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Desde el 7 de octubre, algunos nos preguntamos: ¿Dónde están los árabes? Es decir, ¿por qué no vemos en los países árabes un movimiento popular de solidaridad o de indignación junto con el pueblo palestino en su epopeya histórica actual desde Gaza hasta Cisjordania? ¿Por qué “Palestina” ya no mueve las calles y las plazas árabes? Hay factores comunes y distintos que explican esta ausencia en cada uno de los países.
1- Despolitización: En gran parte del mundo árabe no hay vida política, ni proceso político, ni marcos políticos, ni elementos básicos de una esfera pública política abierta. La cuestión de la ausencia de los árabes no se limita a Palestina, sino a todas las cuestiones más relevantes para ellos a nivel local y nacional, mientras se les aísla de sus asuntos vitales y económicos, por no hablar de su participación en la producción de poder.
Las élites de los regímenes de normalización y americanización hablan como si existiera una vida política normal en el mundo árabe y el pueblo hubiera optado por evitar la cuestión palestina, y entonces llegó el gobernante y se identificó con su pueblo. Te desvían de Palestina diciéndote que “tu país es lo primero”. Luego, cuando vienes a preguntar por tu país, te dicen que “te ocupes de tu región’, luego de tu familia, luego de ti mismo, y no te encuentras. Una de las consecuencias de la despolitización es que te neutraliza de tus cuestiones locales y nacionales y te hace perder el sentido de la solidaridad y la conexión con un destino común y una memoria histórica y política con los que siempre han formado parte de tu ‘nosotros’.
Los regímenes árabes no quieren que la guerra de Gaza sea una oportunidad para que los movimientos sociales vuelvan de nuevo a la esfera pública
2- Autoritarismo post-primavera árabe: Los regímenes no quieren que la guerra de Gaza sea una oportunidad para que los movimientos sociales vuelvan de nuevo a la esfera pública. Lo que puede empezar como un apoyo a Gaza puede acabar como una revuelta popular contra unos regímenes mayoritariamente serviles a la normalización y la americanización. Estos regímenes renovaron las herramientas de opresión, intimidación y subyugación tras la Primavera Árabe.
Estos regímenes renovaron el poder del aparato militar y de seguridad, desmantelaron a los actores políticos locales, excluyeron a los líderes y aterrorizaron a su pueblo. Lo hicieron a un coste que les pareció razonable gracias a la inmunidad que le da el sistema internacional estadounidense. Un autócrata vinculado a Washington no tendría que preocuparse de que Estados Unidos financiara una guerra civil contra él con el pretexto de la democracia, ni de que le impusiera duras sanciones, o le aislara del mundo o amenazara su existencia; todo lo contrario, podría ejercer presiones formales o trabajar para restaurar su legitimidad.
Washington se muestra ahora en su época más conciliadora con el autoritarismo, como escriben algunos de sus teóricos estratégicos, Washington se encuentra en un momento crítico que hace que su deber moral sea, no actuar moralmente, para no permitir el ascenso de los “malos” de China, Rusia, Irán y otros. En documentos oficiales estadounidenses se afirma que Washington cooperará con regímenes no democráticos mientras reconozcan el “orden internacional basado en normas”, es decir, mientras sean “obedientes”.
El resurgimiento del autoritarismo árabe, financiado por el Golfo, fortificado por Estados Unidos y con la sigilosa tecnología israelí, ha producido un amplio y profundo estado de vacío, especialmente a nivel de líderes, partidos y movimientos sociales, por no mencionar el estado de miedo, frustración, ansiedad, desconfianza y desesperación que domina a la población en general. La pregunta sobre la movilización popular es una pregunta sobre la élite, y hoy en día no hay voz, ni opinión, ni posición excepto para la élite de los regímenes (clérigos, intelectuales, académicos, medios de comunicación, artistas e influyentes). Estos pocos, que tienen acceso a medios de comunicación, plataformas, canales de radio y satélite, conferencias y seminarios, y cuentan con el apoyo de ejércitos electrónicos y servicios tecnológicos y de propaganda, parecen ser la “opinión pública” y la “voz del pueblo”. Uno se frustra y, en silencio, se arrastra hasta el rincón de su casa y maldice a “la gente”.
Palestina
Ahmed Alnaouq “En Gaza están siendo masacrados mientras el mundo mira impasible. ¿Qué se supone que deben hacer?”
3- Entretenimiento sobre el mar de sangre: Este punto se intersecciona con el anterior, la tiranía y la despolitización no se producen en la era de la información, el consumo informatizado y la alienación cultural mediante la coacción y la compulsión solamente, sino más bien mediante la distracción; dando a los que no tienen personalidad, una falsa sensación de libertad y elección para el consumo guiado en áreas limitadas y restringidas.
Los regímenes árabes, especialmente cuando tienen acceso a recursos materiales y simbólicos, invierten mucho en la industria del entretenimiento, que está aislada de los contextos culturales, sociales y políticos de las sociedades locales. Esto puede verse en un desfile constante y creciente de festivales, programas “artísticos” televisados y el auge de oleadas de producciones “basura” . Todo ello se amplifica en la difusión pública a través de complejas redes de medios digitales que reproducen y difunden estos productos con una intensa evocación de noticias escandalosas en la vida de toda una generación de “estrellas y famosos”. Además de todo esto, la industria del deporte se ha convertido en un proceso consumista, distractor y empleado al servicio de la imagen de un régimen, la despolitización, la distracción y la expresión en lugar de la participación política consciente.
El contenido del entretenimiento está completamente subordinado a la centralidad cultural occidental y desconectado de los valores, intereses y necesidades de las culturas locales. Esta avalancha de entretenimiento te separa de la realidad, del pensamiento crítico y de la participación en los asuntos públicos, aumenta tu ensimismamiento y te proporciona un escape de tu dolor real y de tus preguntas futuras, ya sean sobre ti mismo, tu país o tu biosfera, incluida Palestina.
El contenido del entretenimiento está completamente subordinado a la centralidad cultural occidental y desconectado de los valores, intereses y necesidades de las culturas locales
4- El agotamiento de las guerras de décadas de sangre: Desde el Oriente Árabe hasta su Occidente, pueblos enteros, especialmente las generaciones más jóvenes, aún no han salido del impacto de estas guerras civiles/extranjeras y ataques terroristas que continúan en diversas formas políticas, económicas y de seguridad. Grandes bloques árabes se enfrentan a cuestiones existenciales, carecen incluso de las necesidades más básicas de seguridad y supervivencia, y su día a día está dominado por la incertidumbre y la preocupación. El sufrimiento hace que la gente sea menos capaz de empatizar, identificarse y reaccionar, sobre todo porque a menudo reciben la masacre de Gaza sólo a través de un discurso oficial engañoso que refuerza la neutralización de sus sentimientos ante el acontecimiento y su inmersión en sí mismos y en sus necesidades para la hora siguiente, no ya para el día siguiente.
5. Distorsión y tergiversación: Los pueblos de la región sufren el poder de las “máquinas de la verdad” y los mecanismos de persuasión y falsificación dominados por Estados Unidos directamente o por delegación. Parte del desafío actual reside en que el capital del régimen del Golfo ha llegado a dominar las esferas intelectual, cultural y académica en los medios de comunicación, las artes, la universidad, las instituciones del conocimiento y la educación. Gran parte de la información, las noticias, los análisis y los conocimientos que recibe el público árabe reflejan los intereses de estos países, su agenda de normalización y su posición en el bando estadounidense. Lo que lo hace más eficaz es que, en cada país árabe, este mensaje le será transmitido por alguien que se parece a ti, habla con tu acento y conoce tus especificidades locales y sensibilidades culturales.
En la guerra de Gaza, por ejemplo, se está persuadiendo a los árabes con declaraciones como: La resistencia está derrotada y es impotente, por lo que es responsable de la masacre; Hamás no es un movimiento de liberación nacional, sino un islam político autoritario (antes del 7 de octubre se le acusaba de abandonar la resistencia para hacerse con el poder); el enemigo es decisivamente superior, por lo que la resistencia ya no es una opción racional; Gaza estaba en perfectas condiciones, y lo que hizo Sinwar fue por aventurero, ignorante o por servir a Irán; Israel está en legítima defensa; la solución es que Sinwar se rinda como el emperador japonés en la II Guerra Mundial. Lo que difunden estos órganos criticando a Hamás, Sinwar y el eje de la resistencia eclipsa la noticia del genocidio, y su enfoque está a la derecha de la derecha israelí. Estos regímenes quieren enterrar la causa palestina e integrar a la entidad sionista en la región para garantizar la perpetuación de su gobierno.
A los tiranos de la región que apoyan la opción de la normalización les gusta propagar que la gente está cansada de la causa palestina o que se ha vuelto más consciente de que no les concierne
Conclusión
A los tiranos de la región que apoyan la opción de la normalización les gusta propagar, a través de sus agencias y élites, que la gente está cansada de la causa palestina o que se ha vuelto más consciente de que la causa palestina no les concierne o que su prioridad es mejorar las condiciones de vida en sus países, o que la gente ya no cree en la opción de la resistencia. Así, la postura oficial no sería más que un reflejo de la voluntad popular, razón por la cual los regímenes normalizadores deben ser elogiados. La ironía es que todos estos regímenes no se atreven a celebrar ni una sola vez elecciones transparentes, ni permiten que su pueblo participe en la gestión de sus asuntos o exprese su opinión sobre cuestiones locales. Si nos remontamos a los sondeos de opinión árabes imparciales, una mayoría árabe significativa está en total contradicción con las posturas de sus regímenes respecto a lo que ocurre en Palestina y el conflicto con la entidad enemiga. Otra prueba de esto es el impulso de los movimientos árabes en todo el mundo, allí donde los árabes encuentran un margen de libertad, lo utilizan para Palestina.
Los árabes nunca habían estado tan fuera de la política (no solo de Palestina) como ahora, el poder de los regímenes árabes no estaba tan fuerte como ahora y Washington no necesitaba el autoritarismo en nuestra región como ahora. La cuestión de Palestina desveló todo esto. Sin embargo, nuestros países y nuestra región nunca han rebosado tanto de crisis, riesgos y fragilidad, bajo una engañosa capa de calma. como hoy. Las plazas han sido vaciadas para que no triunfe Palestina, los árabes no dejaron las plazas por desentenderse de ella. Paralelamente, una masa social influyente en la nación resiste, lucha, aguanta, soporta, hiere, confunde y desequilibra al enemigo, inspirando a generaciones árabes nacientes que almacenan rabia y vergüenza, y no encontrarán horizonte, futuro ni esperanza bajo la realidad oficial imperante. Con toda probabilidad, este silencio es un espejismo, como parece serlo la solidez de los regímenes de normalización y americanización.
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Maravilloso artículo, desgranada a la perfección la represión, control y manipulación que sufren los pueblos árabes por parte de unos regímenes de matriz dictatorial, capitalista y proyankes.
Encima, estas dictaduras fueron reforzadas por EE.UU durante las primaveras árabes, para aumentar la represión política contra sus pueblos.