Opinión
De banderas y patriotismo

Me preguntaba el otro día uno de mis estudiantes, mientras explicaba a Marx, si se podía ser de izquierdas y ser patriota. Le dije que no.
Bandera española balcón ropa colgada
La caída de la natalidad, desde tiempos del nazismo alemán, se identifica con la decadencia de Europa. Frente a los peligros de la “sustitución étnica” se contrapone el control del cuerpo de las mujeres. Martín Cúneo
13 abr 2024 06:00

Mi relación con la bandera de España nunca ha sido buena. Para mí este símbolo está cargado de unas connotaciones peligrosas, que me llevan a rechazarla. Sin embargo, en los últimos tiempos hay muchas personas, sobre todo gente joven, que lleva pulseras o otros objetos con la bandera. Y muchas personas dicen que es un intento de darle un nuevo valor a la misma, que ya no está asociada al franquismo ni a grupos de extrema derecha, sino a sentirse orgulloso de tu propia nación.

Esto me sigue pareciendo peligroso, quizás más que si sólo la llevaran los fachas, porque es un blanqueamiento del nacionalismo, una forma de limpiar su imagen, pero en el fondo sigue siendo lo mismo.

Empecemos con la idea de que sentirme orgullosa de algo que yo no he hecho, que no ha dependido de mi para nada, como es el haber nacido en un país determinado, me resulta chocante. Me parece absurdo. Me podre sentir orgullosa de mis logros, dejando de lado que en muchos de ellos ha jugado un papel importante mis privilegios. Pero, ¿tengo que sentirme orgullosa de que en España haya habido poetas, como Lorca, escritores, como Rosalía de Castro o Valle Inclán, o pintores, como Picasso? En otros países han tenido a Frida Kahlo o a Virginia Wolf o a Mark Twain. Y no soy yo quien ha escrito esas obras ni pintado esos cuadros. Entonces, según la lógica del patriotismo, ¿me tengo que sentir orgullosa por haber tenido la casualidad de nacer el mismo sitio que estas personas?

Creo que si se introduce el elemento nacional en medio aparece el racismo y la discriminación

Por otro lado, no considero que España sea mejor que cualquier otro país. Tienes sus luces y sus sombras, sus logros y sus miserias. Puedo reconocer que Lorca nació en España y que fue un gran escritor, pero también que murió asesinado por su forma de ser y de pensar. Y que conocemos a Lorca y lo estudiamos en el instituto, pero no a María Luisa Bombal o a Agustina González, ambas amigas del poeta y escritoras. Y si destacamos que los que blandían la banderita en la época de Lorca, fueron los mismos que asesinaron y persiguieron a Lorca, a Agustina González, a Unamuno y a muchas otras personas por su forma de pensar y de vivir.

¿Tengo que sentirme orgullosa del colonialismo? ¿De cómo los países occidentales, como España, siguen aprovechándose de los países del Sur global para mantener un nivel de vida que es injusto e insostenible? ¿De cómo España mantiene relaciones con Israel, responsable de uno de los mayores genocidios de la historia? Son muchas las sombras de este país, que me producen rechazo y asco.

Con esto no quiero decir que no me guste mi país, simplemente no veo motivo para sentirme orgullosa. Me podrá decir alguna persona con la banderita en la muñeca que sólo veo lo negativo. Pero no es cierto, he conocido personas maravillosas, que salen a la calle para defender la sanidad pública, para gritar en contra del exterminio del pueblo palestino, para crear bancos de alimentos durante la pandemia. Pero no creo que dependa de que sean españolas o no. Es más, creo que si se introduce el elemento nacional en medio aparece el racismo y la discriminación. Un buen ejemplo es cuando Hogar Social, el grupo neonazi, repartía comida en la plaza de mi barrio sólo a españoles, una plaza llena de gente racializada que quedaba fuera de sus estándares. Obviamente el resto de las personas que transitaban ese espacio no contaban para este grupo.

La diversidad sólo según sus cánones, para seguir imponiendo sus ideas al resto y mantener las desigualdades sociales que les permiten seguir con el nivel de vida que está destruyendo todo a su paso

Y es que el nacionalismo aparece siempre vinculado a la discriminación, a ver en el Otro a un enemigo, alguien contra el que luchar y aplastar. No hay forma de separar esos dos elementos. La identidad nacional surge en contraposición a la idea del Otro. Es un constructo, que supone que todo aquel que no provenga del mismo lugar que yo, es considerado por debajo, aunque sea de países occidentales. ¡Cuántas veces he oído insulto hacia los franceses o ingleses, sólo por el mero hecho de serlo! Aunque obviamente el desprecio y la discriminación siempre son mayores si las personas provienen de países del Sur global o son racializadas. El privilegio de la blanquitud es crucial en el sistema en el que vivimos.

Por otro lado, que la identidad nacional es una construcción social queda muy patente en España debido a su diversidad cultural. Diversidad que atacan aquellas personas que enarbolan la bandera, queriendo eliminar esas diferencias y crear una unidad ilusoria. Me dirán que no es así, que se puede convivir todas juntas y que la diversidad enriquece. Pero si es así, ¿por qué se está en contra de la amnistía por el 1-O? ¿Y cómo es que los mismos que se empeñan en ver una España unificada estén en contra de las personas migrantes? Las que se atan la bandera a la muñeca o la llevan de llavero son las mismas que ven a un menor marroquí como si fuera un delincuente, pero no les importa que haya menores trabajando en las minas de Coltán o mujeres racializadas recogiendo la fresa en Andalucía. La diversidad sólo según sus cánones, para seguir imponiendo sus ideas al resto y mantener las desigualdades sociales que les permiten seguir con el nivel de vida que está destruyendo todo a su paso. Pero no para aceptar realmente al Otro.

El patriotismo parte de la idea contraria, de la separación, no de la igualdad; de la competitividad y la exclusión, no de la sororidad y la inclusión

Me preguntaba el otro día uno de mis estudiantes, mientras explicaba a Marx, si se podía ser de izquierdas y ser patriota. Le dije que no. Todo el movimiento obrero, desde el marxismo hasta el anarquismo, toda la defensa de los Derechos Humanos se apoya en la solidaridad entre las personas, en ver en el Otro a un igual y en considerar que su lucha es la mía. Los Derecho Humanos, tan olvidados hoy en día, parte del hecho de que son inalienable, es decir, que no se les puede negar a nadie ni por la raza, el país de procedencia, el pensamiento político, la orientación sexual, la identidad, etc. El patriotismo parte de la idea contraria, de la separación, no de la igualdad; de la competitividad y la exclusión, no de la sororidad y la inclusión. El patriotismo necesita que el Otro no sea mi igual, si no ¿para qué crear una idea de patria? Se asienta en la diferencia y genera odio y rechazo hacia el Otro.

Habría que analizar de dónde proviene esta idea de la patria. Se origina en el Romanticismo como una respuesta ante la Ilustración, que destacaba la universalidad de la razón y los derechos de las personas. Para autores como Burke o Bonald, la igualdad y la fraternidad que defendían las revoluciones ilustradas no tenía una base real. Estos pensadores apelaban a la defensa de las desigualdades naturales, al sentimiento de lo propio, de las emociones y lo irracional y a las nuevas nociones de raza y herencia. De ahí que legitimara la superioridad de unas culturas sobre otras.

Esta idea de la nación cala muy bien en las personas porque se apoya en la interdependencia del ser humano, en su condición social y la pertenencia al grupo. El ser humano como ser social necesita del contacto de los otros, sentirse aceptado. Es lo que muestra el concepto de Ubuntu proveniente de la filosofía africana, que llega a afirmar que una persona es persona a través de los demás.

La identidad se construye en base a la diferencia. El nacionalismo da el paso de convertir esa diferencia en algo movido por el odio

Pero la idea de pertenencia, el ser interdependientes o la noción de Ubuntu no implican ver al Otro como un enemigo, mientras que la construcción nacional sí. El nacionalismo destaca, por un lado, el sentimiento de pertenencia y, por otro, la diferencia con lo foráneo. Cuando alguien se siente parte de un grupo es en contraste con el Otro. La identidad se construye en base a la diferencia. El nacionalismo da el paso de convertir esa diferencia en algo movido por el odio, en convertir al Otro, al diferente, en un enemigo ya sea por ser racializada, por su orientación sexual o identidad de género o por su diversidad. Es un enemigo toda persona que no se ajusta al canon marcado por el sistema.

Además, el nacionalismo tiene elementos propios de las religiones totémicas, ya que constituye a la nación como una especie de divinidad, de realidad sagrada, que engloba al individuo y lo protege, como era el tótem en ciertas sociedades. En estas sociedades el individuo accede a lo sagrado, que es una energía o entidad que le cuida, a la que pertenece y que es representada por el tótem. En las sociedades actuales occidentales la bandera y la noción de nación juegan un papel similar, amparan a las personas frente al individualismo deshumanizante propio de este sistema. Así el individuo siente que pertenece a un grupo, que dota de sentido su vida, le da una identidad

Pero esta sensación de sentirse parte del grupo se genera creando un odio hacia el Otro y cargando de culpa a toda persona que no pertenece a esta nueva religión. De ahí que los culpables de los problemas económicos sean los extranjeros, que vienen a quitarnos el trabajo, y no el sistema neoliberal, que tiene que destruir todo a su paso. No es que los países occidentales no hayamos ido a los países del Sur global a esquilmar sus recursos ni a explotar a las personas que viven ahí. Los ladrones son aquellas personas, que, cuando ya no pueden más, tratan de alcanzar un lugar donde vivir. No los Occidentales, que llevamos siglos colonizándoles.

La bandera esconde todas estas miserias apelando a un sentimiento natural del ser humano, como es el de sentirse parte del grupo

Y los culpables de que España vaya mal sean los catalanes, como se quejaba una señora en el Cercanías de Madrid, que, ante un retraso de la línea por una avería, le echo la culpa al independentismo. Será que los catalanes vienen a Madrid a desmantelar el sistema de transporte público, y ya de paso la sanidad, la educación y los servicios sociales. Ayuso y las políticas de privatización y recortes de lo público por parte de la derecha no tienen que ver.

La bandera esconde todas estas miserias apelando a un sentimiento natural del ser humano, como es el de sentirse parte del grupo. Por eso, me genera asco y miedo ver como se blanquea hoy en día este nacionalismo.

¡Qué fácil es dominar a las personas a través del miedo hacia el Otro, a través del odio y de la exclusión! ¡Qué sencillo generar un mundo basado en la discriminación y en la opresión y encima justificarla! Y aún hay gente que me pregunta que por qué no quiero ver banderas de España, pero me recriminan que no me importen las banderas del movimiento LGTBIQ+ o salir a las manifestaciones contra el genocidio del pueblo palestino con su bandera. La diferencia para mí es clara. Una bandera se apoya en la exclusión y en el odio, las otras se alzan contra la injusticia, contra ese mismo odio. No es lo mismo la defensa del territorio contra el colonialismo o contra el sistema cisheteropatriarcal que la idea de que mi nación es la mejor del mundo y que tengo derecho a imponerme a los demás.

Yo no voy a abogar por el nacionalismo ni el patriotismo, ideas que esconden el odio y la opresión, sino por un mundo donde entremos todas y todes, un mundo donde quepan muchos mundos, como dicen los zapatistas. Y me voy a solidarizar con todas las luchas que se alcen contra este monstruo, que es el sistema en el que vivimos, esta cosa escandalosa, como lo llama Amia Pérez Orozco, que considera que unas vidas vale más que otras.

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