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Palestina
Gaza y el agujero de la desesperación geopolítica radical
En apenas una semana y media, los ataques de varios grupos palestinos desde Gaza y los bombardeos del ejército israelí han dejado un reguero de muerte con, al menos, 3.400 personas civiles muertas en Gaza (más que las personas fallecidas en 2014 en casi dos meses de bombardeos con la masacre de las 471 personas del hospital al-Shifa) y 65 en Cisjordania; 1.400 muertos israelíes, entre ellos centenares de civiles y entre 200 y 250 personas secuestradas; así como al menos una persona fallecida en Líbano, un periodista que se une a otros en Gaza, como recuerda Isabel Pérez. Además, se suman cerca de 12.000 personas heridas en Gaza, casi 1.000.000 desplazadas forzosamente en la franja.
Además, se suman cerca de 10.000 personas heridas en Gaza, casi 600.000 desplazadas forzosamente en la franja. Son fríos números muy alejados de las historias de personas conocidas y aquellas que cuentan sus historias en las redes sociales. Son terribles los mensajes de despedida de personas en Gaza, las muertes de familias de civiles enteras, los asesinatos y linchamientos en Cisjordania, Jerusalén Este y las historias de civiles israelíes muertos en un festival de música y en ciudades cercanas.
Las estadísticas también están muy alejadas de los impactos en Palestina, construidos sobre décadas de ocupación colonial y apartheid, y en las dinámicas regionales y mundiales de esta era de desesperación geopolítica radical, como la calificaba en un reciente artículo Santiago Alba Rico.
Constante deterioro y violencia tras décadas de ocupación colonial y apartheid
Sin embargo, el desastre de hoy no puede desligarse de las causas profundas de hace décadas. La población palestina está cada vez más fragmentada con dos gobiernos separados y sin apenas funciones desde hace 16 años; vive bajo un sistema de apartheid con una ocupación creciente en Cisjordania y Jerusalén Este y más de dos millones de personas encerradas en la cárcel a cielo abierto de Gaza desde 2007; y está aislada de la población refugiada que vive en otros países árabes.
Desde 2006, 6.407 muertes palestinas, el 95% de todas las muertes frente a un 5% israelí, según OCHA
También ha crecido la violencia. Desde 2006, 6.407 muertes palestinas, el 95% de todas las muertes frente a un 5% israelí, según OCHA. Muchas víctimas fallecieron en los cinco cruentos ataques militares contra la franja, pero no sólo. En 2018, 300 manifestantes muertos murieron en Gaza por disparos de francotiradores israelíes solo por exigir pacíficamente el fin del asedio, así como centenares en Cisjordania y Jerusalén, como sucedió en 2021 y sucede cada día.
Israel está dirigido por el gobierno más ultraderechista de su historia, con partidos que habían sido declarados terroristas por EE UU, dirigido por colonos que ansían la expropiación del máximo de tierras sin personas en Jerusalén Este y Cisjordania. En los últimos años, este Gobierno ha incrementado la segregación con leyes supremacistas y prácticas cada vez más racistas, ha permitido que los colonos en Cisjordania y Gaza se organicen como una fuerza casi paramilitar, tolerada y violenta. También ha tensionado a una etnocracia israelí, que nunca fue democracia para la población palestina, con el intento de repartir derecho sólo a una parte de su población con el control judicial por parte del Gobierno, contestado en las calles.
Como colofón, la alianza de Trump y Netanyahu, apenas modificada por la administración Biden, allanó el camino para legalizar por la fuerza violaciones del derecho internacional toleradas por décadas. Además, sumó acuerdos de normalización de Israel, los llamados acuerdos de Abraham, con Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Sudán, Marruecos y en los que estaba a punto de entrar Arabia Saudí. En todos ellos, cualquier demanda a favor de la población palestina simplemente dejaba de existir. Además, hace años de cualquier conversación de paz según un modelo de Acuerdos de Oslo, hoy criticado por las voces palestinas por desigual, pero nunca implementado al dejar la mediación que Israel los incumpliera sistemáticamente.
Impactos regionales y mundiales
El agujero de desesperación geopolítica radical no ha dejado de crecer en el mundo árabe-musulmán sumido en la última década en un intento de cambio económico y democrático con las revueltas árabes como punto de inflexión popular contra décadas de autoritarismo. La suma de conflictos internos, la confrontación regional, mundial y el caos aprovechado por grupos como el Estado Islámico ha destrozado Siria, Libia, Yemen, aún más Irak y ha reforzado aún más el despotismo en el resto de países árabes. Pese a una segunda oleada popular de cambio en 2018 —como explican Ignacino Álvarez-Ossorio, Isaías Barreñada y Laura Mijares—, las consecuencias han sido enormes en términos de vidas humanas, personas forzadas a moverse (dentro de sus países, a otros de la región y algunos a Europa) y han tenido enormes impactos en las mujeres.
Es más, cualquier intento de resolución negociada de conflictos —como el acuerdo nuclear con Irán de EE UU y la UE— ha sido contestado, en este caso, por los gobiernos de Israel y Arabia Saudí
Es más, cualquier intento de resolución negociada de conflictos —como el acuerdo nuclear con Irán de EE UU y la UE— ha sido contestado, en este caso, por los gobiernos de Israel y Arabia Saudí. La competición regional ha sucedido en varios episodios como la confrontación entre Arabia Saudí e Irán o de varios países del Golfo con Catar. Ahora, está en riesgo de darse si se abre un nuevo conflicto armado entre Israel y Hizbulá en un Líbano con heridas aún sin cicatrizar de sus guerras civiles, crisis económica rampante y un precario equilibrio interno.
Pero no olvidemos que también vivimos en tiempos de policrisis “donde todo es aún más peligroso que la suma de las partes”, según Adam Tooze. Esta era de desesperación geopolítica radical está marcada por otro intento de ocupación, el de las tropas rusas de Ucrania; guerras y conflictos abiertos en el Sahel, tras décadas de problemas económicos, políticos y sociales ignorados; reactivación de conflictos irresueltos, como el conflicto armado entre Marruecos y el Sáhara Occidental, otro país en proceso de descolonización y la invasión de Nagorno Karabaj por Azerbayán.
También, lo sabemos porque lo leemos casi a diario, hay un profundo enfrentamiento entre Rusia y EE UU, con la UE como aliada, y una acrecentada competición con China. En estos conflictos no ha dejado de crecer la brecha entre el Norte y Sur Global tras décadas de relaciones internacionales asimétricas, intercambios comerciales extractivos y destructivos. Además, vivimos en emergencia climática, esquinada en beneficio de la confrontación mundial, que duele aún más en el año más caluroso de la historia conocida y con graves impactos en el Mediterráneo. Tampoco ha cesado de crecer un auge del extremismo, reacción y las amenazas a los derechos humanos que, usando este contexto de caos, que avanza en todo el mundo, Europa incluida.
Consecuencias mundiales: un grito en favor del derecho internacional
En medio de acontecimientos que se suceden rápidamente uno detrás de otros, no debemos dejar que el “polvo que deja en el camino el acontecimiento nos impida analizar los cambios reales que está provocando y las respuestas políticas que provoca”, como explica Itziar Ruiz-Giménez recordando a Francisco Peñas.
Porque, digámoslo claro, en los debates a los que hemos asistido esta última semana no deberían hacernos olvidar cuestiones básicas. En primer lugar, que las muertes y los secuestros de personas no combatientes están prohibidas por el derecho internacional en cualquier circunstancia. Pero sobre todo, que esta cuestión no puede ocultar el enorme desequilibrio de poder y la asimetría moral entre ocupante y ocupado, que lleva décadas sufriendo una colonización cada vez más asfixiante.
Todas y cada una de las precarias soluciones por la paz y la justicia para Palestina han sido machacadas una y otra vez por la fuerza de los sectores más extremistas
Tampoco puede encubrir que todas y cada una de las precarias soluciones por la paz y la justicia para Palestina han sido machacadas una y otra vez por la fuerza de los sectores más extremistas. Primero, con el incumplimiento sistemático del derecho internacional y las resoluciones de Naciones Unidas gracias a la alianza de Israel con EEUU y también por la connivencia de la Unión Europea. Segundo, con la persecución de cualquier solución en favor de la justicia de Palestina —fuera local, judía o intencional— como recordó recientemente Mustafa Barghouti.
En los últimos días han arreciado los debates sobre el derecho a la defensa y sobre los crímenes de guerra y el derecho internacional, como recordaba Lurdes Vidal. En esta semana ha crecido la deshumanización palestina, con declaraciones en favor de una segunda expulsión masiva palestina y equiparaciones con animales de la población civil. A la vez, las violaciones sistemáticas, el corte de suministros básicos a una población asediada, bombardeada y forzada a desplazamientos masivos puede acercarnos al inicio de un genocidio, según el ex-fiscal de la Corte Penal Internacional, Luis Moreno Ocampo. Además, los tímidos llamados de EE UU y la UE a que Israel a actuar dentro de los límites del derecho internacional humanitario palidecen ante lo que debería ser una exigencia mundial para defender una norma violada y una otra vez en Ucrania, Sudán, Nagorno Karabaj, Siria y ahora sistemática y masivamente en Gaza ahora y en Palestina durante décadas.
Hoy, más que nunca nos encontramos ante el abismo de un mundo sin más reglas que el uso de la brutalidad y la destrucción. Por esa razón, es tiempo de exigir parar las masacres hoy con petición de alto el fuego, apertura de corredores humanitarios, atender necesidades de emergencia, liberación de personas secuestradas y actuación de la Corte Penal Internacional en Gaza. Pero no solo, volver al status quo en Palestina e Israel será volver a una situación de apartheid basada en la seguridad de la fuerza cada vez más despiadada, en lugar de buscar soluciones políticas justas, basadas en el sistema de derecho internacional y, por tanto, duraderas. Si no lo hacemos, corremos el riesgo no sólo de ser cómplices de los crímenes que se cometen hoy en Gaza y tantos lugares del mundo sino de no frenar la ola reaccionaria mundial.