Opinión
Propuesta de Urkullu; o cómo dar vueltas en círculo para volver al mismo punto de partida

Este próximo jueves en el Debate de política general, que da inicio al curso político en el Parlamento Vasco, el lehendakari incidirá en su fórmula de actualización del encaje del autogobierno vasco en el marco constitucional.
Urkullu fin de año
Mensaje de Fin de Año del Lehendakari Iñigo Urkullu en 2018 (Fuente: Irekia)

El lehendakari Urkullu ha inaugurado el nuevo curso institucional vasco —no conviene olvidar que el próximo año habrá elecciones en Euskadi donde el PNV parte en desventaja frente a un EH Bildu claramente al alza— reintroduciendo en el diccionario político el concepto de ‘Convención constitucional’. En su artículo en El País (31 de agosto) señalaba que es un término novedoso, pero eso no es del todo cierto, ya que en 2018 ya le presentó esta idea a Pedro Sánchez con nulo resultado. Ahora, a las puertas de las investiduras para la formación del nuevo Gobierno español, parece que va a tener más recorrido. O no.

Si en 2015 el concepto estrella que puso encima del tablero político fue ‘Nación foral’, ahora el lehendakari continúa centrándose más en el marco de juego que en el contenido; quizás porque el contenido siempre ha sido el mismo y sólo cambia el envoltorio ¿Qué es y qué no es su iniciativa? No es una declaración de autodeterminación ni una consulta basada en el derecho a decidir del Pueblo vasco. Sí que es un intento de avanzar en el autogobierno y de completar el Estatuto de Gernika. Tampoco está basada en la unilateralidad, sino que se asienta en el pacto y en la legalidad constitucional.

Política
XV Legislatura Debates recurrentes para un tiempo político inédito
La propuesta del lehendakari Iñigo Urkullu incorpora a un posible pacto de investidura la cuestión de la plurinacionalidad. Feijóo titubea y la derecha ayusista lanza sus huestes al combate.


Obedece a un criterio de oportunidad. Tampoco hay que perder de vista que se produce en el marco de la ronda de contactos para los apoyos a la investidura y en medio del impulso del debate territorial que están planteando Junts, ERC y EH Bildu. Fiel a la que ha sido su trayectoria en el tratamiento de las grandes cuestiones, Urkullu adopta una posición de cámara cenital. Proyecta el foco desde arriba, sin bajar a tierra. Amaga, pero no da. No somete a escrutinio unos contenidos, sino que fija un marco para que hablen, discutan y (des)acuerden otros. Él está presente, pero su participación es de cuasi tutelaje. Más que interlocutor, es intermediario. El jefe de los intermediarios. De esta forma se asegura el prestigio de la iniciativa y, si sale mal, elimina el peligro de fracaso personal. Lo mismo ha hecho en la Ponencia del Parlamento Vasco sobre el Nuevo Estatus. Como si no fuese líder del PNV ni se sentase todos los lunes en la mesa del EBB en Sabin Etxea.

Urkullu casi repite palabra por palabra lo que Imaz expresaba hace 16 años: “Las dos partes deben estar de acuerdo y han de actuar con un compromiso de lealtad recíproca”

En su artículo de El País señala que esta ‘Convención constitucional’ “no sería una fórmula mágica ni un camino expedito, pero podría abrir nuevas posibilidades de desarrollo futuro” planteando un doble pacto: un acuerdo de bases para la convocatoria y desarrollo de la convención sobre el autogobierno incluyendo principios como el cumplimiento íntegro de los marcos estatutarios y la bilateralidad y celebrar una convención en el plazo de un año para “analizar el alcance actual y futuro de la disposición adicional primera de la Constitución, el autogobierno de las comunidades de raíz foral e incluso el de las nacionalidades históricas”.

Más allá de la evolución del léxico, vuelve a incidir en la que desde 2007, a través de un artículo —también en El País— del entonces presidente del EBB, Josu Jon Imaz, ha sido la base en la que el PNV ha fraguado toda su estrategia de actualización del encaje de Euskadi en el Estado: ‘No imponer, no impedir’. Urkullu casi repite palabra por palabra lo que Imaz expresaba hace 16 años: “Las dos partes deben estar de acuerdo y han de actuar con un compromiso de lealtad recíproca. No queremos imponer nada a nadie, pero tampoco podemos aceptar que se impida al pueblo vasco manifestar su voluntad”. Esto es: en Euskadi la mayoría abertzale no le impone su voluntad al unionismo minoritario; y en el Estado, el unionismo mayoritario no impide el acuerdo que se suscriba en Euskadi. Por lo tanto, el acuerdo en Euskadi tendrá que estar respaldado por un partido de Estado, bien sea el PSOE (principalmente) o el PP. Sin ese apoyo del PSOE (PSE) no hay ecuación (pacto) posible. Le llaman veto, y es verdad. Asumir el veto, como garantía de legalidad.

En el actual planteamiento de Urkullu sí hay una novedad, que desde el punto de vista del reconocimiento de las instituciones vascas emanadas del Estatuto no es menor. A diferencia de la fórmula de Imaz, el primer acuerdo no se haría en el Parlamento Vasco, sino que esta Convención constitucional se construiría extramuros para luego ser abordada en Euskadi. Muy parecido al planteamiento de Puigdemont. En esta línea, hay que recordar que en el Parlamento Vasco desde hace tres legislaturas existe una Ponencia sobre el Nuevo Estatus que vio en su día un acuerdo entre PNV y EH Bildu en base al derecho a decidir del Pueblo Vasco y que ahora languidece por la presión del lehendakari para que el pacto se extendiese a grupos no nacionalistas, mirando, especialmente, al PSE.

Este próximo jueves en el Debate de política general, que da inicio al curso político en el Parlamento Vasco, el lehendakari incidirá en su fórmula de actualización del encaje del autogobierno vasco en el marco constitucional que pasa por la bilateralidad y el cumplimiento del Estatuto. En tres legislaturas no ha logrado ni una cosa ni la otra.

La dirección del PNV también se resiente de los últimos fracasos electorales. En las generales perdió más de cien mil votos y ha visto cómo EH Bildu le ha superado

Ésta no es una coyuntura fácil ni para Urkullu ni para el PNV. El lehendakari, porque está viendo cómo amplios sectores sociales, incluso en el seno de su propio partido, están criticando su gestión en áreas vitales como Educación, Sanidad y Ertzaintza. Muchos en el partido tampoco han entendido su propuesta de Convención constitucional o que se metiese en la ronda de investidura de Núñez Feijóo, ya que entienden que ésa es una cuestión reservada a la dirección. Con la bicefalia no se juega. Además, está pendiente de resolución si será el candidato jeltzale el próximo año. Hace un par de meses parecía que no iba a ser, pero la multiplicación de sus apariciones públicas y que todavía no se hable de recambios, hace albergar dudas. Las elecciones tocan en junio, sino las adelanta.

La dirección del PNV también se resiente de los últimos fracasos electorales. En las generales perdió más de cien mil votos y ha visto cómo EH Bildu le ha superado. Ya han empezado a aparecer públicamente críticas. El primero fue Iñaki Anasagasti y hace unas semanas el que fuera diputado general de Bizkaia José Alberto Pradera. Más allá de estas muestras de desacuerdo por el apoyo al gobierno de Sánchez y a sus políticas de izquierda, en el partido todos coinciden que necesitan de forma urgente una actualización del mensaje, pero también un reseteo ideológico y estratégico. Y, como preámbulo, la certeza de que la dirección que lidera Andoni Ortuzar ha aprendido de los errores.

Xabier Arzalluz solía repetir una frase de San Ignacio de Loyola: “en tiempos de tribulación (desolación), no hacer mudanza”. El lehendakari Urkullu y el PNV necesitan hacer algo para revertir la situación, pero las urgencias no son buenas consejeras. Quizás la receta haya que buscarla en la apariencia. Porque la ‘Convención constitucional’ de Urkullu se parece al ‘No imponer, no impedir’ de Imaz. Y ésta al ‘Espíritu del Arriaga’ —“vivir cómodos en España”— de Arzalluz. Dar vueltas en círculo para volver al punto de partida.

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