Opinión
Ya basta de paternalismo pandémico
Si utilizas ese tono paternalista, hablas a la población como si fueran críos y haces ver que las restricciones son correctivos en vez de necesidades, provocas que la gente se harte, se canse y sienta que se juega con ellos.

La mayoría recordamos las primeras navidades en las que nos dejaban salir hasta tarde. Eran las primeras noches en las que no teníamos estrictos límites horarios y que empezábamos a sentir cierta libertad dentro de nuestras restricciones de adolescente. Eran nuestras primeras borracheras y noches de hacer el cafre, porque sentíamos que había que aprovechar al máximo esos pequeños privilegios que nos concedían. Dejando de lado análisis más profundos de por qué el ocio adolescente va ligado al alcohol (idealización de la bebida, normalización en la vida cotidiana, falta de alternativas de ocio…), las navidades nos daban unas licencias que no teníamos en el día a día y las aprovechábamos al máximo. Como era lógico, la falta de costumbre y el abuso tenía sus consecuencias: las resacas. Estas venían acompañadas de regañinas/burlas de tus padres: “Lo pasaste bien anoche, eh”. “Ahora no te quejes”.
Con la pandemia ha sucedido lo mismo. Nos han tratado como adolescentes, con un alto grado de paternalismo y, tras suavizar las restricciones y decirnos que disfrutáramos (con ciertos límites) de las navidades, ha llegado el momento de la regañina ante la resaca. Está claro que existe la responsabilidad individual. Al igual que si a los 16 años hubiéramos decidido quedarnos en casa o no beber hubiéramos estado bien al día siguiente, si estas navidades no hubiéramos salido de casa para nada, ni para ir a tiendas ni para visitas familiares, la curva de la tercera ola no estaría disparada.
Pero también hay ciertos condicionantes externos y sociales, más allá de la decisión individual, que antes te animaban a darlo todo con los colegas y ahora a relajar las medidas en navidades. No podemos obviar el papel de los gobiernos, los autonómicos y el central, ni podemos desatendernos de los mensajes continuos de ánimo al consumismo y a salvar la economía. En marzo se nos dijo de estar en casa y se cumplió en gran medida. Ahora el mensaje era otro por parte de las autoridades. ¿O lo hemos soñado?
De poco sirve que ahora Fernando Simón se ponga en el papel de nuestros padres y madres venga a regañarnos. “Lo hemos pasado quizá mejor de lo que debíamos haberlo hecho y ahora tenemos que asumir lo que va a suceder”, dijo este pasado lunes. “Mucha copilla en nochevieja, ahora toca joderse”, le faltó decir. Como si todo el mundo hubiera sido irresponsable. Como si los únicos culpables fueran los ciudadanos cuando la gran mayoría, seguramente, cumpliera con las restricciones que suavizaron. Pero esta relajación de las medidas también ayudó a expandir el virus.
Entiendo que ante el repunte de casos adopten nuevas medidas, pero no pueden usar todo el rato un tono de regañina, como los padres enfadados que quieren aplicar un castigo.
Fernando Simón no es el único en este papel, también las responsabilidades locales. Por cercanía, el País Valencià (o Comunitat Valenciana para los ofendiditos) está en peores cifras de hospitalización que en marzo. ¿Culpables? La población, claro. Ya se encargaron el presidente de la Generalitat Valenciana y la Consellera de Sanitat en recordárnoslo el otro día. Entiendo que ante el repunte de casos adopten nuevas medidas, que salgan a anunciarlas dándole un rigor a la altura de las necesidades, pero no pueden usar todo el rato un tono de regañina, como los padres enfadados que quieren aplicar un castigo. Porque no, no son castigos, son medidas responsables para frenar el virus y se imponen porque la curva se ha disparado tras las suavizaciones que se dieron en Navidad. Si utilizas ese tono paternalista, hablas a la población como si fueran críos y haces ver que las restricciones son correctivos en vez de necesidades, provocas que la gente se harte, se canse y sienta que se juega con ellos. Que se les impone, no que se les protege. Eso es peligroso. Ya va siendo hora de tratar a la población como adultos.
No es nada nuevo, lleva sucediendo desde el inicio de la pandemia. En todo momento se nos habla con condescendencia. Como si los términos utilizados, las necesidades y las decisiones fueran demasiado difíciles para nosotros, el pueblo inculto y asustado. El episodio de las mascarillas fue un claro ejemplo. De decirnos que no eran necesarias, incluso perjudiciales, a hacerlas obligatorias. Luego se nos dijo que no podían recomendárnoslas porque no había suficientes. ¿Tan difícil es explicar eso en el momento? ¿Tanto cuesta tomarnos como adultos y contarnos la verdad? Sé que tal vez algunas personas intentarían hacer negocio con la escasez y, quién sabe, tal vez se dieran episodios de colas en los pocos establecimientos con stock, pero serían casos puntuales, que si no es con mascarillas sucede con otros productos, y no por ello se debe generalizar y hablarnos como bebés. Del “mascarilla caca” a “mascarilla es buena”. “Haz caso a papá y todo irá bien”. Es irritante ese comportamiento.
Lo mismo sucede con las mayores o menores restricciones. Dicen que siempre responden a lo aconsejado por los expertos epidemiológicos. Permitidme que lo dude bastante. Más allá de que no sabemos las identidades de estos consejeros, lo cual podría ayudar a confiar más en las decisiones adoptadas, es difícil creer que sobre su opinión se tomen determinadas decisiones. Sobre todo, porque otros expertos, que sí ponen su nombre y su apellido, destacan a menudo en los medios que es necesario tomar medidas más estrictas, que se deberían haber “cancelado” las navidades y han pedido confinamientos, en mayor o menor medida.
Decir que los expertos no recomiendan confinamiento o ser más estrictos es de nuevo tomarnos por críos que no entenderíamos sus posturas
Otra cosa es que se intente jugar con la evolución de la curva para no dañar más la economía. Entonces, ¿por qué no explicarlo? ¿Por qué no decir que las decisiones responden a términos económicos más que epidemiológicos? ¿Otra vez piensan que no lo entenderíamos? Es sencillo, se ha demostrado que para frenar el virus lo mejor es parar todo. Como no es posible, los responsables políticos van jugando con la curva y, dependiendo cómo esté, abren más la mano o menos. Porque, además de salvar puestos de trabajo, necesitan que nos entretengamos y tengamos cierta vida social. Fin. Decir que los expertos no recomiendan confinamiento o ser más estrictos es de nuevo tomarnos por críos que no entenderíamos sus posturas.
Por último, pienso que sucede igual con la imposibilidad de visibilizar la gravedad de lo que está sucediendo el último año. El ser humano tiene una gran capacidad de adaptabilidad y nos hemos acostumbrado a las cifras, tanto de contagios como de muertos. Nos pueden preocupar más cuando sube la incidencia acumulada porque sabemos que puede afectar a nuestras libertades, pero, si no hay un caso cercano, ya no mostramos la misma preocupación que en marzo o abril. Si no le vemos las orejas al lobo no tememos por su mordisco. Los responsables deberían buscar la manera de visibilizar el drama que está suponiendo más allá de repetir eslóganes y reprimendas los ciudadanos.
Los más vulnerables son los que más se exponen y, en lugar de hablarles como adultos y explicar la realidad tal y como es, siguen hablando con condescendía y riñéndonos cuando la curva se dispara
No soy muy amigo de buscar el morbo con imágenes de ataúdes o de personas intubadas (y no sé si será la respuesta), pero es necesario trasmitir la dureza que está suponiendo esta pandemia para muchas familias, para muchos sanitarios y para nuestro sistema público. Pero si los poderes políticos han decidido que hay un número de muertos y de ingresos en hospitales asumibles para que siga funcionando la vida y la economía, ¿cómo puedes lograr que las personas asuman que hay un riesgo elevado y unas posibles secuelas? Difícil. ¿El problema? Que los más vulnerables son los que más se exponen y, en lugar de hablarles como adultos y explicar la realidad tal y como es, siguen hablando con condescendía y riñéndonos cuando la curva se dispara.
Si somos adultos para afrontar los riesgos del virus, tanto física como psíquica y económicamente, también lo somos para que los Gobiernos nos hablen con sinceridad, con claridad y se ahorren los paternalismos. Porque tal vez seamos marionetas en sus manos, pero, como sigan así, muchos van a descubrir los hilos y no creo que les guste el resultado de ese hallazgo por parte de la población.
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