Opinión
Los que bailan

Federico hundió las pestañas en el llanto de todas, arrulló nuestro dolor como si fuese un hijo. Eso nos enseñó: a quebrarnos por dentro cada vez que las otras se rompían, a entender que el daño de una es el daño de todas y que el poder opera para volvernos solo multitud que vomita.
baile lancing
‘Niños bailando la Danza de las cintas’ Colonias Lancing y Worthing, Inglaterra. Fotos de Pilar Honer a BCA (1937)
Olalla Castro Hernández
18 ago 2021 06:00

18 de agosto de 1936. Antes de que lleguen los hombres con sus voces de zarza todo es canto de chicharra, pisada de animal, fruto desprendiéndose. El tronco del olivo parece tierra arada o curso de río que se rodea a sí mismo. Sus raíces, como brazos extendidos, querrían cobijar a los cuerpos que caen, uno tras otro, al compás de las balas. Lo torcido acoge a lo torcido. El olivo acaricia al poeta, pero los ojos se han vuelto ya un cristal y los dedos un frío. Pero yo ya no soy yo ni mi casa es ya mi casa.

No se sabe cuántas balas se han perdido en el aire antes de hincarse como garras en la carne; dónde empieza la herida y termina este miedo. No son los muertos los que bailan. Los que bailan son siempre los mismos que disparan, esos que rezan antes de la sangre y después de la sangre celebran, ríen, beben. El barranco de Víznar es una boca abierta y traga muerte. Así seguirá este sitio las siguientes cuatro décadas: debajo y encima de la tierra convertido en tumba. Aquí no hay mañana ni esperanza posible.

Quizás los asesinos no rumian un auténtico odio y tan solo se trata de obedecer a ciegas. Vileza o cobardía, ¿acaso importa? Los matices no resucitan a los muertos

Después de disparar, la hilera de uniformes azules sigue la trayectoria de los cuerpos al caer y se seca el sudor con la mano derecha. Quizás los asesinos no rumian un auténtico odio y tan solo se trata de obedecer a ciegas. Vileza o cobardía, ¿acaso importa? Los matices no resucitan a los muertos. Tiemblan, sin duda, también los asesinos, pero a veces es terror y otras es pura carcajada lo que agita sus pechos. Si hay un rastro de culpa, no se puede seguir (solo queda la pólvora). Tampoco de los asesinados conocemos detalles (¿se han hecho pis encima, han suplicado, llorado, han estado dispuestos a traicionar, a traicionarse?). Si hay un rastro de vergüenza, no se puede seguir (solo quedan los huesos).

Lo que sí es seguro es que los que disparan no han leído Poeta en Nueva York ni han visto a Margarita Xirgú bordar la libertad en una bandera, subida a un escenario. Lo que sí es seguro es que los que disparan no entienden que lo escrito no muere y menos lo que nace a punto de caer, al filo de la pena. Para no ver el inmenso torrente de lágrimas que nos rodea, cubrís de encajes las ventanas. Ignoran los asesinos que lo que se escribe retirando visillos, abriendo ojos a la fuerza, lo hará una y otra vez hasta el fin de los tiempos, volverá cada vez que un visillo se corra o unos ojos se cierren. Para que se quemen estas gentes que pueden orinar alrededor de un gemido.

Los versos del poeta siguen escarbando la tierra, cabecean aún en ella como larvas para que no olvidemos el reverso de las máscaras, el aleteo de las moscas alrededor de la carne, los cuerpos que, de un puntapié, rodaron hasta el fondo de las fosas

Federico hundió las pestañas en el llanto de todas, arrulló nuestro dolor como si fuese un hijo. Eso nos enseñó: a quebrarnos por dentro cada vez que las otras se rompían, a entender que el daño de una es el daño de todas y que el poder opera para volvernos solo multitud que vomita. Yo, poeta sin brazos, perdido entre la multitud que vomita. Los versos del poeta siguen escarbando la tierra, cabecean aún en ella como larvas para que no olvidemos el reverso de las máscaras, el aleteo de las moscas alrededor de la carne, los cuerpos que, de un puntapié, rodaron hasta el fondo de las fosas. Que la verdad es blanda y se deshace como un terrón de azúcar, y la belleza sigue sola, muy sola, apuntando a lo imposible.

Para que no olvidemos que siguen las cárceles llenas de presas políticas, el pueblo andaluz vareando miseria, un látigo sujeto por unas manos blancas golpeando la espalda de negras, gitanas, moras, indias, pobres. Que se sigue matando al grito de maricón; sin escopetas ya, solo con puños. Que los que bailan son siempre los mismos que disparan.

Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra na túa conta.

Relacionadas

Opinión
Opinión Sirat y las zonas temporalmente autónomas
En la película de Olivier Laxe prevalece el relato sobre la deserción del mundo que una mirada a la propia creación de la comunidad que surge en torno a las raves.
Opinión
Opinión Espejismo España
La descomposición del Gobierno de coalición es un reflejo de la expansión de la ola ultraderechista, pero no implica que los movimientos de transformación no puedan organizarse para contrarrestar esa amenaza.
Tribuna
Tribuna El juicio del siglo contra Greenpeace y el derecho a la protesta
El juicio contra Energy Transfer arranca hoy, 2 de julio, en los Países Bajos, donde Greenpeace busca justicia invocando por primera vez la nueva Directiva anti-SLAPP de la UE.
Altri
Altri Galiza elixe o rumbo da loita contra Altri nas eleccións á directiva da plataforma Ulloa Viva
A veciñanza da comarca máis afectada presenta dúas listas separadas logo de non chegar a unha proposta de consenso. Por unha banda, concorre unha candidatura continuísta e, pola outra, unha alternativa que se achega máis o nacionalismo institucional.
Medio rural
Medio rural A esperanza da xestión colectiva fronte ao espolio: os comuneiros de Tameiga contra o Celta
Mentres varios proxectos industriais tentan privatizar e destruír os ecosistemas galegos, algúns grupos de veciños e veciñas organizadas fan oposición social construíndo alternativas comunitarias. Ás veces, tamén gañan ao xigante.
Ourense
Ourense Ourense organízase para loitar contra patrullas de extrema dereita nos barrios máis empobrecidos da cidade
A veciñanza e os movementos sociais responden ao discurso do medo promovido por Frente Obrero e sinalan a súa estratexia de criminalizar a pobreza e sementar odio en contextos de exclusión e abandono institucional.
O Salto medra contigo
Crowdfunding O Salto Galiza abre un crowdfunding para empapelar Altri
Queremos investigar os responsables políticos e empresarias do que podería ser o maior atentado ambiental da historia recente de Galiza.

Últimas

O Teleclube
O Teleclube 'O Teleclube' alucina no deserto con Óliver Laxe e 'Sirat'
Laxe leva o seu cuarto premio de Cannes, esta vez en competitición, polo seu novo filme que explosiona na gran pantalla.
A Catapulta
A Catapulta O tempo, o espazo e a poesía de Estíbaliz Espinosa
A poeta visita A Catapulta para conversar sobre o seu traballo e a súa traxectoria literaria
Medio ambiente
Medio ambiente A loita polo monte galego: lumes, eucalipto e ameazas á propiedade común
Galiza concentra un terzo dos incendios forestais rexistrados no Estado. Mentres a Xunta apunta aos montes veciñais, comuneiros e ecoloxistas denuncian unha estratexia política para favorecer a privatización e a expansión da industria madereira.

Recomendadas

Feminismos
Feminismo Dous anos sen reparación tras sufrir lesbofobia nun Rexistro Civil de Pontevedra cando ían inscribir a seu fillo
Un funcionario negouse a inscribir ao fillo de Antía e a súa parella. Un erro de redacción na lei trans está detrás dos argumentos que o funcionario esgrime para defender a súa actuación.
Culturas
Erika Lust y Sara Torres “El deseo tiene una potencia inagotable para transformar la realidad si lo liberamos de las normas”
Sexo, deseo o ética del placer son algunos de los temas que hilan la escritora Sara Torres y la productora de cine porno Erika Lust en ‘La abundancia del deseo’.