentos atrás y tiene esperanzas de que el cese el fuego de tres fases que se implementa este domingo se mantenga. “Creo que hay garantías para ello”, asegura, aunque en este caso el poder de decidir sobre ello está más bien sobre la mesa del gobierno de Israel de Benjamin Netanyahu.
Para tranquilizar a sus socios de ultraderecha, los ministros Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich, contrarios al alto el fuego y que amenazaron con salirse del ejecutivo, Netanyahu aseguró que recibió garantías de Estados Unidos y la Administración entrante de Donald Trump. Este, según el digital estadounidense Axios, permitirá a Israel reanudar la ofensiva tras la primera fase de cese el fuego de 42 días y la liberación de los primeros 33 rehenes. Todo ello si las negociaciones con Hamás para la segunda etapa de tregua fracasan y el Estado judío considera que el grupo palestino no cumplió con sus exigencias de seguridad, lo que deja de nuevo abierta la puerta a la presión de la extrema derecha israelí que pide seguir atacando y apela abiertamente a colonizar la Franja.
El temor a un retorno de los bombardeos es presente entre los gazatíes, pero ante la incertidumbre, para muchos las proyecciones son a corto plazo, en vista a los próximos días, cuando Israel —según marca el acuerdo mediado por Qatar en Doha— deje de atacar y permita volver a las zonas de donde muchos fueron desplazados.
“La mayoría de la gente espera la entrada en vigor del alto el fuego y poder irse. Aquí hace mucho frío, no se puede vivir”, dice Hussam, taxista de Gaza capital
“La mayoría de la gente espera la entrada en vigor del alto el fuego y poder irse. Aquí hace mucho frío, no se puede vivir”, dice Hussam, taxista de Gaza capital y desplazado entre las tiendas del campo de Al Mawasi. Su nombre no es real, como el del resto de testimonios de este artículo.
Llegó al campamento hace ya muchos meses junto a su mujer, su hijo y dos sobrinos. Antes vivió una larga odisea por distintos lugares de la Franja donde se refugió tras evacuar a fines de 2023 de la ciudad de Gaza. Ahí Husam lo perdió casi todo. Se quedó sin el coche con que trabajaba como taxista, su piso fue gravemente dañado y más de sesenta miembros de su familia murieron en un solo día. En otro caso más entre el de muchas familias que quedaron borradas del mapa por ataques israelíes, los familiares de Hussam —padre, madre, hermanos, sobrinos, tíos, primos y otros miembros de su familia extendida— quedaron sepultados tras un bombardeo contra el edificio donde se refugiaron, que quedó arrasado al suelo. Esta es una historia común en Gaza, donde muchos muertos siguen bajo escombros, sin que sus cuerpos se hayan podido incluso recuperar.
“Hemos acabado en una situación muy difícil”, lamenta Husam. Según remarca, su intención también es irse de Al Mawasi, retomar camino hacia el norte de la Franja y volver a la ciudad de Gaza. “Espero que ahí las cosas sean mejores que en el campamento y las áreas circundantes”, agrega, tras largos meses en que luchó para encontrar comida o tener el mínimo para pagar las telas con las que cubrir su precaria tienda ante el frío.
Sin embargo, para los gazatíes, el mero hecho de haber sobrevivido tras más de un año en que la Franja se convirtió en una ratonera bajo constante fuego israelí es ya todo un hito. “Hola, aún estoy viva”, decía esta semana a través de un mensaje de whatsapp Shallah, una chica en su treintena del campo de refugiados de Jabalia, en el norte de Gaza. Este es de los lugares donde Israel atacó con más fuerza los últimos 15 meses, con ataques y asedios que dejaron arrasado el que fue uno de los puntos más densamente poblados de Gaza.
“Espero a que realmente inicie el alto el fuego y hasta entonces tomo máxima precaución”, decía Shallah, en referencia a los ataques que no cesaban. De hecho, desde que se anunció el alto el fuego el miércoles, los bombardeos de Israel no han parado y han matado a más de 120 personas. Según señalan esta joven y otros gazatíes, su intensidad incluso aumentó, mientras el Ejército israelí parecía aprovechar hasta el último momento para asestar los golpes finales antes del comienzo efectivo de la tregua este domingo.
En los últimos cuatro meses, tras escapar de Jabalia por un nuevo asedio israelí que dejó la parte más al norte de Gaza completamente cercada, Shallah se desplazó al oeste de la ciudad de Gaza, donde la casa de sus abuelos seguía milagrosamente en pie. Ahí ha estado desde entonces, en una vivienda que comparte con otra veintena de miembros de su familia. La casa no es de gran dimensión, y si el cese el fuego sigue adelante prevé que aún se llene más: “Tenemos parientes desplazados al sur de Gaza que volverán pronto, y podría ser que lleguemos a ser al menos 50 personas en el mismo domicilio”, explica.
“Todos perdimos nuestras viviendas y no tenemos otra opción que compartir el mismo espacio, a no ser que decidamos regresar a nuestros barrios y plantar tiendas sobre las casas destruidas”, asevera Shallah. Según relata, las horas previas a la implementación del acuerdo “son aterradoras”, como una agonía para llegar al fin de una pesadilla que la población de Gaza no quiere volver a sufrir.