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Opinión
Carta a los futuros maestros tras otro tiroteo masivo en las escuelas de Estados Unidos
Queridos estudiantes, queridos colegas,
Esta es una nota de amor furioso para ustedes.
Habéis visto y experimentado más en los últimos años de lo que nadie debería experimentar en toda su vida; de hecho, nadie debería experimentar nunca:
- Una pandemia mundial
- Múltiples masacres: entre ellas, la de los negros estadounidenses, la más reciente en Buffalo, Nueva York, y, en este momento, la de 18 criaturas y un profesor asesinados hoy en Texas* —sin ironía, tengo que decir, todos fueron asesinados por nuestros propios críos, los jóvenes que nosotros, como colectivo nacional de profesores, tuvimos recientemente en nuestro abrazo educativo. Los perpetradores sólo tenían 18 años. Hace muy poco estaban con nosotros.
Y, sin embargo, vosotros perseveráis. Volveréis al trabajo mañana y encontraréis la manera de albergar y cuidar a los críos que os rodean y siguen vivos. Lo haréis a pesar de los límites curriculares del Estado. Haréis lo que sabéis que es necesario porque es lo que os hemos enseñado en cada clase que debéis hacer. Nos habéis creído y os he visto poner en práctica lo que se os ha enseñado con gracia, amor y brillantez académica e intelectual. Sois los artistas educativos del futuro. Así que, mañana, volveréis a serlo.
Los niños no son resilientes. La idea de la resiliencia hace que los adultos se sientan mejor. Son quienes aportan soporte a los niños los que permiten que estos se muevan a través de las continuas erupciones de violencia
Oiréis que “los niños son resilientes”. Un importante psicoterapeuta de adolescentes de Woodstock, Nueva York, Terry Funk Antman, refuta esa noción. Los niños no son resilientes. La idea de la resiliencia hace que los adultos se sientan mejor. De hecho, sois vosotros y las familias de los niños, los amigos y nosotros mismos, que os apoyamos para sostener a los niños, los que permitimos que las criaturas se muevan a través de las continuas erupciones de violencia nacional, comunitaria y familiar.
Puede que las autoridades os digan que no mencionéis estas atrocidades y, sin embargo, sabéis que nuestras criaturas en vuestras aulas están guardando el trauma. Puede que algunos niños no sepan lo que está pasando, pero pueden olerlo, pueden sentir los esfuerzos de su familia y sus allegados para ocultarles el dolor y el desconcierto, la fatiga por la propensión de esta nación a atacar; nuestro dolor por la tragedia. Ningún aula es neutral desde el punto de vista emocional o político. El 'yo' de nuestros hijos y el nuestro se cuela entre las grietas de la estandarización. La política de la diferencia, el acto de lidiar con el imaginario americano de que todos estamos a salvo se filtra.
Les escribo esta noche para sostenerlos tanto como pueda; para hacerles saber que sé que las mujeres y hombres del profesorado de este departamento están, como dice la poeta Marge Piercy en su poema “Para mujeres fuertes”: “Decididos a hacer algo que otros están decididos a no hacer. / Estamos empujando el fondo de la tapa de un ataúd de plomo. / Intentamos levantar una tapa de alcantarilla con la cabeza, intentamos abrirnos paso a golpes a través de un muro de acero”. Y lo conseguiremos porque estamos obligados a hacerlo. Lo hacemos por y para apoyar el trabajo valiente, audaz e importantísimo que hacéis.
Creo en vosotros, y al decir esto sé que hablo en nombre de este departamento. Todos creemos en ustedes.
Seguid encontrando formas de sortear las limitaciones educativas para garantizar que cada uno de los niños a los que enseñáis (de preescolar a 12 años; todos son nuestros niños) reciba lo que necesita para considerar, doler, recuperar, deconstruir, procesar y, después, reconstruir socialmente esta desafortunada historia, este legado de violencia que esta nación sigue (re)produciendo.
Gracias por permanecer con nosotros en los departamentos de educación, en los colegios y universidades, y con los niños a los que enseñáis, sus familias y con las condiciones sociales a las que los niños siguen dando sentido. Maestros, gracias por proporcionar a los bebés formas creativas y pertinentes para resistir lo contemporáneo y encontrar un camino hacia el amor y hacia nuestra humanidad común.
Con amor y apoyo siempre, Lisa
*Las cifras de la masacre en el artículo empeoraron. El asesino de Uvalde acabó con la vida de 19 niños de entre 8 y 11 años y de dos profesoras.