Opinión
Manipulaciones sionistas y responsabilidad histórica

Leo con especial repugnancia la última tribuna de Reyes Mate en El País, titulada “Ante Gaza: sin autoridad para condenar y con el deber de estar”. El propio título, deliberadamente elusivo, debería leerse como “Sin autoridad para condenar al sionismo y con el deber de estar a favor del Estado de Israel”. Que un filósofo notable y reputado investigador del Holocausto se haya sacado de la manga semejante sarta de falacias es en sí mismo deplorable, pero tampoco sorprende: solo las falacias pueden sostener las premisas del artículo, que no es más que una versión estilizada de la narrativa con la que el sionismo justifica su proyecto colonial.
Reyes Mate ha fabricado una deslegitimación sutil e “ilustrada” del movimiento de solidaridad con Palestina; un formato de alta gama de lo que el PP reproduce en forma de casquería. Al modo de un policía que dictamina qué pueden y no pueden hacer los manifestantes, Reyes Mate abre su artículo dictando a pueblos enteros cómo deben protestar contra el genocidio en Gaza. Así, se nos dice que “los alemanes, por ejemplo, saben que tienen que estar contenidos, conscientes de una responsabilidad histórica que les obliga a esforzarse más por comprender que por condenar a Israel”. En la lógica demente del sionismo alemán, aquí replicada punto por punto, el haber cometido un genocidio te confiere una especial responsabilidad de empatizar con los genocidas del futuro, como miembros de un club siniestro que se reconocen guiñándose un ojo. Lo primero que uno debería preguntarse es: ¿no es groseramente obvio que la “responsabilidad histórica” es exactamente la contraria? ¿No sería el deber de todo aquel que se haga cargo de la culpabilidad de su país en el Holocausto suscribir aquello que Adorno llamara “el nuevo imperativo categórico que Hitler ha legado a la humanidad”; esto es, evitar que algo así pudiera replicarse en cualquier tiempo o lugar?
El historiador Reyes Mate ha fabricado una deslegitimación sutil e “ilustrada” del movimiento de solidaridad con Palestina; un formato de alta gama de lo que el PP reproduce en forma de casquería
Tras Alemania le toca el turno a España, cuyo antisemitismo histórico estaría entre las causas profundas del sionismo, lo que presuntamente obliga a todo aquel que haya nacido en el Estado español –con independencia de su clase, ideología, o incluso voluntad nacional– a tragarse las críticas. El autor no se esconde: “Nosotros los españoles (igual que los alemanes) no podemos erigirnos en jueces, ni ponernos al frente de la manifestación, porque el problema palestino lo hemos creado en buena parte nosotros”. Yo me pregunto: ¿qué opina Reyes Mate, como renombrado estudioso del Holocausto y la lógica del fascismo, de la concepción de los pueblos como una entidad monolítica, destinada a un cierto papel por su historia y netamente identificada con sus Estados? Como diría Corrado “Junior” Soprano: sounds like Nazi Germany to me. La propia metodología de Reyes Mate es reaccionaria: deforma y magnifica el concepto de responsabilidad histórica para promover un marco esencialista donde los pogromos antijudíos del pasado –sobre los que ningún habitante actual del Estado español tiene responsabilidad directa– obligarían, de nuevo, a empatizar con la causa sionista. Esto viene a ser como afirmar que en base a la criminal conquista de América los habitantes de, pongamos, Madrid, deberían ser comprensivos con Pinochet.
A pesar de lo que diga Reyes Mate, el antisemitismo quizás explique (en gran medida, al menos) el surgimiento del sionismo, pero desde luego no lo justifica. El sionismo es un proyecto de “sangre y suelo” que comparte las raíces podridas del colonialismo occidental, y así fue visto siempre por los elementos más loables del pueblo judío, los mismos que formaron parte de la espina dorsal del socialismo internacional, enemigo de todo chovinismo. Pretender justificar el proyecto sionista en base a la larga historia de antisemitismo es comparable, salvando las distancias, a justificar el fascismo alemán en base a las humillaciones sufridas en el Tratado de Versalles o, al estilo del historiador revisionista Ernest Nolte, legitimarlo en tanto que respuesta a la violencia revolucionaria encarnada por el bolchevismo. Una aberración, vaya.
El sionismo nació como proyecto colonial y violento; el Estado de Israel vino al mundo con la limpieza étnica que los palestinos denominan Nakba; la ocupación, el etnicismo y el expansionismo son su alfa y su omega. Los hechos a los que asistimos estos días son expresiones de un proyecto que lleva la eliminación del pueblo palestino en su mismo ADN. Nada de lo anterior es responsabilidad del “pueblo judío”, porque el pueblo judío no existe como entidad monolítica (salvo en la mente de los antisemitas, claro): es responsabilidad de los sionistas y sus aliados, y no de los muchos judíos que desde el siglo XIX hasta hoy han condenado y combatido esta criminal empresa, del mismo modo que los comunistas alemanes encerrados en los campos de concentración no son responsables del Holocausto. Y, cabe subrayar, pretender que el Holocausto justifica la existencia del proyecto colonial sionista es la misma chifladura monstruosa sobre la que los dirigentes israelíes han querido legitimar siempre la ocupación, la limpieza étnica y el apartheid que su proyecto reproduce de forma tan sádica como inevitable.
Es cierto que el asesinato de seis millones de judíos marca el fracaso de la Ilustración burguesa; de la ilusión según la cual el capitalismo podría convivir con un cosmopolitismo humanista y pacifista. También es cierto que la identidad nacional española surge históricamente sobre bases antisemitas e islamófobas (cosa que Reyes Mate olvida): el “cristiano viejo” sin rastros de sangre “mora o judía”; es igualmente cierto que la expulsión de los judíos y la guerra contra los reinos musulmanes –posteriormente mitificada como “reconquista”– son la esencia misma del proyecto de construcción nacional hispana bajo los Reyes Católicos. Pero si de lo anterior se deriva alguna “responsabilidad histórica” no es otra que aniquilar ese legado opresor y abrazar un internacionalismo consecuente. ¿O acaso sugiere Reyes Mate que en base a la continuidad del racismo islamófobo en España deberíamos ser comprensivos a la hora de juzgar a Al Quaeda o el ISIS?
El absurdo es manifiesto, tanto como afirmar que “no podemos dar lecciones a Israel sobre nacionalismo”. De nuevo, el “nosotros” de Reyes Mate es un engendro esencialista
El absurdo es manifiesto, tanto como afirmar que “no podemos dar lecciones a Israel sobre nacionalismo”. De nuevo, el “nosotros” de Reyes Mate es un engendro esencialista: un Pueblo, una Historia, un Estado (español). Desde luego que quien compre ese bodrio franquista no debería dar lecciones de nada, pero quien vea la historia del Estado español tal y como es, una historia dividida en clases en lucha —y también, dicho sea de paso, una historia de opresión nacional— y se posicione del lado de los oprimidos haría bien en dar lecciones a Israel y a todo aquel que pretenda justificar el exterminio de millones de personas en base al “derecho histórico de un pueblo” o las palabras de un libro escrito hace 2.500 años.
Indiferente a lo anterior, Mate describe como “penosa” la actitud de “muchos ciudadanos, manifestándose indignados, que han olvidado lo que hicieron sus abuelos”. Personalmente desconozco si los abuelos de Reyes Mate eran oberkommandos de las SS, cosacos incitadores de pogromos o feroces curas antijudíos, pero mis abuelos eran gente muy agradable que se dedicó mayormente a trabajar y no protagonizó ninguna noche de los cristales rotos, no distribuyó Los Protocolos de los Sabios de Sión en forma de panfleto ni hizo nada nunca contra judío alguno. Los maternos, de hecho, fueron migrantes que también sufrieron el racismo en diversas formas, algo que comparten con muchos de su generación. Y si nos remontamos más atrás, diré que no me siento especialmente responsable de lo que hicieran los Aguiriano del siglo XV, con quienes probablemente no tendría demasiados temas de conversación. Ironías aparte, cabe insistir en lo evidente: la idea de que existe la responsabilidad histórica de moderar las críticas al Estado de Israel en base a las barbaridades cometidas por nuestros antepasados remotos es filosóficamente absurda, moralmente aberrante y políticamente cómplice.
En lo que Reyes Mate tiene razón es en que debemos actuar sabiendo que somos parte del problema, pero no por los motivos que él invoca. El Estado Español es parte del problema en base a su papel como miembro del mismo bloque imperialista occidental que ha hecho posible este genocidio otorgando armas, recursos y apoyo político a Israel durante largas décadas. El enemigo está ciertamente en casa: en nuestro propio estado, en el capital al que sirve, y en la ideología burguesa de la que participan el chovinismo y el imperialismo.
Reyes Mate ha querido jugar, en su versión intelectual, el mismo papel que los antidisturbios en La Vuelta: evitar que las protestas se muevan más allá de, por usar una expresión de Marx, lo “permitido por la policía y vedado por la lógica”. Su línea roja absoluta es el cuestionamiento de la existencia misma del Estado de Israel como estructura política colonial y genocida —lo que, dicho sea de paso, no es lo mismo en ningún caso a la existencia del pueblo judío—. Curiosamente esta línea roja es algo que comparte con el mismo “gobierno progresista” cuya actitud deplora. Y aquí es donde todo el tinglado de falsedades se derrumba con estrépito, cuando es el propio Reyes Mate quien demuestra no estar a la altura de la “responsabilidad histórica”: aquella que obliga a combatir aquí y en Gaza el mismo colonialismo e imperialismo que el Estado español ha promovido largamente en su sangrienta historia.
Por lo tanto, los únicos que hoy en día se hacen cargo realmente del pasado son aquellos que el domingo detuvieron La Vuelta, son aquellos que desde Manchester hasta Berlín señalan al Estado genocida de Israel, son quienes se enfrentan a su propio Estado imperialista y la represión creciente que este ha desatado contra la solidaridad con Palestina. Esperemos que las próximas semanas sean escenario de la extensión y profundización de esta lucha; que el movimiento de solidaridad gane en claridad, fuerza y convicción, que las protestas contra la solución final planeada por Israel desborden las plazas de todo el mundo, y que en estas resuene una verdad atronadora: solo con la destrucción del sionismo podrán judíos y árabes vivir en paz, y nada de lo anterior es posible sin una lucha resuelta contra el imperialismo que sostiene este proyecto criminal.
Historia
El Bund: los socialistas judíos que no amaban el sionismo
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