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Doctora en Estudios interdisciplinares de Género y exasesora del Ministerio de Igualdad (2019-2023)
Los hombres llevan violando a las mujeres más de 2.500 años. Es más, gracias a las historiografía feminista, sabemos que existen indicios arqueológicos que apuntan que la apropiación por parte de los hombres de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres es previa a la formación de la propiedad privada y de la sociedad de clases, e incluso previa al nacimiento de la institución de la esclavitud, tal y como señaló Gerda Lerner, una de las más importantes historiadoras contemporáneas.
Es decir, la cultura de la violación, ese sistema de ideas, mentiras y falsas creencias que naturaliza, normaliza y justifica que un hombre o muchos hombres agredan sexualmente a las mujeres, lleva los mismos siglos operando que el patriarcado. Así que imaginemos la maquinaria de ingeniería que ha desplegado el mismo patriarcado —desde casi el origen de los tiempos— para disciplinar la vida de las mujeres y controlar nuestra autonomía y libertad sexual.
La sentencia que absuelve a Dani Alves nos dice todo sobre la cultura de la violación y el inmenso poder destructor de una violencia simbólica, que se materializa en los actos y las voces de quienes amparan al patriarcado judicial
El criterio de la “fiabilidad“ del testimonio de la víctima que utiliza el TSJ viene a decir que sólo su verdad, la jurídica, es la válida; la misma matraca desde hace siglos
Esta sentencia, junto a su impacto social y mediático, es un perfecto manual de instrucciones sobre el poder, a veces intocable, de la cultura de la violación
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Trumpismo Good Bye, Mr. Marshall!
Totalmente de acuerdo con el contenido del artículo. Solo añadiría que, además de menospreciar al resto de saberes que guardan relación con el comportamiento humano, el TSJC menosprecia a quienes juzgaron el caso en primera instancia. Ni siquiera se respetan entre ellas.
Bravo, bravo y bravo. Un artículo que pone el punto sobre las íes del asunto.
Solo una corrección: El Poder Judicial no es el cuarto poder (ese se le atribuye a la prensa). Es uno de los tres poderes oficiales del Estado y, hoy en día en este país, tiene instaurada una dictadura judicial impune, gracias a la corrupción rampante de toda la cúpula judicial (CGPJ, Tribunal Supremo, Constitucional, audiencias...). Y así nos va.