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Opinión
Vox se “Lepeniza”
La semana pasada, el portavoz del PP en el Congreso de los Diputados, Miguel Tellado, elevó el tono del debate migratorio al proponer enviar a la armada a frenar la llegada de cayucos a las Islas Canarias. Esta semana, Vox veía el órdago: “Nadie ha votado a Vox, y me atrevería a decir que tampoco al PP, para que continúe la invasión de la inmigración ilegal y de 'menas' (….) no podemos lanzar al mundo un mensaje de que aquí caben todos los inmigrantes ilegales y 'menas' de África”. Así argumentaba Santiago Abascal, en una solemne rueda de prensa rodeado de la dirección de su partido y barones territoriales, “una de las decisiones más importantes de la historia política de Vox”, la ruptura de los pactos autonómicos de gobierno suscritos con el PP.
Una drástica medida motivada, supuestamente, por la decisión de sus socios conservadores de aceptar acoger, en las comunidades donde cogobiernan con los de Abascal, un cupo de migrantes menores no acompañados. Una medida que Vox rechaza de plano al chocar de frente contra su retórica contra los menores no acompañados y que ya en los últimos días había planteado que era una línea roja que no estaban dispuestos a cruzar. La ruptura no solo se circunscribe a sus cargos gubernamentales, que irán dimitiendo a lo largo de los próximos días, sino que a partir de ahora, los ultraderechistas, tampoco darán apoyo parlamentario al PP, dificultando la gobernabilidad de numerosas autonomías.
Un recrudecimiento del enfrentamiento con el PP, que ha ido más allá del enfrentamiento retórico y que, a corto plazo, está haciendo saltar las costuras de Vox en los distintos territorios en donde gobernaba. Más de cuatro consejeros han mostrado su negativa a dimitir, lo que hace pensar que no ha sido un calentón sino más bien una decisión planificada, utilizando esta polémica como coartada para dar un paso más en una reorientación estratégica de la formación ultraderechista. Y que ya había tenido episodios precedentes como la propia salida de Espinosa de los Monteros, minorizando el sector más neoconservador del partido o el desplazamiento de Ortega Smith como responsable de organización por Garriga, persona de confianza de Jorge Buxadé. Aunque, quizás, la salida de Vox del grupo europeo de los Reformistas y Conservadores (ECR) abandonando a su antigua aliada Georgia Meloni para sumarse al nuevo grupo de los Patriotas Europeos formado por Orban y Le Pen sea, con la ruptura de los gobiernos autonómicos, las dos decisiones de mayor calado en esta reorientación política.
No podríamos entender el movimiento de esta semana de Vox sin contextualizarlo en el marco europeo de disputa entre la ultraderecha
El portavoz de Vox, Jorge Buxadé, horas después de la ruptura con el PP, escribía en sus redes sociales: “No tienen intención de detener la inmigración ilegal. Von der Leyen hace pinza con Sánchez para la dispersión de inmigrantes ilegales. Feijóo se adhiere. ¿Se entiende ya lo de esta semana?”. Desde luego, no podríamos entender el movimiento de esta semana de Vox sin contextualizarlo en el marco europeo de disputa entre la ultraderecha. Llegar a acuerdos con el PP de Von der Leyen para incorporarse a la gobernanza europea, Meloni, o, por el contrario, mantener una lógica más impugnadora de oposición a la gran coalición de populares y socialistas que sigue gobernando la UE, Orban y Le Pen. Parece que Vox ya ha elegido bando. Primero la semana pasada uniéndose al grupo de Patriotas Europeos y esta semana escenificando la ruptura con la línea de subalternización al PP saliendo de los gobiernos de coalición.
Muchas veces hablamos de las guerras de la izquierda mientras nos aqueja una tremenda miopía para observar lo que sucede a nuestra derecha, que lleva, al menos desde la moción de censura contra Mariano Rajoy, en una profunda crisis política. Una encarnizada batalla por la hegemonía del espacio político conservador, que no es una particularidad española, sino más bien europea o incluso internacional, en donde lo que está en juego es el consenso sobre el sistema mismo, que se expresa en la propia crisis de las mediaciones partidarias tradicionales, una crisis del extremo centro. Una buena muestra de esta crisis de representación, que no solo aqueja a la izquierda, sino también a la derecha, es el fenómeno Alvise y la candidatura de “Se acabó la fiesta”, expresión de un creciente voto de protesta reaccionario que favorece la fragmentación y el tensionamiento de la derecha.
La reorientación política de Vox estaba decidida antes de las europeas y el resultado de “Se Acabó la fiesta” lo que ha conseguido ha sido más reafirmar que determinar la decisión
En este sentido, muchas lecturas sobre la ruptura de Vox con el PP señalan a Alvise como responsable indirecto, la presión del resultado de “Se Acabó la fiesta”, que logró la nada desdeñable cifra de 800.763 electores, el 4,59% de los apoyos en las europeas, habría hecho a Vox radicalizar sus posturas anti-migración para intentar saturar posibles fugas de su electorado. Yo creo que Le Pen tiene más que ver en el cambio de postura de Vox que Alvise. Que la reorientación política de Vox estaba decidida antes de las europeas y que el resultado de “Se Acabó la fiesta” lo que ha conseguido ha sido más reafirmar que determinar la decisión, al mostrar que Vox estaba dejando un importante espacio electoral en sus márgenes. Mientras, Le Pen se ha convertido, desde hace un tiempo, en un espejo en el que mirarse para los de Abascal.
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En la transformación de Vox ha jugado un papel fundamental Buxadé, mucho más que el portavoz en Europa, auténtico hombre fuerte de la formación, que ha abanderado el cambio de posiciones neoconservadoras a otras más nacional-identitarias, en donde la anti-migración aparece como clave de bóveda xenófoba de su neurosis identitaria. En este sentido, los menores no acompañados aparecen como el chivo expiatorio perfecto para su retórica sobre migración, inseguridad, delitos y deterioro de la convivencia. Un discurso, muchas veces forzado, como el del hasta ahora vicepresidente de Castilla y León, Juan García Gallardo, que llego a afirmar que renunciaba porque: “No queremos que Castilla y León se convierta en Francia, que los barrios humildes de Castilla y León sean como los del extrarradio de París, Bruselas o Gotemburgo”.
A Gallardo, el subconsciente le jugó una mala pasada, no sé si de verdad cree que un barrio de Ávila puede convertirse en Gotemburgo por la llegada de seis menores no acompañados, pero desde luego lo que sí que piensa es que esta polémica puede ayudar a Vox a parecerse más a Reagrupación Nacional (RN). A corto plazo, la formación de Abascal pierde la gran mayoría de su poder institucional con la consiguiente merma de recursos e incidencia mediática, y no sabemos el coste electoral que puede tener en caso de una inminente convocatoria electoral. Pero no podemos calibrar la decisión de Vox en el corto plazo, estamos ante un cambio estratégico de la formación ultraderechista que entiende, agotada su experiencia anterior, ser una escisión neoconservadora del PP, y pretende transitar un nuevo camino, una acelerada lepenización. Desde luego, no creo que los barrios de Castilla y León terminen pareciendo las periferias de París, pero sí creo, que Vox puede homologarse cada vez más a la experiencia de la extrema derecha francesa.