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Perú
Cinco momentos estelares en la vida de Alberto Fujimori
En diciembre de 2023, Alberto Fujimori salía de la cárcel después de 15 años. Tras marcar la agenda política de las dos últimas décadas, el indulto del expresidente, condenado por diversos casos de violaciones de derechos humanos y corrupción, se hacía realidad después de que el Tribunal Constitucional aceptara la excarcelación por “razones humanitarias”. Nueve meses después, sus planes para presentarse a las elecciones de 2026 se vieron truncados. Su hija y heredera política, Keiko Fujimori, anunciaba su muerte este 12 de septiembre: “Después de una larga batalla contra el cáncer, nuestro padre, Alberto Fujimori acaba de partir al encuentro del Señor”.
Desde que llegó al Palacio de Gobierno en 1990, la historia de Perú ha corrido paralela a la de Alberto Fujimori. Repasamos la vida de este precursor de la extrema derecha latinoamericana en cinco momentos estelares.
El fujishock
De rector de la Universidad Nacional Agraria La Molina en 1984 a la presidencia de la Asamblea Nacional de Rectores en 1987, y, de ahí, a la presidencia de Perú en 1990. El ascenso de este ingeniero de origen japonés apodado “el chino” sorprendió a la élite política del país, representado en su contrincante en los comicios, el escritor Mario Vargas Llosa. Con un discurso nacionalista y popular, vestido con poncho y el gorro tradicional de orejeras, recorrió los barrios empobrecidos con el Fujimóvil, un vehículo diseñado por él mismo. Con el lema “Un presidente como tú”, consiguió la victoria.
Una vez en el poder, hizo todo lo contrario a lo prometido en campaña y llevó sus políticas neoliberales mucho más allá de lo que había prometido Vargas Llosa. En agosto de 1990, las protestas contra el llamado “fujishock” se saldaron con tres muertos, una oleada de disturbios, saqueos en Lima y 6.000 detenidos.
La privatización de las empresas públicas iniciadas por Fujimori supuso el despido de 200.000 empleados públicos. Las joyas del sector público quedaron en manos de multinacionales, entre ellas Telefónica, Repsol, Endesa y BBVA
La privatización de las empresas públicas iniciadas por Fujimori supuso el despido de 200.000 empleados públicos. Las joyas del sector público quedaron en manos de multinacionales, entre ellas Telefónica, Repsol, Endesa y BBVA, por solo 9.200 millones de dólares. Aunque 2.000 millones de euros se perdieron en el camino. Y cuando Fujimori huyó del país una década después, 6.000 de esos millones que quedaban se habían esfumado, según la Procuraduría. Para el abogado Carlos Rivera, de la organización de derechos humanos Iniciativa de Defensa Legal, en estos años “se pasó del pillaje al crimen organizado”.
El fujigolpe
La política ultraliberal del Gobierno, la guerra sucia contra la guerrilla de Sendero Luminoso y una corrupción generalizada cada vez más patente estaba despertando una amplia oposición, y no solo social sino también dentro de las instituciones del propio Estado. El 5 de abril de 1992, Fujimori disolvió el Congreso, echó a los miembros de la Corte Suprema, al fiscal de la Nación, a los miembros del Tribunal de Garantías Constitucionales y al 20% de todos los jueces del país para sustituirlos en apenas unos días con personas afines a su Gobierno, convertido desde entonces en una dictadura.
Al día siguiente del autogolpe autorizó por decreto 772 leyes ultraliberales. Rivera habla de un plan meticuloso de “corrupción sistemática, de apropiación de fondos públicos para comprar medios de comunicación, jueces y fiscales para ocultar no solo el hecho de haber roto el orden constitucional, sino los crímenes que ahora se sabe que habían estado cometiendo Fujimori, su familia y su gente cercana”.
El 5 de abril de 1992, Fujimori disolvió el Congreso, echó a los miembros de la Corte Suprema, al fiscal de la Nación, a los miembros del Tribunal de Garantías Constitucionales y al 20% de todos los jueces del país para reemplazarlo por cargos afines
Ese mismo año, el líder de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, caía detenido y Fujimori conseguía la foto del “presidente Gonzalo” en una teatral jaula vestido con un cinematográfico traje de presidiario a rayas. El reparto clientelar de ayudas en los barrios y zonas rurales más pobres consiguió mantener a raya la indignación popular. Por un tiempo.
Las esterilizaciones forzadas
En octubre de 1995, Fujimori conseguía otra foto largamente esperada: en la IV Conferencia sobre la Mujeres en China rodeado de representantes del feminismo de todo el planeta. “¡Las mujeres peruanas deben ser las dueñas de su destino!”, dijo al presentar su plan de anticoncepción quirúrgica voluntaria, o dicho de otra forma, su plan de esterilización masiva de mujeres pobres e indígenas.
Primero un caso, luego fueron cientos, y al final miles. El programa de esterilizaciones encubría un profundo racismo y las cuotas establecidas para demostrar los avances del país en su lucha contra la pobreza llevó a todo tipo de estrategias para conseguir los cupos de esterilizaciones exigidos por Lima.
Entre 1996 y 1998, se calcula que cerca de 300.000 mujeres pobres e indígenas fueron esterilizadas. Cada mes, Fujimori recibía un informe con el número de esterilizaciones conseguido, cada hospital tenía metas asignadas
Las investigaciones sobre este caso relatan esterilizaciones forzadas cuando las mujeres iban a vacunarse o después de un parto, regalos y dinero para que las mujeres se sometan a las operaciones, todo parte de un programa coercitivo que no tardó en ser desvelado por colectivos de mujeres indígenas y un trabajo periodístico también impulsado por mujeres como Giulia Tamayo.
Entre 1996 y 1998, se calcula que cerca de 300.000 mujeres pobres e indígenas fueron esterilizadas. Cada mes, Fujimori recibía un informe con el número de esterilizaciones conseguido, cada hospital tenía metas asignadas. Si lo conseguían, obtenían ayudas. Si no, despidos.
Vladivídeos
No fue el escándalo de las esterilizaciones forzadas lo que acabó con Fujimori, sino el escándalo de los Vladivideos. En su despacho del Servicio de Inteligencia Nacional, la mano derecha de Fujimori, Vladimir Montesino, recibía a periodistas, políticos, empresarios, jueces, desplegaba maletines llenos de dinero y cerraba tratos. Todo grabado, por supuesto, para asegurar la lealtad de los clientes de este estado convertido en una organización mafiosa. Cuando saltó el escándalo, el 14 de septiembre de 2000, se desató el pánico entre la élite política y económica de Perú. A los pocos días, Fujimori huyó del país, mando un fax con su dimisión y convocó elecciones. La década de Fujimori acababa de terminar.
Juicio y condena
El 10 de diciembre de 2007, comenzaba el juicio contra Alberto Fujimori. “El chino” tenía que responder por numerosos cargos, entre ellos la masacre de Barrios Altos (Lima), donde el grupo paramilitar Colina interrumpió en una fiesta popular y dejó 15 muertos; y la masacre de la Cantuta, donde el Grupo Colina había asesinado a ocho estudiantes y a un profesor en 1992. El Grupo Colina, tal como demostró la justicia peruana, actuaba a las órdenes de Fujimori y Montesinos en la guerra sucia contra Sendero Luminoso causando numerosos daños colaterales y víctimas que nada tenían que ver con esta organización armada. La lucha de las organizaciones de derechos humanos había conseguido resucitar los casos y arrancado una resolución de la justicia interamericana para sortear las leyes de amnistía dictadas por el propio Fujimori.
El juicio fue televisado y fue seguido por millones de personas, que oían por primera vez el relato de los crímenes cometidos bajo las órdenes de Alberto Fujimori. El 7 de abril de 2009, fue condenado a 25 años de cárcel por los casos de Barrios Altos y la Cantuta. Pese a la presión del fujimorismo para conseguir su liberación, pasó 15 años en prisión.