

Nuevas camisas pardas, fuerzas paramilitares del fascismo, se están conformando al servicio de los grandes tenedores (Desokupa) amedrentando a la izquierda y ejerciendo el papel de policía de guerra sucia (ojo a sus conexiones con una policía cada vez más significada con el movimiento neofascista) contra los más necesitados. El “sentido común” se ve manipulado por los medios que de simpatizar con los déspotas capitalistas, antes que con los ciudadanos desahuciados (con figuras como inqui-okupas para demonizar a la clase trabajadora). La gentrificación, museificación y turistificación (pisos ilegales mediante) hace que las ciudades se vacíen y se conviertan en resorts.
“La vivienda como bien de mercado, no como derecho”, diría un ministro socialista. Este gobierno de resistencia antifascista nos da pocas alegrías y casi ninguna propuesta de clase, alineados con los socioliberales franceses y alemanes que forjan el consenso en Bruselas, muy profundo en los bolsillos de los bancos. Viviendas prefabricadas, promesas exiguas de parque público quienes no supieron usar el rescate bancario para hacer de la SAREB uno, rebajas fiscales que favorecen al rentista.
Ese es el cascabel que no se le pone al gato. La estructura de propiedad que ha ido concentrándose, en respuesta a la debilidad de main street o de la industria no especulativa (¿Alguien dijo Marx, alguien dijo tasa decreciente de ganancia?) pero Blackstone y otros fondos no son el único problema. La estructura social y productiva del país ha favorecido una “clase media rentista” no productiva, que explota sus inversiones inmobiliarias entre 1970-2010, y que han hecho de ello su modo de vida, fuera de la supuesta clase burguesa innovadora e inversora que el sistema capitalista promueve, o de la pura clase trabajadora. Los rentistas asustados se parecen bastante a los fascistas asustados que fueron la espina vertebral del fascismo.
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