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No está de moda hablar de filosofía política el día después de las elecciones. Ni el día antes, ni durante. Hoy abundarán los análisis coyunturales y cuantitativos, con guindas aritméticas erigidas sobre una base de galleta paradójica del tipo “siendo los humanos seres racionales, no entiendo por qué siempre ganan los malos”. No voy a hacer un análisis de lo que caracteriza el voto por colectivos, clases y castas, ni por etnias, barrios o naciones.
Pretendo hacer una oda a la estupidez porque simple y sencillamente es inaceptable la discriminación que sufre por parte de politólogos, tertulianos y demás todólogos como elemento explicativo de la realidad social. La idiotez es tan constitutiva de lo humano como la razón.
La idiotez es tan constitutiva de lo humano como la razón, y el hecho de que la grandísima mayoría crea que el idiota siempre es el otro, es un magnífico síntoma de estupidez humana colectiva
Y el hecho de que la grandísima mayoría crea que el idiota siempre es el otro es un magnífico síntoma de estupidez humana colectiva. Esto lleva a creer que la estupidez es foránea, un hechizo, un mal de ojo, un desvío del camino natural del sujeto racional, bondadoso, solidario, dispuesto hacia el bien el cual, por una u otra razón ajena, siempre termina en escenarios draconianos y esperpénticos por culpa de un malvado todopoderoso el cual no es definido por su inteligencia, casualmente, si no por su maldad. Pero si un malvado minoritario, sean cual sea —las elites, los ricos, los medios, satanás, la banca o la clase política—, termina ganando siempre, igual, no sé, quizá, es que somos idiotas.
Y cuando digo idiota no es que tú seas más idiota que yo, sino que la idiocia es algo que nos describe como especie, algo propio, característico de lo humano y, por tanto, lo suficientemente importante como para hablar, debatir y escribir sobre ello.
Los buenos y malos, los culpables y resignados
Entiendo que en una civilización cristiana basada en buenos, malos, culpables y resignados el análisis siempre termine siendo moral. Y que en una sociedad tecnocrática y liberal el análisis siempre acabe siendo cuantitativo, coyuntural, probabilístico y positivista. Es importante saber analizar las reglas del ajedrez que determinan los resultados electorales o de cualquier tipo, pero para entenderlos en su dimensión estructural, hay que analizar el tablero de ajedrez, qué madera se ha usado, de dónde proviene esa madera, quien la ha trabajado y cómo la ha pintado. Lo que no se puede es justificar la imposibilidad de instaurar nuevos tableros, nuevos mundos, nuevas sociedades, diciendo que la culpa es de una minoría de malvados manipuladores.
Primero, porque la culpa no explica nada. La culpa es un concepto moral, irrelevante como instrumento analítico. Segundo, cuando la gente habla o vota masivamente a favor del neoliberalismo autoritario basado en una ideología supremacista blanca, misógina y xenófoba (no solo en Madrid, en general en Europa), una de dos: o se defiende que la humanidad (como especie) es racional y sensata y vota por sus intereses, tenga más o menos recursos, o se defiende que es fácilmente manipulable debido a una limitada capacidad analítica, racional y argumentativa en la que la estupidez no es una propiedad particular de tu cuñado, sino una propiedad masiva de todas las persona humanas, en tanto que humanas. Tan tuya, como mía. A no ser que seas un percebe.
Esto implica aceptar que la producción y distribución socio-económica, cultural y política de recursos y conocimiento es fundamental para entender la capacidad colectiva de análisis, lucha y organización, pero ningún fenómeno tiene una sola causa, y puede que no sea la principal en explicar aquello que tiene en común la humanidad: la estupidez humana no pertenece a un grupo, a una clase o una comunidad particular. El porcentaje de estupidez entre los ricos es igual de alto que entre los desposeídos. Otra cosa es que sus recursos (el dinero y el nivel de información que manejan, entre otras cosas) amortigüen más y mejor la idiocia humana de las élites, pero ni la borran ni la desgastan ni la neutralizan, como muy bien muestra la Historia Universal, el siglo XX, los resultados de Ayuso en Madrid o los de Urkullu en la CAV.
Patentes, India, TAV y Madrid
Tras las votaciones europeas en contra de liberalizar las patentes, tras la tragedia de India, tras el TAV y la externalización de Urkullu como lehendakari de Cantabria y tras los resultados electorales de Madrid, ¿podemos ya decir que la estupidez es la propiedad mejor distribuida de la humanidad?
Hoy veremos hordas de ilustrados negándolo, saldrán todo tipo de análisis diciendo que los votantes de Ayuso, de Urkullu y de los partidos que están en contra de liberalizar las patentes saben muy bien que cuando votan, votan privatizar la sanidad, la educación, el agua, la energía y los servicios sociales. Que saben muy bien que votan por la expansión de la pobreza y la precariedad pensando, supongo, que no les afecta a ellos. Lo curioso es que según los datos de esa misma racionalidad todopoderosa, el aumento de pobreza baja la calidad de vida de toda la población, presente y futura, también de las que votan en masa a favor de ella. Es obvio que a la élite le interesa privatizar, pero la mayoría de quienes votan derecha no son élite. Y, además, que al rico le interese privatizar no es signo de inteligencia, sino de egoísmo. Y el egoísmo puede ser tan hijo de la razón como de la estupidez.
La estupidez humana es entrañable y revolucionaria cuando va acompañada de estrategias y objetivos emancipatorios, cuando va acompañada de solidaridad, de resistencia y organización, de amor, de cuidado, de camaradería y lucha, porque es entonces cuando la humanidad se supera
El sinsentido
La estupidez a la que me refiero en este caso es un atributo de la falta de sentido que se da o existe gracias a que podemos crear sentido. El sinsentido es una cualidad que solo las humanas podemos percibir y domesticar, precisamente porque podemos crear sentido mediante el lenguaje.
El poder imaginar y crear sentido en mitad del sinsentido que implica vivir rodando a una velocidad media de 107.280 kilómetros por hora sobre un trozo de Tierra ardiendo en mitad de una nada cósmica es lo que posibilita también el fenómeno de la estupidez. Por tanto, no es algo a despreciar. Es algo que tenemos que aprender a acariciar, a entender, a manejar, para poder transformar. Y es que no puede haber sentido sin discurso, y todo discurso o cadena significante se basa en la posibilidad de la estupidez, en este caso, de la ausencia de sentido, porque el sentido solo existe en el espacio (también cósmico) del sinsentido. Excepto para los que creen en dioses.
La cosmovisión moderna ilustrada y liberal impide ver que la estupidez es consubstancial a todo ser viviente que tenga discurso y, perdonen, pero la cosmovisión moderna no es una ideología, es una cosmovisión compartida fervientemente por la derecha y la izquierda, es decir, por la mayoría de la población. Y ese marco no acepta la estupidez sino como error o desvío en el camino lineal y progresivo de la Historia Universal donde el Sujeto Racional es la versión moderada y domesticada del supremacismo blanco, misógino y xenófobo que compone a la ultraderecha, sea mas o menos fascista, mas o menos neoliberal, y tan moderna como reaccionario; una base ideológica que ha arrasado según los resultados no solo de Madrid, también de otras muchas comunidades autónomas del Estado, y no digamos de los resultados europeos en general.
Eso no quita que la estupidez humana sea entrañable y revolucionaria cuando va acompañada de estrategias y objetivos emancipatorios, cuando va acompañada de solidaridad, de resistencia y organización, de amor, de cuidado, de camaradería y lucha, porque es entonces cuando la humanidad se supera, y en cierta medida, se emancipa. Cuando reta y confronta lo que este mundo de mierda nos brinda ofreciéndole al mundo lo mejor de nosotras. Y por eso he creído importante hacer hoy una oda a la estupidez. Porque es nuestra.
Tan nuestra que sin ella la humanidad no existiría.
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Nos molesta amargamente los insultos, los desprecios y la criminalización que la derecha trumpista realiza desde su control mediático a golpe de click y titular malintencionado.
Pero, qué queremos, si siempre expresamos nuestras estupideces "cuando la gente habla o vota masivamente a favor del neoliberalismo autoritario basado en una ideología supremacista blanca, misógina y xenófoba (no solo en Madrid, en general en Europa)". Es lo mínimo que nos pueden decir.
Gracias por el artículo. Es un alivio que exista El Salto, pues los estúpid@s ya tienen otros medios de comunicación. Nos queda este reducto para la inteligencia, afortunadamente, donde se lucha desde la sabiduría y la Verdad.
Si la autora conoce el canon, la vara de medir qué es la estupidez, si identifica la estupidez al primer golpe de vista, es que claramente está en un nivel intelectual y moral superior al del resto de personas. Bravo.
Quizá usted, como no distingue, o no quiere distinguir las actitudes políticas que respetan o no los derechos humanos, a la gente en definitiva, se encuentre acomodada en la equidistancia. Ese lugar, ese limbo donde se dejan cometer a menudo, atrocidades.....
¡Que no! Que a gente que dice que 2+2=5 no se la debe llamar estúpida. Es un insulto, ¿recuerdan? Se puede afirmar que son ignorantes. Mantengan la compostura; la gente de izquierda no somos despreciadores, queremos construir y concienciar. No se puede escribir con esa retranca irónica para envolver un insulto, no es agradable el sentimiento que se intuye, es fea esta sutil siembra de odio.
"El Gobierno admite que la nueva tarifa eléctrica que entrará en vigor en junio no abaratará el recibo "
Para eso la democracia: ¿quién tiene la verdad sobre qué es estúpido y qué sensato? Mediante referendo se averigua cuál es el sentir más frecuente; esto es, el SENTIDO COMÚN. (Aunque a algunos les fastidie, es así. Aunque algunos piensen que la mayoría es estúpida, buscamos guiarnos por el sentido común. Si no coincide con el sentir de vd. , al menos respete).
A ver, campeón, o campeona. No todas las ideas merecen respeto. O acaso el franquismo, el nazismo te parecen respetables? Estúpido es votar a gente que te jode la sanidad, el trabajo, el paisaje, los derechos humanos, la vida, en una palabra. Además, mucha de esa gente estúpida no se conforna con ello, con ser meramente imbécil, sino que pretende que los demás lo seamos también.
ya ya... entonces, seguimos con la ley mordaza, seguimos sin acceso a la vivienda, seguimos en curros basuras... pero hay que votar a esta gente por "miedo al fascismo", pues si no pueden ofrecer más que eso, yo me quedo en mi casa.
Es verdad, algunas ideas me parecen detestables. Pero hice un trato: aunque algunas ideas son vomitivas, acepto que se decida a votos. ¿Qué más puedo hacer? Respeto el trato, y ya estoy mayor para coger el kalachnikov. Lo que no voy a hacer es comportarme como un niño con rabieta. Los que sois más jóvenes y estáis más indignados, haced algo; con un par.
Disculpe. Incluya, por favor, al comunismo, como algo que no nos parece respetable. En caso contrario, no cabe duda, de que si que seremps estupidos.
Mucha gente esta cansada de que le digan lo que es moralmente superior y que tiene que vivir bajo esa losa viendo como luego quien lo pregona hace lo que quiere y los de debajo de la losa justificandolos
Trabajar y consumir, en ese orden, es la única moral que desean permitir.
Hoy se permite este acto de autocompensación masoquista. Mañana hay q explicar q, al ganar, el malvado minoritario accede a la fórmula con la q impedir q el empobrecimiento de la mayoría le acabe perjudicando. O eso, o q su triunfo continuado no es prueba de nuestra idiotez.
No sé cómo vamos a conseguir superar a las derechas de Madrid y de Euskadi, pero lo que tengo clarísimo es que será imposible si nos limitamos a decir que sus votantes son idiotas. El elitismo que destila este artículo es una clara muestra de lo que son hoy en día la mayoría de académicos supuestamente de izquierdas: un gremio que ya no es capaz de explicar la época en la que vivimos pero necesita ocupar espacio en los medios.
Touché. Además, ser capaz de explicar la época en la que se vive, el suelo sobre el que se pisa, es la tarea más difícil que uno se pueda proponer, porque exige verse a uno mismo y a sus ideas desde fuera (estando al fin y al cabo, dentro), es decir, ser capaz de juzgar la situación con una cierta distancia. El problema de los relatos electorales quizá está en que esos bonitos semicírculos de colorines de los partidos sobre fondo blanco falsean una realidad importante: hacen que parezca que la cosa va de votos y de votantes individuales que, con toda independencia, ponen esta papeleta u otra, cuando lo que hay detrás es algo bien diferente. En todo proceso electoral, la derecha en todo caso ya parte de la posición ganadora (son los "dueños" de todo, los jefes, los amos, de primera fila o de quinta), lo que puede suceder que (por su propia estupidez, guiño a la autora ;) eventualmente pierda, mientras que la izquierda ya ha perdido antes de la votación, solo que puede suceder que eventualmente, gane. La derecha se maneja muy bien con lo que ya hay, intenta que sus movimientos "regresivos" no salgan demasiado a la luz (si acaso de escondidas, con la connivencia de los medios, en medio de algún Barça-Madrid o del 1 al 31 de agosto) y ya lo tiene hecho, añadiendo una dosis de proclamas vacías de contenido (viva la "libertad" o su equivalente, el derecho a la propiedad privada por encima de cualquier otra garantía: es un brindis al sol, es lo que ya hay). La izquierda tiene que proponer otra cosa, quizá otro concepto de libertad o de propiedad, y esto es bastante más difícil.
Interesante reflexión, aunque arriesgada para compartir en medio de la jauría de trols que pueblan las redes. Nos han enseñado, o deberían, a preguntarnos al servicio de quién y de qué vamos a poner nuestro talento, habría igual que añadir también nuestra estupidez.
Pues su artículo es lo menos estúpido que he leído de toda esta resaca post electoral, la verdad.
Me ha enternecido la candidez con la que algunos célebres columnistas ´progresistas´ se hacen preguntas sobre lo ocurrido, gente cuyo trabajo es interpretar el ´ser´ español haciéndose preguntas, y haciéndocelas al público al que se dirigen, para reencontrar una orientación a este ´sinsentido´. De veras que sin incluimos la idiocia en las ecuaciones entonces todo cobra un sentido, ¿el sentido del sinsentido? tal vez, pero no hay diferencia si lo que se quiere es comprehender, algo mueve a la gente a hacer lo que hace, aunque sea en su propio perjuicio, Freud, Lacan, Klein, etc
Bien, todos somos idiotas. Pero unos más que otros, que conste. Porque sí, también somos responsables, de todo, del resultado electoral, del cambio climático, etc. Pero unos más que otros. Y que otras...