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Opinión
El juicio que borró la bisexualidad
Tanto la demanda como la sentencia contra Javier Vilalta obvian completamente la bisexualidad del demandado, en un ejercicio de “borrado bisexual” por el cual las personas bisexuales estamos ausentes, “borradas”, del imaginario colectivo.
El pasado 19 de octubre, descubrimos atónitos que un hombre había sido condenado por ocultar a su exmujer “su homosexualidad y usar su matrimonio como refugio social” diez años después de su divorcio. Un caso que ha puesto en alerta a colectivos LGTB y proderechos humanos, pues crea un precedente peligroso al llegar a juzgar a una persona por su orientación sexual y penalizando el estar en el armario, cuando esta experiencia no es agradable para nadie. Numerosos medios de comunicación se han hecho eco de este caso y se ha discutido públicamente cómo la LGTBfobia se puede manifestar en el sistema judicial. En estas noticias son frecuentes las palabras “homofobia” o “LGTBfobia” pero casi nunca se ha hablado de la “bifobia” que hay implícita en esta sentencia. Porque Javier Vilalta, el condenado, es bisexual, y tenerlo en cuenta nos puede ayudar a entender mejor este caso.
Para empezar, tanto la demanda como la sentencia obvian completamente la bisexualidad del demandado. No se le acusa por ser un bisexual en el armario, sino por “haber ocultado su homosexualidad”, desterrando la posibilidad de que el demandado pudiera ser bisexual. Esta es una de las formas más comunes de bifobia, el llamado “borrado bisexual”, un fenómeno mediante el cual las personas bisexuales estamos ausentes, “borradas”, del imaginario colectivo.
Este mecanismo es uno de los grandes culpables de la existencia de esta denuncia pues si la posibilidad de que Javier Vilalta fuese bisexual hubiese sido reconocida y aceptada por quien le ha demandado, la demanda no hubiese tenido lugar… o se habría manifestado de diferente manera. Cabe destacar que el borrado de la bisexualidad de Javier Vilalta no ha terminado con la sentencia de este juicio. Paradójicamente, muchos medios de comunicación que se han hecho eco de esta noticia han omitido o “escondido” la bisexualidad del acusado. Es curioso ver cómo estos artículos muestran perplejidad por la existencia de este caso al mismo tiempo que contribuyen al borrado que lo ha originado.
Javier Vilalta se visibilizó como bisexual en el juicio, pero esta bisexualidad no ha sido tenida en cuenta en la resolución judicial
Por otro lado, Javier Vilalta se visibilizó como bisexual en el juicio, pero esta bisexualidad no ha sido tenida en cuenta en la resolución judicial. Es decir, la jueza no se ha creído que Javier pudiera ser bisexual y considera que su “homosexualidad” quedó probada con “coherencia y contundencia” porque testigos del juicio declararon que había tenido relaciones con otros hombres antes de su matrimonio y no hubo testigos que afirmasen que había tenido también relaciones con mujeres.
Es bastante común que cuando las personas bisexuales nos visibilizamos, se nos exija continuamente estar demostrando que realmente somos bisexuales a través de nuestro historial amoroso. Esto supone una invasión de nuestra intimidad tan denigrante como la que se ha dado en este juicio. Parece como si solo se entendiese nuestra existencia como una mezcla de homosexualidad y heterosexualidad en lugar de como algo distinto.
En círculos de activismo bisexual es muy conocida la frase “No somos 50% heteros y 50% homosexuales. Somos 100% bisexuales”. Esta frase, más allá del eslogan, se utiliza precisamente para reivindicar esto. Si la jueza no hubiese entendido la bisexualidad de esta forma binaria, posiblemente hubiese considerado la orientación sexual de Javier como válida. Siguiendo el razonamiento de la jueza, ¿las personas bisexuales que no hayan tenido relación con un género no son realmente bisexuales? ¿Y las personas que no hayan tenido nunca una relación afectivo-sexual carecen de orientación sexual? Suena absurdo, ¿verdad? Entonces, ¿por qué las personas bisexuales tenemos que demostrar que lo somos a partir de nuestras relaciones?
Otro de los factores que han jugado en contra de la credibilidad de Vilalta ha sido el hecho de que él no fue plenamente consciente de su orientación sexual hasta después del matrimonio. Quizás pueda parecer extraño que hoy día una persona pueda tardar tanto en descubrir su orientación sexual, pero esto no es nada excepcional para nuestro colectivo.
Las personas bisexuales tendemos a revelar menos nuestra orientación en comparación con lesbianas o gais. Por ejemplo, en el estudio “La Diversidad LGTB en el Ámbito Laboral en España” se recoge que el 60% de gais y lesbianas entrevistados vivían completamente fuera del armario frente al 30% de las personas bisexuales. Además, el borrado bisexual también nos afecta a nosotros mismos, dificultando que descubramos nuestra orientación y que nos visibilicemos.
Independientemente de cómo haya podido ser el viaje personal de Vilalta, no sorprendería que no haya sido consciente de su bisexualidad hasta después de su matrimonio, ya que es muy complicado nombrarse bisexual en una sociedad empeñada en borrarte constantemente. De hecho, es perverso cómo el mismo sistema responsable de que Vilalta haya tardado tanto tiempo en poder descubrir su bisexualidad es también responsable de penalizarle por no haberla descubierto antes.
Este caso expone que la bisexualidad no es una orientación válida ante la ley. Cabe destacar que no es la primera vez que el sistema judicial peca de bífobo, aunque normalmente lo haga de formas mucho menos mediáticas, como los casos de las personas bisexuales demandantes de asilo por orientación sexual.
En casos de solicitud de asilo donde el solicitante se declara bisexual, puede llegar a entenderse que uno puede “elegir” vivir libremente en el país del que huye… como heterosexual
Durante el proceso de solicitud de asilo uno de los factores principales es la credibilidad y, como se ha visto en el caso de Javier Vilalta, afirmar que uno es bisexual no parece ser suficiente para demostrar que tiene dicha orientación sexual. Es más, en estos casos puede llegar a entenderse que, al ser bisexual, uno puede “elegir” vivir libremente en el país del que huye… como heterosexual. De nuevo, otro ejemplo en el que la bisexualidad solo es entendida como una mezcla de homosexualidad y heterosexualidad, pero con un resultado más trágico que el de Javier. Afortunadamente, la protección de las personas bisexuales demandantes de asilo cobra cada vez más importancia en el mundo y en nuestro país.
¿Por qué razón la bisexualidad no es considerada válida social y jurídicamente? Porque el borrado de nuestra identidad es estructural. Es decir, afecta a toda la sociedad, incluso a las personas bisexuales. Todas las personas aprendemos, sin daros cuenta, que solo existen las personas homosexuales o heterosexuales, y únicamente pensamos en las bisexuales en contextos de deslegitimación o estigmatización.
Los archiconocidos estereotipos sobre nuestra supuesta infidelidad, confusión o transición hacia la heterosexualidad/homosexualidad, contribuyen a que la bisexualidad únicamente sea concebida como algo inmaduro o como una mezcla de las orientaciones “reales”. Es más, es realmente posible que la demandante y la jueza no hayan sido conscientes de la bifobia que han ejercido porque para ellas, como para toda la sociedad, este borrado es cotidiano. Esta estructura es el origen de la bifobia, y se denomina “monosexismo”.
Según la autora Shiri Eisner en su libro Bi: Notes for a bisexual revolution, existen numerosas razones por las que la bisexualidad es continuamente borrada. Según esta autora, la bisexualidad difumina las fronteras y visibiliza las jerarquías existentes en nuestra sociedad. Por ejemplo, entre “lo homo” y “lo hetero” o entre “hombres” y “mujeres”. La desestabilización de estos conceptos socialmente excluyentes contribuiría a cambiar radicalmente nuestra sociedad demostrando que el binarismo generalizado a través del cual hemos aprendido a entender nuestro entorno es excesivamente simplista, que algo no tiene que ser exclusivamente “blanco” o “negro”, “sí” o “no”, “del Madrid” o “del Barça”. La sentencia del caso de Javier Vilalta quema los puentes entre la heterosexualidad y la homosexualidad, situándolos como irreconciliables, excluyentes. Este juicio sentencia una vez más que ambos “mundos” no deben tocarse, porque si lo hacen, se penaliza.
Este caso no solo penaliza la bisexualidad o la homosexualidad, sino que también penaliza el cambio, el crecimiento personal, el autorreconocimiento, el viaje que ha tenido Javier a lo largo de su vida
Es más, haciendo una interpretación más amplia, este caso no solo penaliza la bisexualidad o la homosexualidad, o la libertad de relacionarnos con quien nos dé la gana, sino que también penaliza el cambio, el crecimiento personal, el autorreconocimiento, el viaje que ha tenido Javier a lo largo de su vida y que cualquiera podríamos tener independientemente de nuestra orientación sexual.
¿Quién no ha cambiado de opiniones o de gustos —y no me refiero al mundo afectivo sexual únicamente— a lo largo de su vida? Todos sabemos lo bien que nos hace sentir el evolucionar como personas. Sin embargo, como se ha visto en este caso, este crecimiento, este cambio, está penalizado cuando a la orientación sexual se refiere, condenando a las personas bisexuales a no existir, a un modelo de vida estanco, monolítico, caduco y, en definitiva, no humano.
Para que este tipo de casos dejen de ocurrir, para luchar contra la bifobia y el monosexismo, el cambio en nuestra sociedad debe ser estructural y esto solo se conseguiría a través de la educación inclusiva en la realidad de las personas LGTBI, albergando, por supuesto, la bisexualidad. Una educación no solo en los colegios, institutos y universidades, sino que se extienda a toda la sociedad. De ahí que, además de la tan luchada Ley LGTBI de la Comunidad Valenciana, sería necesaria la aprobación de la ley que garantice la igualdad y la protección a las personas LGTBI a nivel estatal a la que se ha comprometido el actual Gobierno, que, entre otras cosas, garantiza la formación del funcionariado jurídico en nuestras realidades.
Curiosamente, el pasado 7 de octubre se aprobó en las Cortes Valencianas una propuesta que pasó bastante desapercibida, cuyo objetivo era impulsar campañas y medidas transversales para visibilizar la bisexualidad, la primera iniciativa de este tipo en la historia de nuestro país enfocada específicamente a la visibilidad bisexual. Algo que es sin duda una buena noticia, aunque no se nos puede olvidar que las personas bisexuales no solo necesitamos medidas para visibilizarnos, sino también medidas que nos protejan de la bifobia y el monosexismo y hagan que casos como el de Javier Vilalta no se vuelvan a repetir.