Opinión
Dejar la cartera, coger el biberón

Sorprende que pocas voces en la izquierda autodenominada alternativa hayan conminado a Alberto Garzón a aprovechar la generosa indemnización que le corresponde como exministro para dedicarse a la crianza.
Garcia Caparrós Iglesias Garzón
Dani Gago Alberto Garzón y Pablo Iglesias, dos expolíticos con poco tiempo libre.
15 feb 2024 13:57

Uno de los ejes sobre el que pivota la serie Esto no es Suecia es cómo, tras un acuerdo tácito o no, los integrantes de una pareja deciden que el padre se encargue de la crianza tras el nacimiento del segundo de sus hijos dado que la madre había estado en casa con la primera y ahora quería impulsar su negocio. Pero los encuentros de él con sus antiguos compañeros de trabajo­, la sensación de estar quedándose fuera de la “vida pública” en cierta manera, hacen que vuelva incluso a trabajar a escondidas… Proyectos, proyectos, proyectos. Si la precariedad laboral puede servir como salvoconducto —hay que meter dos sueldos en casa— para algunas reincorporaciones fulminantes al trabajo, en otros habrá que admitir que lo que hay mono de espacio público, de función social. Qué aplaudidas fueron Soraya Sáenz de Santamaría y Carme Chacón al volver a trabajar con los puntos frescos, que nosotras no somos menos.

Por eso estos días me ha resultado bastante chocante cómo la discusión gravitaba entre cuánto de bien o de mal estaba la decisión de Garzón, si era lobby o no, si tenemos «espacios seguros» para que los militantes de izquierdas que han implementado con mano de hierro políticas lesivas para el empresariado puedan reinsertarse en la vida civil sin peligro (risa floja), pero nadie contemplaba, después de habernos tragado textos, esloganes y memes de que si la vida en el centro, que si los cuidados y que si tal… que se quedara en su casa cuidando a sus hijos, disponiendo de más de 5.000 euros al mes durante dos años (vamos, que puedes contratar a una persona incluso si el tema se te hace bola). Es como para preguntarlo directamente. ¿Por qué no lo haces así? Pero nadie quiere escuchar la respuesta a eso, ni mucho menos tener que darla. Porque presupone que no nos creemos nuestros propios discursos. No estoy hablando de la impracticabilidad de lo que decimos porque nos devoren las fauces del mercado laboral capitalista respecto al cual es imposible ser coherente, ojo. Estoy hablando de que en cuanto tenemos la oportunidad de ejercer algo, decimos, «esencial» (y en este caso fenomenalmente remunerado), central, imprescindible para la vida, etc, etc, pues resulta que preferimos no hacerlo. Por muchas fotos con tus hijos que hayas subido en Instagram.

Cuando la situación se pone tensa, entonces sí, se reivindica «lo privado». ¿Pero no estamos diciendo justamente que la crianza y el cuidado tienen que salir de allí?

Y vendrá el repliegue y las menciones a que cada familia se arregla como puede, curiosamente, por parte de las mismas a las que les parecía fenomenal llevarte a un bebé de meses al Congreso. Cuando la situación se pone tensa, entonces sí, se reivindica «lo privado». ¿Pero no estamos diciendo justamente que la crianza y el cuidado tienen que salir de allí? ¿Hay alguna manera mejor que convirtiéndola en la elección de un exministro? Que ni se contemple como opción por sus compañeros y compañeras habla peor del espacio político en el que está que de él mismo. No es que no podamos hacer lo que decimos, es que ni nos creemos lo que decimos y por supuestísimo ni nos lo aplicamos. Si se aplaudió, y se saca a colación siempre que se puede, que Gerardo Iglesias volviera a la mina después de ser diputado, ¿por qué ni se le pasa a la cabeza que Alberto Garzón pueda pasarse un par de años cocinando o llevando a sus hijos a la guardería? Y ya tendrá tiempo después de hacer valer sus contactos como exministro. No, no se va a quedar con una mano delante y otra detrás.

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