Huelga feminista
8M: ¿cuál es tu huelga?

Desde la Fundación de los Comunes lanzamos una serie de artículos para preguntarnos colectivamente por las líneas que definen el momento presente. Pensar desde los movimientos, sin cortapisas, desde dentro de los procesos es para nosotrxs, la base imprescindible de toda política.

Durante este mes de febrero y hasta el 8 de marzo, la discusión colectiva que hemos invitado a alimentar trata de responder a dos preguntas en torno a la huelga feminista internacional del 8M, ¿cuál es tu huelga? ¿Qué significa una huelga feminista?

8M
8M. Sin nosotras no se mueve el mundo Bárbara Boyero

Catedrática de filosofía.

@dryana_1 @galceran_montse
17 feb 2018 18:43

8M: ¿cuál es tu huelga?


Montserrat Galcerán
La huelga convocada para el 8 de marzo de 2018 me pilla siendo concejala del Ayuntamiento de Madrid. Al momento me pregunto ¿en qué consiste la huelga de una concejala?, ¿puede o debe un cargo público hacer huelga?, ¿a quién y qué exige?, ¿qué valor tiene esa huelga?, ¿qué cosas deja de hacer?, ¿afecta a terceros y a qué terceros?

Cuántas preguntas. Casi estoy tentada de no hacer la huelga para no tener que romperme la cabeza. Pero sigo y voy a intentar responderlas una a una.

Me respondo a mí misma que un cargo público puede y, en ocasiones, debe hacer huelga. El poder político está tan distribuido en una miríada de competencias entre instancias diversas que no constituye un bloque homogéneo. Las competencia cruzadas, los reenvíos de unas instancias a otras y los bloqueos y límites que se ponen entre si es el pan nuestro de cada día. Desde este punto de vista el que un cargo público local, como es mi caso, sin capacidad legislativa ninguna, exija de los poderes legislativos y ejecutivos del Estado la introducción de medidas antidiscriminatorias es absolutamente correcto.

Se podrá discutir si el recurso a la huelga es más conveniente que negociaciones interminables entre las diversas instancias del poder. Pero considero que el que en un caso como ése un cargo público se alinee con un sector social mayoritario que defiende reivindicaciones totalmente justas no supone ningún desdoro para la Institución ni ninguna afrenta para los representados/as, la mayoría de las cuales manifiestan la misma posición. ¿O debería cerrar filas con todos los poderes públicos sea cual sea su política y adoptar un corporativismo que condeno? Creo que al revés, el que representantes públicos nos impliquemos en una movilización amplia que exige a quien tiene la competencia para ello los cambios legislativos y gubernativos necesarios para eliminar de una vez la discriminación de las mujeres tiene un valor material y simbólico que refuerza nuestras exigencias. Al tiempo que muestra el sesgo masculino de las estructuras de poder.

Admito que esta respuesta no es suficiente. Este posicionamiento tiene que ir acompañado por el compromiso de adoptar en mi ámbito de competencia las medidas que contribuyan a eliminar los males que condeno: máxima vigilancia frente a casos de discriminación, atención máxima a las cuestiones de género, apoyo para los colectivos de mujeres, etc. así como el sostén de las iniciativas que puedan surgir de las diversas plataformas feministas. No colaboraré en declaraciones retóricas que solo sirven para aplacar la conciencia. Y si no logro hacer todo lo que debería hacerse, que no sea por falta de empeño.

El rostro de género del sistema capitalista patriarcal va más allá de la faz de sus dirigentes, forma cuerpo con su estructura

Vayamos a la siguiente pregunta: ¿en qué consiste la huelga de una concejala? Como en cualquier otra huelga se suspende el trabajo, o sea ese día no se firman autorizaciones, ni se asiste a reuniones, ni se atienden reclamaciones y quejas, ni se recibe a ciudadanos/as… Se afecta a terceros, qué duda cabe, pero no en mayor medida que en una huelga de transportes o de educación.

Como consecuencia experimento en primera persona que ese trabajo es sin duda importante pero no tan urgente como otras actividades que me cuesta más no realizar ese día. Como atender a mis familiares cercanos o incluso cuidarme a mi misma. Sale a la luz que esas tareas cotidianas, invisibles, no pueden dejarse ni un solo día. Ellas sostienen la continuidad del vivir.

Y aumenta la desazón al comprobar cómo las tareas de regulación y de “gobierno” del vivir se ejercen sobre un tejido de actuaciones ineludibles y cotidianamente repetidas que tienen rostro de mujer. Todo da un vuelco: lo que parece más importante: mandar, ordenar, gobernar,… puede dejarse en suspenso por un breve lapso de tiempo, mientras que cuidar a los que lo necesitan, tanto los próximos como nosotras mismas, alimentarnos, aprovisionarnos, adecentarnos,… son actividades que no podemos dejar en suspenso ni un solo día.

El patriarcado forma parte de esa tergiversación de las prioridades y por eso forma parte inherente de un sistema opresor de las mayorías femeninas, independientemente de que algunas mujeres ocupen lugares de privilegio en ese sistema. El rostro de género del sistema capitalista patriarcal va más allá de la faz de sus dirigentes, forma cuerpo con su estructura.

Ana Barba

El 8 de marzo es jueves, día laborable para la mayoría, yo incluida. Mi jornada empezará a las 6.45h, como siempre, pero no puedo empezar mi huelga a esa hora, pues la dedico a los cuidados de dos seres indefensos que están a mi cargo y a los que nadie más atenderá si yo hago huelga. Mi trabajo real, por el que me pagan, empezará a las 8.30h, pero si yo hago huelga, nadie irá a atender a los enfermos que acudan, ya que no tengo compañeros que me suplan, estoy sola en mi puesto de trabajo. Mi historia es la historia de muchas que se hundieron con la crisis de 2008 y que ya nunca van a remontar; precarias que no pueden permitirse una baja por enfermedad o una jornada de huelga. Mi huelga será simbólica, sin dejar de hacer mi trabajo, pues eso afectaría a personas vulnerables que no tienen la culpa de que el sistema nos aboque a la neoesclavitud. Creo que pondré un cartel que diga: “Hoy, 8 de marzo, estoy con la lucha de las mujeres, pero no puedo dejar mi puesto de trabajo” o quizá uno que diga: “Estoy en huelga por dentro, por favor, colabora y evita dar más trabajo del debido”.

Todas las que puedan permitirse la huelga, que la hagan por ellas, por nosotras, por todas las precarias, por las que no tienen derechos

La verdadera tragedia de la huelga del próximo 8 de marzo es que habrá millones de mujeres que no podrán secundarla: madres solteras, abuelas precarias, cuidadoras familiares, y tantas que carecen de los más mínimos derechos, no ya laborales, sino humanos. Por eso, todas las que puedan permitirse la huelga, que la hagan por ellas, por nosotras, por todas las precarias, por las que no tienen derechos, por todas las que hacen que el mundo siga funcionando gracias a su trabajo y a su esfuerzo y que no podrán parar el 8 de marzo.

¿Qué significados tiene para ti una huelga feminista?


Ana Barba
¿Por qué una huelga feminista? Muchos dirán que pretendemos llamar la atención, manipular la opinión pública. A lo primero diría que sí, sin duda. A lo segundo, ni respondería, don´t feed the troll.

Por supuesto que el 8 de marzo pretende llamar la atención: es uno de sus fines. Es necesario que se focalice en lo que significa el trabajo de las mujeres y qué mejor modo de hacerlo que dejando de hacer ese trabajo. Si las mujeres se paran, se para el mundo. Y ya es hora de que eso se visualice, que quede patente. No sólo constituimos la mitad de la fuerza de trabajo, también mantenemos las tareas de reproducción y cuidados en un altísimo porcentaje, sin reconocimiento y sin contraprestación. El mundo concebido desde el punto de vista heteronormativo y patriarcal desprecia esas tareas de reproducción y cuidado, adjudicándolas de forma sistemática a las mujeres, a las que considera fuerza de trabajo menos valiosa. De igual modo, en el mundo laboral se tiende a adjudicar las tareas de mayor responsabilidad y prestigio a los hombres, pues las mujeres tenemos ya las responsabilidades familiares, lo que nos resta, según el sistema, disponibilidad para formarnos y para desempeñar tareas importantes. Como se ve, es una trampa envenenada, un pozo que nos obliga a luchar contra la norma para poder desarrollar una carrera profesional que no sea dependiente y secundaria respecto a las figuras masculinas.

El 8 de marzo pretende visibilizar esa dependencia no admitida, demostrar que sin las mujeres el mundo deja de funcionar

Pero, ¿qué ocurriría si nadie desempeñara las tareas de reproducción y cuidado, los trabajos subalternos, si nadie ocupara esos puestos secundarios? ¿Acaso podría algún hombre dedicar su tiempo por completo a su carrera profesional si no existiera una miríada de personas, en su mayoría mujeres, que lo permiten? El 8 de marzo pretende visibilizar esa dependencia no admitida, demostrar que sin las mujeres el mundo deja de funcionar, reivindicar que las mujeres somos mucho más de lo que se nos reconoce. Nuestras tareas no remuneradas o infravaloradas no son tenidas en cuenta en el PIB, sin embargo, sin las mujeres, la economía de un país se paraliza. Espero que el Estado español se pare en seco el 8 de marzo, que empiecen a cambiar las cosas para todas las que quieren demostrar que nadie es más que nadie y que el género no es algo que pueda condicionar un trabajo o una responsabilidad.


Montserrat Galcerán
En los años 70 las defensoras del salario por el trabajo doméstico empezaron a pensar en la posibilidad de una huelga feminista. Parecía una idea loca. ¿Cómo iban a parar las mujeres dejando de hacer esas tareas ineludibles, domésticas, inaplazables, urgentes?, ¿cómo iban a dejar de atender a sus familias, a los niños y enfermos, a los dependientes, a los ancianos? ¿ese día no se comía, no se limpiaba, no se compraba? Parecía imposible.

El debate se amplió desde la crítica a la división del trabajo en las unidades domésticas hasta los centros de socialización del cuidado, como los hospitales o las escuelas donde el trabajo que ahora llamamos de “cuidado” se desarrolla en las condiciones generales de una actividad asalariada de servicio. En estos lugares podía proponerse una huelga como un cese de actividades con servicios mínimos, cosa que en los hogares parecía imposible.

También el tema de los servicios mínimos tiene su miga. En este tipo de actividades los servicios mínimos tienden a ser máximos por el carácter del propio trabajo. Pero independientemente de esa cuestión, nos interesaba señalar el eco de un paro en estos servicios básicos: como consecuencia la dinámica de trabajo de la sociedad entera resulta afectada. Se pone de manifiesto que la sociedad del trabajo reposa sobre una sociedad del cuidado que la hace posible y éste tiene rostro de mujer.

¿Y qué hacemos con los hombres que quieren secundar la huelga? El feminismo nació como un movimiento de mujeres. Tuvimos que separarnos de ellos para encontrarnos con nosotras mismas, desperdigadas como estábamos en una sociedad de incontestada hegemonía masculina. Pero ahora los feminismos empiezan a atrapar también a los varones. Llegan a nuestras posiciones a partir de problemas de orientación sexual, por solidaridad y compromiso e incluso, en ocasiones, con total oportunismo. Hemos conseguido cierto éxito en nuestra crítica de una supeditación ancestral y algunos, ¿muchos? hombres rechazan una masculinidad impuesta que no comparten.

Una movilización feminista alegre, festiva, potente, múltiple, diversa, que sea una muestra de nuestro poderío y un reflejo de nuestra inmensa capacidad de vivir

El día 8 queremos una movilización de las mujeres. La mejor solidaridad que los compañeros pueden prestarnos es ocupar nuestro lugar, desarrollar ese día las actividades de consumo y de cuidado que nosotras hacemos todos los días. Suplirnos en aquello que sea imprescindible. En las empresas también pueden secundar el paro si así lo desean pero tienen que aceptar, aunque sólo sea por un día, que el protagonismo es nuestro, que su papel es secundario. ¡Estoy segura de que esa experiencia les hará más feministas que todos nuestros discursos!

Aunque tenemos que ser precavidas. A alguno esa experiencia inesperada le puede provocar resentimiento y ganas de castigarnos por ser tan osadas. Que sepan que no vamos a permitir ningún acto de violencia, ni ese día ni ningún otro. Las mujeres estamos resignificando nuestro lugar en el mundo y lo hacemos sin violencia. No toleraremos tampoco ninguna violencia contra nosotras. La movilización feminista queremos que sea alegre, festiva, potente, múltiple, diversa, que sea una muestra de nuestro poderío y un reflejo de nuestra inmensa capacidad de vivir.

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