A vueltas con la prostitución

El año 2019 ha sido de una enorme expansión del movimiento feminista. Pero esa potencia se ha ensombrecido en 2020 por las discrepancias y divisiones en torno a varios temas, sobre todo, respecto del trabajo sexual.

Preguntale a una puta
Ana Barbudo Charla con motivo del Día Internacional para Eliminar la Violencia contra las Personas que Ejercen el Trabajo Sexual.
2 sep 2020 09:53

El año 2019 ha sido de una enorme expansión del movimiento feminista. Pero esa potencia se ha ensombrecido en 2020 por las discrepancias y divisiones en torno a varios temas, con la prostitución y el empoderamiento de las personas trans como bastiones de los grupos más opuestos. Toda esta batalla dentro del feminismo es seguida con expectación y hasta regocijo por parte de sectores patriarcales de la sociedad, los medios más a la derecha y la clase política más conservadora, que aprovechan la falta de entendimiento del movimiento feminista en estos temas para atacar de forma esperpéntica a sus contrarios. Con este panorama tan desolador para la lucha feminista deberíamos reflexionar sobre los temas de fondo, intentando acercar posturas y llegar a algún tipo de entendimiento, por el bien de todas.

Quiero intentar un acercamiento a mi percepción del tema de la prostitución para las personas que sólo tienen una idea simplista del mismo. La sociedad progresista en general se parapeta detrás de la idea del abolicionismo sin desentrañar la maraña de situaciones que envuelven en general a la prostitución y que hacen tan injusto para las prostitutas que el abordaje de su situación se reduzca a querer eliminar su trabajo, sin atender a sus muchas carencias y necesidades y, sobre todo, sin dejarlas participar de la búsqueda de soluciones.

La sacralización del coño de la mujer lleva a la idea perversa de que la dignidad del trabajo no es posible cuando alquilas tu sexo pero sí cuando prostituyes tus ideales por un puñado de lentejas

En general la sociedad se escandaliza por el uso del término trabajo sexual. Voy a intentar explicar por qué creo que es un error no querer admitir que la prostitución o trabajo sexual es un trabajo y que ese empecinamiento abona las tesis patriarcales y perjudica sobre todo a las prostitutas.

La sacralización del coño de la mujer lleva a la idea perversa de que la dignidad del trabajo no es posible cuando alquilas tu sexo pero sí cuando prostituyes tus ideales por un puñado de lentejas. Si no se tuviera como un mantra la premisa patriarcal del valor intrínseco de la mujer ligado a su sexualidad, no se consideraría su coño como el bien más preciado e intocable de una mujer. Decís que no se puede legalizar la prostitución porque hay clientes que pegan, violan y matan, pero no pedís la ilegalización del matrimonio por existir maridos que violan, pegan y matan. No nos gustan las mafias que trafican con mujeres para prostituirlas, pero os parece razonable que haya mafias que esclavizan a las mujeres en centros de costura insalubres y peligrosos a mayor gloria de los magnates de la moda.

La calificación moral que tradicionalmente se le ha aplicado al trabajo sexual tiene mucho que ver con esa sacralización del coño de la que hablo. Una mujer que lo convierte en su herramienta de trabajo ha sido considerada siempre por la sociedad patriarcal como “impura” y sin valía. ¿Puede haber algo más machista? La valía o pureza de una mujer dependerá de sus ideas y de sus acciones, como ocurre con los hombres, ¿no les parece a ustedes?

Por otro lado, se quiere hacer ver que todas las prostitutas lo son a la fuerza, cuando ésto no es así. Hay mujeres, y también hombres, que para conseguir el nivel de ingresos que necesitan deciden voluntariamente ejercer el trabajo sexual. A mucha gente se le nubla la vista con la sola exposición de este hecho, pero es una realidad, le guste o no a ciertos sectores sociales. Cierto es que en un mundo ideal en el que todas tuviéramos cubiertas nuestras necesidades y derechos y acceso al trabajo que quisiéramos, es posible que la gran mayoría de las trabajadoras sexuales se decantaran por otra actividad, pero incluso en ese hipotético caso puede que hubiera quien prefiriera dedicarse a la prostitución, libremente. Llegados a este punto del razonamiento, tendremos que preguntarnos: ¿quiénes somos las demás para prohibírselo? ¿Obligaremos a las demás a regirse por nuestra idea de lo que es digno y lo que no? Yo, sinceramente, no me veo capacitada para ello, valoro mucho la libertad de elección como para impedir su ejercicio.

La valía o pureza de una mujer dependerá de sus ideas y de sus acciones, como ocurre con los hombres, ¿no les parece a ustedes?

Cuestión distinta es la trata de personas y las mafias que engañan y secuestran a mujeres y niños para someterlos a explotación sexual. Este punto no admite discusión, es una lacra que hay que extirpar y destruir, por el bien de toda la sociedad. La magnitud de este grave problema es mundial, globalizado. La esclavitud sexual es un horror que la sociedad entera debe colaborar en erradicar, pero si no se aborda de forma coordinada en todos los países nunca se va a conseguir. La pobreza, las guerras, las desigualdades sociales y los explotadores sin escrúpulos forman parte del sistema capitalista y son la causa primigenia de la existencia de la esclavitud sexual. Seamos realistas, cerrar los prostíbulos no acabará con ello. Las mafias trasladarán a sus esclavas a otro lugar y seguirán explotándolas.

Por contra, creo que la regulación de la prostitución tampoco acabará con las mafias, al igual que la existencia de contratos de trabajo no acaba con la explotación laboral en general. Los explotadores siempre encuentran el modo de saltarse las normas. Sólo logrando un mundo más justo e igualitario, que garantice la dignidad de las personas, podremos acercarnos a su eliminación.

¿Qué propuestas pueden hacerse sobre la situación de precariedad de las trabajadoras sexuales? Sin duda, deben ser ellas las que las hagan

También quiero reflexionar sobre la petición de cierre de los prostíbulos, que es un clamor estos días en redes. Como ya he explicado, eso no va a detener a las mafias pero sí va a perjudicar a las prostitutas libres que se quedarán sin ingresos. Mucha gente ha señalado ya este pormenor, solicitando que se piense en ellas y en su precariedad. Necesitan ayuda para subsistir, como tantas otras trabajadoras.

En cuanto a los proxenetas, los dueños de prostíbulos y de los llamados clubs de alterne, deben ser tratados como cualquier explotador, lo malo es que al no haber regulación al respecto, es muy difícil, por no decir imposible, aplicarles el peso de la ley.

¿Qué propuestas pueden hacerse sobre la situación de precariedad de las trabajadoras sexuales? Sin duda, deben ser ellas las que las hagan, aunque por apuntar algunas ideas para el público en general, diremos que el trabajo sexual debe ser regulado, establecer opciones como trabajo autónomo o cooperativo. Yo no favorecería la existencia del trabajo sexual asalariado, por ser más proclive a la explotación, sin embargo sí habría que establecer unas condiciones laborales equiparables con el resto de profesiones: seguridad y salud en el trabajo, horarios y días de descanso, vacaciones, afiliación a la seguridad social e inscripción en el IRPF. Pero como digo, deben ser ellas las que se autoorganicen, en asociaciones o como ellas quieran.

En cuanto a los locales donde se ejerce la explotación, los freiría a inspecciones y a multas constantemente, para evitar el asentamiento de mafias en la medida de lo posible, a la vez que se llevan a cabo políticas internacionales contra la pobreza y la desigualdad que favorecen la trata de personas.

Espero que estas reflexiones personales sirvan para que alguna persona se dé cuenta de que detrás de la prostitución puede haber personas que quieren regir su propio destino y que tienen derecho a ello.

¡Salud!







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