Opinión
Es tiempo de unión

Las encuestas lo han vuelto a decir. O vamos en unidad o nos comemos un colín. Así de claro. Que eso tendría consecuencias muy graves para la mayoría de la sociedad es una obviedad a estas alturas, pero quizá debamos volver a repetirlo por si no ha quedado lo suficientemente claro. Debemos conseguir la unidad de las izquierdas, nos va la vida en ello, especialmente a las más vulnerables de la sociedad, que necesitan de esta responsabilidad por parte de los líderes de la izquierda de nuestro país. Os necesitamos, y sé que es complejo, que hay rencillas, crispaciones, problemas personales y demás obstáculos, pero nadie dijo que esta sería una tarea fácil y más cuando teníamos tanto en contra.
Lo que realmente nos interesa a la ciudadanía de a pie es representantes que sean capaces de conseguir o al menos pelear por que se ponga la vida en el centro
Pero si ustedes están en política es porque creen que es posible conseguir un mundo más habitable y sostenible, y por muchos problemas que les frenen, siempre será más importante y necesaria construir una unidad que incluya todas las sensibilidades y a las distintas familias. Porque sólo así será creada una unidad real y no una diseñada según determinados intereses partidistas o personales. Esa unidad a medias, que descartara a activos y fuerzas importantes, no sería suficiente para ilusionar a la mayoría de votantes de izquierdas, que vieron en Sumar la posibilidad de abarcar todas las ilusiones de construir un país mejor.
Cuando le preguntan a Pepe Mujica por el éxito que tuvo el Frente Amplio en Uruguay suele responder que se debió a la generosidad y a la mirada amplia que tuvieron sus compañeros y compañeras a la hora de soñar una herramienta política de unidad. Nuestros hermanos uruguayos tuvieron claro que “a pesar de las diferencias ideológicas, era necesario estar de acuerdo en que hay que construir igualdad y defender la soberanía y la democracia. Si no confluimos, no cambiamos la realidad”, en palabras del ex presidente Mujica.
A pesar de que esa suma de partidos quizá no nos convenza a nadie en su totalidad, ni siquiera a sus creadores, es necesario remar en esa dirección, porque de lo contrario significará la pérdida de derechos conquistados y la vuelta a lugares a los que nunca más deberíamos volver en este país. Es necesario pensar y trabajar en un programa de mínimos, consensuado por todas las formaciones políticas y remar en esa dirección, a partir de ahí todo lo demás son adornos o florituras, pero lo que realmente nos interesa a la ciudadanía de a pie es representantes que sean capaces de conseguir o al menos pelear por que se ponga la vida en el centro. Quien esté en las negociaciones debería tener muy claro algo que no lo parece tanto, la idea de país y de proyecto político debe estar por encima de las discrepancias personales o políticas, y si es al revés quizá quien opte por el ruido debería hacerse a un lado para que el resto pueda trabajar en la dirección que pedimos los y las votantes. No estamos para odios, ni rencillas ni rencores, estamos para construir y trabajar por el bien común. Seguro que seremos capaces si dejamos de lado nuestras discrepancias por legítimas que sean y nos centramos en lo que nos une.
No lloverá a gusto de todos pero son tiempos para mandar obedeciendo, teniendo claro el porqué de la política institucional, los motivos que les llevaron ahí, si fue servir al bien común o a sus propios beneficios. Un buen político, y me viene a la memoria inevitablemente la imagen de Julio Anguita, es aquel que se olvida de sus propios intereses personales para servir a los demás, especialmente a los más desfavorecidos, y eso es lo que estamos esperando quienes ansiamos esta esperada unidad, que esperemos sea la unidad definitiva que la sociedad merece. Liderar el proyecto no será fácil, pero si posible si se lleva a cabo con generosidad y respeto a lo que representan todas las fuerzas llamadas a lograr acuerdos.
Algo que me resulta clave y ya por ir finalizando, es el convencimiento de que todas las fuerzas deben hacer un esfuerzo para que sea una izquierda sin exclusión. Cuando las izquierdas se juntan y no se fraccionan es posible tener más fuerza para luchar y ganar el partido. Después de eso, nos tocará a las demás fuerzas, las de la calle y todos los demás actores de izquierdas de la sociedad, remar en esa misma dirección y seguir trabajando por el tejido social tan necesario para repercutir directamente en la política institucional y en los cambios necesarios para conseguir la ansiada igualdad y justicia social.
Cierro estas líneas recordando uno de los lemas del Frente Amplio: “la acción nos une, las palabras nos separan”. Pasemos a la acción, con humildad y unidad. Adelante.
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