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Opinión
A tu jornada de cuatro días le falta feminismo: los cuidados y la conciliación en el olvido
Desde la economía tradicional, como relata Katrine Marçal, siempre se ha dejado de lado el papel fundamental de las mujeres en la misma. En el libro Quién le hacía la cena a Adam Smith se plantea una realidad que se repite hasta la saciedad: las políticas económicas olvidan a las madres, a las mujeres trabajadoras y a las cuidadoras.
Smith no fue el único que olvidó el rol sustancial de las mujeres, incluso de su madre quién cuidó de él durante toda su vida: este hecho permitió al famoso economista tener tiempo y disponibilidad para desarrollar su renombrado trabajo, sin tener que preocuparse de las labores domésticas, ni de cubrir las tareas básicas para la subsistencia. De esta manera, Smith no se olvidó de los sujetos que se dedican cien por cien al capital, en cambio sí de aquellas mujeres que trabajan 24/7 y son los pilares fundamentales de la sociedad.
Cualquier propuesta sobre la reducción de la jornada laboral debe garantizar una redistribución de los tiempos de trabajo y los salarios, y tener claro que es una responsabilidad pública
Smith, al igual que otros sujetos, han construido sus vidas en torno al capital y los mercados. Desde la economía feminista, como describe Amaia Pérez Orozco en su libro La subversión feminista de la economía, estos sujetos que veneran al capital, son quienes fidelizan su autosuficiencia en el territorio laboral, sin embargo fuera de él, no son capaces de cubrir una serie de tareas necesarias para la supervivencia: desarrolladas por mujeres trabajadoras de su entorno más próximo. Una gran parte de la sociedad, delega los cuidados en otras mujeres que acaban sobrecargadas de trabajo y sin tiempo para su vida personal.
La experiencia laboral de las mujeres entre el trabajo de cuidados y el terreno laboral, se estructura a base de fallos en la distribución del tiempo y de las responsabilidades. De acuerdo con las nuevas propuestas en relación a los derechos laborales, la jornada de cuatro días encarna el derecho del proletariado de trabajar menos y vivir más, tener más tiempo libre para tener una vida fuera de la explotación capitalista. En el diseño de las políticas actuales —como es habitual— no se priorizan los cuidados, y por ende no tienen valor económico/ social para fomentar la conciliación o la corresponsabilidad. No es una novedad hablar del exceso de horas de trabajo que desarrollan las mujeres tanto en el ámbito laboral como doméstico. En este contexto, cualquier propuesta sobre la reducción de la jornada laboral debe garantizar una redistribución de los tiempos de trabajo y los salarios, y tener claro que es una responsabilidad pública.
Conciliación
Reducción de jornada Sobre la batalla por el tiempo
“Actualmente, los hombres dedican de media 1 hora y 46 minutos diarios al trabajo de hogar y de cuidados, mientras que las mujeres dedican 4 horas y 27 minutos, esto es, una diferencia media de 2 horas y 41 minutos” según la CGT. La gestión de reducir la jornada laboral sería competente si se mantiene el salario, no se intensifique el trabajo y se es capaz de poner los cuidados en el centro del diseño de estas políticas. La reducción de la jornada laboral a 32 horas —según la UGT— permitiría, entre otras cosas, “facilitar la participación laboral de las mujeres, y reducir la brecha salarial y con ello la brecha en las pensiones”.
En la transición a nuevas formas de trabajo se deben garantizar planes de igualdad que corrijan la discriminación de las mujeres en el mercado laboral y fuera de él. La jornada de cuatro días, como política laboral, debe cumplir con una distribución temporal justa de la cotidianidad de los cuidados. Las personas encargadas de los cuidados, deben tener más tiempo para el esparcimiento fuera del trabajo, y no un extra de trabajos reproductivos.
Pretender revolucionar la esfera laboral a favor de las trabajadoras, sin tener en cuenta la cuestión de los cuidados, es un espejismo que desatiende un asunto fundamental: como distribuir la interdependencia
En este punto, pretender revolucionar la esfera laboral a favor de las trabajadoras, sin tener en cuenta la cuestión de los cuidados, es un espejismo que desatiende un asunto fundamental: como distribuir la interdependencia. No existe una responsabilidad colectiva con respecto a los cuidados, ni tampoco un despliegue de estrategias para incentivar la conciliación, o la corresponsabilidad. Poner parches a problemas que dificultan la vida de las mujeres, contribuye a ocultar a las sujetas que resuelven la cuestión de las dependencias. Es posible que se ponga en marcha una manera de recompensar a las mujeres todo aquel trabajo no remunerado que han desarrollado durante siglos: en forma de una renta básica incondicional o una jornada laboral de 32 horas que tenga en cuenta los trabajos para el sostenimiento de la vida.
Se podría incentivar una responsabilidad social en torno a los cuidados y tener la capacidad de delegar los mismos. Una revolución laboral debe dirigir al proletariado a una justa redistribución del trabajo y de los recursos, para enfrentar al poder del jefe y acabar con la precariedad: brecha salarial, temporalidad, pérdida de empleo, paro, doble presencia y deterioro de la salud mental y física. Este enfoque puede servir para liberarse de la quimera del trabajo, sin invisibilizar los problemas de las mujeres; una revolución social en la cual la reducción de la jornada laboral y la corresponsabilidad, sea una mezcla explosiva donde todas y todos puedan sostener los cuidados.