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Cada cosa tiene su tiempo, cada proyecto tiene su estrategia y sus intereses, cada colectivo tiene sus límites y las personas también.
Pero a veces alguien se lía la manta a la cabeza. A veces una ciudad entera puede liarse la manta a la cabeza, como dice el blog de Jorge Riechmann, tratar de comprender, tratar de ayudar. “Una gota pura de valentía —escribió Miguel Hernández— vale más que un océano cobarde”.
Madrid, se sabe, la vamos a perder. El PSOE no ha jugado ninguna carta valerosa, como si en el fondo, como si tantas veces, no le importara perder Madrid, repetir los mismos errores en lo que termina pareciendo indiferencia premeditada, buscada, antes que una equivocación. Y como si no supiera que perder Madrid no es perder una Comunidad, sino perder también servicios que muchas personas, no solo de Madrid, necesitan, motores de cambio que muchas personas, no solo de Madrid, necesitan, y perder una parte muy amplia del tejido con el que se construye la formación futura, la salud futura, la atención futura, la vivienda futura, la justicia futura de un país. Más Madrid ha pensado que podrá sacar más votos en soledad, lo que con esos votos se haga será útil, pero no servirá para ganar Madrid. No podrá ganarse tampoco con los votos de Izquierda Unida y Podemos. Y Sumar no estará, por lo que tampoco podrá ganar Madrid.
El proyecto de Sumar se presenta con voluntad previa de pactar con el PSOE. Y ese pacto tiene muchos apoyos. Incluso quienes se niegan, pongamos o no que con razón, a ilusionarse, porque conocen los límites de un poder que solo tiene como apoyo un Parlamento y algunas pero pocas, pero no muy fuertes, organizaciones, incluso esas personas están dispuestas a menudo a votarlo porque piensan que la pandemia con la derecha en el poder habría traído más desgracia, menos salario mínimo, menos derechos, más miedo. Y porque la desgracia jamás puede ser moneda de cambio.
Habrá otras visiones, pero hay una en la que todos parecen coincidir: el fatalismo de la derrota; la indiferencia ante la derrota, ante la desgracia que traerá la derrota para millones de personas que viven en Madrid o que acuden a hospitales de Madrid, universidades de Madrid, trabajos en Madrid. Bienvenida sea la descentralización, pero no es lo que traerá perder Madrid sino al contrario: traerá concentración del dinero privado, un dinero extractivista porque no se obtiene con el emprendimiento o “creando” riqueza, como aseguran, sino extrayendo esa riqueza mediante la compra barato de lo que era público y costó mucho trabajo de muchas personas construir; esa riqueza está siendo transferida desde hace años a la clase dominante madrileña, valga la expresión, para que extraiga el valor, y a menudo la propiedad además del uso, de los bienes comunes.
Hagamos una utopía o, mejor, un plan posible. Un ensayo de ese pacto que se espera en el proyecto nacional. Una avanzadilla hecha con la velocidad de la convicción, de lo urgente, de la sorpresa, del empeño repentino que es capaz de provocar una remontada
¿Por qué parece que no importa lo bastante ganar la Comunidad de Madrid?
No queremos distopías, se dice. De acuerdo, hagamos una utopía o, mejor, un plan posible. Un ensayo de ese pacto que se espera en el proyecto nacional. Una avanzadilla hecha con la velocidad de la convicción, de lo urgente, de la sorpresa, del empeño repentino que es capaz de provocar una remontada. Una candidatura de hecho aunque no sea de derecho. Una sola voz, lo que no es lo mismo que decir un solo individuo. Agruparse, comparecer o incorporarse súbitamente, para ganar Madrid. Sin miedo a perder, porque peor que perder es aceptar la derrota sin haber luchado.
¿Acaso los grandes medios que apoyan al PSOE mostrarán que preferirían perder Madrid? ¿lo afirmará La Ser, El País, El Diario, etcétera?
Y se dirá que no es oportuno, que es difícil, y se dirá que no hay militantes ni equipos suficientes, y se dirá que tal vez no haya el apoyo suficiente de los medios. ¿Por qué no? ¿Acaso los grandes medios que apoyan al PSOE mostrarán que preferirían perder Madrid? ¿lo afirmará La Ser, El País, El Diario, etcétera?
Y se dirá que quienes salieron por la sanidad y por el feminismo no saldrán para ganar Madrid. ¿Por qué no? ¿Acaso las chicas de veinte años, es solo un ejemplo, prefieren una comunidad destruida? ¿Acaso las personas jubiladas y las madres y padres presentes o futuros prefieren una comunidad sin centros de salud de urgencia, sin pediatras públicos, sin escuelas infantiles y centros de formación profesional públicos, sin atención primaria suficiente, sin vivienda accesible, con universidades públicas que son privadas de los recursos públicos porque van a las universidades ya no privadas sino privadoras, una comunidad contaminada, insalubre, sucia, sin árboles, con hospitales de gestión privada que son pagados con los recursos del común, sin atención a las personas migrantes, sin residencias de la tercera edad públicas suficientes y suficientemente apoyadas, con normativas crueles para las personas ancianas, una ciudad que quema en verano y mata de frío en invierno? ¿Acaso las cañas, oh, sí, las cañas, no se toman al mismo tiempo para celebrar la vida y para buscar consuelo por lo inevitable? ¿Y no se sabe que buscar consuelo por lo evitable es resignación, complicidad, casi podríamos decir colaboracionismo?
Y se dirá que no, que mejor esperar, que no hay nada que hacer, que se necesita tiempo. ¿Cuánto tiempo? ¿No estamos, quizá, en un momento en el que muchísimas personas están viendo las consecuencias de unas políticas frente a otras? Y ya que hablamos tanto del relato, ¿acaso no sabemos que lo previsto no conmueve, ni mueve, que lo cuidadosamente planificado de pronto se derrumba por azar?
Y si cae la Comunidad de Madrid tras haber luchado, tras haberlo intentado, tras haber dado todo lo que se tenía, la caída no lastrará, como se teme, el futuro de proyectos nuevos y de proyectos antiguos
¿No sabemos que es cuando se va perdiendo, cuando todo parece sin remedio, cuando ya no se espera ni siquiera el gol del honor, no sabemos que es precisamente entonces cuando se pueden organizar las fuerzas, sacar reservas de donde no las había, imaginar cuarenta candidaturas oficiales y no oficiales que se reúnen en un objetivo común, y de este modo establecen un vínculo imprevisto, poderoso, y comienza la remontada? Tal vez ya es, por fin, hora de no volver a dejar caer la Comunidad de Madrid, hora de salir, hora de ir a buscarla.
Y si cae la Comunidad de Madrid tras haber luchado, tras haberlo intentado, tras haber dado todo lo que se tenía, la caída no lastrará, como se teme, el futuro de proyectos nuevos y de proyectos antiguos. Les dará, por el contrario, fondo, solidez, espacio, el llanto feraz de la materia y el aliento, la energía repartida de lo que se vivió, de no haberse resignado, y por eso, por no haberse resignado, poder volver a ponerse en marcha.