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Instituciones culturales
Democratizar los museos. Por una cultura crítica y abierta a las instituciones del común
En toda época es y será importante defender la autonomía en el ámbito cultural y artístico. Desde el punto de vista de la política pública esto tiene obligatoriamente que expresarse en la programación y funcionamiento de sus instituciones culturales (a través de sus direcciones artísticas) que no son ni más, ni menos, que expresión de una herramienta de servicio público en este ámbito, además de la rendición de cuentas, la transparencia y el buen desempeño de sus funciones.
Manuel Borja-Villel fue nombrado director del Museo Reina Sofía en 2008 mediante un concurso público, un procedimiento que debería asentarse de manera irrevocable. Porque es precisamente la condición de partida para esa autonomía creativa y política. Desde su nombramiento, por primera vez en un museo nacional de tal importancia, la institución abrió las puertas a su entorno, el barrio y la ciudad en que está enclavada. Y propició que entraran en el Museo expresiones de arte vivo que se dan en la ciudad pero también más allá de ella, en tanto que la ciudad está inserta en un entramado de trayectorias vitales, históricas, colectivas y políticas que cruzan mucho más que cuerpos, fronteras o disciplinas artísticas.
Borja-Villel fue nombrado director del Museo Reina Sofía en 2008. Desde su nombramiento, por primera vez en un museo nacional de tal importancia, la institución abrió las puertas a su entorno, el barrio y la ciudad en que está enclavada.
Ante la desproporcionada campaña contra el hasta ahora director del Museo Reina Sofía, Manuel Borja Villel, desde la Fundación de los Comunes queremos hacer constar nuestra solidaridad y nuestra preocupación. No ya sólo por la falta de reconocimiento a esta línea y a esta manera de ejercer una dirección artística (su autonomía), sino también por el riesgo de atribuir sus aportaciones a la apertura de las instituciones públicas culturales, museísticas, únicamente a una manifestación discrecional de sus facultades como director artístico y no como el reflejo del avance en la gestión pública cultural de nuestro país, que necesariamente tiene que ser más abierta, más participativa y más responsable: social y políticamente.
Según la lógica de estas críticas, la manera de entender la institución cultural de Borja Villel ha tocado a su fin y, con ella, por ende, las prácticas abiertas, experimentales y comprometidas con el contexto de la institución y de los públicos. La idea de que en las instituciones públicas, las direcciones artísticas pueden nombrarse libremente por los responsables políticos y que sus criterios de programación y funcionamiento son absolutamente libres, no sólo encierra una profunda contradicción, sino que va claramente en contra del avance en la gestión cultural pública de este país hacia un necesario reconocimiento explícito del derecho a la participación, la transparencia y la rendición de cuentas en las instituciones culturales, tanto en su gestión como en su programación. Además de suponer claramente un retroceso cultural, en tanto que la apertura, la participación, el fomento de la creación artística colectiva y comunicativa no es sólo un deber en las instituciones culturales públicas, sino el auténtico motor de cualquier proceso cultural y artístico relevante, transformador. En este sentido, el posicionamiento del Museo Reina Sofía en el escenario internacional algo tiene que ver precisamente con esta línea de su programación.
La gestión pública cultural de nuestro país tiene que ser más abierta, más participativa y más responsable, social y políticamente
Se dirá, con la intención -vana- de deslegitimarnos, que hemos sido directamente beneficiados de estas actuaciones. Y sí, es cierto, hemos suscrito diversos convenios de colaboración con el Museo. A través de ellos hemos organizado seminarios, debates y encuentros -todos los cuales están accesibles en este enlace- precisamente desde el común entendimiento y objetivo de favorecer la potenciación de una esfera crítica ciudadana. No entendemos por qué razón una institución pública, pagada con el dinero de todos, debería limitarse a satisfacer los intereses de una minoría consumidora y compradora de arte, desdeñando la creatividad artística y reflexiva de amplios sectores de la ciudad. Se ha escrito mucho sobre el papel de los museos en las sociedades contemporáneas para conformarnos con esta visión clasista, rancia y reductiva de lo que éstos suponen.
Esta circunstancia no nos ha impedido criticar, cuando ha sido necesario, las fórmulas de contratación del Museo Reina Sofía que, como en todas las instituciones públicas en la actualidad, favorecen los convenios con grandes empresas en detrimento de las condiciones de las y los trabajadores. Estas políticas de precarización laboral son prácticas a revertir en toda la contratación pública, no solo -aunque por supuesto también- en el MNCARS.
Las políticas de precarización laboral son prácticas a revertir en toda la contratación pública
Por todo ello lamentamos que Manuel Borja-Villel no siga al frente de la institución, pero esperamos, si no exigimos, que ésta interiorice irreversiblemente los espacios, líneas de trabajo y prácticas participativas y que, sea quien fuere su sucesora o sucesor, lo sea mediante un concurso público con un jurado suficientemente diverso e independiente, comprometido con mantener la línea de actuación que le ha valido al Museo la consideración y el respeto de otras instituciones culturales nacionales e internacionales de gran relieve.