Palestina
Gaza, corazón del mundo

No hay lucha antirracista sin apoyo al pueblo palestino.
Helios F. Garcés
17 oct 2023 09:30

La imagen es aplastante. A un lado, los mandatarios europeos, tras la resaca orientalista derivada de la cumbre de Granada, en la Alhambra, manifiestan de forma casi marcial su apoyo incondicional al Estado sionista de Israel. No hay que olvidar que el sionismo, proyecto colonial creado con la intención de expulsar a la población palestina de su territorio y constituir un estado-nación racial, cuenta además con uno de los gobiernos ultraderechistas más armados y poderosos del mundo. Al otro lado, los gobiernos de los países africanos y asiáticos, entre los que se encuentra el de Sudáfrica, reclaman el fin de la ocupación de los territorios palestinos, la abolición del Estado de Apartheid impuesto por Israel con la ayuda de Reino Unido, Estados Unidos, sus aliados europeos y la connivencia de determinados líderes árabes, y el derecho de la Palestina colonizada a defenderse del lento genocidio al que es sometida desde hace décadas. Otros líderes del Sur Global alzan la voz con valentía. El gran ejemplo del momento lo constituye el presidente de Colombia, Gustavo Petro, el cual se ha expresado con contundencia al respeto: “Si hay que suspender relaciones exteriores con Israel, las suspendemos. No apoyamos genocidios”.

Dos mundos que definen el abismo maniqueo y grosero de la realidad colonial, tal y como la describió el tan citado Frantz Fanon. A un lado, los gobiernos de Francia y Reino Unido comienzan a prohibir ondear la bandera palestina en público y atacan a los manifestantes que desafían la atmósfera represiva. El Ministerio del Interior francés reanuda su antigua estrategia para, al calor de un presente de rearme imperialista, ilegalizar a organizaciones como Palestine Vaincra (Palestina Vencerá) o el PIR (Partido de los Indígenas de la República), mientras ataca e intenta silenciar a colectivos judíos como la Union juive française pour la paix (Unión judía francesa por la paz). No se trata de algo espontáneo. En 2020, el mismo ministerio ilegalizó, frente al escándalo y la denuncia de entidades de Derechos Humanos nada sospechosas de antiimperialistas como Human Rights Watch  o ENAR (European Network Against Racism), el CCIF (Colectivo contra la Islamofobia en Francia). De la misma forma, es imposible leer esta genealogía del racismo antiárabe e islamófobo en Francia sin analizar qué función cumplen otros movimientos del gobierno como la reciente prohibición de la abaya en los centros educativos.

Mientras, el presidente del gobierno “más progresista de la historia” española balbucea y se suma, gracias a la equidistancia manufacturada a través del falso relato sobre un supuesto “conflicto” entre dos partes, a la deriva abiertamente proisraelí liderada por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von den Leyer. Alemania, vanguardia occidental de la histeria antipalestina, ilegaliza las organizaciones propalestinas, entre las cuales se encuentra Samidoun, Red de Solidaridad con lxs Presxs Palestinxs, también existente en nuestro territorio. Al mismo tiempo, países africanos, asiáticos y los pueblos de abajo contra sus gobiernos en Europa inundan las calles de forma multitudinaria manifestando su rechazo contra la brutal masacre genocida, retransmitida en directo orgullosamente por Netanyahu que, en estos precisos momentos, sigue asediando al pueblo palestino de Gaza.

Colonialismo de asentamiento y dolarismo

“Los sionistas israelíes están convencidos de haber camuflado con éxito su nuevo tipo de colonialismo”, diría Malcolm X en su artículo “Zionist Logic”, publicado en 1964 en The Egyptian Gazette. Así es. Pareciera que el colonialismo es un fenómeno del pasado, para ser diseccionado en la Academia por quienes se suben al carro de la teoría decolonial, buscando más bien un nicho de mercado y no una forma de acabar con la injusticia. Pero no es cierto. Lo decolonial no es una identidad para proporcionar atractivo al currículum activista. No es parte de la marca personal en redes sociales para conseguir más followers o un activo financiero con el que hacer dinero. Es imposible hablar de descolonialidad sin hablar de lucha anticolonial, de lucha antiimperialista y, por lo tanto, de revoluciones concretas. El colonialismo y el imperialismo siguen vivos. Ya sea porque sus brutales consecuencias en la vida y muerte de pueblos enteros nunca han sido reconocidas y mucho menos reparadas, ya sea porque las independencias, simbólicas, de los países del Sur Global fueron canjeadas a cambio de deudas económicas y políticas; o ya sea como en el caso del pueblo de Palestina, que vive y resiste en una situación colonial con todas las letras.

La maniobra más retorcida del Estado israelí para ocultar su naturaleza colonial es hacer pasar toda oposición a su régimen de apartheid por apología del antisemitismo

La maniobra más retorcida del Estado israelí para ocultar su naturaleza colonial es hacer pasar toda oposición a su régimen de apartheid por apología del antisemitismo. Esta estrategia que banaliza hasta un extremo insoportable la realidad del Holocausto, también del Porrajmos/Samudaripen romaní, a manos de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial es, de hecho, denunciada de las maneras más heterogéneas por parte importante de la comunidad judía internacional, religiosa y no religiosa. Organizaciones como Jewish Voice For Peace, International  Jewish Anti-Zionist Network, la ya mencionada Unión Judía Francesa por la Paz (UJFP), o Los Otros Judíos, entre otras, son un claro ejemplo de lo dicho. La equiparación esencialista entre sionismo y judaísmo es, al final, la más antisemita de todas las argucias, convertida hoy en justificación de la desposesión, de la segregación racial y del genocidio del pueblo palestino.

Sin embargo, tal y como afirmara Benjamin Balthaser, estudioso de la historia, demasiado desconocida, de la izquierda judía antisionista y autor del ensayo When Anti-Zionism Was Jewish: Jewish Racial Subjectivity and the Anti-Imperialist Literary Left from the Great Depression to the Cold War, “si no queremos estar del lado de los ejecutores de la extrema derecha, del colonialismo y del racismo, existe una fuente cultural judía en la que podemos inspirarnos, una fuente política de la que nutrirnos. Esta historia de la izquierda judía antisionista demuestra que un papel histórico importante en la diáspora lo ha desempeñado la solidaridad con otros pueblos oprimidos”.

Racismo e imperialismo son uno

La lucha antirracista, cuando queda desgajada de su dimensión internacionalista, de su origen anticolonial, así como de su horizonte antiimperialista y anticapitalista, se convierte en un juguete del neoliberalismo. Y, al contrario, toda lucha política que se pretenda antiimperialista está incompleta si no comprende que el factor racial cumple un papel esencial en la política de guerra contra los pueblos del Sur Global y que este papel es asegurado y reforzado a través de las políticas raciales practicadas en el interior de los Estados modernos frente a las diásporas del Tercer Mundo y a hacia pueblos no blancos como el Rom. No hay manera de enfrentar una dimensión sin abordar la otra, por lo que estas luchas deben converger para completarse.

Seguía Malcolm X en su artículo “Zionist Logic”: “El arma moderna del neoimperialismo del siglo XX es el ‘dolarismo’. Los sionistas han dominado la ciencia del dolarismo: la capacidad de llegar haciéndose pasar por amigo y benefactor, portando regalos y todas las demás formas de ayuda económica y ofertas de asistencia técnica”. Malcolm X definía así parte de la estrategia del sionismo en África. Hoy estaría orgulloso al ver cómo gran parte del continente vuelve a intentar sacudirse la influencia colonial occidental y como países como Gambia, Nigeria o la ya mencionada Sudáfrica se sitúan del lado del pueblo palestino. Pero las dimensiones del chantaje geopolítico y de la presión internacional son inmensas. Para confirmarlo, solo hay que comprobar cómo, por ejemplo, el sionismo ultraderechista se interna en determinadas facciones de las iglesias evangélicas afines a la reacción en EE UU, América Latina y también en Europa, cuyo objetivo de adoctrinamiento fundamental son los pueblos no blancos.

La Casa Blanca y los medios generalistas reproducen, de diferentes maneras, la propaganda de guerra —hoy también basada en la difusión masiva de fake news— ideada para legitimar la masacre de la población palestina de Gaza

Por otra parte, así como la policía israelí amenaza en directo a los periodistas que cubren la masacre de Gaza para que no muestren las dimensiones espeluznantes de la destrucción en marcha, la Casa Blanca y los medios generalistas reproducen, de diferentes maneras, la propaganda de guerra —hoy también basada en la difusión masiva de fake news— ideada para legitimar la masacre de la población palestina de Gaza. El poder psicológico-social de esta propaganda, respaldada por grandes medios occidentales, está ya comenzando a producir efectos también en territorios occidentales. El día 14 de octubre, en Cannes, sur de Francia, un hombre magrebí sufría un ataque racista al grito de “¡Sucio árabe, te haré pedazos y te enviaré a Jerusalén!”. Un día después, 15 de octubre, el arrendador de un piso en Chicago irrumpía violentamente en casa de sus inquilinos, una familia palestina americana, apuñalando hasta la muerte al pequeño Wadea Alfayoumi, de seis años, e hiriendo gravemente a su madre. La razón de ser del brutal asesinato, que, al parecer, no ostenta el rango suficiente para ser llamado ataque terrorista por buena parte de la prensa convencional, fue sencillamente que Wadea y su madre, Hanan, son musulmanes y de origen palestino.

Escribo estas líneas con urgencia, y compungido por las imágenes de la masacre. La lucha antirracista debe saber leer el momento histórico y no ser tibia ni quedarse a un lado. No hay dignidad en la lucha por las migajas, y todo pueblo colonizado, oprimido y segregado tiene derecho a defenderse de su potencia ocupante. La mirada occidental se nutre de siglos de imaginería islamófoba para apuntalar su obsesión neurótica con Hamás y falsificar la naturaleza de lo que está ocurriendo como una guerra entre estos e Israel. Una guerra entre los “temidos islamistas” y la llamada “única democracia de Oriente Medio”. Pero no. Se trata del pueblo palestino, sin Estado ni ejército reconocido; del pueblo palestino desplazado a la fuerza de sus territorios ancestrales, y de sus organizaciones de resistencia, que son muchas y muy diferentes. Se trata de que, esta vez, no pusieron la otra mejilla ante quienes los someten a la segregación racial y eso, según parece, resulta intolerable.

Ningún pueblo sometido va a las armas por gusto, sino por desesperación y en búsqueda de una dignidad que es pisoteada cada día. Tampoco el palestino

Ningún pueblo sometido va a las armas por gusto, sino por desesperación y en búsqueda de una dignidad que es pisoteada cada día. Tampoco el palestino. La guerra colonial la inició el Estado de Israel con la complicidad de la mayoría de los países occidentales. Y la continúa cada vez que golpea y asesina a una persona palestina, hombre, mujer, niño o anciano. Recordemos: parece que las 268 personas palestinas asesinadas en lo que va de año no despiertan ninguna repulsa e incluso se olvidaron, para sumirse a los miles de asesinatos de civiles producidos en estos precisos momentos, muchos de ellos de menores de edad. La guerra colonial continúa cada vez que uno de los Estados más poderosos del mundo dispara sus tanques y sus bombas, que intimida y tortura a vecindarios enteros, que encarcela a quienes se resisten a la masacre y cada vez que roba los hogares y tierras del pueblo palestino desde hace décadas.

Es necesaria la construcción de una verdadera solidaridad, sin cálculos, un verdadero internacionalismo antirracista. Esto requiere reconocer que lo que hoy le hacen a uno de nuestros pueblos, mañana se lo harán a otro; que lo que hoy le ocurre a tu comunidad mañana le ocurrirá a la otra. La deshumanización y genocidio de un pueblo abre la puerta a la deshumanización y genocidio de cualquier otro. Porque así es como ha sido, así es como está siendo y así es como será, si no se para la infamia. No deberían hacer falta más argumentos. Aquellas palabras del hoy iconizado Nelson Mandela deben resonar en el corazón de nuestros pueblos, porque hoy nuestro corazón es el que late en Gaza, corazón del mundo: “Sabemos demasiado bien que nuestra libertad será incompleta sin la libertad de los palestinos”. Ninguno de nuestros pueblos será realmente libre mientras el palestino no lo sea.

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