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Perfiles con tiempo
Ricardo Mar, arquitecto-arqueólogo: “El patrimonio arqueológico es un problema para el modelo especulativo”
Cada rincón de Tarragona es una invitación a conocer su historia, la huella dejada por las culturas que la han habitado a lo largo de los siglos. Y la mirada sobre ella de Ricardo Mar (Durango, 1959) es la de alguien que ha dedicado su vida al estudio de la arquitectura en los yacimientos arqueológicos, a la investigación sobre el pasado de las ciudades y lo que las ciudades cuentan de lo que fuimos. Arquitecto-arqueólogo especializado en el mundo romano, su trayectoria está marcada por el apasionamiento por su trabajo. Conversamos en Tarragona una mañana de mayo, la primera con el día despejado después de un inicio de primavera de tiempo cambiante. Y en algún momento surge la pregunta sobre la vocación y la dedicación.
“Si no me hubiese apasionado esa curiosidad por conocer el comportamiento de nuestras ciudades... Estamos ahora en un espacio histórico complejo, articulado”
“Si no me hubiese apasionado esa curiosidad por conocer el comportamiento de nuestras ciudades... Estamos ahora en un espacio histórico complejo, articulado”, dice mientras se gira y abarca con la mirada algunos puntos del entorno, donde la Tarragona romana asoma entre la ciudad contemporánea. “Me parece fascinante intuir la estratificación, la complejidad de la historia que se ha condensado en este sitio. Y eso me ha parecido siempre fascinante en todas las culturas. Si no hubiese sido así, pues probablemente no habría seguido todo este itinerario”. El itinerario de una vida nunca es lineal, pero en este caso sí cabe apuntar algunos hitos en la trayectoria vital de Ricardo Mar, hitos que guiarán la conversación: Barcelona, Empúries, Roma, Berlín, Tarragona y Cuzco.
Barcelona. “Creo que mi vida se reconstruye de nuevo en Barcelona cuando llego para estudiar Arquitectura [en 1976]”. Desde entonces, con varios paréntesis, ha residido en esta ciudad. “El cambio fue tan radical y, sobre todo, tan sorprendente que casi anula un poco todo lo que había pasado antes. Yo llego a Barcelona, descubro el Mediterráneo, descubro la ciudad estudiando Arquitectura y no lo llego a pensar —yo aquí me quedo—, sino que de una forma casi natural fueron surgiendo amistades, iniciativas, actividades”. En incursiones de espeleología conoció a un grupo de estudiantes de Arqueología y empezó a colaborar con ellos. A las primeras prospecciones de campo siguió un verano en el yacimiento de Empúries como colaborador en los trabajos de excavación y, más adelante, el encargo de dibujar para el Museo Arqueológico de Barcelona, al que le interesaba su doble vertiente arquitecto-arqueólogo.
Empúries (Girona). Aquella primera excavación en Empúries fue el inicio de una profunda dedicación al estudio de este yacimiento y, en particular, de su foro romano: “En el 82, cuando Enric Sanmartí pasa a ser el director de las excavaciones, le proponemos un proyecto de articular todo, de ponerlo en relación y estudiar el foro sistemáticamente”. Fueron tiempos de aprendizaje compartido, de la publicación de los primeros trabajos. “Con Joaquín Ruiz de Arbulo, con Xavier Aquilué y con Juan Antonio Muñoz, fue el momento de formación. Trabajamos en equipo”. Ese momento inicial estuvo en el origen de su tesis doctoral y de Ampurias romana (1993), escrita junto a Ruiz de Arbulo. “Ampurias fue el ensayo general”, resume a la hora de enlazar con la siguiente ciudad.
Roma. En 1987, la Academia de España en Roma, ubicada en la colina del Gianicolo, acababa de reabrir después de años cerrada por obras de restauración. Ricardo Mar formó parte de la primera generación de becarios que renovó la presencia cultural española en Roma. Allí tuvo la oportunidad de plantear y dirigir proyectos de excavación. Lo cuenta recordando las reuniones, los desafíos planteados, sonriendo al evocar lo insólito de algunas situaciones. “Me encuentro dirigiendo la excavación española en el Foro de Roma, el proyecto en el Santuario de Serapis en Ostia, trabajando en una casa caupona de Pompeya (…). Es decir, al estar en Roma en ese momento y estarse construyendo las instituciones de nuevo, tuvimos la oportunidad de desarrollarnos nosotros mismos siendo directores de los proyectos”. Lo cuenta también subrayando la distancia entre aquellos tiempos y los actuales. “La universidad debía ser un espacio igualitario, democrático. Claro, mucho de eso se ha perdido. Hoy en día sí que tendrás el catedrático, el profesor de investigación, bueno, la estructura feudal del mundo académico que, en general, se ha recuperado con todo su esplendor”. La estancia de Ricardo Mar en Roma se prolongó cuatro años (1987-1990) y fruto de ella publicó con posterioridad estudios sobre el puerto romano de Ostia y sobre diversos proyectos de excavación, como el Palatino en la dinastía Flavia y la topografía de los palacios imperiales.
Berlín fue casi un paréntesis. “Algo más circunstancial”, apunta. Dos años (1991 y 1992) dedicados a trabajo de laboratorio y biblioteca, a organizar materiales y preparar publicaciones.
El regreso a Tarragona en 1993 como profesor de la Universidad Rovira i Virgili significó la estabilización profesional y el inicio de nuevos proyectos de excavación
Tarragona. Con el bagaje acumulado, el regreso a Tarragona en 1993 como profesor de la Universidad Rovira i Virgili significó la estabilización profesional y el inicio de nuevos proyectos de excavación. Supuso también la asunción de una tarea de gestión compleja: coordinar la candidatura de Tarragona como Ciudad Patrimonio de la Humanidad. Los recuerda como siete años de trabajo estresante (1995-2002) que culminaron con la obtención de la declaratoria. Al comentar aquella experiencia, surgen preguntas sobre la convivencia del patrimonio y las ciudades cambiantes. Sobre este asunto, se muestra concluyente: “No es cierto que unos restos arqueológicos condicionen el desarrollo moderno de una ciudad. Todas las ciudades, todas, el patrimonio arqueológico que sale en su subsuelo lo pueden gestionar perfectamente. Es un problema de dinero. O sea, si tú vas a invertir dinero ahí o no lo vas a invertir. Y, claro, aquí es donde viene el problema. El patrimonio arqueológico es un problema para el modelo especulativo de ciudad”. Defiende el carácter público del patrimonio colectivo y sugiere que un cambio en las prioridades debería implicar también un cambio en el orden de las actuaciones. “No se debería hacer el proyecto arquitectónico hasta que el arquitecto tenga los datos materiales de lo que hay arqueológico en el subsuelo”. Sus trabajos sobre la Tarragona romana abordan cuestiones como la planificación urbana de la ciudad, la recuperación del circo y una nueva interpretación del llamado Foro Bajo.
Cuzco. El último hito de este recorrido se sitúa en Cuzco (Perú), donde en la segunda década del siglo XXI trabajó en un ambicioso proyecto para dibujar el conjunto arqueológico del Cusco inca: los restos conservados, la topografía y la producción de un modelo virtual de reconstrucción de la capital inca. Arquitectura y urbanismo en el Cusco Inka (2021) —obra colectiva firmada junto a Ramiro Matos y José A. Beltrán-Caballero— es su último libro y del que se siente más satisfecho. Pero el impacto de este proyecto ha ido mucho más allá. “El proyecto americano para mí ha supuesto una experiencia catártica. Porque has hecho toda tu vida en un entorno eurocéntrico (…). Y de repente ves el mundo desde fuera, desde otro sitio que no es Europa: una perspectiva en la que todos los tópicos históricos, desde los griegos, los romanos, se te van como desdibujando y te das cuenta de que la perspectiva es mucho más compleja”. Alude a una perspectiva multifocal, a la necesidad de cuestionar estructuras de análisis demasiado rígidas. “La realidad social cada vez es más compleja o cada vez la vemos más compleja porque la sabemos mirar mejor. Y este es un poco el desafío en el que estamos ahora. En qué medida todo este trabajo acumulado sirve, se puede canalizar o sirve para algo para las nuevas generaciones, para la construcción de los nuevos paradigmas que funcionen en el siglo XXI”.
Nos despedimos hasta pronto con la sensación de haber recorrido un viaje o, al menos, de habernos aproximado a los hitos de un viaje que continúa. Son las tres de la tarde. La luz intensa recorta el perfil del anfiteatro sobre el mar.
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Buena lectura. Pena que se haya hecho esperar. También podría este hombre algún día escribir largo y tendido sobre experiencias en Cuzco o experiencias de choque de intereses concretos entre el lucro privado y la memoria común.